Laila Smith
—¿Qué haces en mi habitación?— pregunté desde mi cama.
—Vine a visitarte porque quiero hacer amigas nuevas, pero tú estás castigada así que supongo que no puedes salir. Y yo vine a hablar contigo porque estoy muy aburrido en una casa tan grande y vacía— respondió con un tono neutro como si fuera mi amigo de toda una vida.
—¿Sabes por qué estoy castigada?— le miré con mala cara alzando una ceja y cruzándome de brazo.
—Claro, ya te dije esta mañana que yo sé todo sobre ti Laila— hablo con ese aire de intriga que rodeaba esas palabras— Mami Andrea no te quiere cerca de los nuevos, ¿no es así?
—¿Cómo lo sabes Miguel?— él no era adivino, para ser sincera ya no tenía seguro que creer sobre su persona.
—Laila no me subestimes que ya te dije, lo sé todo— puso esa sonrisa de medio lado y bajo de la venta para quedar en el piso de mi recámara.
—¿Todo?, bueno la palabra todo tiene un gran significado.
—Ese significado me lose de memoria y ya para de hablar de lo mismo— saco una bolsa que traía en una mochila y me la tiró sobre la cama— Para que comas algo porque debes tener hambre.
—No gracias, no quiero nada de ti— estiró uno de mis pies y le doy un pequeño empujón a la bolsa para que caiga al suelo— Y puedes marcharte por donde mismo viniste.
—Escucha Laila, si quisiera hacerte daño ya te hubiera matado; si fuera un loco pedófilo, ya te hubiera violado. En fin yo no sé que película tú te inventaste en tu cabeza, pero ten por seguro que no se va a estrenar— recogió la bolsa del suelo y la puso sobre sus piernas cuando se sentó en la orilla de mi cama.
—¿No puede estar aquí Miguel?— me puse de pie y me alejé evitando tener constato con él. A mamá no le gustaría ver esa escena.
Él solo rodó sus ojos y soltó una larga respiración, creo que estaba buscando algo de paciencia para continuar y me alegraba mucho que tomara la decisión de irse antes de que me buscara un problema o cree un malentendido.
—Todos están el jardín y si no hablas alto no tienen por qué enterarse— comento en un susurró después del largo silencio y mató todas las esperanza de verlo marcharse.
—Si se enteran de esto podría ir al convento por años, ¿Lo sabes Miguel?— contra ataque para librarme de él.
—Vamos chica tranquilízate yo me encargo— me hizo un pequeño gesto con sus manos sobre el colchón para que me sentara a su lado.
—Solo diré que si porque tengo mucha hambre— al final él tenía razón si todos estaban afuera no tenían por qué enterarse y no tenía nada de malo que comiera algo. Además también podría averiguar más sobre ellos.
—Como digas— asintió con la cabeza y me regreso la bolsa con la comida.
Al abrirla salió un olor a hamburguesa recién calentita que entró por mis fosas nasales despertando mis glándulas salivales, como diría mi hermano Lucas se me hizo la boca agua. Como tenía tanta hambre solo me dispuse a comer y cada bocado que llena mi boca me parecía más delicioso.
La mirada de Miguel no se había despegado un segundo de mí, pero no pretendía molestarlo porque quería comer y no hablar.
—Déjame verte ese labio— rozó su dedo sobre mi piel lastimada e inmediatamente cada vello se puso de puntita provocando que diera un salto hacia atrás y me alejará de su mano.
—Eso se ve muy feo, déjame ayudarte— intento acercarse nuevamente y yo me alejé otra vez—Laila no pienso lastimarte.
—Yo lo hago, yo puedo hacerlo sola— me encogí de hombro y tomé el espejo que estaba a mi lado para mirarme la herida.
Estaba algo infectada porque ya habían pasado varias horas sin limpiarla, además de que me había lastimado muy pocas veces en toda mi vida.
—No dudo de tu capacidad, solo te digo que soy médico graduado desde hace dos años y tú solo comienzas ahora— se encoge de hombro al igual que yo ante y me regala una sonrisa.
—Vale, vale, pero será rápido y luego te vas.
—Como quieras— cerro los ojos y al abrir su mirado se deslizó por toda mi habitación hasta caer en mí nuevamente— ¿Dónde tienes el alcohol y el algodón?
—En la gaveta— señalé la mesita que estaba en el suelo hecha un desastre.
—Eres un tornado— bromeó revisando la gaveta y alzando las cosas del suelo— Ya lo encontré— alzó su mano para dejarme ver.
Luego se acercó a la orilla de la cama y se sentó en frente de mí con un pie debajo de él otro que estaba estirado apoyado en el suelo, su mano abrió el paquete de algodón con delicadeza y lo mojó en el alcohol para luego llevarlo a mi labio.
De cerca se veía mucho mejor, su cabello estaba pegado en su frente por el sudor, sus labios eran muy rosados con una dentadura perfecta, su respiración olía a vainilla y sus ojos miraban cada puntito de mi labio como si fuera un trocito de diamante que debe cuidar, fue la primera vez que pude ver a través de su mirada.
—¿Te duele mucho?— preguntó alejando el algodón de la herida.
—Me duele más el corazón— confesé con la mirada perdida en la oscuridad de la noche que se veía por la ventana.
—Te entiendo— encogió sus labios y me miro fijamente— Pero todo el dolor es psicológico— aseguro— Mañana ya todo estará bien.
—No Miguel, tú jamás entenderás a alguien como yo— cuestione bajando la mirada hacia el suelo y él no se molestó en contestarme.
No me imaginaba a Miguel llorando o pasándola mal y sé que lo conocía hacía muy poco, y mamá decía que a las personas no se podían juzgar por sus acciones, pero Miguel tenía un carácter tan duro y una mirada tan fría que lo veía incapaz de sentir algún sentimiento más allá que el amor propio.
—Es que ella es, nose como decirte, es que está un día bien y uno mal, odia a todos, no me deja hablar con nadie— tomé un poco de aire y lo suelto— Soy como un lingote de oro Miguel y no me quejo, pero al menos debería confiar en mí porque me lo merezco.
—Todos tenemos días malos y días buenos Laila— cerré los ojos y él llevó su dedo a mi mejilla para limpiar unas lágrimas que se me había escapado— Verás que mañana todo estará mejor que hoy.
—No puedo creer que esté llorando. Apenas te conozco— sonreí y apreté mis ojos ante de abrirlo otra vez— Estoy siendo tan ridícula.
—Na, estás llorando porque sabes que si tu situación fuera diferente te estarías enamorado de mi justo ahora— me sonrió y yo rodé los ojos avergonzada porque jamás en mi vida imaginé tener una conversación con alguien desconocidos.
—Si mi situación fuera diferente tú estuvieras detenido en este momento— solté una risa triste y me puse de pie nuevamente para tomar una respiración y evitar que salgan más lágrimas delante de él, ya tenía bastante drama por un día.
—Talvez si, talvez no— inclinó su cabeza hacía cada lado y comienzo a recoger todo el reguero de cosas sucias para meterlo en su mochila.
En lo que intentaba meter cada cosa en su mochila yo recogí un poco el reguero de mi mesita que estaba en el suelo. Pero la cerradura de la puerta comenzó a moverse alertándonos de que alguien está del lado de la habitación.
Mis ojos miraban todo el lugar buscado una idea para esconderlo y sabía que era un pecado mentir sobre esas cosas, pero esperaba que una vez más que el Supremo me perdonara, porque no tenía otra alternativa.
—Shhh, entra al baño— puse mis dedos delante de mis labios y le señalé la puerta que estaba justo detrás de él.
—Preséntame a la familia— hizo un puchero muy gracioso y lindo a la vez— ¿Te da vergüenza presentar a tu futuro marido?
—Cierra la boca y entra ahí a una vez ante de que pase algo peor— le di un pequeño golpe y me tiré sobre la cama al ver la puerta abriste despacio.
Gracias al Supremo mi habitación desde hacía meses atrás tenía la cerradura algo atorada por culpa de mis hermanos que en uno de sus juegos la rompieron.
—Laila cariño, vamos para que comas algo— entró papá y se quedó sorprendido al ver la mesita tirada— ¿Qué paso Laila?— la señaló y luego me miró con pena en sus ojos.
—Fue un pequeño incidente papá, lo lamento— bajé la mirada al suelo avergonzada.
—Tu madre sabe muy bien que no puede alterar tú emociones— resoplo para luego tomar mi mentón en sus manos— No es tu culpa cariño— me regaló una sonrisa muy sincera, de esas que yo amaba— Vamos a cenar que ya es tarde y luego arreglamos todo esto.
—Vale déjame cambiarme de ropa y bajo— aún traía el vestido de la misa y no pensaba tenerlo toda la noche, además que aún Miguel estaba escondiendo dentro de mi baño.
—No tardes que ya estás fuera de horas advierte y se dirige a la puerta.
—Vale papá.
— Por cierto, ¿hablabas con alguien?— me miró fijamente buscando una respuesta en mi mirada— Escuche unos susurros cuando abría la puerta.
—No papá, solo leía— tomé un libro que está encima de cama y se lo muestro, a lo que él solo asintió con la cabeza y se marchó.
«Es la segunda vez que miento por culpa de los Brown»
—Ya puedes salir— di pequeños golpes en la puerta del baño para que Miguel saliera.
—Eres una experta mintiendo, jamás pensé eso de ti— se cruzó de brazos y negó con la cabeza.
—Mejor vete que ya se te paso la hora— le cortó de una vez por toda señalando la ventana.
— Ok señorita. Gracias por la noche— puso esa sonrisa de medio lado que siempre lleva y se dispuso a bajar por las escaleras que tenía recostada a la pared de casa.
—Estás loco, no deberías bajar por ahí— le regañé antes de que pusiera un pie fuera.
No es que mi importará mucho si se mataba o no, solo que el Supremo jamás perdonaría que lo dejara morir en mi propia casa y escapando de mi habitación.
—Ya quieres que duerma contigo y mañana me presentas a la familia como tu futuro esposo— alzó sus cejas y me dio una mirada cargada de malas intenciones.
—Vamos vete Miguel— le empuje y él solo sonrío.
«Perdóname Supremo, pero no lo toleraba no un segundo más»
—Hasta mañana Julieta— bromeo bajando lentamente cada pedacito de hierro donde ponía en pies para bajar.
—Hasta mañana Miguel, ve con el Supremo— me limité a responder.
—Amén— asintió con la cabeza y desapareció en la oscuridad que separaba su casa de la mía.
Laila Smith.—Buenos días, familia— saludé al sentarme en la mesa donde todos estaban desayunando.—Buenos días, cariño— me respondió papá que fue el único que se molestó en levantar la mirada y dedicarme una sonrisa.Todos tenían una gran cara de cansancio y mamá ni me dirigió la palabra, aún estaba molesta por lo del día anterior y pensé en pedirle perdón, pero mejor esperaba a la noche para que se calmara un poquito más.—Ya me voy que la universidad, adiós— deje el plato sucio en el lavadero y tome la mochila en mano.— Valla con el Supremo hija mía— volvió a responder papá dejando un beso en mi frente.—Amén padre.Todas las mañanas iba caminando hasta la universidad, ya que no quedaba muy lejos de casa y tampoco tenía coche, ni licencia para conducir, así que me tocaba andar hasta allá, a veces en compañía de Simón mi único amigo y el hijo
Laila Smith.—Amén— dijimos todo dando por terminada la reunión de la noche.Todo el pueblo estaba en la iglesia, como el domingo no se pudo hacer el culto habitual el líder decidió cambiarlo para el lunes en la noche. Hasta la familia Brown estaba presente sentada en las últimas filas de atrás, en cambio yo y mi familia estábamos delante.—¿Quién es?— preguntó Simón tapando mis ojos con sus manos, su olor podía reconocerlo a kilómetros. Pero le gustaba mucho hacerme esas bromas.—Simón.—Ay que pesada, podías haberte hecho la que no me conocía— se quejó haciendo uno de sus dramas y sacándome la lengua.—Pesado tú— le saqué la lengua yo también y nos echamos a reír.Como me tocaba volver sola a casa esa noche, no tarde en despedirme de todos y salir de la iglesia, papá y todas las personas mayores tenían una reunión con el líder, que no sabía muy bien a que venía, pero ellos eran así de raros. Simón no podía acompañarm
11 meses antes.Bosque de Brocklyn.Miguel Brown.—Mamá ya te dije que la chica está bien, sus padres la cuidan muy bien— le aseguré para qué se quedará tranquila— Déjame volver a casa, llevo un mes en este asqueroso bosque.—Que no, y no digas más que sus padres la cuidan, porque ellos no son sus padres— me regañó una vez más y mi oído comenzó a dolerme de tantos gritos que había escuchado en una noche.—Ok, ok— puse los ojos en blanco porque sabía que no me podía ver y solté una gran respiración pasando una mano por mi cabello para regalo un poco— Mañana te daré noticias, voy a buscar a Caleb que se me perdió.—Cuídala mucho y no regreses hasta estar seguro de que aún su gen no se ha reproducido lo suficiente.—Así será— le tiré un pequeño beso y colgué la llamada.
Laila Smith.—¿Laila, pero estás bien?— papá estaba delante de mi cama con una gran cara de preocupación.—Si papá, estoy bien— aseguré en un susurró entrecortado que logré gesticular, me sentía bien aunque no lo pareciera en ese momento.—¿Qué te pasó?— preguntó una vez más pasando su mano por mi pelo para acariciarme, pero yo no podía dejar de mirar mis manos y mi ropa llena de sangre.—No… No, no sé papá— niegue con la cabeza.Sus ojos examinaban todo mi cuerpo, pero yo solo miraba mis manos que tenían sangre seca y mi ropa que estaba igual o peor, ya que olía muy mal y estaba regada por varias partes.—Intenta recordar cariño, necesito que recuerdes algo por favor— estaba intentando ser paciente y no perder la calma delante de mí, lo podía oler.—No… No recuerdo nada— lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas sin parar.Por un largo rato solo estuvimos en silencio intentando tranquilizarme, papá me pedía una y ot
Laila SmithTodos estábamos reunidos en la sala de la casa, Miguel estaba a mi lado en el sofá mientras que Mario, Melody y la señora María estaban sentadas en diferentes sillones, hasta el chico Caleb estaba presente.—¿Estás segura de que quieres escuchar la historia Laila?— preguntó la señora María una vez más.Yo solté una larga respiración y me acomodó en el sofá para mirarla fijamente— Estoy segura de que quiero saber por qué maté a una persona inocente antes de que la culpa no me deje dormir.—Bueno Laila escucha bien— ella recogió su pelo en una pequeña coleta y se puso de pies para comenzar a hablar— Tú perteneces a una familia poco común, ustedes son personas muy extrañas que nacen para matar a sangre fría sin pensarlo y nosotros somos sus protectores— hizo una pausa y se detuvo a observar mi semblante que estaba serio intentando procesar todo lo que me estaba contado— ¿Estás bien?—Sí, estoy bien. Por favor continúa.
Laila Smith. Llegué a casa de los Brown después de una larga discusión con mis padres de mentira, Andrea se quedó jurando que no sabía nada de lo que estaba hablando, según ella me estaban lavando el cerebro y yo estaba entregándome fácilmente a los hijos del Caído.—¿Estás bien?— preguntó Caleb que había llegado a mi lado con una taza de té y unas galletas de chocolate.Suspire y pase una mano por mi cabello frustrada— Todo esto me confunde, es que muchas cosas me encajan, pero otras no las entiendo.—Es cuestión de tiempo hermana— mi piel se erizó al escuchar la última palabra de la oración y él se dio cuenta por qué rápidamente se disculpó— No era mi intención incomodarte, lo siento mucho.—No pasa nada Caleb, soy tu hermana y tengo que adaptarme a eso— di unos golpes en el asiento que estaba a mi lado para que él se sentará— Cuéntame todo. ¿Puedes?Asiente y pone la taza de té en mis manos— Venimos de una familia no muy
Monstruos.Cuando escuchas esa palabra de seguro piensas en algún animal grande, que te ataca en la noche en medio de la oscuridad o simplemente piensas en esos que salen en las películas y cuentos.Pero no todos tenemos la misma definición de esa palabra, yo antes estaba de acuerdo con ustedes... se los puedo asegurar, pero cuando llegó él a mi vida me demostró que no tengo razón, cambió todas mis expectativas dejándome llena de dudas y queriendo encontrar respuestas.Y si me preguntan si los monstruos existen, yo digo que si, que viven muy dentro de nosotros y cuando salen a la luz pueden llevarse todo a su paso dejando a tu alrededor una capa de oscuridad que te lleva a caminar en la sombra de la noche.¿Qué se siente ser uno de ellos?Tengan por seguro que no es nada agradable ver como tus manos se llenan de sangre y como tus días se vuelven oscuros
"Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti".23 de marzo, 20219:00 amHospital Psiquiátrico De Luz—Buenos días Laila— saluda mi psicóloga tomando asiento en su escritorio— Ya veo que madrugaste hoy.—Buenos días, señorita Morgan— me limito a contestar sin despegar la mirada del suelo.La oficina de mi psicóloga es algo pequeña, pero acogedora, sus paredes tiene un color azul cielo que le aportan tranquilidad a mi mente, el suelo tiene lozas de c