A través de la ventanilla del carruaje, apenas iluminada por la tenue luz de la luna, vi a lo lejos cómo Enzo se transformaba en su forma de lobo.Su pelaje oscuro como la noche brillaba bajo la lluvia mientras emprendía su camino hacia el bosque, alejándose de mí sin mirar atrás.El carruaje siguió avanzando hacia el castillo, pero yo apenas sentía su movimiento.Mi corazón pesaba demasiado.Lloraba en silencio, desgarrada por la discusión que habíamos tenido.Las palabras de Enzo retumbaban en mi cabeza una y otra vez, tan frías, tan dolidas.Pensaba en lo dura y obstinada que había sido con él.Después de todo lo que había hecho por mí, de todo el riesgo que había asumido solo para ayudarme…¿Y así era como le pagaba?Me odiaba por haberle causado ese dolor.Me odiaba más aún por saber que en el fondo, él creía que volver a ver a Dante había removido algo dentro de mí.¡Nada más alejado de la realidad!Si algo había sentido, era repulsión.Cuando llegamos al castillo, bajé del carr
en el castillo de la manada Luna Roja, la violencia estallaba.Dante, incapaz de tolerar la insolencia de nadie —y mucho menos de Freya, a quien siempre había visto como un objeto de su propiedad—, la sujetó brutalmente del cabello. Sin piedad, le propinó un puñetazo que la lanzó contra el suelo.—¡Te pregunté qué fue lo que hiciste! —bramó fuera de sí—. ¡Habla, estúpida!Freya, con la mejilla ensangrentada y los ojos llenos de odio, apenas podía ponerse de pie.—¿Me golpeas por esa basura a quien tú mismo rechazaste para ser tu Luna? —gritó con voz quebrada—. ¡Ahora me lastimas por ella!Dante la tomó nuevamente, sacudiéndola como si fuera una muñeca de trapo.—Mis órdenes fueron claras, Freya —gruñó entre dientes apretados—. ¡Te dije que no la mataras! ¡Y tuviste la osadía de desobedecerme!Su voz era un látigo implacable que rebotaba en las paredes mientras la seguía golpeando sin control.—¡Estoy esperando que hables!Finalmente, Freya, en un arranque de rabia y desesperación, gri
Cuando regresé al castillo, uno de los guardias se acercó rápidamente.—Mi lord… Madeleine ha salido.Supe en ese instante que algo no andaba bien. Un mal presentimiento me golpeó en el pecho.—¿Adónde demonios habrá ido esta vez? —gruñí en voz alta, sin poder controlar el enojo y la preocupación que me hervían por dentro.No perdí tiempo. Me interné en el bosque, ignorando la lluvia torrencial que no daba tregua.Esa mujer me estaba volviendo loco.Era tan obstinada…Tan salvajemente libre.En eso era completamente diferente a Isabella, quien siempre fue dócil, obediente, dispuesta a seguir cada indicación sin chistar.Madeleine, en cambio, era un huracán imposible de controlar.Y esa diferencia maldita era la que me estaba destruyendo por dentro, la que alimentaba la confusión que ya no podía acallar.¿A quién amaba realmente?¿A la mujer que había perdido?¿O a esta nueva versión de ella, idéntica por fuera, pero tan distinta en esencia?No quería pensar en eso ahora.Solo quería e
Madeline.Hoy sería el día más importante de mi vida.El día en que mi destino cambiaría para siempre.Frente al espejo, observé mi reflejo con el corazón latiéndome en el pecho. No podía creer que esa joven que me devolvía la mirada fuera yo.Mi piel parecía más luminosa que nunca, como si el brillo en mis ojos iluminara cada rincón de la habitación. El vestido blanco se ceñía perfectamente a mi figura, con finos bordados que parecían entrelazarse como raíces de plata sobre la tela. Mi cabello caía en una trenza suelta, adornada con pequeñas flores que relucían como estrellas.Era como si en ese momento todo lo malo hubiera quedado atrás. Los miedos, las dudas… nada importaba.Hoy me casaría con Dante.Sentí un nudo en la garganta al pensar en él. El alfa de nuestra manada… fuerte, imponente y protector. Desde que éramos niños había sentido algo especial por él, y aunque nuestras vidas nos habían llevado por caminos distintos, el destino terminó por unirnos.Por fin sería su compañer
Madeline. El sonido de una puerta crujiendo me sacó del letargo en el que estaba sumida. Mi cabeza latía como si me hubieran golpeado con una piedra, y el ardor en mis muñecas me recordaba que seguían atadas.Traté de moverme, pero el entumecimiento me lo impidió. Entonces la vi… Freya estaba de pie frente a mí, con una sonrisa burlona que me heló la sangre.—Vaya… por fin nuestra novia fugitiva despertó —se mofó con tono venenoso.Mi mirada se dirigió a la figura que estaba detrás de ella. Dante. Mi prometido. Mis labios temblaron y mi voz apenas salió.—¿Ustedes…? —balbuceé, incrédula—. ¿Ustedes están detrás de esto?—Por supuesto, estúpida —se burló Freya—. Lo planeamos juntos.El impacto me dejó sin aire.—No… no puede ser —murmuré—. ¿Por qué? ¿Por qué me están haciendo esto? Tú eres mi hermana… Y tú… tú eras el hombre con el que iba a casarme…La sonrisa de Freya se ensanchó con crueldad.—¿Hermana? —espetó con desprecio—. Tú y yo no somos nada. La hija del beta siempre fuiste t
Enzo.El aire de la noche me golpeó de frente. Había decidido salir a cazar porque las malditas pesadillas no me dejaban dormir. Se repetían en mi mente cada noche, atormentándome con la misma escena: la noche en que perdí a Isabella. Ella había salido de la manada después de nuestra discusión, y yo, consumido por mi orgullo, no salí a buscarla hasta que ya era demasiado tarde. La encontramos destrozada, violada y muerta. El recuerdo de ese momento me perseguía cada noche, y las pesadillas me atormentaban sin cesar.Desde entonces, mi existencia se convirtió en una guerra. Luché para que mi manada fuera la más poderosa, hasta convertirme en lo que ahora soy: el alfa oscuro. Mi objetivo era claro: vengarme de aquel que me arrebató a Isabella y destrozarlo con mis propias manos.Estaba perdido en mis pensamientos cuando, a lo lejos, vislumbré un fuego hambriento devorándolo todo a su paso. El terror se aferró a mis entrañas como garras afiladas. Otra vida a punto de ser consumida.—¡Mué
Madeline. La maldad de mi hermanastra no tenía límites.Cuando el caos terminó y el fuego consumió lo que una vez fue mi refugio, ella regresó con sus esbirros para asegurarse de que no quedara rastro alguno que evidenciara su culpabilidad. Freya no era una tonta; sabía que si Dante descubría la verdad, si se enteraba de que me había asesinado, iría contra ella con toda su furia. Sus órdenes habían sido claras: solo desterrarme, apartarme de su camino sin derramar sangre. Pero ella nunca acataba las reglas, no cuando podía salirse con la suya.—Limpien todo —ordenó con su tono gélido y autoritario—. Que no quede evidencia de lo que ha pasado aquí.—Así será, mi Luna —respondieron al unísono sus hombres, inclinando la cabeza en señal de respeto.Freya los recorrió con la mirada, su expresión era la de una fiera que ha conseguido su ansiada presa.—Más les vale —advirtió, su voz impregnada de veneno—. Porque si cometen el error de hablar… si a alguno de ustedes se le ocurre abrir la bo
Mi padre luchaba con todas sus fuerzas, tratando de liberarse de las garras de Dante, que lo sujetaban con fiereza. Su cuerpo se sacudía violentamente, intentando zafarse, pero la fuerza del otro era abrumadora. Respiraba con dificultad, su pecho subía y bajaba erráticamente, luchando por llevar aire a sus pulmones.—¡Déjame, maldito! —gruñó, forcejeando con desesperación.Pero Dante no tenía intención de soltarlo. Su rostro estaba desencajado, sus ojos inyectados en sangre reflejaban furia y determinación.—Eres un estorbo… —susurró entre dientes.Y, sin dudarlo, hundió sus garras en la garganta de mi padre.Un chorro de sangre brotó de la herida, empapando sus manos. El cuerpo de mi padre se estremeció antes de caer pesadamente al suelo, con los ojos abiertos, fijos en un punto vacío.Dante respiraba agitadamente, sus manos temblaban mientras observaba el cadáver.—¡Maldita sea! ¿Por qué tuviste que venir aquí? —bramó, con una mezcla de ira y desesperación.Freya, a su lado, observa