Siempre he tenido cierta fascinación por la muerte y lo que esta conlleva. Imagino un laberinto perpetuo donde podemos reflexionar sobre todo aquello que hicimos y dejamos de hacer a lo largo de nuestras vidas.
¿En qué voy a pensar?, si en estas cinco décadas fui como quise ser… no hice lo que no quería.
¿En quién he de pensar?
Conozco la respuesta…
¿Qué tan importante soy para ti?, mil veces preguntaste, y ahora que estoy tendido en el suelo, perdido a causa de estas pastillas que me guiarán a un eterno descanso, descifrarás el misterio.
Tampoco es la gran cosa.
Seguro recordarás más mi c
En La última enseñanza, fuimos cuidadosos con el trazo de la historia, e intentamos darle importancia especifica a cada uno de los personajes, procurando siempre un lazo entre ellos.Como autor, les digo, ha sido una labor sumamente complicada. Espero que el desgaste haya sido de su agrado.A Santana le obsequié algunos rasgos de carácter personal que no me he permitido en ninguna otra pieza. Ora por el momento en que trabajé con la novela. Ora porque caí en las redes de este profesor cincuentón que ve la vida desde un enfoque distinto.Confieso que me pensé más de una vez la relatoría de la muerte de Santana. Incluso, mientras redacto este epílogo, aún estoy en duda de si la dejo o no.Entiendo que el lector merece una escena memorable para
El tiempo irrumpe mi sueño; el físico y el verdadero. No me doy cuenta y estoy en el carro, después en el instituto.Creo que es necesario hacer una pausa y hablarles un poco acerca de lo que soy… de lo que han hecho de mí.¿Mi vida es más inútil de lo que parece?Según mi madre, sí.¿No es jodido que la persona que debiera alimentar tu seguridad tenga como pasatiempo favorito arruinarla?Probablemente, pero en casa me están convenciendo de que todo es un juego.Tampoco es como que tenga la peor familia del mundo, ni que mis días estén llenos de dolor y sufrimiento. Hay momentos, incluso, en los que agradezco formar parte de ellos. Son las cinco de la mañana, cuando me detiene la policía. Cualquier otro chico de mi edad estaría de nervios, pero yo soy más del corte liviano. Veo las cosas por el lado positivo. Por ejemplo, tengo diecisiete años, aún soy juzgado como niño.¿Que he sido arrestado en más de una ocasión?¿Qué importa?Siempre ha sido por pleitos de barrio. La ley parece entender la relevancia moral que estos tienen, por eso los castiga de forma ligera. Quiero ser abogado.—¡Darío Serrano!Me llama la mujer de anchas caderas y voz apagada. Yo me acerco a la reja sin ofrecer respuesta. Sé que encontraré a mamá obsequiándole una sonrisa al polic&DARÍO
Si las paredes hablaran, dirían tantas cosas sobre mí. Contarían a propios y extraños mis problemas alimenticios, miles sabrían de mis fetiches sexuales que alguna relación deben de tener con el divorcio de mis padres. Mis juegos acabarían en la basura, sería una mentirosa más. Afortunadamente no hablan, de lo contrario, sabrían que acabo de liarme con otro tipo casado.Mi nombre es Victoria. Nací hace dieciséis años, en Argentina, pero llevo quince gastándomela en esta ciudad de confusas pretensiones. Tuve una infancia aburrida, o al menos eso creía. Mis padres abandonaron la celeste y blanca pensando que acá se vivía mejor. Pobres ilusos. Pobre mamá. Papá halló consuelo en moteles baratos, acariciando a mujeres caras. Mamá se resignó.—&iqu
—¡Estás loca!—¿Se te ocurre un mejor plan?La frialdad de esta mujer me congela las venas. Pretende tener al niño y luego dejarlo en uno de esos centros de adopción de baja reputación. Donde no te piden papeles porque no están interesados en hallarles hogar, sino cuerpos dónde depositar sus órganos a cambio de una gran cantidad de dinero.—Aunque…—¿Qué?—Quizás haya otra posibilidad.—¿Cuál?—¿Recuerdas a Fátima?—¿La de Darío?—Ella.—¿Qué con ella?—Está de nervios porque siente que pierde a Darío. Quiere un plan para amarrarlo. Ha intentado embarazarse, pero…<
—Le diré la verdad a Darío.—¡No puedes hacer eso!—Claro que puedo. ¿Para qué lo quiero conmigo, si no le quita la mirada de encima a Faith?—Yo puedo encargarme de eso.—¿Perdón?—Puedo asegurarme de que Darío no te deje.—No se trata de eso, María.—Te seré franca. Me importa un carajo si te quedas o no con ese idiota, pero nuestro trato lo respetas.—No puedes obligarme.—¿Quieres que todos se enteren de la Gran Familia?—¿Cómo…?—¡Ah!—¿María?La llamada termina porque un dolor en el vientre me deja cara a cara contra el suelo. Me las arreglo para ir al médico sin que aba
Cada que me toca defenderme, recurro a la barata excusa de siempre: la de papá y su abandono; mamá y su indiferencia. Cabe también mi obsesión por este chico del que me enamoré sin tener derecho a hacerlo. Por ser el novio de mi mejor amiga, por formar parte de ese círculo tan dañino: mundo del que no he podido salir, bien porque no puedo, pero también porque no quiero.Soy mayor que Faith y que Darío. A ella la conocí en uno de esos retiros a los que la mayoría vamos para hacer amistades, aunque en Faith siempre existió un compromiso real. A él… bueno. Lo conocí por ella, y antes de saberle el nombre le tatué mis labios en su entrepierna.Mentiría si les digo que entonces me sentí culpable.Supuse que era cosa de un rato, pero no. Para cuando acordamos, ya estábamos enamora
—¿Tanto te están presionando?—Más de lo que imaginas.—Quizás sea una trampa. No puedes tomar esta decisión tan a la ligera.—Incluso si hablamos de una trampa, la compañía corre peligro. Tengo que ver por el colectivo, no se trata solo de mí.Nunca había visto a Santana tan preocupado. Lo que me parece extraño es el motivo.¿Tanto poder tiene esa niña?O quizás no es una cliente…¿Y si se trata de un miembro?Imposible.Intento pensar en otras cosas. Enciendo un cigarrillo y le marcó a Victoria. No me contesta. Le llamo a Cristina… tampoco.¿Fátima?Último capítulo