Laila Smith.
—Amén— dijimos todo dando por terminada la reunión de la noche.
Todo el pueblo estaba en la iglesia, como el domingo no se pudo hacer el culto habitual el líder decidió cambiarlo para el lunes en la noche. Hasta la familia Brown estaba presente sentada en las últimas filas de atrás, en cambio yo y mi familia estábamos delante.
—¿Quién es?— preguntó Simón tapando mis ojos con sus manos, su olor podía reconocerlo a kilómetros. Pero le gustaba mucho hacerme esas bromas.
—Simón.
—Ay que pesada, podías haberte hecho la que no me conocía— se quejó haciendo uno de sus dramas y sacándome la lengua.
—Pesado tú— le saqué la lengua yo también y nos echamos a reír.
Como me tocaba volver sola a casa esa noche, no tarde en despedirme de todos y salir de la iglesia, papá y todas las personas mayores tenían una reunión con el líder, que no sabía muy bien a que venía, pero ellos eran así de raros. Simón no podía acompañarme porque tenía que quedarse con su padre, así que me tocaba sola sí o sí.
Con solo poner un pie fuera de la iglesia mi cuerpo notó la diferencia de temperatura y el frío erizo mi piel, por suerte traía un vestido de mangas que pasaba por debajo de mis rodillas y encima la chaqueta de Pepa Pi que me regalo Simón la navidad pasada.
Luego de alejarme dos cuadras de la iglesia comencé a sentir unos pasos que me seguían, ¿por qué no te diste la vuelta? Porque era muy miedosa, aunque en el pueblo nunca había ocurrido nada extraño, todo tiene su primera vez y no quería que fuera conmigo, así que solo apresure el paso.
Y por si no se los había dicho ante, Brocklyn parecía un pueblo sacado de una peli de terror cuando caía la noche y no de las películas malas, sino de las buenas como Silent Hill. Las luces de los faroles casi no daban luz a las calles, cada farol estaba a diez metros de distancia o quizás más y todo el pueblo estaba rodeado de un lindo bosque.
Estaba a punto de iniciar una carrera hasta mi casa cuando vi la luz de una motocicleta acercándose a lo lejos, no recordaba a nadie de la iglesia en motocicleta, pero quería pensar que era alguien conocido, así que me acerque a la orilla de la calle y le hice señal para que frenara he inmediatamente el sujeto que me seguía se desapareció corriendo.
—¿Estás bien?— preguntó preocupado el chico que traía un caso puesto, de esos que no te dejan ver nada, solamente los ojos— Vi a alguien correr cuando me acercaba.
—Si estoy bien, pero algo asustada, me seguían desde que salí de la iglesia.
—¿Quieres que te lleve a casa?— se ofreció el chico muy amable— Prometo que no te haré daño.
—¿Pero quién eres?— pregunté ante de aceptar, no podía montarme en la moto de un desconocido.
Él comenzó a quitarse el casco, hasta que me mostró su rostro, era Mario.
—Oh Mario, no te conocí la voz— me disculpé, es que no había hablado mucho con él a diferencia de los demás.
—No pasa nada— asegura— ¿Te llevo o no?
Sin decir si o no, me senté en el asiento de lado dejando mis dos piernas cruzadas y poniendo la Biblia encima de estas para aguantarla con una mano y con la otra sujetarme.
—Puedes agarrarte de aquí para que no te caigas— pone mi mano libre al rededor de su cadera— Tranquila, yo iré suave.
Sin decir más tomo velocidad en su moto y mi cabello comenzó a pegarse en mi cara sin dejarme ver nada. Pero llegué sana y salva a mi casa.
—Bueno ya llegamos— me deja en frente de la casa y yo rápidamente intento bajarme, pero termino tropezando con mis propios pies y caigo de cara contra el asfalto.
—Ay— me quejé al sentir el fuerte dolor que recorría mi pierna, estaba sangrado en la rodilla— Lo siento Mario soy una tonta– intenté ponerme de pies, pero la pierna me falló y él enseguida vino a ayudarme con una gran cara de preocupación.
—Vamos, yo te ayudó— pasó sus manos por debajo de mi cuerpo y me cargó como a las princesas.
—Gracias nuevamente, ya puedes dejarme aquí— le agradecí justo cuando me dejó parada frente a la puerta.
—No hay porque, somos vecinos y hermano de religión, debemos ayudarnos.
—Igual muchas gracias.
—Tranquila, pon un poco de hielo en esa rodilla y mañana estarás bailando— dio una palmada sobre mi hombro y me guiño un ojo mientras se alejaba.
—Valla con el Supremo.
—Amén hermana.
Mario acababa de darme una gran lección, no juzgues a un libro por su portada porque puede sorprenderte. Valla que jamás imaginé que él fuera así de amable, parece hasta más agradable que Miguel.
—¿Te calló bien mi hermano?— preguntó el mencionado sentado en el sofá de mi casa.
—¿Qué haces aquí adentro?— inquirí molesta, ya se estaba pasando. Un día mi habitación y al siguiente mi casa, no señor.
—Te pregunté algo antes.
—Sí, es muy agradable— respondí con sinceridad.
—No quiero que estés cerca de él— me ordenó como si me conociera de toda una vida y yo no entendía nada.
—¿Qué hablas?— pregunté confundida, no entendía de donde venía tanta autoridad.
—Lo que escuchaste Laila.
—Miguel, perdón, no sé que idea te hiciste, pero lo de mi habitación solo fue porque me ayudaste y no tenía que haber pasado— hice una pausa y lo miré, pero él no parecía asombrado, creo que se esperaba eso, aunque la verdad yo no entendía nada, su cara no me trasmitía nada, solo me escuchaba y ya, no sé si estaba molesto o cualquier otra cosa— No te conozco, no me conoces y no tienes derecho a ordenarme nada.
—¿Pues eso crees?— preguntó él esa vez.
—No es que lo crea, es que es así— le remarque las últimas palabras— Solo somos vecinos y nada más.
—Conozco más de ti que tú misma— aseguró con el mismo tono de voz que había usado el día del cementerio, esa intriga y duda que trasmitía esas palabras.
—Ya me has dicho eso muchas veces, pero no te creo.
—Sí, sí me crees, estoy seguro de que hasta tienes curiosas por saber que tanto sé.
—Pues te equivocas, me importa muy poco todo este lío que te has creado, ya te dije que no te conozco de nada.
—Vale Laila, como quieras— se paró del sofá donde estaba y comenzó a acercarse lentamente, pero con mucha seguridad en cada uno de sus movimientos, yo me alejé porque no tenía idea de que iba a hacer, pero tampoco quería saberlo.
—Facile, vado e basta— dijo pasando por mi lado y saliendo por la puerta principal sin mirar atrás, dejándome con las mismas dudas que ponía en mi cabeza cada vez que me hablaba.
¿De dónde me conoce?
¿Será verdad?No tenía ni idea, pero tampoco me iba a quedar sin averiguarlo.11 meses antes.Bosque de Brocklyn.Miguel Brown.—Mamá ya te dije que la chica está bien, sus padres la cuidan muy bien— le aseguré para qué se quedará tranquila— Déjame volver a casa, llevo un mes en este asqueroso bosque.—Que no, y no digas más que sus padres la cuidan, porque ellos no son sus padres— me regañó una vez más y mi oído comenzó a dolerme de tantos gritos que había escuchado en una noche.—Ok, ok— puse los ojos en blanco porque sabía que no me podía ver y solté una gran respiración pasando una mano por mi cabello para regalo un poco— Mañana te daré noticias, voy a buscar a Caleb que se me perdió.—Cuídala mucho y no regreses hasta estar seguro de que aún su gen no se ha reproducido lo suficiente.—Así será— le tiré un pequeño beso y colgué la llamada.
Laila Smith.—¿Laila, pero estás bien?— papá estaba delante de mi cama con una gran cara de preocupación.—Si papá, estoy bien— aseguré en un susurró entrecortado que logré gesticular, me sentía bien aunque no lo pareciera en ese momento.—¿Qué te pasó?— preguntó una vez más pasando su mano por mi pelo para acariciarme, pero yo no podía dejar de mirar mis manos y mi ropa llena de sangre.—No… No, no sé papá— niegue con la cabeza.Sus ojos examinaban todo mi cuerpo, pero yo solo miraba mis manos que tenían sangre seca y mi ropa que estaba igual o peor, ya que olía muy mal y estaba regada por varias partes.—Intenta recordar cariño, necesito que recuerdes algo por favor— estaba intentando ser paciente y no perder la calma delante de mí, lo podía oler.—No… No recuerdo nada— lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas sin parar.Por un largo rato solo estuvimos en silencio intentando tranquilizarme, papá me pedía una y ot
Laila SmithTodos estábamos reunidos en la sala de la casa, Miguel estaba a mi lado en el sofá mientras que Mario, Melody y la señora María estaban sentadas en diferentes sillones, hasta el chico Caleb estaba presente.—¿Estás segura de que quieres escuchar la historia Laila?— preguntó la señora María una vez más.Yo solté una larga respiración y me acomodó en el sofá para mirarla fijamente— Estoy segura de que quiero saber por qué maté a una persona inocente antes de que la culpa no me deje dormir.—Bueno Laila escucha bien— ella recogió su pelo en una pequeña coleta y se puso de pies para comenzar a hablar— Tú perteneces a una familia poco común, ustedes son personas muy extrañas que nacen para matar a sangre fría sin pensarlo y nosotros somos sus protectores— hizo una pausa y se detuvo a observar mi semblante que estaba serio intentando procesar todo lo que me estaba contado— ¿Estás bien?—Sí, estoy bien. Por favor continúa.
Laila Smith. Llegué a casa de los Brown después de una larga discusión con mis padres de mentira, Andrea se quedó jurando que no sabía nada de lo que estaba hablando, según ella me estaban lavando el cerebro y yo estaba entregándome fácilmente a los hijos del Caído.—¿Estás bien?— preguntó Caleb que había llegado a mi lado con una taza de té y unas galletas de chocolate.Suspire y pase una mano por mi cabello frustrada— Todo esto me confunde, es que muchas cosas me encajan, pero otras no las entiendo.—Es cuestión de tiempo hermana— mi piel se erizó al escuchar la última palabra de la oración y él se dio cuenta por qué rápidamente se disculpó— No era mi intención incomodarte, lo siento mucho.—No pasa nada Caleb, soy tu hermana y tengo que adaptarme a eso— di unos golpes en el asiento que estaba a mi lado para que él se sentará— Cuéntame todo. ¿Puedes?Asiente y pone la taza de té en mis manos— Venimos de una familia no muy
Monstruos.Cuando escuchas esa palabra de seguro piensas en algún animal grande, que te ataca en la noche en medio de la oscuridad o simplemente piensas en esos que salen en las películas y cuentos.Pero no todos tenemos la misma definición de esa palabra, yo antes estaba de acuerdo con ustedes... se los puedo asegurar, pero cuando llegó él a mi vida me demostró que no tengo razón, cambió todas mis expectativas dejándome llena de dudas y queriendo encontrar respuestas.Y si me preguntan si los monstruos existen, yo digo que si, que viven muy dentro de nosotros y cuando salen a la luz pueden llevarse todo a su paso dejando a tu alrededor una capa de oscuridad que te lleva a caminar en la sombra de la noche.¿Qué se siente ser uno de ellos?Tengan por seguro que no es nada agradable ver como tus manos se llenan de sangre y como tus días se vuelven oscuros
"Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti".23 de marzo, 20219:00 amHospital Psiquiátrico De Luz—Buenos días Laila— saluda mi psicóloga tomando asiento en su escritorio— Ya veo que madrugaste hoy.—Buenos días, señorita Morgan— me limito a contestar sin despegar la mirada del suelo.La oficina de mi psicóloga es algo pequeña, pero acogedora, sus paredes tiene un color azul cielo que le aportan tranquilidad a mi mente, el suelo tiene lozas de c
Laila Smith—¡Mamá tenemos vecinos nuevos y no me habías contado!— exclamé bajando las escaleras para quedar petrificada al ver la familia que estaba sentada en el gran sofá de sala.Cada uno de ellos lucían como modelos de revista, hasta la mujer que me parecía un poco mayor era toda una diva. Y perdonen el vocabulario, pero es que estaban hermosos y diciendo eso me quedé corta.—Disculpen a mi hija, ella es la menor— se disculpó mamá y me invitó a presentarme con cada uno de ellos.—Mucho gusto, mi nombre es Mario Brown— el primero en extender sus manos fue el chico que estaba frente a mamá con una camiseta blanca que llevaba dibujado algo de una banda de música(que no tenía idea de cuál era) y unos pantalones holgados que combinaban con sus zapatillas negras.«Si señor, lo observé de arriba abajo»Mario
Laila SmithLlevaba más de media hora parada delante del espejo convenciéndome de que iba correctamente vestida para visitar la casa de los nuevos vecinos, nunca había salido de casa a menos que fuera para ir a la iglesia los domingos o para ir a la universidad los días que tenía clases.—Laila, puedes bajar ya— llamó mamá por decimoquinta vez— Te estamos esperando.—Ya voy mamá, dame un momento.Mire una vez más mi atuendo en el espejo el cual no me convencía del todo aunque algo dentro de mí me decía que estaba perfecta así.—Tok, Tok. ¿Puedo pasar?— papá dejó pequeños golpecitos en la puerta para llamar mi atención y entró con una gran sonrisa hasta ponerse a mi lado— Ya vamos tarde cariño.—Lo lamento papá—, baje la mirada al suelo un poco apenada por la demora.—Discúlpate con mamá que está que hecha fuego con las orejas— bromeo y ambos comenzamos a reír.—Lo haré nada más que baje— le aseguro entre risas.<