MARÍA

—Le diré la verdad a Darío.

—¡No puedes hacer eso!

—Claro que puedo. ¿Para qué lo quiero conmigo, si no le quita la mirada de encima a Faith?

—Yo puedo encargarme de eso.

—¿Perdón?

—Puedo asegurarme de que Darío no te deje.

—No se trata de eso, María.

—Te seré franca. Me importa un carajo si te quedas o no con ese idiota, pero nuestro trato lo respetas.

—No puedes obligarme.

—¿Quieres que todos se enteren de la Gran Familia?

—¿Cómo…?

—¡Ah!

—¿María?

La llamada termina porque un dolor en el vientre me deja cara a cara contra el suelo. Me las arreglo para ir al médico sin que abajo se enteren de mi situación.

—Lo siento mucho, señorita.

—¿Perdón?

—Su bebé.

Me resulta fácil llorar.

Mis problemas están resueltos; no quepo de la emoción.

Igual tengo que cambiar la sonrisa por lamento.

No vaya a pensar el médico que esta humilde señorita es una sangre fría.

Me lo quiero quiero llevar a la cama, y los hombres no se acuestan con perras declaradas.

Por eso me monto en el papel y me sale bien.

Voy camino a su casa… esta noche festejo con él.

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