Amir
Llevo una semana en Estambul.
Y por más que quisiera decir que es por mero placer o que estoy disfrutando de la variedad de mujeres que ofrece la ciudad, la verdad está muy lejos de ello.
Una pista me ha traído hasta aquí, una pista en el caso más importante en toda mi carrera como abogado.
Y eso que soy el dueño del buffet más importante y temido de todo el maldito planeta.
Me encuentro en la habitación de hotel con todas las fotografías regadas por la cama, y en cada una de ellas se ven las distintas personas que he seguido en la ciudad y otras tantas que mi grupo de detectives privados han capturado para mí. En la pared del fondo he estado trazando los hilos que lo conectan a todos:
Trata de blancas, secuestro, esclavitud, asesinato, narcotrafico y la lista sigue hasta ir conectando punto a punto, persona con persona, solo necesito el puente que me lleve a vincularlos a todo a la m*****a cabeza detrás de toda esta m****a:
El milagroso.
Así es como lo llaman en el bajo mundo.
La falta de evidencias no me hace dudar, ni por un segundo, de que él es la cabeza de esta masa criminal que no solo se ha apoderado de todo medio oriente, sino que tiene peso a nivel mundial, pues si hay alguien que conozca a la perfección la clase de monstruo que es, ese soy yo, pues he vivido muy de cerca lo que es capaz de hacer.
Dejo salir un gruñido frustrado en el instante en que escucho mi celular repicar por tercera vez con insistencia y sé que ya no voy a poder seguir ignorándolo, por lo que con el rostro deformado en una mueca de rabia camino hasta la mesa de noche y lo tomo viendo que se trata de Said, mi socio en el buffet y mejor amigo.
—¿Qué demonios quieres, Said? Te dije que esta semana no quería que me jodieran, si no puedes encargarte del buffet solo ni por siete días entonces …
—Mohamed Nader ha muerto.
El aire se queda congelado dentro de mis pulmones y comienzo a sentir mis pulsaciones ir cada vez más rápido mientras que la rabia se va apoderando cada vez más de mi.
No tengo que preguntar ni siquiera para saber que ese “Ha muerto” se traduce en un “Lo han asesinado” .
Él era una de mis piezas más importantes en la investigación, la información que me había dado y el acceso que tenía para darme más valía oro.
O en este caso le valió la vida, pues no tengo duda de que ha sido el milagroso quien lo ha mandado a matar.
—¿Cómo ha sido? —pregunto con voz engañosamente calmada.
La tranquilidad antes de la tormenta.
—Han manipulado los frenos de su auto y luego han enviado un auto a que lo arroyara sin retorno. Murió incluso antes de llegar al hospital —me dice, y por alguna razón tengo la sospecha de que hay algo más que no me está diciendo.
—¿Qué es lo que estás ocultando, Said? ¡Habla de una m*****a vez!
El suspiro que mi amigo deja salir desde el otro lado de la línea llega alto y claro hasta mis oídos y eso solo es el indicio de que lo que sea que vaya a decirme no va a gustarme ni un poquito.
—La hija iba con Mohamed en el auto —Por un instante me quedo de piedra y mi mente se queda en blanco antes de que lentamente se vaya formando en mi cabeza la imagen de la chica en cuestión.
Nunca la he visto en persona, pero cuando investigué a Mohamed la vi en fotos, es una belleza m*****a.
Con su cabello oscuro en ondas que le cae hasta la espalda, y esos ojos verdes y grandes, inocentes.
Sin embargo, no es más que una cría y aunque pude haberla tenido a mis pies con solo un chasquido, nunca he tenido interés en las mujeres tan jóvenes.
A mi parecer solo traen problemas. Son caprichosas y problemáticas.
Eso sin agregar que muy pocas veces saben complacer a un hombre y no tengo vocación de profesor en absoluto.
—¿Murió? —pregunto y por alguna razón, la simple idea de que la chica haya muerto hace que sienta mi cuerpo en tensión.
La línea se queda en silencio por unos segundos que se me hacen eternos, antes de que Said suspire nuevamente antes y me diga:
—No, al parecer se está aferrando con fuerza a la vida, pero está en cuidados intensivos. No se sabe si va a sobrevivir.
Mi mente se queda en blanco por un segundo antes de que todo un plan comience a formarse en mi mente.
No tengo la más mínima duda de que el cerdo infeliz va a terminar su trabajo nada más saber que la cría sigue con vida, y si está en mis manos frustrarle los planes al tiempo que le saco provecho, no pienso desaprovechar la oportunidad.
—Said necesito que la chica sobreviva, así que amenaza y soborna a quien tengas que sobornar, pero para todo el mundo ella debe estar muerta.¿Está claro?
—¿Qué demonios piensas hacer, Amir? La muchacha no tiene culpa de nada, ella no es…
—¡NO CUESTIONES MIS DECISIONES, JODER! —Sé que estoy siendo un imbécil, pero ahora mismo esto es lo mejor que puedo hacer para joder al hijo de puta que me arruinó la vida—Necesito que escuches con atención lo que necesito que hagas, porque mañana mismo me regreso a Marruecos.
Veinticuatro horas después, me encuentro entrando a una cafetería de esas baratas que se encuentran cerca a los hospitales, al fondo puedo ver el perfil de mi amigo que nada más verme se pone de pie y coloca una mano en el hombro de una mujer entrada a los 40.
Camino con lentitud hacia ellos al tiempo que voy desabrochando el primer botón de mi saco. Soy muy consciente de que la mujer está temblando de pies a cabeza.
Está llevando un atuendo completo de luto, con hiyab incluido, durante mi investigación me informé de todo sobre ella.
Sé que una mansa paloma no es. De hecho, es la viva imagen de la ambición.
—Sujen Yijaf—digo y le regalo una sonrisa amplia que consigue que ella se estremezca y me mire con ojos muy abiertos, antes de empezar a temblar.
—Se… Señor Rahal—Tartamudea la mujer en mi dirección y yo hago más grande mi sonrisa—Su… Su socio ha dicho que debe hablar conmigo de negocios, pero yo no tengo nada, mi esposo…
—Silencio—digo levantando una mano y de inmediato la mujer cierra la boca con fuerza.
Con parsimonia me siento enfrente de ella y me encargo de acomodar mi saco de tal forma que ella vea el arma que tengo en la pretendida del pantalón.
Esa que uso más que todo por seguridad, pero eso es algo que ella no sabe ni tiene que saber.
—Tú, querida Sujen tienes algo que yo quiero y como me siento bondadoso pienso hacer un trato contigo, uno que estoy seguro te va a interesar más de lo que te imaginas.
La mujer me mira ahora con curiosidad brillando en los ojos y sé que ya la tengo en mis manos.
—¿Qué sería eso que usted quiere?
—Quiero que me entregues a la chica —le digo y veo como Sujen abre los ojos con sorpresa y yo me inclino hacia adelante para agregar—Te doy 20 mil dólares si me vendes a tu hijastra.
Pudo ver el momento exacto en que los ojos de la mujer se iluminaron como si de luces de navidad se tratara.
Yo sé que la mujer no se negaría, la chiquilla no era hija suya y según las investigaciones no le tenía el más mínimo aprecio.
Sin embargo, no me gusta dejar cabos sueltos.
—Señor Rahal, yo… Yo no tengo problema en hacer negocio con usted, pero debo decirle que los médicos han dicho que es posible que no sobreviva.
—Lo hará—contesté yo con simpleza encogiéndome de hombros antes de sacar un documento de mi saco y tender hacia ella—Si acepta solo debe poner su firma en el documento y todo quedará legalizado, Samira Nader pasará a pertenecerme a mí. Va a ser mía y solo mía.
La mujer ni siquiera lo piensa antes de tomar el bolígrafo y sin siquiera leer el documento estampó su firma en el contrato consiguiendo que yo esbozara una sonrisa amplia, antes de agregar.
—Hay una cláusula que debe cumplir, pase lo que pase, Sujer —le digo y ella fija sus ojos en mí—Todo el que pregunte, Samira murió en ese accidente, ¿está claro?
Avanzo con resolución por los pasillos del hospital, mi mente maquinando planes mientras dejo atrás la cafetería decadente.
La noticia de la muerte de Mohamed Nader me ha afectado, pero la posibilidad de manipular la situación con su hija me motiva.
Al llegar al hospital, me encuentro con un médico que parece reconocerme de inmediato. No pierdo tiempo.
—Vengo a llevarme a Samira Nader de inmediato —le digo y veo como el médico se tensa antes de decir.
—Claro que si señor, pero por favor primero, déjeme entrar para revisarla, le debo dar la noticia de la muerte de su padre también.
A regañadientes asiento con la cabeza en su dirección. Aunque prefiero la velocidad, acepto la condición, consciente de que la noticia del fallecimiento de su padre debe ser manejada con cuidado.
Sin embargo, no soy una persona paciente y la espera se vuelve angustiante, y mi impaciencia crece con cada minuto que pasa.
Finalmente, incapaz de contenerme más, entro en la habitación.
La visión de Samira en la camilla me deja momentáneamente sin aliento.
Su belleza es innegable, es mucho más bella de lo que había visto en fotos, la simple imagen me seca la boca, pero algo en sus ojos nublados y en la forma en que intenta buscarme me deja en shock y siento como si un balde de agua helada me cayera encima:
Samira ha quedado ciega.
SamiraMiedo. El miedo se mueve dentro de mí como si de una masa viscosa se tratara y termina absorbiendome por completo. Puedo sentir la cercanía del hombre, aunque no lo veo se que su rostro está muy cerca del mío y eso hace que los latidos de mi corazón vayan desbocados dentro de mi pecho.—No… Yo no le pertenezco, usted no puede…—Claro que puedo, porque yo te he comprado, querida, ahora eres mía —el aliento de Amir roza mis labios y siento como la cabeza me da vueltas, mientras que mis manos se cierran en puños sobre la sábana de la camilla.Nunca antes en mi vida había estado tan cerca de un hombre y no se si el hecho de que no pueda verlo es una maldición o una bendición.Puedo sentir el nudo en mi garganta haciéndose cada vez más grande, mientras que el miedo, la angustia y la desesperación se van apoderando cada vez más de mí.—Mientes —digo con los dientes apretados. Aunque sé que eso solo podría empeorar mi situación, pero no puedo contenerme—. Mi padre nunca me habría ve
Samira El aturdimiento al sentir sus labios en mi frente no me deja pensar y el hecho de no poder ver consigue que la sorpresa sea mucho mayor cuando siento como sus manos se van a mis piernas y cintura y me toma en brazos, consiguiendo que deje salir un grito, mitad sorpresa y mitad dolor, pues aún me duele todo el cuerpo por el accidente. No quiero ni imaginar cómo debo verme en estos momentos. —Lo siento, princesa, pero debo sacarte de aquí asi que vas a tener que aguantarte el dolor por un momento. Las ganas de responderle con cientos de improperios me está comiendo viva, pero sé que eso solo me va a traer más problemas, pues aunque no lo pueda ver si que he escuchado hablar de él, su fama recorre todo el medio oriente y esa no es precisamente la de un un hombre amable y cariñoso, no, de hecho es todo lo contrario. Por lo que me limito a apretar los labios con fuerza mientras él comienza a caminar conmigo en brazos. Aunque si soy sincera, cada una de las veces que escuché
Amir Mis ojos se fueron de inmediato a las mujeres enfrente de mí y quise golpearme de bruces contra una pared nada más verlas. Amina, Maya y Haifa, son algo así como mis mujeres recurrentes, las tres lo sabían y ninguna ponía problema al respecto. De hecho, las tengo viviendo en una de mis propiedades, tenemos una relación que disfrutamos los tres y donde no tengo a nadie atrás poniendome problemas. En nuestra cultura no hay problema con que un hombre tenga más de una mujer, siempre y cuando todas tengan las mismas condiciones, sin embargo yo no soportaría jamás tener a todas viviendo en mi casa, eso es algo que no es negociable para mí y que ni siquiera entra a consideración… Hasta ahora. No había pensado ni un segundo en las tres mujeres enfrente mío cuando tomé la decisión de traer a Samira, y es que siendo sincero no me siento seguro dejándola en ninguna de mis otras propiedades, ni mucho menos al cuidado de alguna de ellas. Las conozco y sé lo locas y celosas que pueden
Samira Decir que estoy confundida sería quedarse cortos. La mujer que Amir ha llamado Anya, me ha guiado con mucho cuidado hasta lo que al parecer es una habitación, a petición de ella la hemos recorrido dos veces, según, para que tenga una imagen en mi mente de dónde se encuentran las cosas. Lo cuál debo admitir, tengo que empezar a hacer con todo de ahora en adelante si no quiero ser una completa inutil incapaz de caminar por sí misma. Al final termina ayudando a sentarme en la cama mientras me indica que va a prepararme la tina, yo por poco me hecho a reír pues eso va a hacer otra de las cosas que no podré hacer sola.—No tiene caso que lo haga señora Anya, si al final ni siquiera voy a ser capaz de salir de ahí por mí misma, preferiría simplemente darme una ducha. Por un instante la habitación queda en completo silencio antes de que los pasos pausados de la mujer, quien por su voz me imagino que debe estar entre los 50 años, se acerca nuevamente a mi. —Es muy atrevido de mi
Amir Tener a la pequeña muñeca enfrente, llevando solo una toalla cubriendo su cuerpo y viendose tan malditamente tentadora incluso con las marcas del accidente aún fijas en su piel, había sido una completa tortura para mi. Soy muy consciente de que ella no es más que una tuerca en mi plan contra el Milagroso, necesito que este se desestabilice lo suficiente como para meter la pata y así poder encontrar algo más para acabarlo. Aunque primero, debo averiguar qué es lo que la muñequita recuerda de ese día, no sé si Mohamed le dijo algo. Mis ojos van nuevamente a ese rostro inocente y solo puedo verla. No sé qué demonios es lo que me pasa con ella, normalmente no pierdo la cabeza por una mujer y nunca, pero nunca habría pensado en hospedar a una en mi casa, pero con Samira todo ha sido distinto desde el mismo instante en que la vi acostada en esa desagradable camilla y viéndose perdida y aterrada. Pero todo sea por acabar con el malnacido que me dañó la vida, puedo sacrificar un poco
Samira 48 horas.Han pasado 48 horas desde que estoy viviendo con Amir Rahal, o más bien desde que fui vendida a él. No he podido evitar pasar toda la noche tratando de recordar todo lo que he escuchado del hombre a lo largo de los años, pero por más que lo intento todo se reduce a una sola cosa: Peligro, frialdad y seducción. No recuerdo muy bien cómo se ve, pero sí sé que es el soltero más cotizado de todo el país. Además él es el abogado más temido de todo medio oriente, ha iniciado las investigaciones de más de la mitad de los mafiosos y corruptos del país y se dice que tiene conexiones en la policía y en la fiscalía que agilizan sus trámites y permiten sus métodos poco convencionales. Sin embargo, todo eso no son más que rumores, aunque como dicen por ahí “Si el rio suena, es porque piedras trae” Un suspiro sale de mis labios al tiempo que la puerta de la habitación suena con dos golpes tímidos que consiguen hacer que retenga la respiración. ¿Será él? Los golpes vuelven a
Amir Llego a la mansión sintiéndome ansioso, es la primera vez que tengo a alguien viviendo conmigo, pues nada más cumplir la mayoría de edad me largué de mi casa, y nunca volví, en especial luego de que mi madre muriera. Ahora resulta que vuelvo a vivir con alguien. Una mujer para ser más exactos y eso me tiene los nervios de punta, no me gusta tener gente rondando en mi espacio y moviendo las cosas. Sin embargo, nada más entrar me doy cuenta de que todo está exactamente igual que siempre. Ni siquiera una voz o una risa que indique que la chiquilla está viviendo aquí. Y bueno, llamenme loco, pero aunque estaba pensando que me molestaría que me cambiaran las cosas, ahora mismo la sola idea de pensar que la niña se ha negado a salir de la habitación todo el día hace que un gruñido salga de mí, porque lo cierto es que su actitud me jode. Me molesta que aunque le he abierto las puertas de mi casa, cosa que no hago con nadie, ella parece querer seguir en el papel de víctima, lo cu
Samira No puedo creer que Amir haya escuchado toda la discusión, si es que puedo llamarlo así, pues ha sido esa mujer la que ha llegado a insultarme. Debo admitir que cuando escuché su voz y las mentiras que Haifa dijo de lo sucedido creí que él la tomaría conmigo, que iba a creer en ella y me castigarían, pues toda mi vida siempre fue así. En mi casa cada vez que Sujen decía algo de mí, mi padre le creía y yo era quien recibía el castigo. Sin embargo, este no fue el caso. No sé qué pensar o cómo reaccionar al ver que él me ha defendido, nunca antes alguien lo había hecho y de todas las personas es él quien menos tiene razones para hacerlo, yo no soy más que una propiedad más de las que tiene, o al menos eso es lo que he estado pensando. Siento como mi pulso se acelera al escuchar su pregunta y la lengua se me vuelve pasto al pensar en qué contestar ante eso, por lo que termina saliendo de mi boca no es más que un balbuceo vergonzoso. —Yo… bueno es que tú… lo que quiero decir… ¡Me