3. Matame, por favor

Samira

Miedo. 

El miedo se mueve dentro de mí como si de una masa viscosa se tratara y termina absorbiendome por completo. 

Puedo sentir la cercanía del hombre, aunque no lo veo se que su rostro está muy cerca del mío y eso hace que los latidos de mi corazón vayan desbocados dentro de mi pecho.

—No… Yo no le pertenezco, usted no puede…

—Claro que puedo, porque yo te he comprado, querida, ahora eres mía —el aliento de Amir roza mis labios y siento como la cabeza me da vueltas, mientras que mis manos se cierran en puños sobre la sábana de la camilla.

Nunca antes en mi vida había estado tan cerca de un hombre y no se si el hecho de que no pueda verlo es una maldición o una bendición.

Puedo sentir el nudo en mi garganta haciéndose cada vez más grande, mientras que el miedo, la angustia y la desesperación se van apoderando cada vez más de mí.

—Mientes —digo con los dientes apretados. Aunque sé que eso solo podría empeorar mi situación, pero no puedo contenerme—. Mi padre nunca me habría vendido, no importa los problemas de dinero que tuviéramos, él … él me amaba.

Mi voz se rompe al momento de decir la última frase y finalmente siento como dos lágrimas gruesas descienden por mis mejillas y de inmediato me llevo una mano al rostro para secarme.

Lo último que necesito es llorar delante de un hombre como este, al que no le importa en lo más mínimo mi vida y mucho menos mis sentimientos.

Sin embargo, sus siguientes palabras dan un giro de 180 grados a todo lo que pensaba, dejándome completamente desamparada y rompiendo la poca esperanza que me quedaba.

—Puede que tu padre te amara, princesa, pero al parecer su esposa no sentía lo mismo.

Frío. 

Todo a mi alrededor se siente frío mientras que las palabras de Amir Rahal calan hondo en mi mente y el peso y la resolución de lo que estas significan se asientan en mi pecho y terminan de romper mi pobre corazón: 

Ella me ha abandonado, me ha entregado a este hombre como si no fuera más que una carga.

—¿Qué… Qué fue lo que hizo? —pregunto en un susurro tan bajo que por un momento creo que no me ha escuchado.

Sin embargo, doy un respingo cuando la cama a mi lado se hunde y siento como una mano grande y varonil acaricia mis mejillas con los nudillos consiguiendo que me quede totalmente petrificada en mi lugar. 

Nunca un hombre me había tocado.

No está permitido. No se puede. ¡NO DEBE TOCARME!

Es pecado, ¡Es un delito! 

Las palabras se enredan por salir de mis labios, pero es como si se evaporara en la punta de mi lengua.  

Mi cuerpo entero lo siento rígido y los latidos de mi corazón van tan rápido que incluso me duele el pecho.

—Te vendió —contesta finalmente él, haciéndome saber que si me había escuchado—. La dulce Sujen ha recibido una jugosa suma de dinero a cambio de entregarte a mi con todos los documentos de ley, lo que se traduce en que ahora mismo, princesa, me perteneces con todas las de la ley.

Vendida, he sido vendida...En ese momento ya no puedo contenerlo más y un sollozo sale desde lo más profundo de mi garganta demostrando lo rota que estoy. 

Lo vacía que me siento. 

No puedo creer que ella me haya vendido, sin importar que no nos lleváramos bien, era mi madrastra, la esposa de mi padre y ahora no tengo nada, ni siquiera libertad.

Giro el rostro hacia el lugar donde creo que se encuentra Amir y con la voz rota y entrecortada por el llanto, hago la pregunta que está atascada en mi mente.

—¿Por qué? —digo y no puedo evitar que la rabia y la desesperación se filtren en mis palabras—. ¿Por qué me querría llevar con usted? Yo… Yo no tengo nada, ¡No soy más que una chica ciega que no vale nada!

Por un instante la habitación se queda sumida en el silencio.

Simplemente se escucha mi respiración acelerada y creo que él va a irse y dejarme en paz, pero entonces todos los vellos de mi cuerpo se erizan cuando en las paredes, mi mente y mi cuerpo entero se siente el gruñido aterrador que Amir deja salir y me deja totalmente paralizada en mi lugar.

Ni siquiera tengo tiempo de encogerme en mi lugar del miedo que siento, cuando una mano grande y áspera, la misma que hace unos segundos me dejó una caricia en la mejilla, ahora me sostiene con fuerza el rostro consiguiendo que el pánico se haga mayor dentro de mi y por primera vez en mucho tiempo el pensamiento de lo que sería morir atravesara mi mente.

—Lo que yo quiera hacer contigo es mi maldito problema, y te recomiendo, princesa, que si quieres mantenerte con vida te acostumbres a morderte la m*****a lengua y obedecerme, pues ahora mismo soy lo único que evita que termines siendo comida para los gusanos.

Sus palabras se enredan en mi mente y me dejan más confundida de lo que ya estaba. 

La situación por completo me supera y siento como mi cuerpo entero ha comenzado a temblar de manera histérica. 

Las heridas me siguen doliendo horrores y aunque no me puedo ver, sé que debo verme desastrosa.  

La cabeza ha comenzado a punzar de forma insistente y no se si es por el accidente o debido al miedo.

Lo que sí sé, lo único que tengo claro, es que nada bueno debe esperarme al irme con este hombre, mucho menos si ha sido Sujen la que me ha vendido a él. 

Entonces, antes de que pueda conectar el cerebro con mi boca, dejo salir las palabras que he estado pensando desde el momento en que me ha dicho que me han vendido, que ahora soy una pertenencia.

—Matame—la palabra sale como una plegaria de mis labios y creo haber escuchado que él retiene la respiración con fuerza, pero no estoy segura y tampoco me importa—. Por favor, solo matame y  acaba conmigo, te lo ruego, yo…yo…

—No.

La respuesta llegó tan afilada como un cuchillo y terminó de romper lo poco que quedaba de mí, consiguiendo que el llanto salga desesperado de mis labios.

Nuevamente siento como aquella mano se posa en mi rostro y me quedo de piedra y más confundida que nunca ante la delicadeza con que sus dedos empiezan a limpiar mis lágrimas. Es… Es casi como si se tratara de dos personas en una misma. 

Mi cuerpo entero se ha quedado muy quieto mientras que sus dedos recogen mis lágrimas y entonces, la respiración se me atasca cuando siento su aliento cálido y con un ligero aroma a whisky y tabaco rozarme los labios antes de decir:

—Odiame, eres libre de hacerlo, princesa. Pero aunque ahora no te lo parezca, te aseguro que yo no soy el villano de tu historia.

Antes de que pueda tener oportunidad de reponerme y preguntarle qué quiere decir con eso, escucho como la puerta es abierta y una nueva voz, también de hombre, llega a mis oídos.

—Amir, ya está todo listo.

Esas palabras, esas simples palabras desestabilizan todo mi interior, en especial cuando siento un beso tibio ser dejado en mi frente antes de que Amir me cubra con lo que creo que es su abrigo y susurre muy cerca de mi oído:

—Ha llegado el momento de llevarte a casa, princesa.

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