Laila Smith
Era domingo en la mañana y llevaba un par de horas en el cementerio del pueblo despidiendo al niño Jesús que con solo trece años había perdido su vida. Los resultados de la autopsia determinaron que el chico murió ahogado con su propia saliva en medio de la noche.
Yo en el fondo presentía que ahí había gato escondido y eso no me encaja del todo, era algo muy extraño que un niño a su edad se ahogara con su propia saliva, pero en Brocklyn no era normal que ocurran cosas fuera de lo común así que si los resultados decían eso, todos creían en eso.
—… No encontró palabra de consuelo que pueda calmar el dolor de los padres, era un niño lleno de vida que aún le quedaba mucho por andar, pero solo el Supremo sabe lo que hace y porque lo hace, Amén— concluyó el Padre David la misa.
—Que el Supremo lo tenga en la Gloria, Amén— agregó la multitud.
La mayoría del pueblo se encontraba presente vestida de negro y con rosas blancas en sus manos como señal de luto, solo faltaba la familia Brown que todo parecía indicar que no harían acto de presencia.
—No es un dolor fácil de superar y no me imagino por lo que están pasando, pero de todo corazón espero que el Supremo les dé la fuerza necesaria para seguir adelante— mamá se acercó a los padres del chico y les dio el pésame.
Luego le seguía papá, abuelo, mis hermanos y por último pasaría yo. La hermana de Jesús se llamaba Cleo ella estaba en primer año de medicina, la chica no era muy unida a mí, pero se puede decir que nos llevábamos bien y toda esa situación me daba algo de pena con ella porque se veía en su rostro que la está pasando muy mal aunque era algo de imaginar, no es fácil perder a un familiar.
—Espero que no te moleste que me robe tu lugar— salió de en medio de la multitud Miguel mi nuevo vecino con una sonrisa divertida en su rostro.
—Vale no pasa nada— asiento con la cabeza y doy un paso hacia atrás para alejarme un poco de él que se me había metido delante.
El chico traía un esmoquin negro sobre una camisa de color blanco que hacía juego con su corbata, su pantalón era de color negro y sus zapatos eran Oxford del mismo color, su cabello estaba peinado hacia atrás resaltando sus ojos color miel y dando una mejor visión de su rostro perfecto. Todas las chicas que estaban cerca en ese momento voltearon a mirarlo y comenzaron a cuchichiar entre ellas no sé cuantas barbaridades.
«Que el Supremo las perdone»
—En verdad eres muy buena— se volteó Miguel quedando frente a mí— Eres bienvenida a entrar en el paraíso.
—¿Por qué lo dices?— me encogí de hombros y arrugué mi nariz buscando una respuesta en su mirada que lo único que trasmitía era miedo, se veía vacía, mamá siempre me decía que las personas se conocían por sus ojos, pero Miguel era diferente.
—Olvídalo Laila— me corto rápidamente y se giró nuevamente.
—¿Te puedo preguntar algo?— toque su hombro para volver a tener su atención.
—Si claro, puedes preguntar lo que quieras lo que no te aseguro es que tenga una respuesta para tu pregunta.
—¿Tienes hermanos?— pregunté dejando de lado su respuesta.
—Si los dos que conoces— me miro como si estuviera loca— ¿Ya lo olvidaste?
— ¿Pero aparte de ellos no tienes más?
—No Laila, ¿por qué preguntas?— por su cara se veía muy confundido como cuando te pregunta algo de lo que no tienes ni idea.
—Ya déjalo son cosas mías— no quería levantar sospechas, así que mejor dejaba el interrogatorio de lado.
Aunque aún no entendía quién era el chico del jardín, me causaba intriga y le había prometido a mamá que me alejaría de los Brown, pero no era algo muy fácil de hacer cuando te sucede algo raro en casa de los nuevos.
—Lamento llegar a esta hora, es que nos mudamos recientemente y aún nos estamos adaptando a sus costumbres— se disculpó Miguel tomando la mano de la señora Rut y poniendo su otra mano en el hombro del señor Marcus— Mi familia pasó por algo muy similar hace un par de meses y sé lo dolorosa que es toda esta situación, siento mucho que no puedan estar aquí mis hermanos y mamá, pero ellos aún no se sienten seguro de venir a este lugar— hizo una pequeña pausa y miro fijamente al señor Marcus— Desde el fondo de mi corazón les pido perdón y quiero que sepas que cuentan con nosotros para todo lo que necesiten.
—Gracias Miguel, esto es muy dura, la verdad es que jamás nos imaginamos que pasaríamos por tal cosa, muchas gracias— le agradeció la señora Rut dejando un beso en su mejilla.
El chico era muy bueno dando palabras de aliento, yo la verdad no tenía ni idea de que decir por qué nunca había pasado por algo así y era la primera vez que pasaba algo tan grave en el pueblo.
—Espero que pronto pase todo este dolor y Cleo no dudes en llamarme si necesitas una amiga— puse la rosa blanca ante la lápida y me acerco a la chica intentando dar lo mejor de mí.
—Gracias Laila, estaré bien por ahora— me agradeció por lo bajo y se alejó de toda la multitud hacia atrás de los árboles que rodeaban el antiguo cementerio.
—Para ser tu primera vez, lo hiciste muy bien— susurró Miguel pasando por mi lado y guiñándome un ojo.
—¿Cómo sabes que es mi primera vez?— cuestione alzando una de mis cejas un poco confundida con su comentario fuera de lugar.
—Lo sé todo sobre ti Laila— aseguro con una sonrisa de medio lado mientras se alejaba por la salida.
Nunca antes había quedado tan confundida ante un comentario como en ese momento, sin duda Miguel era raro.
—Laila hija, ya nos vamos— me avisó abuela que acababa de llegar a mi lado— ¿Puedes ayudarme?
—Claro abuelo, vamos yo te llevo— dejé un beso en su frente y comencé a empujar la silla de rueda.
Abuelo Ernesto llevaba 4 años en silla de ruedo debido a un accidente que tuvo con abuela, donde abuela murió y a él le dejó de funcionar la mitad de su cuerpo de la cintura para abajo.
—Mamá estaré en mi habitación si necesitas algo me llamas— informe nada más que llegamos a casa.
—No, no— negó con la cabeza— Antes de todo, va acá — hizo un gesto con su mano para que me acercara y yo obedecí al instante.
Nada más que estuve frente a ella su mano golpeo mi cara obligándome a voltear el rostro y el gusto a sangre comenzó a recorrer mi boca provocando que una pequeña chispa de ira corriera dentro de mi cuerpo.
Siempre que discutía, veía sangre o algo me salía mal, me daban pequeños ataques de ira que mamá controlaba con medicamentos que me mandó la psicóloga unos años atrás cuando comencé a presentar pequeños trastornos, aunque aún no encontraban la causa que me llevo a tener estos episodios, día a día luchaba para controlarlos.
—Prometiste que no te acercaría a los nuevos— espetó llena de coraje.
—Madre, yo no me acerque a él te lo juro— masculle entre sollozos apretando mis puños, sintiendo como las sangre entre mis venas se calentaba y mi respiración se aceleraba.
—No me mientas que te vi hablando con él antes de dar el pésame y después— sujeto mi brazo con fuerza y me obligo a subir las escaleras— Hasta te sonreía, estoy muy decepcionada Laila.
—Madre que él fue el que se acercó a mí se lo juro— hice un pequeño intento para convencerla, pero mamá era así, cuando ella creía que vio algo nadie la hacía cambiar de idea, ni el Supremo mismo.
—Estarás toda la noche en tu habitación Laila, yo te traeré la cena— me tiro sobre mi cama y paso el seguro a la puerta— Y no se te ocurra chillar como una loca— sentenció antes de marcharse definitivamente.
Sus pasos comenzaron a alejarse por la escalera y una bola de candela recorrió mi interior sacando todo eso que estaba contenido desde que me pegó y obligándome a tirar la mesita de noche que adornaba la esquina de mi habitación, al sentir el cristal hacer constato con el suelo mi cuerpo se fue relajando y una sensación de tranquilidad recorrió mis venas quitándome todo un peso de encima.
Mamá nunca me había pegado, a mis hermanos sí porque ellos salían tarde del colegio y le mentían muy seguido, pero a mí jamás me había pegado era la primera vez su mano lastimaba mi cuerpo.
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Mis ojos pesaban de tanto llorar ya habían pasado más de 4 horas desde que mi mamá me dejó en la habitación y aún no había comido nada. El reloj de mi cuarto marcaba las cinco de la tarde, mis tripas morían de hambre, mi boca estaba muy seca y poco a poco mi reparación se volvía más pesada.
Ya la noche estaba llegando, el canto de los grillos era una melodía que relajaba mis pensamientos y me dejaba conciliar la paz interior relajando mi cuerpo de tanta tención y permitiéndome pensar con claridad después de todo lo sucedido.
—¿Aún no comes nada?— preguntó una sombra que yacía en la ventana de mi habitación con una sonrisa en su rostro
Laila Smith —¿Qué haces en mi habitación?— pregunté desde mi cama.—Vine a visitarte porque quiero hacer amigas nuevas, pero tú estás castigada así que supongo que no puedes salir. Y yo vine a hablar contigo porque estoy muy aburrido en una casa tan grande y vacía— respondió con un tono neutro como si fuera mi amigo de toda una vida.—¿Sabes por qué estoy castigada?— le miré con mala cara alzando una ceja y cruzándome de brazo.—Claro, ya te dije esta mañana que yo sé todo sobre ti Laila— hablo con ese aire de intriga que rodeaba esas palabras— Mami Andrea no te quiere cerca de los nuevos, ¿no es así?—¿Cómo lo sabes Miguel?— él no era adivino, para ser sincera ya no tenía seguro que creer sobre su persona.—Laila no me subestimes que ya te dije, lo sé todo— puso esa sonrisa de medio lado y bajo de la venta para quedar en el piso de mi recámara.—¿Todo?, bueno la palabra todo tiene un gran significado.—Ese sign
Laila Smith.—Buenos días, familia— saludé al sentarme en la mesa donde todos estaban desayunando.—Buenos días, cariño— me respondió papá que fue el único que se molestó en levantar la mirada y dedicarme una sonrisa.Todos tenían una gran cara de cansancio y mamá ni me dirigió la palabra, aún estaba molesta por lo del día anterior y pensé en pedirle perdón, pero mejor esperaba a la noche para que se calmara un poquito más.—Ya me voy que la universidad, adiós— deje el plato sucio en el lavadero y tome la mochila en mano.— Valla con el Supremo hija mía— volvió a responder papá dejando un beso en mi frente.—Amén padre.Todas las mañanas iba caminando hasta la universidad, ya que no quedaba muy lejos de casa y tampoco tenía coche, ni licencia para conducir, así que me tocaba andar hasta allá, a veces en compañía de Simón mi único amigo y el hijo
Laila Smith.—Amén— dijimos todo dando por terminada la reunión de la noche.Todo el pueblo estaba en la iglesia, como el domingo no se pudo hacer el culto habitual el líder decidió cambiarlo para el lunes en la noche. Hasta la familia Brown estaba presente sentada en las últimas filas de atrás, en cambio yo y mi familia estábamos delante.—¿Quién es?— preguntó Simón tapando mis ojos con sus manos, su olor podía reconocerlo a kilómetros. Pero le gustaba mucho hacerme esas bromas.—Simón.—Ay que pesada, podías haberte hecho la que no me conocía— se quejó haciendo uno de sus dramas y sacándome la lengua.—Pesado tú— le saqué la lengua yo también y nos echamos a reír.Como me tocaba volver sola a casa esa noche, no tarde en despedirme de todos y salir de la iglesia, papá y todas las personas mayores tenían una reunión con el líder, que no sabía muy bien a que venía, pero ellos eran así de raros. Simón no podía acompañarm
11 meses antes.Bosque de Brocklyn.Miguel Brown.—Mamá ya te dije que la chica está bien, sus padres la cuidan muy bien— le aseguré para qué se quedará tranquila— Déjame volver a casa, llevo un mes en este asqueroso bosque.—Que no, y no digas más que sus padres la cuidan, porque ellos no son sus padres— me regañó una vez más y mi oído comenzó a dolerme de tantos gritos que había escuchado en una noche.—Ok, ok— puse los ojos en blanco porque sabía que no me podía ver y solté una gran respiración pasando una mano por mi cabello para regalo un poco— Mañana te daré noticias, voy a buscar a Caleb que se me perdió.—Cuídala mucho y no regreses hasta estar seguro de que aún su gen no se ha reproducido lo suficiente.—Así será— le tiré un pequeño beso y colgué la llamada.
Laila Smith.—¿Laila, pero estás bien?— papá estaba delante de mi cama con una gran cara de preocupación.—Si papá, estoy bien— aseguré en un susurró entrecortado que logré gesticular, me sentía bien aunque no lo pareciera en ese momento.—¿Qué te pasó?— preguntó una vez más pasando su mano por mi pelo para acariciarme, pero yo no podía dejar de mirar mis manos y mi ropa llena de sangre.—No… No, no sé papá— niegue con la cabeza.Sus ojos examinaban todo mi cuerpo, pero yo solo miraba mis manos que tenían sangre seca y mi ropa que estaba igual o peor, ya que olía muy mal y estaba regada por varias partes.—Intenta recordar cariño, necesito que recuerdes algo por favor— estaba intentando ser paciente y no perder la calma delante de mí, lo podía oler.—No… No recuerdo nada— lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas sin parar.Por un largo rato solo estuvimos en silencio intentando tranquilizarme, papá me pedía una y ot
Laila SmithTodos estábamos reunidos en la sala de la casa, Miguel estaba a mi lado en el sofá mientras que Mario, Melody y la señora María estaban sentadas en diferentes sillones, hasta el chico Caleb estaba presente.—¿Estás segura de que quieres escuchar la historia Laila?— preguntó la señora María una vez más.Yo solté una larga respiración y me acomodó en el sofá para mirarla fijamente— Estoy segura de que quiero saber por qué maté a una persona inocente antes de que la culpa no me deje dormir.—Bueno Laila escucha bien— ella recogió su pelo en una pequeña coleta y se puso de pies para comenzar a hablar— Tú perteneces a una familia poco común, ustedes son personas muy extrañas que nacen para matar a sangre fría sin pensarlo y nosotros somos sus protectores— hizo una pausa y se detuvo a observar mi semblante que estaba serio intentando procesar todo lo que me estaba contado— ¿Estás bien?—Sí, estoy bien. Por favor continúa.
Laila Smith. Llegué a casa de los Brown después de una larga discusión con mis padres de mentira, Andrea se quedó jurando que no sabía nada de lo que estaba hablando, según ella me estaban lavando el cerebro y yo estaba entregándome fácilmente a los hijos del Caído.—¿Estás bien?— preguntó Caleb que había llegado a mi lado con una taza de té y unas galletas de chocolate.Suspire y pase una mano por mi cabello frustrada— Todo esto me confunde, es que muchas cosas me encajan, pero otras no las entiendo.—Es cuestión de tiempo hermana— mi piel se erizó al escuchar la última palabra de la oración y él se dio cuenta por qué rápidamente se disculpó— No era mi intención incomodarte, lo siento mucho.—No pasa nada Caleb, soy tu hermana y tengo que adaptarme a eso— di unos golpes en el asiento que estaba a mi lado para que él se sentará— Cuéntame todo. ¿Puedes?Asiente y pone la taza de té en mis manos— Venimos de una familia no muy
Monstruos.Cuando escuchas esa palabra de seguro piensas en algún animal grande, que te ataca en la noche en medio de la oscuridad o simplemente piensas en esos que salen en las películas y cuentos.Pero no todos tenemos la misma definición de esa palabra, yo antes estaba de acuerdo con ustedes... se los puedo asegurar, pero cuando llegó él a mi vida me demostró que no tengo razón, cambió todas mis expectativas dejándome llena de dudas y queriendo encontrar respuestas.Y si me preguntan si los monstruos existen, yo digo que si, que viven muy dentro de nosotros y cuando salen a la luz pueden llevarse todo a su paso dejando a tu alrededor una capa de oscuridad que te lleva a caminar en la sombra de la noche.¿Qué se siente ser uno de ellos?Tengan por seguro que no es nada agradable ver como tus manos se llenan de sangre y como tus días se vuelven oscuros