Greco MorelliTodo se quedó en silencio. Alexandra miraba a Esteban casi implorando que no dijese nada. El asesino de mi madre se había atrevido a pisar mi propia casa por alguna razón y la diría antes de que yo perdiese la paciencia.—¿Contarme qué? —repetí caminando hasta el hombre que destrozó mi infancia—. Creí ser lo suficientemente claro contigo la última vez. No quería volver a verte cerca de mi familia.—Greco… —susurró Alexandra acercándose a mí para tratar de tomar mi mano—. Siéntate. Él tiene algo que contarte y es delicado. —agregó.—Creo que ninguno de ustedes dos está entendiendo, no lo quiero ver aquí. No te quiero aquí y te me largas antes de que sea yo mismo quien acabe contigo. —mencioné, Esteban se levantó del sofá y se puso frente a mí.—¿Serías capaz de asesinar al hombre que comparte tu sangre, Greco? —preguntó.No supe que quiso decir al comienzo—. Soy tu padre, hijo. Bianca iba a ser mi esposa mucho antes de que Ángelo decidiese llevársela a la fuerza el día de
Alexandra Guzmán. Tres días ya habían pasado desde la toma de muestras en la clínica. Aunque todo en la casa parecía fluir de maravilla la verdad es que el ambiente aún se encontraba un poco tenso.Veía cómo mi padre se esforzaba por estar cerca de Greco y cómo este se esforzaba para mantenerlo a distancia de sus acciones. Emma, por otro lado, pasaba bastante tiempo jugando con su abuelo y diciéndole una y otra vez que tendría dos hermanitos pronto.Greco se encontraba ahora mismo en el patio y mi padre jugando con mi pequeña a las muñecas, me había dicho cómo mi madre le había pedido el divorcio luego de todos estos años juntos, al parecer ella solo buscaba mantener un estatus, luego de que me fui de la casa su relación con papá perdió sentido y ahora mismo está con su instructor de yoga, ¿quién lo diría? La persona más recta y dura que he conocido en mi vida resultó no serlo.Me encontraba preparando el almuerzo cuando escuché disparos, Greco corrió hasta donde me encontraba con su
Greco MorelliMeses después.Desesperación.Ansiedad e impotencia.Miedo y angustia.El mismísimo diavolo italiano no era capaz de frenar sus emociones, de guiarlas en un solo camino. Al contrario, sentía que todo de mí enloquecería mucho más que aquella vez que Alexandra desapareció, por lo menos, en ese entonces, redirigía aquellas emociones para un fin, encontrarla y traerla conmigo nuevamente.Todo era odio dirigido a las personas que osaron arrebatármela y lo cumplí.Pero, ahora, solo me pedían tiempo. ¿Cómo era posible siquiera que esperase? Una y otra vez escuché los gritos desgarradores de mi mujer, vi sus expresiones cargadas en dolor y miedo. Algo no iba del todo bien. Ella lo sabía. Yo lo sabía. Y claro, los doctores también lo sabían.Ocho meses de embarazo. Alrededor de treinta y cuatro semanas. Una noche. Dolores de parto. Las malditas contracciones llegaron silenciosas, Alexandra no se percató hasta que cada una se volvía más seguida, más dolorosa que la anterior. La im
Alexandra GuzmánUn año después. Hoy es un día especial. No solo porque nuestros gemelos cumplen un año de vida a nuestro lado, sino también porque es el día de mi boda con Greco. No nos hemos visto en persona hace una semana aproximadamente.Mi chico se quedó con Esteban y con los gemelos, mientras que, Raquel me raptó a mí y a Emma para pasar tiempo con ella y con la bebé.Todo ha ido bien, la vida por fin comienza a sonreírnos y agradezco por ello. Greco no renunciará a la mafia y tiene que vivir con ello, mis hijos tienen que vivir con ello y seguramente mis nietos también. Estamos conscientes del peligro que implica, pero Greco tiene hombres lo suficientemente capaces para cumplir sus ordenes y mantener a salvo a la familia.El pequeño Gabriel, cómo lo dije el día de su nacimiento, es una copia viviente de su tío, es cómo soñaba al hijo que perdimos y, de alguna forma, siento cómo si fuese él, cómo si me lo entregase para que pudiese también vivir su vida.Quizás en la eternidad
Alexandra Guzmán Dolor de cabeza. Olor a licor por todo el lugar y unas ganas enormes de vomitar es lo que tenía en este momento, ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado? Levanté mi mano que estaba colgando en el borde de la cama, la pared color rosa se me hacía conocida, ¿Raquel? ¿Dónde se encontraba mi mejor amiga? Me di vuelta en la cama sintiendo dolor en mi entrepierna, al voltear sentí como todo mi centro giraba, creo que me pasé con el alcohol y definitivamente no iba a volver a pasar, considerando que mis padres no me asesinasen antes de volver a tener la oportunidad de salir a una fiesta, no debí hacerle caso a Raquel. Es mi mejor amiga de toda la vida, pero es muy alocada en ocasiones. —Umm, quédate quieta, por favor. —mencionó una voz completamente desconocida para mí. —¿Qui—quién eres? ¿Qué pasó aquí anoche? —pregunté rascando mi cabeza, me encontraba descolocada y fuera de mí misma, de hecho, aún me encontraba mareada. —¿Enserio no te acuerdas de nada? —preguntó el chico fre
Llegué a casa solo para darme una ducha y para volver a acostarme, sonreí sin poder evitarlo tan solo de pensar en las miles de cosas que pude haber echo anoche, pero por más que intentaba mi mente se encontraba bloqueada, ¿Sería el alcohol? ¿La culpa? No lo sabía y eso, en cierto punto me frustraba por eso. —¿Alexandra? —mencionó mi madre del otro lado de la puerta—. ¿A qué hora has llegado cariño? —preguntó nuevamente. —Hola, si madre. Bueno… me ha venido a dejar Raquel en su carro, llegué temprano cómo dijiste que hoy era un día importante. —mencioné tratando de esconder el nerviosismo que sentía. ¿Será que se ha dado cuenta de la verdad? —¿La pijamada estuvo bien? Te noto algo extraña. —comentó ella. —Si madre, todo bien, es que nos hemos dormido un poco tarde y aún tengo algo de sueño. —respondí fingiendo un bostezo, salí del baño y ella comenzó a acercarse a mí, seguramente buscaba algún rastro de alcohol, mi ropa se encontraba en el baño toda mojada, así que no habría pro
Después de la intensa charla entre mis padres y los de Dante, quedamos en un acuerdo dónde Dante y yo nos dábamos unos meses para poder pensar las cosas, que quizás nos habíamos apresurado mucho con esto de la boda y, efectivamente, después de que pasasen esos meses si la decisión seguía siendo la misma, ellos lo respetarían. —Buenos días, Alexandra. El sábado no pude encontrarte. —mencionó mi amiga Raquel, acercándose lentamente a mí. —Pues yo sí que te encontré al salir de casa. —dije insinuando lo que había hecho, intenté sonreír de manera que se diese cuenta de que descubrí su acción y luego la miré de manera burlona—. ¿Qué estabas pensando cuando me dejaste ir con ese desconocido? —pregunté sonriendo y golpeándola despacio en su hombro. —¿De qué desconocido hablas? —preguntó ella—. Todo el que estaba allí era conocido para ambas. —agregó esbozando una sonrisa y encogiéndose de hombros. Sí claro, cómo si no te conociese ya, querida amiga. —No, Raquel. Había un chico… amanecí co
¿Qué habrá querido decir con eso? ¿Será que piensa que quiero volver a tener sexo con él? No tenía absoluta idea de nada, pero tampoco quería que pensase que me había subido a la moto para eso. —¿Dónde me llevas? —pregunté curiosa y con cierto temor en mi voz. —Acércate un poco más, Alexandra. —mencionó ignorando mi pregunta—. Tranquila, no te haré daño, nunca te haría daño. —susurró cerca de mi oreja una vez me acerqué con cierto temor en mi caminar. El tono empleado en sus palabras, el choque de su aliento contra mi piel me hizo estremecer, cómo si estuviese sintiendo el roce de sus manos nuevamente, cómo si tan solo sus palabras lograran cierto efecto en mí y es que lo hacían, él lo sabía y se valía de eso. —¿Cómo estás tan seguro de que no lo harías? —pregunté tratando de mantener una conversación y de que no notase lo que me estaba provocando. —No puedo estar seguro, pero es lo que siento, nunca te lastimaría, Alexandra. —volvió a decir, esta vez eran mis huesos los que se se