—¡Mamá tenemos vecinos nuevos y no me habías contado!— exclamé bajando las escaleras para quedar petrificada al ver la familia que estaba sentada en el gran sofá de sala.
Cada uno de ellos lucían como modelos de revista, hasta la mujer que me parecía un poco mayor era toda una diva. Y perdonen el vocabulario, pero es que estaban hermosos y diciendo eso me quedé corta.
—Disculpen a mi hija, ella es la menor— se disculpó mamá y me invitó a presentarme con cada uno de ellos.
—Mucho gusto, mi nombre es Mario Brown— el primero en extender sus manos fue el chico que estaba frente a mamá con una camiseta blanca que llevaba dibujado algo de una banda de música(que no tenía idea de cuál era) y unos pantalones holgados que combinaban con sus zapatillas negras.
Mario era mayor que yo, tenía una mirada intimidante de esas que asustan a todos los que se le acercan, su cabello era castaño claro, sus ojos eran marrones, sus cejas eran gruesas las cuales aportaban un toque muy masculino a su rostro
y su sonrisa dejaba ver su perfecta dentadura. También traía algunos tatuajes en sus brazos y un piscis en la nariz que le daba un aire de chico malo, tipo badboy de W*****d.—Y yo me llamo Melody Brown— lo siguiente fue la chica— Es un placer conocerte, espero que seamos grandes amigas.
Melody tenía mi edad, su piel era pálida, tenía un par de ojos verdes que irradiaban seguridad, su cabello era ondulado de color castaño claro con algunas vetas de rubio; traía un vestido azul por encima de las rodillas y unos hermosos tacones del mismo color. Estaba segura de que sería la nueva conquista de muchos chicos, entre ellos mis hermanos.
—María Brown la madre de estos chicos— la señora me regaló una sonrisa y estrechó mi mano igual que sus hijos.
María era algo mayor, aseguraba que tiene la edad de mamá, pero su sonrisa también era encantadora, sus ojos eran muy azules y junto a su pelo castaño oscuro le daba un toque juvenil a su rostro.
—Es un placer conocerlos, yo soy Laila Smith— me presenté tomando asiento en el pequeño sillón de color azul que estaba al lado del gran sofá— Y también espero ser tu amiga Melody.
La chica parecía ser buena persona y sinceramente no tenía muchos amigos aparte de Simón, no veía mal tener una vecina nueva que se llevará bien conmigo.
—Laila, abre la puerta— me ordenó mamá al sentir el sonido del timbre de la puerta principal.
Rápidamente me levanté del sillón, estire un poco mi falda que se había arrugado en las puntas y sentí como la vista de Mario seguía cada uno de los movimientos de mi cuerpo hasta llegar a la puerta, eso me puso nerviosa y me causó algo de miedo el brillo que tomó sus ojos al verme caminar.
Jamás ningún chico me había mirado de esa manera y eso me intimidaba. Desde el primer momento le tuve mucho miedo, para mí estar seca de Mario era estar cerca del fuego y a mí no me gustaba estar cerca del fuego.
—Buenas tardes, Señorita— saluda un chico de voz gruesa— Usted debe ser la niña Smith— yo solo asentí con la cabeza y lo invité a entrar en casa.
—Puede pasar, sea bienvenido Señor.
—Nada de señor, que solo te llevo cuatro años, puedes llamarme Miguel— dibuja una sonrisa en su rostro y se dirige hacia donde están todos platicando.
Miguel era un chico trigueño, de ojos color miel que estaban cargados de un brillo que mataría a cualquier chica que se le crucé en su camino, sus labios eran muy rosados y su sonrisa podía ser un arma letal para conquistar todo a su paso. Traía un traje negro que lo hacía lucir como todo un empresario y trasmitía mucha seguridad en cada paso que daba.
—Es un gusto conocer la Señora Smith— tomó la mano de mamá y dejó un cálido beso sobre ella— Disculpa la demora, pero tenía que despedir el camión que trajo las últimas cosas.
—No pasa nada, sea bienvenido— le respondió mamá con un gran sonrisa fingida en su rostro.
Conocía tanto a mamá que me sabía que nada más que la familia salieran por la puerta sus advertencias comenzarían a caer sobre todos.
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Llevábamos un buen rato platicando y la hora de almuerzo se estaba acercando. Mamá estaba algo incómoda, cada fracción de su rostro lo decía, pero abuelo Esteban tenía una conversación muy agradable con la Señora María.
—Bueno Esteban espero que esta noche puedan ir a casa a comer— se despidió la Señora María— Hasta la noche.
—Hasta la noche vecina— respondió abuelo— Vaya con el Supremo.
—Que así sea vecino— agregó la señora antes de abandonar la casa— Amén.
Efectivamente, nada más que la familia puso un pie fuera de casa mamá me toma por el brazo ignorando la presencia de abuelo y me llevó hasta la cocina con el ceño fruncido murmurando algo que no lograba entender del todo.
—Siéntate y escucha bien lo que te voy a decir— me señalo con su dedo índice y yo tomé asiento en una de las banquetas que adornaba la barra.
—¿Hice algo?— me encogí de hombre.
—Espero que no me desobedezcas Laila— miro hacia todos lados y se acercó a mi rostro— Confío en ti.
—¿Cuándo te he desobedecido madre? Claro que puede confiar en mí— en los diecinueve años que tenía, nunca la había desobedecido y no pensaba hacerlo, su palabra era sagrada para mí.
—No te quiero cerca de los vecinos nuevos hasta que no demuestren que son de confianza— susurró cerca de mi cara— Viste la chica, traía un vestido por encima de la rodilla y el chico de los tatuajes es algo raro, el más decente es Miguel y tampoco te quiero cerca de él porque me dio mala vibra.
Toda mi vida se basaba en recibir órdenes:
Laila no hagas esto.
Laila no hagas lo otro.
Laila no te pongas esa ropa.
Laila no salgas de casa.
Laila tráeme buenas notas.
Laila deja de leer todo el tiempo.
Laila no uses internet a menos que sea para hacer tareas.
Laila no comas eso.
Laila no le hables a ella.
Laila tienes que ser la mejor.
Y nunca me había quejado, porque mis padres me lo daban todo, día tras días trabajaban y luchaban para sacar la casa adelante, lo mínimo que podía hacer era obedecerles en todos.
—Laila me estás escuchando.
—Si madre me alejare de ellos.
—Júralo ante el Supremo.
—Juro ante el Supremo que me alejaré de los Brown.
—Por eso te amo mi niña, eres muy obediente— dejo un beso en mi frente y comenzó a preparar la mesa— Anda avísale a tus hermanos que vamos a almorzar.
Así era mamá, ella podía ser muy dulce y cariñosa cuando no romperían las reglas y todo salía como ella quería. Pero si algo salía mal era todo lo contrario a la palabra dulzura.
—¡Si el Supremo baja y ve esto, los manda al convento a ambos sin dudarlo!— exclamé al ver el reguero de pizza, paquetes de condones y papeles de comida que tenían los gemelos en su habitación.
—Con el Supremo no se juega Laila— bromeo Damián como siempre.
—Muy gracioso Damián— solté una risa fingida—Mamá los mandó a buscar para almorzar.
—Okay, gracias, ya puedes irte.
—No demoren.
Para tener unos hermanos como los míos había que tener mucha paciencia, yo los amaba, pero también quería matarlos en ocasiones y que el Supremo perdonará mis oscuros pensamientos, pero es que me volvían loca.
—Chicos, esta noche iremos a comer a casa de los nuevos vecinos, abuelo lo decidió así— informó mamá fulminando con la mirada a los gemelos— Busquen ropa decente.
—No quiero un mal comportamiento, ni palabras fuera de lugar— agregó abuelo mirando a los mellizos igual que mamá y señalándoles— Los conozco bien a ambos.
— No nos coman con la mirada, nosotros seremos buenos y que el Supremo nos castigue si rompemos nuestra palabra— prometió Lucas y Damián asintió con la cabeza.
—Laila y tú recuerda lo que te dije— me recuerda mamá una vez más.
—Que me alejé de ellos— levanté mi mano derecha para recordarle el juramento y la mire fijamente— Jure ante el Supremo madre, no pienso desobedecer.
Laila SmithLlevaba más de media hora parada delante del espejo convenciéndome de que iba correctamente vestida para visitar la casa de los nuevos vecinos, nunca había salido de casa a menos que fuera para ir a la iglesia los domingos o para ir a la universidad los días que tenía clases.—Laila, puedes bajar ya— llamó mamá por decimoquinta vez— Te estamos esperando.—Ya voy mamá, dame un momento.Mire una vez más mi atuendo en el espejo el cual no me convencía del todo aunque algo dentro de mí me decía que estaba perfecta así.—Tok, Tok. ¿Puedo pasar?— papá dejó pequeños golpecitos en la puerta para llamar mi atención y entró con una gran sonrisa hasta ponerse a mi lado— Ya vamos tarde cariño.—Lo lamento papá—, baje la mirada al suelo un poco apenada por la demora.—Discúlpate con mamá que está que hecha fuego con las orejas— bromeo y ambos comenzamos a reír.—Lo haré nada más que baje— le aseguro entre risas.<
Laila SmithEra domingo en la mañana y llevaba un par de horas en el cementerio del pueblo despidiendo al niño Jesús que con solo trece años había perdido su vida. Los resultados de la autopsia determinaron que el chico murió ahogado con su propia saliva en medio de la noche.Yo en el fondo presentía que ahí había gato escondido y eso no me encaja del todo, era algo muy extraño que un niño a su edad se ahogara con su propia saliva, pero en Brocklyn no era normal que ocurran cosas fuera de lo común así que si los resultados decían eso, todos creían en eso.—… No encontró palabra de consuelo que pueda calmar el dolor de los padres, era un niño lleno de vida que aún le quedaba mucho por andar, pero solo el Supremo sabe lo que hace y porque lo hace, Amén— concluyó el Padre David la misa.—Que el Supremo lo tenga en la Gloria, Amén— agregó la multitud.La mayoría del pueblo se encontraba presente vestida de negro y con rosas blancas en
Laila Smith —¿Qué haces en mi habitación?— pregunté desde mi cama.—Vine a visitarte porque quiero hacer amigas nuevas, pero tú estás castigada así que supongo que no puedes salir. Y yo vine a hablar contigo porque estoy muy aburrido en una casa tan grande y vacía— respondió con un tono neutro como si fuera mi amigo de toda una vida.—¿Sabes por qué estoy castigada?— le miré con mala cara alzando una ceja y cruzándome de brazo.—Claro, ya te dije esta mañana que yo sé todo sobre ti Laila— hablo con ese aire de intriga que rodeaba esas palabras— Mami Andrea no te quiere cerca de los nuevos, ¿no es así?—¿Cómo lo sabes Miguel?— él no era adivino, para ser sincera ya no tenía seguro que creer sobre su persona.—Laila no me subestimes que ya te dije, lo sé todo— puso esa sonrisa de medio lado y bajo de la venta para quedar en el piso de mi recámara.—¿Todo?, bueno la palabra todo tiene un gran significado.—Ese sign
Laila Smith.—Buenos días, familia— saludé al sentarme en la mesa donde todos estaban desayunando.—Buenos días, cariño— me respondió papá que fue el único que se molestó en levantar la mirada y dedicarme una sonrisa.Todos tenían una gran cara de cansancio y mamá ni me dirigió la palabra, aún estaba molesta por lo del día anterior y pensé en pedirle perdón, pero mejor esperaba a la noche para que se calmara un poquito más.—Ya me voy que la universidad, adiós— deje el plato sucio en el lavadero y tome la mochila en mano.— Valla con el Supremo hija mía— volvió a responder papá dejando un beso en mi frente.—Amén padre.Todas las mañanas iba caminando hasta la universidad, ya que no quedaba muy lejos de casa y tampoco tenía coche, ni licencia para conducir, así que me tocaba andar hasta allá, a veces en compañía de Simón mi único amigo y el hijo
Laila Smith.—Amén— dijimos todo dando por terminada la reunión de la noche.Todo el pueblo estaba en la iglesia, como el domingo no se pudo hacer el culto habitual el líder decidió cambiarlo para el lunes en la noche. Hasta la familia Brown estaba presente sentada en las últimas filas de atrás, en cambio yo y mi familia estábamos delante.—¿Quién es?— preguntó Simón tapando mis ojos con sus manos, su olor podía reconocerlo a kilómetros. Pero le gustaba mucho hacerme esas bromas.—Simón.—Ay que pesada, podías haberte hecho la que no me conocía— se quejó haciendo uno de sus dramas y sacándome la lengua.—Pesado tú— le saqué la lengua yo también y nos echamos a reír.Como me tocaba volver sola a casa esa noche, no tarde en despedirme de todos y salir de la iglesia, papá y todas las personas mayores tenían una reunión con el líder, que no sabía muy bien a que venía, pero ellos eran así de raros. Simón no podía acompañarm
11 meses antes.Bosque de Brocklyn.Miguel Brown.—Mamá ya te dije que la chica está bien, sus padres la cuidan muy bien— le aseguré para qué se quedará tranquila— Déjame volver a casa, llevo un mes en este asqueroso bosque.—Que no, y no digas más que sus padres la cuidan, porque ellos no son sus padres— me regañó una vez más y mi oído comenzó a dolerme de tantos gritos que había escuchado en una noche.—Ok, ok— puse los ojos en blanco porque sabía que no me podía ver y solté una gran respiración pasando una mano por mi cabello para regalo un poco— Mañana te daré noticias, voy a buscar a Caleb que se me perdió.—Cuídala mucho y no regreses hasta estar seguro de que aún su gen no se ha reproducido lo suficiente.—Así será— le tiré un pequeño beso y colgué la llamada.
Laila Smith.—¿Laila, pero estás bien?— papá estaba delante de mi cama con una gran cara de preocupación.—Si papá, estoy bien— aseguré en un susurró entrecortado que logré gesticular, me sentía bien aunque no lo pareciera en ese momento.—¿Qué te pasó?— preguntó una vez más pasando su mano por mi pelo para acariciarme, pero yo no podía dejar de mirar mis manos y mi ropa llena de sangre.—No… No, no sé papá— niegue con la cabeza.Sus ojos examinaban todo mi cuerpo, pero yo solo miraba mis manos que tenían sangre seca y mi ropa que estaba igual o peor, ya que olía muy mal y estaba regada por varias partes.—Intenta recordar cariño, necesito que recuerdes algo por favor— estaba intentando ser paciente y no perder la calma delante de mí, lo podía oler.—No… No recuerdo nada— lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas sin parar.Por un largo rato solo estuvimos en silencio intentando tranquilizarme, papá me pedía una y ot
Laila SmithTodos estábamos reunidos en la sala de la casa, Miguel estaba a mi lado en el sofá mientras que Mario, Melody y la señora María estaban sentadas en diferentes sillones, hasta el chico Caleb estaba presente.—¿Estás segura de que quieres escuchar la historia Laila?— preguntó la señora María una vez más.Yo solté una larga respiración y me acomodó en el sofá para mirarla fijamente— Estoy segura de que quiero saber por qué maté a una persona inocente antes de que la culpa no me deje dormir.—Bueno Laila escucha bien— ella recogió su pelo en una pequeña coleta y se puso de pies para comenzar a hablar— Tú perteneces a una familia poco común, ustedes son personas muy extrañas que nacen para matar a sangre fría sin pensarlo y nosotros somos sus protectores— hizo una pausa y se detuvo a observar mi semblante que estaba serio intentando procesar todo lo que me estaba contado— ¿Estás bien?—Sí, estoy bien. Por favor continúa.