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Capítulo 3: "Adiós"

Laila Smith

Llevaba más de media hora parada delante del espejo convenciéndome de que iba correctamente vestida para visitar la casa de los nuevos vecinos, nunca había salido de casa a menos que fuera para ir a la iglesia los domingos o para ir a la universidad los días que tenía clases.

—Laila, puedes bajar ya— llamó mamá por decimoquinta vez— Te estamos esperando.

—Ya voy mamá, dame un momento.

Mire una vez más mi atuendo en el espejo el cual no me convencía del todo aunque algo dentro de mí me decía que estaba perfecta así.

—Tok, Tok. ¿Puedo pasar?— papá dejó pequeños golpecitos en la puerta para llamar mi atención y entró con una gran sonrisa hasta ponerse a mi lado— Ya vamos tarde cariño.

—Lo lamento papá—, baje la mirada al suelo un poco apenada por la demora.

—Discúlpate con mamá que está que hecha fuego con las orejas— bromeo y ambos comenzamos a reír.

—Lo haré nada más que baje— le aseguro entre risas.

— Vamos cariño, no te mires más en ese espejo que estás preciosa— tomo mi rostro entre sus manos y me miro fijamente— Solo es una comida en casa de los nuevos vecinos.

—Lo sé papá, pero no estoy segura de que esta sea la ropa adecuada, no quiero enojar al abuelo, ni a mamá— confesé con la mirada perdida.

 

Siempre me había preocupado por como me veía abuelo porque él tomaba todas las decisiones en casa y ante sus ojos yo era la chica perfecta, la niña buena de la congregación y la única digna de ir al Paraíso. Y no es que no fuera así, porque sí, era todo eso que él decía, pero también era un ser humano que podía cometer errores y no quería cometer ningún error ante él.

—Así estás perfecta mi niña— deslizó  su mano por mi hombro dándome una caricia— Mamá amará esa ropa que elegiste al igual que abuelo.

Llevaba puesto un vestido color piel que pasaba por debajo de mis rodillas el cual traía un cinto alrededor de mi cintura con algunas piedras incrustada que lo hacía  lucir muy elegante, además los tacones también eran color piel y mi pelo iba recogido en una alta coleta muy organizada.

—Vamos papá— me mire por última vez en el espejo y entrelace nuestras manos— Ya estoy lista.

—Vamos princesa así se habla— sujetó bien fuerte mi mano y nos dirigimos a las escaleras.

Al bajar a la sala la vista de todos rodó hacia nosotros y abuelo esbozó una gran sonrisa en su rostro como modo de aceptación.

—¡Alabado sea el Supremo!— exclamó mamá poniéndose de pies.

—Estás preciosa Laila— me elogio Lucas lo que provocó que mis mejillas tomaran un color rosado.

— Gracias hermano.

—Ya podemos irnos— interrumpió abuelo y todos salimos de casa detrás de él— Espero que todos se comporten— repitió por última vez.

—Así será padre no se preocupe— aseguró mamá con una mano en su hombro a pocos pasos de la entrada de los Brown.

El frente de casa estaba adornado con un hermoso jardín que se veía muy bien cuidado a diferencia del reguero de hojas secas que abundaban unas semanas atrás, había pequeñas luces que marcaban un camino desde la entrada del portón hasta la puerta y la casa estaba pintada de un rojo intenso que resalta en el vecindario.

—Buenas noches, familia Smith— nos recibió una mujer con un extraño acento que nunca antes había escuchado— Sean bienvenidos.

—Muchas gracias— respondió mamá y nos adentramos a la casa.

Si la decoración de afuera estaba hermosa, imaginen todas la decoración que había en la parte de adentro, semanas atrás veía camiones que traían y llevaban cosas y simplemente pensaba que estaban sacando las pertenencias de Adolfo(el anciano que había muerto). Pero en realidad estaban arreglando esa casa para convertirla en una hermosa mansión de tres pisos llena de lujos y comodidades.

La sala estaba adornaba  por un hermoso juego de muebles en rojo y negro que hacían juegos con las paredes de la casa que tenían un color carmín, del techo colgaba un hermoso candelabro como el de los castillos y las escaleras que daban a la planta de arriba estaban pintadas de un hermoso dorado que brillaba como oro.

—Buenas Noches— saludo la Señora María que se acercó hacia donde estábamos todos parados observando la hermosa casa— Pasen por aquí— Señalo una gran puerta y todos la seguimos de inmediato.

—Buenas noches— saludamos al llegar a la cocina y encontrarnos a los hermanos Brown ya sentados a cada lado de la mesa.

Melody llevaba un vestido amarillo que le quedaba hermosos con su pelo suelto a cada lado de su rostro, Miguel iba en un bello traje negro con sus mangas recogidas hasta la mitad que dejaban ver varios tatuajes en su mano derecha y su pelo estaba peinado hacia un lado dándole un aire de chico malo a diferencia de Mario que por otro lado iba con un mono deportivo y hasta un par de auriculares traía en sus orejas, pero esta vez parecía más serio que ante.

—Pueden tomar asiento— nos invita Miguel— Siéntanse como en casa y perdonen a mi querido hermano— toca el hombre de Mario y le mira con mala cara— Puedes quitarte los auriculares ya llegaron los invitados— Pero este solamente asiente y se los mete en el bolsillo de su sudadera.

—Espero que sea de su agrado la cena— comento la señora María— Nunca he cocinado para otras personas que no sean mis hijos y mi difunto esposo.

—Que el Supremo lo tenga en la Gloria— le dijo abuelo— No imaginamos que fueras viuda.

—Hace un par de meses papá tuvo un accidente— hablo Melody esta vez— Mamá no lo supera del todo, ella casi nunca toca el tema con personas desconocidas.

—Lo lamentamos mucho, Señora María.

—Tranquila Laila, esas cosas suelen suceder y puedes llamarme María solamente.

—Bueno vamos a cenar— interrumpió  Miguel la conversación algo molesto supongo que por el tema— Que el Supremo llene de bendiciones estos alimentos.

—Amén—  contestamos todos al unísono y comenzamos a llenar nuestros platos.

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La cena estaba muy deliciosa, había una langosta que estaba exquisita y el jugo de naranja estaba mucho más rico de lo que imaginaba(nunca lo había probado).

—Estaba todo muy delicioso— halago papá la comida saboreando la última cucharada del pastel de manzana.

—Ustedes deben ser George— María extendió su mano para estrecharla con papá— Perdón por no saludarlo antes, me alegra que te haya gustado.

—No pasa nada, es gusto conocerla— papá tomó su mano y dejó un beso sobre ella— La verdad cocina excelente.

—Gracias Señor George— le regalo una sonrisa y se puso de pie— Vamos a pasar a la sala, allí estaremos más cómodos— invito a los mayores y ellos la siguieron todo el camino.

Mis hermanos como eran tan abiertos nada más que los adultos abandonaron la cocina ellos instalaron una conversación con los chicos, yo solo me aleje hacia el jardín, ya que la situación se me hacía algo incómoda. Odiaba las cenas de presentación y mamá también, solo íbamos porque era parte de las costumbres.

—A mí tampoco me gustan las presentaciones, nos parecemos en eso— hablo una voz masculina desde las sombras de la oscuridad leyendo mis pensamientos— Por eso la mayoría de las veces llego tarde.

—¿Quién eres?— intente mirar en la oscuridad para encontrar el rostro de quien me hablaba, pero lo único que resaltaban era un par de ojos que tenían un color gris brillante.

—No te pongas a la defensiva Laila, soy tu amigo.

—No lo creo, yo no tengo amigos.

—Eso lo sé— soltó una risa burlona y dio una paso hacia delante quedando un poco más cerca, pero aún no podía ver quien era— Yo seré tu primer amigo.

—¿Pero no te conozco?—  hice un intento para acercarme, pero el sujeto se alejó  negando con la cabeza.

—Me vas a conocer así que no te apresures, todo a su tiempo Laila.

Sé que en ese momento debería correr e irme muy lejos de ahí a contarles a todos, pero me sonaba muy familiar esa persona que estaba del otro lado de la oscuridad. Llámame loca o como desee, pero la curiosidad es algo que siempre ha ganado a mi lado juicioso.

—¿Puedo ver quien eres?— le pregunté al chico.

—Algún día— hablo dándose la vuelta y metiéndose entre los árboles que daban al pequeño bosque que rodeaba el pueblo— Hasta entonces, que el Supremo te proteja hermanita y valla con mamá Andrea que la pueden castigar.

Mientras el chico se me perdía, a mis espaldas sentí unos paso que se acercaban y me di la media vuelta para encontrarme con el rostro de un papá sonriente.

—Laila, hija mía, vamos— puso su mano sobre mi hombro para llevarme dentro— Mamá se va a enojar.

—Perdón papá, estaba observando el jardín y se me paso el tiempo— le mentí por primera vez en toda mi vida.

—No pasa nada, pero vamos que nos están esperando— acento con la cabeza sin desconfiar de mis palabras y entramos junto a la casa.

Sé que es feo mentir, pero que pensaría si le digo que estaba hablando con un extraño en medio de la oscuridad y que el chico me había llamado hermanita, hasta le habría puesto barrotes a la ventana de mi habitación para prohibirme todo tipo de contacto con el mundo exterior y  yo no soportaría más restricciones, así que en lo más profundo de mi corazón esperaba que el Supremo perdonara mi pequeño pecado.

—Gracias por la invitación— le agradeció  abuelo a María— Los invitaremos a casa en otra ocasión.

—Será un gusto compartir con ustedes.

Al salir a la calle ya la noche se había apoderado del pequeño pueblo por completo, los faroles de las calles irradiaban luz dejándonos ver el principio del bosque que estaba muy oscuro, pero a lo lejos allá dentro de los árboles salía una sombra con hermosos ojos brillantes y una sonrisa en su rostro moviendo su mano para decirme "Adiós".

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