Llegué a casa solo para darme una ducha y para volver a acostarme, sonreí sin poder evitarlo tan solo de pensar en las miles de cosas que pude haber echo anoche, pero por más que intentaba mi mente se encontraba bloqueada, ¿Sería el alcohol? ¿La culpa? No lo sabía y eso, en cierto punto me frustraba por eso.
—¿Alexandra? —mencionó mi madre del otro lado de la puerta—. ¿A qué hora has llegado cariño? —preguntó nuevamente.
—Hola, si madre. Bueno… me ha venido a dejar Raquel en su carro, llegué temprano cómo dijiste que hoy era un día importante. —mencioné tratando de esconder el nerviosismo que sentía.
¿Será que se ha dado cuenta de la verdad?
—¿La pijamada estuvo bien? Te noto algo extraña. —comentó ella.
—Si madre, todo bien, es que nos hemos dormido un poco tarde y aún tengo algo de sueño. —respondí fingiendo un bostezo, salí del baño y ella comenzó a acercarse a mí, seguramente buscaba algún rastro de alcohol, mi ropa se encontraba en el baño toda mojada, así que no habría problema.
—Está bien. —mencionó ella enseñándome una sonrisa de esas que te dejan un sabor amargo, no sabes si conseguiste la victoria o si, al contrario, debes prepararte para enfrentar las consecuencias de mentir. Sin esperármelo besó mi frente—. Sabes que confiamos en ti, cariño, solo no nos decepciones. —agregó.
La culpa comenzó a invadirme lentamente, ¡Me había acostado con un desconocido! Y aunque eso sonase mal, ¡Tampoco recordaba lo que habíamos hecho! Que era el doble de peor que lo primero, si bien era culpable de los hechos, no los recordaba y no podría siquiera saber si lo había disfrutado.
Mi madre bajó hasta el comedor donde esperaba mi padre para que desayunásemos en familia, me vestí con un suéter y un jeans oscuro, nada llamativo, pero sí de mi gusto, al menos para estar en casa, dejé caer mi melena castaña y me miré en el espejo una vez más, los ojos color miel de ese hombre seguían frescos en mi mente, sonreí inconscientemente.
—¿Cómo te llamas, extraño? —susurré, aun mirando mi reflejo. Sentía su mirada sobre mí, cómo un lobo a punto de saltar sobre su presa.
Cerré los ojos por un instante y sentí un escalofrío recorrer mi espalda, tal vez mi cuerpo intentaba decirme lo que había pasado, el camino de sus manos recorriendo cada centímetro de piel, aquellos labios perfectos besando en mis zonas sensibles, pero no… no podía estar segura de ello.
Me lavé los dientes y bajé a desayunar junto a mis padres, mi cabeza aún dolía así que tomé algo para aliviar mi pesar, sonreí al encontrarme con mi padre, él era muy comprensivo cuando se trataba de ciertos temas. Hace tres meses que había dejado a mi exnovio, Dante, él me había sido infiel, pero bueno, no le tengo odio, gracias a él aprendí muchas cosas, entre ellas, a no confiar en cualquier persona y que merezco todo lo que doy, no debo conformarme con las migajas que me entregan.
Sin embargo, sabía lo importante que era para mis padres aquella unión y sin importar la confianza que nos tuviésemos, no encontraba la manera ni el lugar para comentarles la situación. Tampoco es que Dante anduviese por ahí fingiendo que aún somos novios, pero era complicado.
—¿Cómo estás, querida? —preguntó papá mirándome directamente, hoy todo se encontraba en perfecto orden y armonía.
—Bien, gracias, ¿Y usted? —pregunté con respeto y cordialidad, tal cómo me habían enseñado.
—Bien. Tú madre estaba por comentarme que era eso tan importante que ha planeado para hoy, de verdad ha sido un misterio para todos. —agregó mi padre, me senté en la mesa, en medio de una sonrisa—. Y bueno, mujer, cuéntanos, ¿Cuál era esa sorpresa que tenías preparada para nosotros? —preguntó mi padre.
—Bueno… últimamente veo a Alexandra muy alejada de Dante y pues… ellos están comprometidos en matrimonio, ahora deberían estar terminando los preparativos de la boda. —comentó ella provocando que casi me quedara sin oxígeno al tragar tan abruptamente el vaso de jugo que me habían servido.
—¿Los padres de Dante no les han mencionado nada? —pregunté de pronto tratando, de alguna manera, frenar la dirección en la que estaba yendo mi madre.
—¿Qué deberían decirnos? ¡Están igual de emocionados que nosotros de esta unión! Es lo que hemos soñado para ustedes toda una vida. —comentó mi madre. Mi padre se quedó algunos minutos en silencio, tal vez intuía algo—. Es por lo que Dante y sus padres vendrán hoy a casa, almorzarán y pasarán toda la tarde aquí. —agregó con emoción.
—¿Qué? ¡No puede ser verdad! —dije levantándome abruptamente de la mesa—. ¡Dante no me puede estar haciendo esto! —chillé y salí corriendo a mi habitación, necesitaba tranquilizarme, necesitaba pensar y, sobre todo, necesitaba que Dante apareciera y me dijese que es lo que estaba pasando y por qué no le había dicho nada a sus padres sobre el quiebre de nuestra relación y cancelación de nuestra boda.
Horas después.
Esperaba ansiosa la llegada de Dante, no porque lo extrañase o quisiese verlo, sino que quería ver las caras de sus padres cuando se enterasen de que nuestra boda había sido suspendida y cancelada por completo, porque no, él y yo no podríamos estar jamás juntos, todo el tiempo que estuve a su lado fue tiempo perdido.
—¡Alexandra! Llegaron tus futuros suegros, cariño. —mencionó mi madre con esa voz chillona que ponía cada vez que se emocionaba, ¿Será que me escucho igual? Dios, pobre de mis padres.
—Voy en un segundo. —mencioné cerrando la puerta de mi habitación, había cambiado mi ropa, opté por un vestido color perla con un cinturón en mi cintura y unas zapatillas altas para no verme tan formal, después de todo, ya no estábamos para formalidades.
—Te vez hermosa, cariño. —dijo la madre de Dante, sonreí tiernamente y la saludé, lo mismo con su padre—. Cuéntame, mi niña, ¿Han hablado con Dante de los hijos o se esperarán hasta que ambos hayan terminado la universidad? —preguntó su madre y, con el mismo efecto que tuve esta mañana, casi termino expulsando todo el jugo de mi boca, ¿Hijos? ¿En verdad? ¡Había tomado una m*****a píldora para no quedar embarazada hace un par de horas nada más! —. Mira, ahí está Dante.
—Alexandra… yo… —mencionó él. Le di una mirada asesina y luego sonreí.
—Creo que Dante y yo tenemos que hablar sobre un asunto, en privado. —dije levantándome con la mejor de mis caras y tomando la mano del chico que se encontraba frente a mí salí corriendo de la habitación—. ¡Qué demonios te pasa! Dijiste que te encargarías de decirle a todos porqué nos separamos. —agregué.
—No puedo decirles a mis padres, necesito que tú rompas el matrimonio. Por favor, Alexandra, vivimos muy buenos momentos, ¿Podrías hacerlo? ¿Cómo un favor para mí? —mencionó haciéndome puchero. Lo miré varios minutos y luego comencé a flaquear.
—Está bien, yo terminaré con todo esto y guardaré tu secreto, pero Dante, me deberás una enorme. —mencioné sonriendo y abrazando al chico, no era malo, simplemente su relación conmigo era más teatro de nuestros padres que nuestro.
—Me alegra que podamos seguir siendo amigos, Alex, de verdad no quería que te sintieras incomoda con mi presencia. —mencionó de pronto.
—Amigos, amigos, no, Dante. No me siento para nada contenta de que mi rival haya sido un chico, ¿Qué pensaría la gente? Y no lo digo por tu preferencia sexual, simplemente lo digo por todos los años que pasamos juntos, ¡Desde los quince nuestros padres soñaban con nuestra boda!
—Lo sé y entiendo lo que me quieres decir, entiendo que nunca fui sincero contigo ni conmigo mismo, pero necesito que me apoyes ahora, Alexandra, mis padres jamás lo entenderán. —mencionó Dante, y tenía razón, sus padres son incluso más cerrados de mente que los míos.
Después de la intensa charla entre mis padres y los de Dante, quedamos en un acuerdo dónde Dante y yo nos dábamos unos meses para poder pensar las cosas, que quizás nos habíamos apresurado mucho con esto de la boda y, efectivamente, después de que pasasen esos meses si la decisión seguía siendo la misma, ellos lo respetarían. —Buenos días, Alexandra. El sábado no pude encontrarte. —mencionó mi amiga Raquel, acercándose lentamente a mí. —Pues yo sí que te encontré al salir de casa. —dije insinuando lo que había hecho, intenté sonreír de manera que se diese cuenta de que descubrí su acción y luego la miré de manera burlona—. ¿Qué estabas pensando cuando me dejaste ir con ese desconocido? —pregunté sonriendo y golpeándola despacio en su hombro. —¿De qué desconocido hablas? —preguntó ella—. Todo el que estaba allí era conocido para ambas. —agregó esbozando una sonrisa y encogiéndose de hombros. Sí claro, cómo si no te conociese ya, querida amiga. —No, Raquel. Había un chico… amanecí co
¿Qué habrá querido decir con eso? ¿Será que piensa que quiero volver a tener sexo con él? No tenía absoluta idea de nada, pero tampoco quería que pensase que me había subido a la moto para eso. —¿Dónde me llevas? —pregunté curiosa y con cierto temor en mi voz. —Acércate un poco más, Alexandra. —mencionó ignorando mi pregunta—. Tranquila, no te haré daño, nunca te haría daño. —susurró cerca de mi oreja una vez me acerqué con cierto temor en mi caminar. El tono empleado en sus palabras, el choque de su aliento contra mi piel me hizo estremecer, cómo si estuviese sintiendo el roce de sus manos nuevamente, cómo si tan solo sus palabras lograran cierto efecto en mí y es que lo hacían, él lo sabía y se valía de eso. —¿Cómo estás tan seguro de que no lo harías? —pregunté tratando de mantener una conversación y de que no notase lo que me estaba provocando. —No puedo estar seguro, pero es lo que siento, nunca te lastimaría, Alexandra. —volvió a decir, esta vez eran mis huesos los que se se
Greco Morelli «Una delicada flor para la mujer más hermosa de esta tierra» Así decía mi padre a mi madre cada que llegaba de uno de sus turbios negocios, los cuales luego me fueron heredados, la recuerdo tan sonriente y a la vez tan melancólica, cómo desearía poder pasar un día a tu lado madre querida, fue tan instantáneo el tiempo que pasamos juntos, más nunca lo disfruté enserio, pues pensaba que estarías conmigo la mayor parte de mi vida, por no decir que toda. —Espero que sí. —susurró y después de eso, un beso… vaya, no lo esperaba para nada. Un beso en la mejilla… nunca había sentido un gesto tan cálido en mi vida. Bueno, en realidad sí, así recordaba los besos de mi madre, cálidos, llenos de esperanza y cariño, aún en la sombra de la noche soy capaz de recordarla, alegre, sonriente, con su mirada perdida en el horizonte esperando ansiosa la llegada de mi padre, ocultando sus lágrimas cada que yo me acercaba y es que me costó varios años entender que toda la felicidad que tran
Alexandra Guzmán Hoy tocaba todo el día clases de gestión financiera, por lo que sería un día bastante rápido, pero de igual manera agotador, la cabeza trabajaba demás en clases cómo estas, y no era malo, al contrario, de mucho aprendizaje que algún día me serviría para poder tomar las riendas de la empresa. Sé perfectamente que mi padre no lo aceptará si es que sigo sin sentar cabeza, por lo que tocará demostrarle que puedo sola, que no dependeré de nadie para ser alguien y que eso lo aprendí de él y mi madre, deberían sentirse orgullosos por eso. Me encontré con Dante, algo extraño sentí en el vientre, ¿repulsión? ¿ascos? No, era algo mucho más complicado de entender, cariño. Es como si mi corazón se encontrara en un trance dónde Dante seguía siendo el dueño de él, pero mi mente, bueno… es mi parte más racional y comprendía que nada volvería a ser cómo antes, ni siquiera una relación de amistad, simplemente se mantenía la cordialidad por todos los años que nos conocemos y por la
Greco Morelli Horas antes. Mi plan se había puesto en marcha esa noche, ahora solo tenía acercarme lo suficiente a esa mujer para que me dijese la ubicación exacta de su casa, necesitaba encontrar al hombre que acabó con mi infancia. —¿Dónde vas amor? —preguntó Gianna. La verdad no sé qué le pasaba, sabe perfectamente que lo nuestro no es nada, exceptuando el sexo, es lo único bueno de nuestra relación, por lo demás, ambos nos casamos por conveniencia. —No tengo que darte explicaciones, así como tú tampoco a mí. Lo sabes. —mencioné y salí de la habitación que compartíamos de vez en cuando, ella venía recién llegando, anoche se quedó a dormir con uno de sus amantes y la verdad no me importaba. —Que humor. —dijo ella refutando. Me devolví y tomé su rostro en mis manos, sus labios se encontraban hinchados, por lo menos uno de los dos la había pasado bien anoche, las pesadillas me destruyeron más de una vez. —El que te encanta, preciosa. —dije pasando mi lengua por encima de sus lab
Alexandra Guzmán —¿Qué sientes sobre eso? ¿Te arrepientes? —preguntó sacándome de mis pensamientos. ¿Qué se supone que debería responder a ello? —Me arrepiento de no recordarlo, creo. —mencioné tímida mientras me detenía a pensar en eso—. No entiendo por qué lo hice, tal vez fue uno de esos impulsos de borracha, pero quizás en el fondo quería sentirme capaz de tomar mis propias decisiones y dejar de ser siempre la correcta. —agregué. —Tomaste una buena decisión al acostarte conmigo, ¿Eso quieres decir? —preguntó curioso y con una mirada burlona. —No exactamente. No fue una brillante idea acostarme contigo porque no recuerdo nada de lo que pasó, literalmente entré en coma etílico en ese momento. Ni siquiera tengo lagunas de lo que hicimos, pero, por alguna razón recuerdo tus manos acariciándome, al menos la sensación. —comenté nuevamente, creo que parecía una loca, pero Greco parecía escucharme con atención. —Eso es más que suficiente para mí, Alexandra. —comentó mirándome fijame
Greco Morelli Apenas dejé a Alexandra en la calle de siempre me fui rápidamente. No quería estar cerca de ella, no podía pensar con claridad las cosas que decía o hacía. «¿Qué es lo que tienes, Alexandra?» ¿Qué m****a hice? ¿Qué fue lo que traté de decir? Pues era obvio, esa chica era diferente al resto… —dijo mi subconsciente. ¡Claro que lo era! No es una m*****a prostituta o una perra sangrienta cómo las que habitúan en esta vida de maldad a la que estamos tan acostumbrados. Y es que las muertes repentinas, asesinatos y demás están tan presente que es casi cotidiano. —¿Qué hice? —me pregunté cuando entraba el carro al estacionamiento del departamento. No fui capaz de responder esa pregunta. Creo que debería mantenerme un poco alejado de ella estos días… tenía claras mis prioridades, pero estando cerca de ella algo cambiaba, simplemente me recordaba a mi madre, a lo que ella me hacía sentir, ver sus lágrimas caer de su rostro fue cómo recordar todas las veces que vi a mi madre llo
Alexandra Guzmán —¿Estás segura de que estaremos bien? No me convence para nada tú idea de ir a ese sitio. ¿Sabes cuántos accidentes pasan en esas cosas? —mencioné mirando seriamente a Raquel, ella estaba empecinada en acompañar a su novio a ese lugar. —Tranquila, Alex… iremos con Leandro, él no dejará que nada malo nos pase. —mencionó ella alegremente—. Además, ¿Dónde está esa nueva versión de Alexandra que no se deja ver, al parecer fue cosa de solo un día? ─inquirió con un tono tentativo, quería que lo hiciera y me estaba provocando. ─Solo lo haré por ti, Raquel. Espero que ese tal Leandro sepa cuidar de ti y que no nos meta en problemas. ─agregué mientras la miraba de reojo. Entré al baño y me puse un jeans algo rasgado y un top color crema. ─Hará frío, Alex… será mejor que busques una chaqueta. ─mencionó mi mejor amiga mirando mi armario─. Aquí tienes una chaqueta que parece abrigadora. ─dijo nuevamente. La miré y negué inmediatamente, era la chaqueta de Greco… después de lo