profesor Santana es reportado como desaparecido. Los últimos supieron de él, fueron sus alumnos de extra-curricular. Las autoridades están dispuestas a interrogarlos, mas ellos se anticipan a la investigación. Aseguran conocer el paradero del profesor. Doce alumnos, un maestro. Doce historias entrelazadas te harán reflexionar sobre la vida, la muerte y todo lo nos encontramos en camino.
Leer másEn La última enseñanza, fuimos cuidadosos con el trazo de la historia, e intentamos darle importancia especifica a cada uno de los personajes, procurando siempre un lazo entre ellos.Como autor, les digo, ha sido una labor sumamente complicada. Espero que el desgaste haya sido de su agrado.A Santana le obsequié algunos rasgos de carácter personal que no me he permitido en ninguna otra pieza. Ora por el momento en que trabajé con la novela. Ora porque caí en las redes de este profesor cincuentón que ve la vida desde un enfoque distinto.Confieso que me pensé más de una vez la relatoría de la muerte de Santana. Incluso, mientras redacto este epílogo, aún estoy en duda de si la dejo o no.Entiendo que el lector merece una escena memorable para
Siempre he tenido cierta fascinación por la muerte y lo que esta conlleva. Imagino un laberinto perpetuo donde podemos reflexionar sobre todo aquello que hicimos y dejamos de hacer a lo largo de nuestras vidas.¿En qué voy a pensar?, si en estas cinco décadas fui como quise ser… no hice lo que no quería.¿En quién he de pensar?Conozco la respuesta…¿Qué tan importante soy para ti?, mil veces preguntaste, y ahora que estoy tendido en el suelo, perdido a causa de estas pastillas que me guiarán a un eterno descanso, descifrarás el misterio.Tampoco es la gran cosa.Seguro recordarás más mi c
—¿A quién queremos engañar? La muerte de Victoria, la supuesta relación entre Sol y el profesor, la muerte de Darío y el escándalo con Benjamín, nos han servido para esconder el verdadero crimen del que todos formamos parte. Debíamos sacrificar a alguien para desviar la atención mientras nos reorganizábamos.—¡Miente! —suelta Faith.Sus manos tiemblan mientras llora. Hasta acá siento sus nervios.—Ya no es necesario, Faith. Incluso si queremos seguir…—Ese hombre es un violador… un asesino —arroja.Las voces se empalman entre sí hasta convertirse en mero ruido.Sin embargo, los rostros de mis colegas respetan una misma sintonía.Estoy acabado.—Eusebio nos ha tenido bajo amenaza de
—Fátima.—¿Por qué ella?—Porque es quien mejor entiende la esencia del colectivo.—No estoy muy convencido de ello.—Y para eso estoy yo.—Entiendo. Pero piensa… a Fátima ni siquiera le interesa la Gran Familia.—¿Y a ti?—Pues…—Ahí está el error. Te has encariñado mucho en los último días, Santana. El sentimiento es peligroso, lo fijamos desde el primer momento.—Sí, pero…—Pero nada. No podemos aflojar ahora que estamos tan cerca de nuestro objetivo.—¿En verdad es necesario todo esto?—¿Ves de lo que hablo? Has dedicado décadas enteras a la última enseñanza, no puedes cambiar de
—Darío no se suicidó. A mi hijo lo mataron.—¿Está segura de eso?—Completamente.La voz de Rebecca duele, pero el encargado del juzgado luce indiferente.¿En qué momento esto se convirtió en una tragedia?Era sábado, fumábamos hierba durante la sesión. De pronto el profesor se pone melancólico y ofrece una especie de despedida. Nosotros lloramos mucho, lo recuerdo, aunque íbamos confundidos. He de admitir que le sacaba cierta ventaja a mis amigos. Ellos estaban en otro planeta, yo al menos tenía los pies bien puestos en esta tierra que se mueve e insulta, me aprieta, y, sin darme cuenta, acabo como el re
—Tenemos que cuidarnos de María.—¿María?—La de Mauricio.—¿Qué con ella?—No lo sé, y eso es lo que me inquieta.Santana endulza su café mientras me obsequia una mirada imponente. Es su nueva forma de calmarse los nervios.—Ya casi termino el libro. Hay algunas cosas que quiero preguntarte.—Adelante.—¿Por qué yo?—Porque fuiste la última en unirte.Su respuesta me da duro en el orgullo.Creí, sin saber por qué, que aquello iba más allá del azar.—Bien.—¿Y?
El cielo que se nubla de repente, los autos que siguen su paso como ignorando que a las afueras del instituto yace sin vida el cuerpo de una niña.Algunos asegurarán no haber dado con ella, otros se defenderán diciendo que en la oficina hacen más falta que en el auxilio de alguien muerta.Sería distinto si la persona fuera su hija o su sobrina, pero Victoria no es familiar de estos sujetos. Por eso nadie se acerca ni le revisan el pulso, tampoco piden a gritos una ambulancia.Todos siguen su marcha con la naturalidad de una ciudad repleta de gente y carente de personas.
—¿Por qué sigues con ella?—Lo merezco.—No, no es así, Darío. Nadie merece estar al lado de una mentirosa.—¿Y tú cómo sabes lo que merezco? Ni siquiera me conoces, Verónica.—No necesito conocerte para darme cuenta. Solo mírate, se te cambia el semblante cada que hablamos de ella.—¿Tú qué sabes de esto? Anda y piérdete con Victoria, fenómeno.Quise golpearlo, mas me contuve. Soy de esas personas que gusta calzar zapato ajeno antes de juzgar.Darío la está pasando mal; necesita desahogarse.¿Quién soy yo para negarle la oportunidad? ¿Quién es él para desquitarse conmigo?
—Quisiera diseñar un beso para estar a tu lado, poder en mí la perfección: esa es tu belleza.—¿Cómo le haces?—¿Para qué?—Para escribir así. Yo tengo que tomarme treinta cafés para medio concentrarme, a ti las palabras te fluyen de forma natural.‘’No siempre ha sido así’’, quiero decirle. ‘’Todo se lo debo a él’’, agregar. Pero no puedo. No me atrevo. Sería negligente de mi parte quemar así a Santana.—No es cosa de otro mundo. Simplemente presto atención a todos los detalles.—¿Cada persona tiene una novela por vender?Volvemos a Santana.Eso lo dice siempre que nos atoramos en algún punto, y aunque todos se burlan, tiene razón.