¿Qué habrá querido decir con eso? ¿Será que piensa que quiero volver a tener sexo con él? No tenía absoluta idea de nada, pero tampoco quería que pensase que me había subido a la moto para eso.
—¿Dónde me llevas? —pregunté curiosa y con cierto temor en mi voz.
—Acércate un poco más, Alexandra. —mencionó ignorando mi pregunta—. Tranquila, no te haré daño, nunca te haría daño. —susurró cerca de mi oreja una vez me acerqué con cierto temor en mi caminar.
El tono empleado en sus palabras, el choque de su aliento contra mi piel me hizo estremecer, cómo si estuviese sintiendo el roce de sus manos nuevamente, cómo si tan solo sus palabras lograran cierto efecto en mí y es que lo hacían, él lo sabía y se valía de eso.
—¿Cómo estás tan seguro de que no lo harías? —pregunté tratando de mantener una conversación y de que no notase lo que me estaba provocando.
—No puedo estar seguro, pero es lo que siento, nunca te lastimaría, Alexandra. —volvió a decir, esta vez eran mis huesos los que se sentían en completo hielo, en el instante mismo que sus manos tocaron mi cintura y me pegaron aún más cerca de él sentí que me desvanecería.
—¿Por qué repites tanto mi nombre? —pregunté nuevamente, su mirada penetrante me estaba llevando a un punto de no retorno, ¿Cómo podría perderme en unos ojos que apenas conocía?
—Porque tiene un significado; protector de hombres, ahora dime, ¿Te molesta de alguna forma? —preguntó con cierta suspicacia, negué.
—No, pero no recuer… —dudé en decir aquel pequeño detalle, yo no me acordaba de su nombre. Él sonrió burlón y me observó a detalle.
—Soy Greco… Greco Morelli. —susurró en mi oreja provocándome cosquillas y sensaciones electrizantes enviadas desde mi pecho a todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo—. No se lo digas a nadie, cariño, es un secreto entre tú y yo. —agregó.
—¿Por qué? —pregunté sonriendo y mirando sus ojos color miel que parecían querer arrasar con todo lo que estuviese a su paso.
—Prefiero que las demás personas me conozcan por mi alias y no por mi nombre. —comentó.
—Ummm… —mencioné sin saber qué hacer. —¿Qué es lo que quieres hacer? ¿Para qué vinimos? —pregunté.
—Solo quería admirar el mar con buena compañía. —dijo subiéndome encima de unos barriles para cruzar la valla que cerraba el callejón, sonreí por la hermosa vista—. Lo sé, pudimos dar la vuelta, pero créeme, este camino fue mucho mejor. —agregó.
Caminamos juntos hasta la orilla del mar y nos sentamos en la arena a esperar que el sol se escondiese en el horizonte, tal como una película romántica, solo que esto no era una cita, simplemente estábamos escapando de la realidad.
Los minutos pasaron, el sol cayó y se escondió frente a nuestros ojos, una ola llegó hasta donde nos encontrábamos y mojé parte de mi pantalón y trasero, sonreí burlona de lo que me había pasado, Greco se me quedó viendo seriamente hasta que sonrió de lado, sin demostrar ninguna emoción, ¿Qué le estaba pasando? Tomó mi mano y provocó que me recostase sobre su hombro.
—Mira, Alexandra, un nuevo día acaba de morir y mañana, cuando el sol aparezca, traerá consigo uno nuevo se supone, ¿Cuántas personas crees que viven sus días así? Pensando que el sol volverá a aparecer y seguirán con sus monótonas y aburridas vidas, pensando que todo siempre será igual y que nada podrá arruinar su presente —susurró sin apartar la mirada de los últimos rayos de sol que aún se reflejaban en el cielo y mar.
—¿Qué pasó? —pregunté levantándome un poco—. ¿Qué te sucedió? —agregué.
—¿Por qué crees que me pasó algo? —preguntó levantándose de su lugar abruptamente, cómo si lo que pregunté le recordase algo que quisiera evitar. Sus ojos llameantes en resentimiento me miraron, sonreí tímidamente sin saber que estaba pasando—. Yo... disculpa, ¿Sí? No estoy acostumbrado a esto… pensé en voz alta, es todo.
—Está bien. ¿Crees que puedas llevarme a mi casa? —pregunté. El hombre que estaba a mi lado asintió y nos dirigimos hasta su moto, esta vez, por el paso de peatones, cosa que agradecí—. Estoy mojada, ¿No te importa? —pregunté.
—No, no me interesa. —mencionó con cierto desdén en sus palabras, ¿Qué había pasado con el hombre de hace unas horas?
Me sentí culpable por su actitud, por lo que para evitar su malestar me saqué mi chaqueta y la dejé en el lugar donde me sentaría.
—¿Qué haces? —preguntó—. Hace frío e iremos en moto, el aire chocará contigo y podrías enfermar. —agregó.
—Lo sé, pero no quiero que por mi culpa se ensucie tu moto. —comenté, tímida, cohibida, y con algo de temor en mis palabras.
—Mmm… —dijo frustrado—. Ten. —agregó entregándome su chaqueta, sin duda eso no era necesario—. Tómala, si te enfermas será mi culpa, no deseo verte enferma o llorando cómo hace horas, promételo. —dijo con autoridad.
—¿Qué cosa? —pregunté tratando de entender sus palabras, él sonrió mirándome con ternura… seguramente parecía una niña idiota.
—No vuelvas a llorar, tu rostro no merece ser empañado por lágrimas de tristeza que seguramente las provocó aquel idiota que te dejó ir. —mencionó el hombre que tenía a mi lado—. Promete que no llorarás por un imbécil y que no buscarás enfermarte. —agregó nuevamente.
—¿Cómo buscaría enfermarme? —pregunté con cierta ironía en mis palabras.
—Las personas tristes hacen muchas cosas de las que después se arrepienten, Alexandra. —mencionó en apenas un susurro que me estremeció por completo—. Ahora, no sigas reprochando y ponte esto. —dijo ayudándome a poner su chaqueta.
Nos montamos en la moto y condujo hasta la dirección que le había dado la última vez, no nos demoramos mucho, al parecer se sabía las calles perfectamente.
—Supongo que hoy tampoco me dirás dónde vives realmente. —mencionó sonriendo y sin apartar su mirada de la mía.
—Supones bien. —mencioné sonriendo de la misma forma que él lo había hecho—. Gracias por llevarme a aquel lugar, la verdad, sí necesitaba escapar de la universidad y de mi entorno regular.
—No te preocupes, ¿Nos veremos otra vez? —preguntó mirándome extraño, no supe descifrar en ese momento lo que era.
—Espero que sí. —susurré besando su mejilla y alejándome de él, mirándolo hasta que emprendió el camino con su moto y yo seguí hasta mi casa.
Entré sin hacer mucho ruido, no era para nada tarde, pero no quería dar las explicaciones de porque no había llegado hace horas después de la universidad, subí a mi habitación y me metí en mi closet a buscar mi pijama, por alguna razón todo mi cuerpo hormigueaba, ahora sabía el nombre del desconocido que había amanecido en mi cama, Greco.
Me di una ducha bastante relajante quitándome el frío del agua marina, sequé mi cabello y caminé hasta mi cama, mis ojos se clavaron en un punto muy específico «La chaqueta de Greco», dios mío, no se la había devuelto, ¡Ese hombre tiene que haber llegado muerto de frío! Y es que no lo veo poniéndose la mía, le quedaría muy ajustada.
—Greco Morelli… —susurré acostándome en la cama—. Ahora tenemos una excusa para volvernos a encontrar.
Greco Morelli «Una delicada flor para la mujer más hermosa de esta tierra» Así decía mi padre a mi madre cada que llegaba de uno de sus turbios negocios, los cuales luego me fueron heredados, la recuerdo tan sonriente y a la vez tan melancólica, cómo desearía poder pasar un día a tu lado madre querida, fue tan instantáneo el tiempo que pasamos juntos, más nunca lo disfruté enserio, pues pensaba que estarías conmigo la mayor parte de mi vida, por no decir que toda. —Espero que sí. —susurró y después de eso, un beso… vaya, no lo esperaba para nada. Un beso en la mejilla… nunca había sentido un gesto tan cálido en mi vida. Bueno, en realidad sí, así recordaba los besos de mi madre, cálidos, llenos de esperanza y cariño, aún en la sombra de la noche soy capaz de recordarla, alegre, sonriente, con su mirada perdida en el horizonte esperando ansiosa la llegada de mi padre, ocultando sus lágrimas cada que yo me acercaba y es que me costó varios años entender que toda la felicidad que tran
Alexandra Guzmán Hoy tocaba todo el día clases de gestión financiera, por lo que sería un día bastante rápido, pero de igual manera agotador, la cabeza trabajaba demás en clases cómo estas, y no era malo, al contrario, de mucho aprendizaje que algún día me serviría para poder tomar las riendas de la empresa. Sé perfectamente que mi padre no lo aceptará si es que sigo sin sentar cabeza, por lo que tocará demostrarle que puedo sola, que no dependeré de nadie para ser alguien y que eso lo aprendí de él y mi madre, deberían sentirse orgullosos por eso. Me encontré con Dante, algo extraño sentí en el vientre, ¿repulsión? ¿ascos? No, era algo mucho más complicado de entender, cariño. Es como si mi corazón se encontrara en un trance dónde Dante seguía siendo el dueño de él, pero mi mente, bueno… es mi parte más racional y comprendía que nada volvería a ser cómo antes, ni siquiera una relación de amistad, simplemente se mantenía la cordialidad por todos los años que nos conocemos y por la
Greco Morelli Horas antes. Mi plan se había puesto en marcha esa noche, ahora solo tenía acercarme lo suficiente a esa mujer para que me dijese la ubicación exacta de su casa, necesitaba encontrar al hombre que acabó con mi infancia. —¿Dónde vas amor? —preguntó Gianna. La verdad no sé qué le pasaba, sabe perfectamente que lo nuestro no es nada, exceptuando el sexo, es lo único bueno de nuestra relación, por lo demás, ambos nos casamos por conveniencia. —No tengo que darte explicaciones, así como tú tampoco a mí. Lo sabes. —mencioné y salí de la habitación que compartíamos de vez en cuando, ella venía recién llegando, anoche se quedó a dormir con uno de sus amantes y la verdad no me importaba. —Que humor. —dijo ella refutando. Me devolví y tomé su rostro en mis manos, sus labios se encontraban hinchados, por lo menos uno de los dos la había pasado bien anoche, las pesadillas me destruyeron más de una vez. —El que te encanta, preciosa. —dije pasando mi lengua por encima de sus lab
Alexandra Guzmán —¿Qué sientes sobre eso? ¿Te arrepientes? —preguntó sacándome de mis pensamientos. ¿Qué se supone que debería responder a ello? —Me arrepiento de no recordarlo, creo. —mencioné tímida mientras me detenía a pensar en eso—. No entiendo por qué lo hice, tal vez fue uno de esos impulsos de borracha, pero quizás en el fondo quería sentirme capaz de tomar mis propias decisiones y dejar de ser siempre la correcta. —agregué. —Tomaste una buena decisión al acostarte conmigo, ¿Eso quieres decir? —preguntó curioso y con una mirada burlona. —No exactamente. No fue una brillante idea acostarme contigo porque no recuerdo nada de lo que pasó, literalmente entré en coma etílico en ese momento. Ni siquiera tengo lagunas de lo que hicimos, pero, por alguna razón recuerdo tus manos acariciándome, al menos la sensación. —comenté nuevamente, creo que parecía una loca, pero Greco parecía escucharme con atención. —Eso es más que suficiente para mí, Alexandra. —comentó mirándome fijame
Greco Morelli Apenas dejé a Alexandra en la calle de siempre me fui rápidamente. No quería estar cerca de ella, no podía pensar con claridad las cosas que decía o hacía. «¿Qué es lo que tienes, Alexandra?» ¿Qué m****a hice? ¿Qué fue lo que traté de decir? Pues era obvio, esa chica era diferente al resto… —dijo mi subconsciente. ¡Claro que lo era! No es una m*****a prostituta o una perra sangrienta cómo las que habitúan en esta vida de maldad a la que estamos tan acostumbrados. Y es que las muertes repentinas, asesinatos y demás están tan presente que es casi cotidiano. —¿Qué hice? —me pregunté cuando entraba el carro al estacionamiento del departamento. No fui capaz de responder esa pregunta. Creo que debería mantenerme un poco alejado de ella estos días… tenía claras mis prioridades, pero estando cerca de ella algo cambiaba, simplemente me recordaba a mi madre, a lo que ella me hacía sentir, ver sus lágrimas caer de su rostro fue cómo recordar todas las veces que vi a mi madre llo
Alexandra Guzmán —¿Estás segura de que estaremos bien? No me convence para nada tú idea de ir a ese sitio. ¿Sabes cuántos accidentes pasan en esas cosas? —mencioné mirando seriamente a Raquel, ella estaba empecinada en acompañar a su novio a ese lugar. —Tranquila, Alex… iremos con Leandro, él no dejará que nada malo nos pase. —mencionó ella alegremente—. Además, ¿Dónde está esa nueva versión de Alexandra que no se deja ver, al parecer fue cosa de solo un día? ─inquirió con un tono tentativo, quería que lo hiciera y me estaba provocando. ─Solo lo haré por ti, Raquel. Espero que ese tal Leandro sepa cuidar de ti y que no nos meta en problemas. ─agregué mientras la miraba de reojo. Entré al baño y me puse un jeans algo rasgado y un top color crema. ─Hará frío, Alex… será mejor que busques una chaqueta. ─mencionó mi mejor amiga mirando mi armario─. Aquí tienes una chaqueta que parece abrigadora. ─dijo nuevamente. La miré y negué inmediatamente, era la chaqueta de Greco… después de lo
Greco Morelli Ver a Alexandra debajo de otro hombre se sintió cómo si estuviesen golpeándome y luego cuando la vi negándose entendí que las cosas no estaban bien. Sentí deseos de acabar con el maldito de Gabriel. No me detuve en pensar cómo se encontraba ella hasta que me separaron del cuerpo casi sin vida de Gabriel, ese malnacido lo merecía. Salí a buscar a Alexandra, pero no contestó, enloquecí buscando alrededor de ese lugar, gritando su nombre sin obtener una respuesta. ¡Maldita sea, Alexandra, soy yo! ¡Jamás te lastimaría! —Pensé en ese momento. Luego de irnos del sitio de las carreras la llevé a su casa, intenté varias veces hablarle, pero no lo hice, tenía miedo de que me rechazase y lo comprobé cuando traté de acariciar su mejilla… Enloquecí cuando preguntó por qué siempre le pasaban las cosas malas, pude ver el alivio en sus ojos cuando me vio aparecer y sacarla de aquel hueco, ¿Cómo decirle que tampoco era algo bueno que me acercase a ella? Estoy confundido, mis pensam
Alexandra Guzmán ─Está bien, no hay problema en eso. Me gusta la pizza. ─mencioné sonriendo tímidamente. Él también lo hizo, o al menos trató, se relajó un poco. Sirvió algo de vino en dos copas y me tendió una. Bebí un sorbo y luego me quedé pensando en lo que había dicho─. ¿A qué te refieres con eso de qué no sé lo que provoco en los hombres? ─pregunté aún con la duda en mi cabeza. Greco terminó ahogándose con el vino que había bebido, me levanté rápidamente para tratar de ayudarlo, pero no me dejó hacerlo, se levantó rápidamente y se fue al lavabo. ─Greco. ─susurré a sus espaldas apoyada en la puerta─. Quiero saber. ─Tenías una relación de años, Alexandra. Y no sabes lo que provocas en un hombre, ¿Cómo es eso posible? ─preguntó de pronto, mis mejillas se enrojecieron, no sé si era la vergüenza o la pena que tomaba partida de aquellas palabras─. Quiero creer que estás jugando conmigo y si es así déjame decirte que estás ganando, me estás tentando. ─comentó mirándome directamente