SAMIRA
“Papá… No… “
Dolor, eso es lo único que mi cerebro puede procesar en estos momentos, un dolor tan grande que ni siquiera sé dónde empieza y dónde termina, pero que me está consumiendo por completo.
El olor a antiséptico y el pitido constante de una máquina a mi lado me hacen saber que me encuentro en un hospital, lo cuál no alivia ni un poco mi preocupación, por el contrario solo consigue alterarme mucho más.El silencio que sigue al sonido de la máquina es suficiente para hacerme saber que estoy sola en este lugar.No hay nadie más conmigo aquí, ni mi padre ni mi madrastra, aunque tampoco es que esa mujer fuera a venir a cuidarme, por el contrario de seguro está ansiosa esperando a que nunca despierte, pero mi padre nunca me abandonaría y ese simple pensamiento comienza a alterarme.
Porque si no está conmigo es por algo.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano intento abrir los ojos y me cuesta más de lo que debería conseguir que mis pestañas se alcen y por más que trato no consigo recordar porque estoy en el hospital.Finalmente mis pestañas deciden levantarse y tengo que parpadear al menos tres veces antes de que el pánico más puro y horrible se empiece a apoderar de mi.
Oscuridad.Lo único que puedo ver es la oscuridad total frente a mí.
Parpadeo un par de veces tratando de que mis ojos se acomoden al lugar pero nada pasa y es ahí cuando mis latidos empiezan a desbordarse y la máquina a mi lado empieza a sonar de manera estridente.
—No veo… No puedo ver ¡NO PUEDO VER! —Empiezo a gritar desesperada llevando mis manos a mis ojos y siento como lo que posiblemente era una vía intravenosa se desprende de mi mano haciendo que suelte un alarido de dolor.Mis gritos parecen alertar a muchas personas, porque escucho como la puerta es abierta de repente y el sonido de muchos pasos llena el lugar, pero yo sigo sin poder ver nada.—Mis ojos —dijo con la voz rasgada por los gritos—. No puedo ver, no puedo ver….En eso la voz de una mujer, que seguramente es una enfermera llega a mis oídos:
—Señorita, tiene que calmarse, sus heridas aún no han terminado de sanar después del accidente, debe estar tranquila.
“Accidente” la palabra se repite en mi mente una y otra vez en el mismo instante en que un horrible dolor de cabeza se apodera de mi e imágenes de mi y mi padre hablando dentro de su auto comienzan a reproducirse con una rapidez vertiginosa.
Él nervioso diciéndome que estaba en problemas, él diciendo que pronto estaríamos a salvo, yo sin entender nada y luego el auto estrellándose contra nosotros hasta que finalmente llegó la oscuridad para llevársela.
—Mi padre ¿Qué pasó con mi padre? Él iba conmigo en alto ¿¡Dónde está?!
La máquina que controlaba mis latidos estaba sonando como loca y no era para menos, pues yo misma podía empezar a sentir el dolor apoderándose de mi pecho por la fuerza con la que latía mi corazón en esos momentos.
La respiración empezó a volverse trabajosa y el hecho de que no pudiera ver nada solo empeoraba la situación. Entonces la voz de un hombre llegó hasta mis oídos cuando dijo:
—Coloquenle un calmante, lo mejor es que vuelva a dormir por ahora.
—¡Noo! NO SE ATREVA A DORMIRME, QUIERO EXPLICACIONES… QUIERO…
Sin embargo, mis palabras no sirvieron de nada porque entonces poco a poco el sueño y la pesadez comenzaron a llevarme con ellos hasta finalmente perdí la conciencia.
Despierto nuevamente en la oscuridad, la debilidad envuelve mi cuerpo y justo en ese momento la puerta se abre y la voz del médico llega hasta mí.
—¿Cómo te sientes, Samira?
Con voz temblorosa, contesto:
—Me duele el cuerpo y sigo sin poder ver... Por favor, necesito saber qué está pasando. ¿Cómo está mi padre?
Un silencio tenso se apodera del lugar antes de que el médico me diga:
—Samira, tu padre y tú tuvieron un grave accidente automovilístico. El golpe en la cabeza te dejó inconsciente por dos días y ha afectado tu vista. No puedes ver.
La noticia me golpea como un tsunami, no puedo creer que todo esto me esté pasando a mi, como si mi vida ya no fuera lo suficientemente miserable.
Entonces tragándome el nudo en la garganta que me amenaza con hacerme derrumbar, me atrevo a preguntar:
—¿Es permanente? —digo y luego agrego en un susurro—Mi ceguera ¿Será permanente?
El suspiro que sale de los labios del médico hace todo menos darme esperanzas de que la respuesta sea positiva.
—Eso es algo que solo sabremos una vez te pongamos en tratamiento, debemos evaluar cada posibilidad.
La habitación da vueltas a mi alrededor mientras intento asimilar la cruda realidad. Entonces, la pregunta que me atormenta sale de mis labios:
—Mi padre, por favor dígame ¿Cómo está mi padre?
El silencio que se hace en la habitación es ensordecedor y odio no poder ver en estos momentos para descifrar en la mirada del médico la gravedad del asunto, sin embargo, hubiese preferido no saberlo jamás.
La respuesta del médico me deja en ruinas:
—Lo siento mucho, pero tu padre no sobrevivió.
Las lágrimas brotan desconsoladas, y el médico advierte sobre la necesidad de calmarme. Sin embargo, la desesperación me impulsa a preguntar por mi casa, a mi madrastra.
Me sorprendo cuando el médico me dice que no hay ninguna mujer conmigo, que desde ayer he estado sola aquí y que tiene órdenes de no dejarme ir.
—¿De quién son las órdenes? —pregunto, pero antes de poder pedir más explicaciones, escucho que alguien más entra a la habitación.
Aunque no puedo ver, sé que es un hombre por el olor a colonia varonil que inunda la habitación, y mis sospechas se confirman cuando, con una voz grave y ronca, despacha al médico.
—Déjenos solos por un momento —ordena el hombre, y siento cómo la puerta se cierra, sumiéndome en una inquietante privacidad con este desconocido.
Aunque no puedo verlo, sé que el hombre se ha acercado mucho más a donde me encuentro. Casi puedo decir que siento su presencia rodearme y eso lo único que consigue es que el miedo termine de dispararse en mi interior como si de un interruptor se tratara.
Al final, al darme cuenta que el recién llegado parece no tener intención de hablar, me encuentro a mi misma preguntando:
—¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí?
Los pasos del hombre se escuchan mientras al parecer se acerca más a donde estoy y yo quisiera en estos momentos poder fundirme en la m*****a camilla o tener las fuerzas suficientes para ponerme en pie y largarme de aquí.
Entonces un jadeo sale de mi y mi corazón se acelera como loco cuando siento los labios tibios y el aliento del hombre rozar mi oreja cuando me dice:
—Yo soy Amir Rahal. El hombre que va a llevarte con él, porque desde este momento me perteneces solo a mí, Samira.
AmirLlevo una semana en Estambul. Y por más que quisiera decir que es por mero placer o que estoy disfrutando de la variedad de mujeres que ofrece la ciudad, la verdad está muy lejos de ello. Una pista me ha traído hasta aquí, una pista en el caso más importante en toda mi carrera como abogado.Y eso que soy el dueño del buffet más importante y temido de todo el maldito planeta.Me encuentro en la habitación de hotel con todas las fotografías regadas por la cama, y en cada una de ellas se ven las distintas personas que he seguido en la ciudad y otras tantas que mi grupo de detectives privados han capturado para mí. En la pared del fondo he estado trazando los hilos que lo conectan a todos:Trata de blancas, secuestro, esclavitud, asesinato, narcotrafico y la lista sigue hasta ir conectando punto a punto, persona con persona, solo necesito el puente que me lleve a vincularlos a todo a la maldita cabeza detrás de toda esta mierda: El milagroso. Así es como lo llaman en el bajo mun
SamiraMiedo. El miedo se mueve dentro de mí como si de una masa viscosa se tratara y termina absorbiendome por completo. Puedo sentir la cercanía del hombre, aunque no lo veo se que su rostro está muy cerca del mío y eso hace que los latidos de mi corazón vayan desbocados dentro de mi pecho.—No… Yo no le pertenezco, usted no puede…—Claro que puedo, porque yo te he comprado, querida, ahora eres mía —el aliento de Amir roza mis labios y siento como la cabeza me da vueltas, mientras que mis manos se cierran en puños sobre la sábana de la camilla.Nunca antes en mi vida había estado tan cerca de un hombre y no se si el hecho de que no pueda verlo es una maldición o una bendición.Puedo sentir el nudo en mi garganta haciéndose cada vez más grande, mientras que el miedo, la angustia y la desesperación se van apoderando cada vez más de mí.—Mientes —digo con los dientes apretados. Aunque sé que eso solo podría empeorar mi situación, pero no puedo contenerme—. Mi padre nunca me habría ve
Samira El aturdimiento al sentir sus labios en mi frente no me deja pensar y el hecho de no poder ver consigue que la sorpresa sea mucho mayor cuando siento como sus manos se van a mis piernas y cintura y me toma en brazos, consiguiendo que deje salir un grito, mitad sorpresa y mitad dolor, pues aún me duele todo el cuerpo por el accidente. No quiero ni imaginar cómo debo verme en estos momentos. —Lo siento, princesa, pero debo sacarte de aquí asi que vas a tener que aguantarte el dolor por un momento. Las ganas de responderle con cientos de improperios me está comiendo viva, pero sé que eso solo me va a traer más problemas, pues aunque no lo pueda ver si que he escuchado hablar de él, su fama recorre todo el medio oriente y esa no es precisamente la de un un hombre amable y cariñoso, no, de hecho es todo lo contrario. Por lo que me limito a apretar los labios con fuerza mientras él comienza a caminar conmigo en brazos. Aunque si soy sincera, cada una de las veces que escuché
Amir Mis ojos se fueron de inmediato a las mujeres enfrente de mí y quise golpearme de bruces contra una pared nada más verlas. Amina, Maya y Haifa, son algo así como mis mujeres recurrentes, las tres lo sabían y ninguna ponía problema al respecto. De hecho, las tengo viviendo en una de mis propiedades, tenemos una relación que disfrutamos los tres y donde no tengo a nadie atrás poniendome problemas. En nuestra cultura no hay problema con que un hombre tenga más de una mujer, siempre y cuando todas tengan las mismas condiciones, sin embargo yo no soportaría jamás tener a todas viviendo en mi casa, eso es algo que no es negociable para mí y que ni siquiera entra a consideración… Hasta ahora. No había pensado ni un segundo en las tres mujeres enfrente mío cuando tomé la decisión de traer a Samira, y es que siendo sincero no me siento seguro dejándola en ninguna de mis otras propiedades, ni mucho menos al cuidado de alguna de ellas. Las conozco y sé lo locas y celosas que pueden
Samira Decir que estoy confundida sería quedarse cortos. La mujer que Amir ha llamado Anya, me ha guiado con mucho cuidado hasta lo que al parecer es una habitación, a petición de ella la hemos recorrido dos veces, según, para que tenga una imagen en mi mente de dónde se encuentran las cosas. Lo cuál debo admitir, tengo que empezar a hacer con todo de ahora en adelante si no quiero ser una completa inutil incapaz de caminar por sí misma. Al final termina ayudando a sentarme en la cama mientras me indica que va a prepararme la tina, yo por poco me hecho a reír pues eso va a hacer otra de las cosas que no podré hacer sola.—No tiene caso que lo haga señora Anya, si al final ni siquiera voy a ser capaz de salir de ahí por mí misma, preferiría simplemente darme una ducha. Por un instante la habitación queda en completo silencio antes de que los pasos pausados de la mujer, quien por su voz me imagino que debe estar entre los 50 años, se acerca nuevamente a mi. —Es muy atrevido de mi
Amir Tener a la pequeña muñeca enfrente, llevando solo una toalla cubriendo su cuerpo y viendose tan malditamente tentadora incluso con las marcas del accidente aún fijas en su piel, había sido una completa tortura para mi. Soy muy consciente de que ella no es más que una tuerca en mi plan contra el Milagroso, necesito que este se desestabilice lo suficiente como para meter la pata y así poder encontrar algo más para acabarlo. Aunque primero, debo averiguar qué es lo que la muñequita recuerda de ese día, no sé si Mohamed le dijo algo. Mis ojos van nuevamente a ese rostro inocente y solo puedo verla. No sé qué demonios es lo que me pasa con ella, normalmente no pierdo la cabeza por una mujer y nunca, pero nunca habría pensado en hospedar a una en mi casa, pero con Samira todo ha sido distinto desde el mismo instante en que la vi acostada en esa desagradable camilla y viéndose perdida y aterrada. Pero todo sea por acabar con el malnacido que me dañó la vida, puedo sacrificar un poco
Samira 48 horas.Han pasado 48 horas desde que estoy viviendo con Amir Rahal, o más bien desde que fui vendida a él. No he podido evitar pasar toda la noche tratando de recordar todo lo que he escuchado del hombre a lo largo de los años, pero por más que lo intento todo se reduce a una sola cosa: Peligro, frialdad y seducción. No recuerdo muy bien cómo se ve, pero sí sé que es el soltero más cotizado de todo el país. Además él es el abogado más temido de todo medio oriente, ha iniciado las investigaciones de más de la mitad de los mafiosos y corruptos del país y se dice que tiene conexiones en la policía y en la fiscalía que agilizan sus trámites y permiten sus métodos poco convencionales. Sin embargo, todo eso no son más que rumores, aunque como dicen por ahí “Si el rio suena, es porque piedras trae” Un suspiro sale de mis labios al tiempo que la puerta de la habitación suena con dos golpes tímidos que consiguen hacer que retenga la respiración. ¿Será él? Los golpes vuelven a
Amir Llego a la mansión sintiéndome ansioso, es la primera vez que tengo a alguien viviendo conmigo, pues nada más cumplir la mayoría de edad me largué de mi casa, y nunca volví, en especial luego de que mi madre muriera. Ahora resulta que vuelvo a vivir con alguien. Una mujer para ser más exactos y eso me tiene los nervios de punta, no me gusta tener gente rondando en mi espacio y moviendo las cosas. Sin embargo, nada más entrar me doy cuenta de que todo está exactamente igual que siempre. Ni siquiera una voz o una risa que indique que la chiquilla está viviendo aquí. Y bueno, llamenme loco, pero aunque estaba pensando que me molestaría que me cambiaran las cosas, ahora mismo la sola idea de pensar que la niña se ha negado a salir de la habitación todo el día hace que un gruñido salga de mí, porque lo cierto es que su actitud me jode. Me molesta que aunque le he abierto las puertas de mi casa, cosa que no hago con nadie, ella parece querer seguir en el papel de víctima, lo cu