La noche era como un presagio, fría y silenciosa, mientras los tambores sonaban para dar la bienvenida a los alfas, betas y guerreros de élite de las diferentes manadas. El ambiente estaba cargado de tensión, como si el aire mismo contuviera el aliento ante lo que se avecinaba.Yo avanzaba con la frente en alto y los ojos de un depredador, fijos en un solo objetivo: el bastardo de Dante, quien se pavoneaba como si el mundo le perteneciera. Freya, esa maldita llena, estaba junto a él con esa sonrisa cubierta de hipocresía. Eran tal para cual, una horrible pareja que, por fortuna, esa noche empezaría a recibir su merecido. Cada paso que daba era firme, calculado, como si mi sola presencia bastara para quebrar el suelo bajo sus pies.Mi presencia imponía. No era común ver al alfa oscuro en las celebraciones de la alta élite, pero esa vez tenía que estar allí, hacerme presente y demostrar mi poderío. La sala se tornó más silenciosa, como si mi sombra se extendiera por cada rincón.Los mur
Cuando mi loba quería salir a la superficie, era muy difícil detenerla. Era tan testaruda como yo. Pensé que todo estaría perdido y que todo nuestro esfuerzo se echaría a perder si ella se abalanzaba contra Freya. Pero, como siempre, Enzo llegó al rescate: al percatarse de mi estado, se hizo presente de inmediato.—Cariño, debes tranquilizarte. No es momento para que Mira salga a la superficie —me dijo Enzo a través del enlace mental.—Eso díselo a ella; está tan terca que no entiende de razones.—Mira, ya basta. Estás poniendo en peligro la misión; tú debes proteger a Madeleine, no ponerla en riesgo —la reprendió Enzo con severidad.El aura de Enzo era impresionante. Mi loba, por más rebelde que fuera, terminó por retirarse a un lugar apartado de mi mente.—¡Gracias! Otra vez me salvaste.—Sabes que haría lo que fuera por ti. Pero, ¿cómo te sientes? ¿Estás lista para continuar con lo que viene?—No te preocupes, Enzo. Lo estoy —contesté.En ese instante, nuestros ojos se cruzaron. No
Desde donde estaba, podía ver cómo el ambiente de la celebración se tornaba tenso y hostil.Los invitados comenzaron a dispersarse tras la bochornosa escena protagonizada por Freya, quien continuaba gritando como una desquiciada, incapaz de controlar sus emociones.Intenté comunicarme mentalmente con Madeleine, pero el enlace estaba bloqueado, lo cual disparó todas mis alarmas.Algo no estaba bien.Busqué su presencia entre la multitud, moviéndome con cautela para no levantar sospechas, pero no lograba encontrarla.El beta de Dante, evidentemente nervioso, intentaba calmar a los invitados, repitiendo excusas baratas sobre los nervios de Freya y la tristeza por la pérdida de sus padres.Mentiras que nadie creía.Los murmullos se extendían como pólvora y las miradas de burla eran imposibles de ocultar.Mientras tanto, Dante, visiblemente molesto, prácticamente arrastraba a Freya fuera del salón, haciendo un esfuerzo patético por mantener las apariencias.No podía perder más tiempo.Me c
A través de la ventanilla del carruaje, apenas iluminada por la tenue luz de la luna, vi a lo lejos cómo Enzo se transformaba en su forma de lobo.Su pelaje oscuro como la noche brillaba bajo la lluvia mientras emprendía su camino hacia el bosque, alejándose de mí sin mirar atrás.El carruaje siguió avanzando hacia el castillo, pero yo apenas sentía su movimiento.Mi corazón pesaba demasiado.Lloraba en silencio, desgarrada por la discusión que habíamos tenido.Las palabras de Enzo retumbaban en mi cabeza una y otra vez, tan frías, tan dolidas.Pensaba en lo dura y obstinada que había sido con él.Después de todo lo que había hecho por mí, de todo el riesgo que había asumido solo para ayudarme…¿Y así era como le pagaba?Me odiaba por haberle causado ese dolor.Me odiaba más aún por saber que en el fondo, él creía que volver a ver a Dante había removido algo dentro de mí.¡Nada más alejado de la realidad!Si algo había sentido, era repulsión.Cuando llegamos al castillo, bajé del carr
en el castillo de la manada Luna Roja, la violencia estallaba.Dante, incapaz de tolerar la insolencia de nadie —y mucho menos de Freya, a quien siempre había visto como un objeto de su propiedad—, la sujetó brutalmente del cabello. Sin piedad, le propinó un puñetazo que la lanzó contra el suelo.—¡Te pregunté qué fue lo que hiciste! —bramó fuera de sí—. ¡Habla, estúpida!Freya, con la mejilla ensangrentada y los ojos llenos de odio, apenas podía ponerse de pie.—¿Me golpeas por esa basura a quien tú mismo rechazaste para ser tu Luna? —gritó con voz quebrada—. ¡Ahora me lastimas por ella!Dante la tomó nuevamente, sacudiéndola como si fuera una muñeca de trapo.—Mis órdenes fueron claras, Freya —gruñó entre dientes apretados—. ¡Te dije que no la mataras! ¡Y tuviste la osadía de desobedecerme!Su voz era un látigo implacable que rebotaba en las paredes mientras la seguía golpeando sin control.—¡Estoy esperando que hables!Finalmente, Freya, en un arranque de rabia y desesperación, gri
Cuando regresé al castillo, uno de los guardias se acercó rápidamente.—Mi lord… Madeleine ha salido.Supe en ese instante que algo no andaba bien. Un mal presentimiento me golpeó en el pecho.—¿Adónde demonios habrá ido esta vez? —gruñí en voz alta, sin poder controlar el enojo y la preocupación que me hervían por dentro.No perdí tiempo. Me interné en el bosque, ignorando la lluvia torrencial que no daba tregua.Esa mujer me estaba volviendo loco.Era tan obstinada…Tan salvajemente libre.En eso era completamente diferente a Isabella, quien siempre fue dócil, obediente, dispuesta a seguir cada indicación sin chistar.Madeleine, en cambio, era un huracán imposible de controlar.Y esa diferencia maldita era la que me estaba destruyendo por dentro, la que alimentaba la confusión que ya no podía acallar.¿A quién amaba realmente?¿A la mujer que había perdido?¿O a esta nueva versión de ella, idéntica por fuera, pero tan distinta en esencia?No quería pensar en eso ahora.Solo quería e
Madeline.Hoy sería el día más importante de mi vida.El día en que mi destino cambiaría para siempre.Frente al espejo, observé mi reflejo con el corazón latiéndome en el pecho. No podía creer que esa joven que me devolvía la mirada fuera yo.Mi piel parecía más luminosa que nunca, como si el brillo en mis ojos iluminara cada rincón de la habitación. El vestido blanco se ceñía perfectamente a mi figura, con finos bordados que parecían entrelazarse como raíces de plata sobre la tela. Mi cabello caía en una trenza suelta, adornada con pequeñas flores que relucían como estrellas.Era como si en ese momento todo lo malo hubiera quedado atrás. Los miedos, las dudas… nada importaba.Hoy me casaría con Dante.Sentí un nudo en la garganta al pensar en él. El alfa de nuestra manada… fuerte, imponente y protector. Desde que éramos niños había sentido algo especial por él, y aunque nuestras vidas nos habían llevado por caminos distintos, el destino terminó por unirnos.Por fin sería su compañer
Madeline. El sonido de una puerta crujiendo me sacó del letargo en el que estaba sumida. Mi cabeza latía como si me hubieran golpeado con una piedra, y el ardor en mis muñecas me recordaba que seguían atadas.Traté de moverme, pero el entumecimiento me lo impidió. Entonces la vi… Freya estaba de pie frente a mí, con una sonrisa burlona que me heló la sangre.—Vaya… por fin nuestra novia fugitiva despertó —se mofó con tono venenoso.Mi mirada se dirigió a la figura que estaba detrás de ella. Dante. Mi prometido. Mis labios temblaron y mi voz apenas salió.—¿Ustedes…? —balbuceé, incrédula—. ¿Ustedes están detrás de esto?—Por supuesto, estúpida —se burló Freya—. Lo planeamos juntos.El impacto me dejó sin aire.—No… no puede ser —murmuré—. ¿Por qué? ¿Por qué me están haciendo esto? Tú eres mi hermana… Y tú… tú eras el hombre con el que iba a casarme…La sonrisa de Freya se ensanchó con crueldad.—¿Hermana? —espetó con desprecio—. Tú y yo no somos nada. La hija del beta siempre fuiste t