Samira
Miedo.
El miedo se mueve dentro de mí como si de una masa viscosa se tratara y termina absorbiendome por completo.
Puedo sentir la cercanía del hombre, aunque no lo veo se que su rostro está muy cerca del mío y eso hace que los latidos de mi corazón vayan desbocados dentro de mi pecho.
—No… Yo no le pertenezco, usted no puede…
—Claro que puedo, porque yo te he comprado, querida, ahora eres mía —el aliento de Amir roza mis labios y siento como la cabeza me da vueltas, mientras que mis manos se cierran en puños sobre la sábana de la camilla.
Nunca antes en mi vida había estado tan cerca de un hombre y no se si el hecho de que no pueda verlo es una maldición o una bendición.
Puedo sentir el nudo en mi garganta haciéndose cada vez más grande, mientras que el miedo, la angustia y la desesperación se van apoderando cada vez más de mí.
—Mientes —digo con los dientes apretados. Aunque sé que eso solo podría empeorar mi situación, pero no puedo contenerme—. Mi padre nunca me habría vendido, no importa los problemas de dinero que tuviéramos, él … él me amaba.
Mi voz se rompe al momento de decir la última frase y finalmente siento como dos lágrimas gruesas descienden por mis mejillas y de inmediato me llevo una mano al rostro para secarme.
Lo último que necesito es llorar delante de un hombre como este, al que no le importa en lo más mínimo mi vida y mucho menos mis sentimientos.
Sin embargo, sus siguientes palabras dan un giro de 180 grados a todo lo que pensaba, dejándome completamente desamparada y rompiendo la poca esperanza que me quedaba.
—Puede que tu padre te amara, princesa, pero al parecer su esposa no sentía lo mismo.
Frío.
Todo a mi alrededor se siente frío mientras que las palabras de Amir Rahal calan hondo en mi mente y el peso y la resolución de lo que estas significan se asientan en mi pecho y terminan de romper mi pobre corazón:
Ella me ha abandonado, me ha entregado a este hombre como si no fuera más que una carga.
—¿Qué… Qué fue lo que hizo? —pregunto en un susurro tan bajo que por un momento creo que no me ha escuchado.
Sin embargo, doy un respingo cuando la cama a mi lado se hunde y siento como una mano grande y varonil acaricia mis mejillas con los nudillos consiguiendo que me quede totalmente petrificada en mi lugar.
Nunca un hombre me había tocado.
No está permitido. No se puede. ¡NO DEBE TOCARME!
Es pecado, ¡Es un delito!
Las palabras se enredan por salir de mis labios, pero es como si se evaporara en la punta de mi lengua.
Mi cuerpo entero lo siento rígido y los latidos de mi corazón van tan rápido que incluso me duele el pecho.
—Te vendió —contesta finalmente él, haciéndome saber que si me había escuchado—. La dulce Sujen ha recibido una jugosa suma de dinero a cambio de entregarte a mi con todos los documentos de ley, lo que se traduce en que ahora mismo, princesa, me perteneces con todas las de la ley.
Vendida, he sido vendida...En ese momento ya no puedo contenerlo más y un sollozo sale desde lo más profundo de mi garganta demostrando lo rota que estoy.
Lo vacía que me siento.
No puedo creer que ella me haya vendido, sin importar que no nos lleváramos bien, era mi madrastra, la esposa de mi padre y ahora no tengo nada, ni siquiera libertad.
Giro el rostro hacia el lugar donde creo que se encuentra Amir y con la voz rota y entrecortada por el llanto, hago la pregunta que está atascada en mi mente.
—¿Por qué? —digo y no puedo evitar que la rabia y la desesperación se filtren en mis palabras—. ¿Por qué me querría llevar con usted? Yo… Yo no tengo nada, ¡No soy más que una chica ciega que no vale nada!
Por un instante la habitación se queda sumida en el silencio.
Simplemente se escucha mi respiración acelerada y creo que él va a irse y dejarme en paz, pero entonces todos los vellos de mi cuerpo se erizan cuando en las paredes, mi mente y mi cuerpo entero se siente el gruñido aterrador que Amir deja salir y me deja totalmente paralizada en mi lugar.
Ni siquiera tengo tiempo de encogerme en mi lugar del miedo que siento, cuando una mano grande y áspera, la misma que hace unos segundos me dejó una caricia en la mejilla, ahora me sostiene con fuerza el rostro consiguiendo que el pánico se haga mayor dentro de mi y por primera vez en mucho tiempo el pensamiento de lo que sería morir atravesara mi mente.
—Lo que yo quiera hacer contigo es mi maldito problema, y te recomiendo, princesa, que si quieres mantenerte con vida te acostumbres a morderte la m*****a lengua y obedecerme, pues ahora mismo soy lo único que evita que termines siendo comida para los gusanos.
Sus palabras se enredan en mi mente y me dejan más confundida de lo que ya estaba.
La situación por completo me supera y siento como mi cuerpo entero ha comenzado a temblar de manera histérica.
Las heridas me siguen doliendo horrores y aunque no me puedo ver, sé que debo verme desastrosa.
La cabeza ha comenzado a punzar de forma insistente y no se si es por el accidente o debido al miedo.
Lo que sí sé, lo único que tengo claro, es que nada bueno debe esperarme al irme con este hombre, mucho menos si ha sido Sujen la que me ha vendido a él.
Entonces, antes de que pueda conectar el cerebro con mi boca, dejo salir las palabras que he estado pensando desde el momento en que me ha dicho que me han vendido, que ahora soy una pertenencia.
—Matame—la palabra sale como una plegaria de mis labios y creo haber escuchado que él retiene la respiración con fuerza, pero no estoy segura y tampoco me importa—. Por favor, solo matame y acaba conmigo, te lo ruego, yo…yo…
—No.
La respuesta llegó tan afilada como un cuchillo y terminó de romper lo poco que quedaba de mí, consiguiendo que el llanto salga desesperado de mis labios.
Nuevamente siento como aquella mano se posa en mi rostro y me quedo de piedra y más confundida que nunca ante la delicadeza con que sus dedos empiezan a limpiar mis lágrimas. Es… Es casi como si se tratara de dos personas en una misma.
Mi cuerpo entero se ha quedado muy quieto mientras que sus dedos recogen mis lágrimas y entonces, la respiración se me atasca cuando siento su aliento cálido y con un ligero aroma a whisky y tabaco rozarme los labios antes de decir:
—Odiame, eres libre de hacerlo, princesa. Pero aunque ahora no te lo parezca, te aseguro que yo no soy el villano de tu historia.
Antes de que pueda tener oportunidad de reponerme y preguntarle qué quiere decir con eso, escucho como la puerta es abierta y una nueva voz, también de hombre, llega a mis oídos.
—Amir, ya está todo listo.
Esas palabras, esas simples palabras desestabilizan todo mi interior, en especial cuando siento un beso tibio ser dejado en mi frente antes de que Amir me cubra con lo que creo que es su abrigo y susurre muy cerca de mi oído:
—Ha llegado el momento de llevarte a casa, princesa.
Samira El aturdimiento al sentir sus labios en mi frente no me deja pensar y el hecho de no poder ver consigue que la sorpresa sea mucho mayor cuando siento como sus manos se van a mis piernas y cintura y me toma en brazos, consiguiendo que deje salir un grito, mitad sorpresa y mitad dolor, pues aún me duele todo el cuerpo por el accidente. No quiero ni imaginar cómo debo verme en estos momentos. —Lo siento, princesa, pero debo sacarte de aquí asi que vas a tener que aguantarte el dolor por un momento. Las ganas de responderle con cientos de improperios me está comiendo viva, pero sé que eso solo me va a traer más problemas, pues aunque no lo pueda ver si que he escuchado hablar de él, su fama recorre todo el medio oriente y esa no es precisamente la de un un hombre amable y cariñoso, no, de hecho es todo lo contrario. Por lo que me limito a apretar los labios con fuerza mientras él comienza a caminar conmigo en brazos. Aunque si soy sincera, cada una de las veces que escuché
Amir Mis ojos se fueron de inmediato a las mujeres enfrente de mí y quise golpearme de bruces contra una pared nada más verlas. Amina, Maya y Haifa, son algo así como mis mujeres recurrentes, las tres lo sabían y ninguna ponía problema al respecto. De hecho, las tengo viviendo en una de mis propiedades, tenemos una relación que disfrutamos los tres y donde no tengo a nadie atrás poniendome problemas. En nuestra cultura no hay problema con que un hombre tenga más de una mujer, siempre y cuando todas tengan las mismas condiciones, sin embargo yo no soportaría jamás tener a todas viviendo en mi casa, eso es algo que no es negociable para mí y que ni siquiera entra a consideración… Hasta ahora. No había pensado ni un segundo en las tres mujeres enfrente mío cuando tomé la decisión de traer a Samira, y es que siendo sincero no me siento seguro dejándola en ninguna de mis otras propiedades, ni mucho menos al cuidado de alguna de ellas. Las conozco y sé lo locas y celosas que pueden
Samira Decir que estoy confundida sería quedarse cortos. La mujer que Amir ha llamado Anya, me ha guiado con mucho cuidado hasta lo que al parecer es una habitación, a petición de ella la hemos recorrido dos veces, según, para que tenga una imagen en mi mente de dónde se encuentran las cosas. Lo cuál debo admitir, tengo que empezar a hacer con todo de ahora en adelante si no quiero ser una completa inutil incapaz de caminar por sí misma. Al final termina ayudando a sentarme en la cama mientras me indica que va a prepararme la tina, yo por poco me hecho a reír pues eso va a hacer otra de las cosas que no podré hacer sola.—No tiene caso que lo haga señora Anya, si al final ni siquiera voy a ser capaz de salir de ahí por mí misma, preferiría simplemente darme una ducha. Por un instante la habitación queda en completo silencio antes de que los pasos pausados de la mujer, quien por su voz me imagino que debe estar entre los 50 años, se acerca nuevamente a mi. —Es muy atrevido de mi
Amir Tener a la pequeña muñeca enfrente, llevando solo una toalla cubriendo su cuerpo y viendose tan malditamente tentadora incluso con las marcas del accidente aún fijas en su piel, había sido una completa tortura para mi. Soy muy consciente de que ella no es más que una tuerca en mi plan contra el Milagroso, necesito que este se desestabilice lo suficiente como para meter la pata y así poder encontrar algo más para acabarlo. Aunque primero, debo averiguar qué es lo que la muñequita recuerda de ese día, no sé si Mohamed le dijo algo. Mis ojos van nuevamente a ese rostro inocente y solo puedo verla. No sé qué demonios es lo que me pasa con ella, normalmente no pierdo la cabeza por una mujer y nunca, pero nunca habría pensado en hospedar a una en mi casa, pero con Samira todo ha sido distinto desde el mismo instante en que la vi acostada en esa desagradable camilla y viéndose perdida y aterrada. Pero todo sea por acabar con el malnacido que me dañó la vida, puedo sacrificar un poco
Samira 48 horas.Han pasado 48 horas desde que estoy viviendo con Amir Rahal, o más bien desde que fui vendida a él. No he podido evitar pasar toda la noche tratando de recordar todo lo que he escuchado del hombre a lo largo de los años, pero por más que lo intento todo se reduce a una sola cosa: Peligro, frialdad y seducción. No recuerdo muy bien cómo se ve, pero sí sé que es el soltero más cotizado de todo el país. Además él es el abogado más temido de todo medio oriente, ha iniciado las investigaciones de más de la mitad de los mafiosos y corruptos del país y se dice que tiene conexiones en la policía y en la fiscalía que agilizan sus trámites y permiten sus métodos poco convencionales. Sin embargo, todo eso no son más que rumores, aunque como dicen por ahí “Si el rio suena, es porque piedras trae” Un suspiro sale de mis labios al tiempo que la puerta de la habitación suena con dos golpes tímidos que consiguen hacer que retenga la respiración. ¿Será él? Los golpes vuelven a
Amir Llego a la mansión sintiéndome ansioso, es la primera vez que tengo a alguien viviendo conmigo, pues nada más cumplir la mayoría de edad me largué de mi casa, y nunca volví, en especial luego de que mi madre muriera. Ahora resulta que vuelvo a vivir con alguien. Una mujer para ser más exactos y eso me tiene los nervios de punta, no me gusta tener gente rondando en mi espacio y moviendo las cosas. Sin embargo, nada más entrar me doy cuenta de que todo está exactamente igual que siempre. Ni siquiera una voz o una risa que indique que la chiquilla está viviendo aquí. Y bueno, llamenme loco, pero aunque estaba pensando que me molestaría que me cambiaran las cosas, ahora mismo la sola idea de pensar que la niña se ha negado a salir de la habitación todo el día hace que un gruñido salga de mí, porque lo cierto es que su actitud me jode. Me molesta que aunque le he abierto las puertas de mi casa, cosa que no hago con nadie, ella parece querer seguir en el papel de víctima, lo cu
Samira No puedo creer que Amir haya escuchado toda la discusión, si es que puedo llamarlo así, pues ha sido esa mujer la que ha llegado a insultarme. Debo admitir que cuando escuché su voz y las mentiras que Haifa dijo de lo sucedido creí que él la tomaría conmigo, que iba a creer en ella y me castigarían, pues toda mi vida siempre fue así. En mi casa cada vez que Sujen decía algo de mí, mi padre le creía y yo era quien recibía el castigo. Sin embargo, este no fue el caso. No sé qué pensar o cómo reaccionar al ver que él me ha defendido, nunca antes alguien lo había hecho y de todas las personas es él quien menos tiene razones para hacerlo, yo no soy más que una propiedad más de las que tiene, o al menos eso es lo que he estado pensando. Siento como mi pulso se acelera al escuchar su pregunta y la lengua se me vuelve pasto al pensar en qué contestar ante eso, por lo que termina saliendo de mi boca no es más que un balbuceo vergonzoso. —Yo… bueno es que tú… lo que quiero decir… ¡Me
Amir Sigo alucinado con el hecho de que esa chiquilla se haya atrevido a negociar conmigo, ni siquiera mis clientes lo han hecho con tanta soltura pues siempre temen incordiar, aunque siendo honesto la situación me causó gracia y consiguió que gran parte del cabreo que tenía debido a Haifa y su atrevimiento se disolvieran de mi cuerpo. La idea de la cena fue totalmente impulsiva, pero debo admitir que ha sido una muy buena jugada para conseguir ganarme su confianza y sospecho que al hablarle de su padre esa confianza crecerá, pues la verdad siempre es la mejor arma a la hora de mantener una mentira o en mi casa un secreto. “Combina verdades con mentiras Amir, es ese el truco” Esas palabras de mi madre son las que me ayudaron a resistir por mucho tiempo y hoy lo implemento cada vez que puedo. Sin querer dilatar más la situación me encamino hacia la cocina donde me imagino que se encuentra Anya con las mujeres del aseo alistando todo para la cena, al llegar los ojos de mi mucama y la