Samira
El aturdimiento al sentir sus labios en mi frente no me deja pensar y el hecho de no poder ver consigue que la sorpresa sea mucho mayor cuando siento como sus manos se van a mis piernas y cintura y me toma en brazos, consiguiendo que deje salir un grito, mitad sorpresa y mitad dolor, pues aún me duele todo el cuerpo por el accidente.
No quiero ni imaginar cómo debo verme en estos momentos.
—Lo siento, princesa, pero debo sacarte de aquí asi que vas a tener que aguantarte el dolor por un momento.
Las ganas de responderle con cientos de improperios me está comiendo viva, pero sé que eso solo me va a traer más problemas, pues aunque no lo pueda ver si que he escuchado hablar de él, su fama recorre todo el medio oriente y esa no es precisamente la de un un hombre amable y cariñoso, no, de hecho es todo lo contrario. Por lo que me limito a apretar los labios con fuerza mientras él comienza a caminar conmigo en brazos.
Aunque si soy sincera, cada una de las veces que escuché a alguien hablando de lo aterrador que Amir Rahal es, solo podía pensar en que no podía ser tan malo si se dedicaba a encerrar a las peores escorias en prisión. Sin embargo, ahora estoy viviendo en carne propia parte de esa maldad de la que todo el mundo habla.
Puedo escuchar el fufuru de personas moviéndose a nuestro alrededor y los susurros ahogados a medida que avanzamos, lo que hace que que mi angustia sea peor y si a eso le sumamos el dolor atronador que siento en todo el cuerpo, aún cuando pareciera que él está tratando de no maltratarme, es sencillamente sofocante.
—¿A dónde me llevas?— pregunto finalmente cuando escucho que se quitan los seguros de un auto.
Sin embargo, el no me responde absolutamente nada, en su lugar siento como me deposita sin demasiada amabilidad en el asiento de un auto que huele a cuero, consiguiendo que deje salir un jadeo al tiempo que un improperio sale de mis labios.
—Mierd4…
La risa baja y grave que sale del hombre a mi lado revoluciona todo mi cuerpo de una forma que sinceramente no sé interpretar o más bien no me atrevo a hacerlo. Todo esto está mal. Mal en magnitudes que ni siquiera puedo expresar.
Estoy a punto de repetir la misma pregunta, cuando siento como todo su cuerpo se inclina sobre mí, no tengo que verlo para saber que tengo su rostro justo enfrente del mío, es como si su presencia desprendiera un aura tan fuerte que lo puedo sentir incluso en mis huesos.
Su aliento cada vez se acerca más a mi rostro y odio el momento en que siento mis mejillas enrojecer y más aún cuando un pensamiento traicionero llena mi mente: “Va a besarme” no entiendo qué es lo que ese pensamiento me hace sentir, pero lo que si sé es que no estoy lista, en absoluto, para que algo como eso pase.
Puedo escuchar mi propia respiración acelerada y mi cuerpo entero parece un motor de lo tembloroso que se encuentra. Sin embargo, mi burbuja se rompe en el instante en que escucho el cinturón de seguridad siendo fijado y al segundo siguiente su cuerpo se ha alejado de mi.
Santísimo Dios, eso ha sido… ha sido…
—No sabía que un rostro tan inocente tuviera un vocabulario tan atrevido.
Lo odiaba. Yo realmente odiaba a este hombre y ni siquiera habían pasado 24 horas desde que lo conocí, pero teniendo en cuenta las circunstancias y la forma en que estoy siendo tratada, estoy en todo mi derecho de odiarlo.
Decido no seguirle el juego y por el contrario intento normalizar mi respiración. La oscuridad absoluta en la que estoy es aterradora, por momentos olvido que ya no puedo ver me encuentro cerrando y abriendo los ojos como si intentara apartar la oscuridad, cuando lo que debería estar haciendo es acostumbrarme a ella.
No consigo contener el suspiro resignado que sale de mi y tengo que apretar con fuerza los labios para que un sollozo aterrado no salga de estos dejandome en evidencia, lo último que quiero es mostrarme más débil de lo que ya estoy enfrente de este hombre. Pero sé que en algún momento voy a tener que enfrentarlo y preguntarle qué es lo que quiere de mí.
No se cuanto tiempo ha pasado con exactitud cuando siento que el auto finalmente comienza a aminorar la velocidad. Intento apoyarme en mis otros sentidos para no estar tan perdida y puedo escuchar lo que parece ser un portón ser abierto antes de que el auto avance un poco más y luego finalmente se detenga.
Un segundo después escucho la puerta ser abierta y todo mi cuerpo se paraliza al no saber hacia donde moverme, dándome cuenta entonces que me he convertido en una inutil. No soy más que un estorbo que no va a volver a valerse por sí misma nunca más.
El simple pensamiento hace que mis ojos ardan e intento con mis manos tantear el lugar a mi lado dándome cuenta que, por supuesto, don prepotente ya se ha bajado dejándome tirada.
Con mucho cuidado empiezo a deslizarme hacia el lugar donde él estaba para tratar de llegar a su puerta, cuando entonces, siento como la puerta a mi lado se abre de repente y el aroma que ya conozco a la perfección llega a mi cuando Amir vuelve a inclinarse sobre mi cuerpo.
Sus manos rozan mi cintura cuando me libera del cinturón y su aliento acaricia mis mejillas cuando finalmente me habla.
—Se que no quieres que te toque, princesa, pero como no queremos que te estrenes un nuevo moretón, voy a llevarte en brazos hasta la entrada.
En el momento que me toma en peso me obligo a hacer nuevamente la pregunta que me está atormentando:
—¿A dónde me has traído?
Él ni siquiera se inmuta mientras sigue caminando y cuando pensé que ya no iba a contestarme nada, siento sus labios acariciar mi sien cuando me dice:
—Ya te lo había dicho, princesa, vinimos a casa. Ahora es momento de conocer al resto.
¿Al resto? ¿A casa? Pero ¿de qué demonios está hablando este hombre?
Las preguntas se agolpan en mi lengua y no me da tiempo de organizar mis pensamientos cuando él me deja sobre mis pies y me toma de las manos para ayudarme a estabilizarme en el momento justo en que el sonido de la puerta de entrada me pone alerta y de inmediato escucho el coro de voces femeninas, demasiado atrevidas para ser empleadas y demasiado impersonales para ser esposas, invadir mis oídos:
—¡Bienvenido, señor!, lo estábamos esperando.
¿Dónde estoy? ¿En el palacio?
Amir Mis ojos se fueron de inmediato a las mujeres enfrente de mí y quise golpearme de bruces contra una pared nada más verlas. Amina, Maya y Haifa, son algo así como mis mujeres recurrentes, las tres lo sabían y ninguna ponía problema al respecto. De hecho, las tengo viviendo en una de mis propiedades, tenemos una relación que disfrutamos los tres y donde no tengo a nadie atrás poniendome problemas. En nuestra cultura no hay problema con que un hombre tenga más de una mujer, siempre y cuando todas tengan las mismas condiciones, sin embargo yo no soportaría jamás tener a todas viviendo en mi casa, eso es algo que no es negociable para mí y que ni siquiera entra a consideración… Hasta ahora. No había pensado ni un segundo en las tres mujeres enfrente mío cuando tomé la decisión de traer a Samira, y es que siendo sincero no me siento seguro dejándola en ninguna de mis otras propiedades, ni mucho menos al cuidado de alguna de ellas. Las conozco y sé lo locas y celosas que pueden
Samira Decir que estoy confundida sería quedarse cortos. La mujer que Amir ha llamado Anya, me ha guiado con mucho cuidado hasta lo que al parecer es una habitación, a petición de ella la hemos recorrido dos veces, según, para que tenga una imagen en mi mente de dónde se encuentran las cosas. Lo cuál debo admitir, tengo que empezar a hacer con todo de ahora en adelante si no quiero ser una completa inutil incapaz de caminar por sí misma. Al final termina ayudando a sentarme en la cama mientras me indica que va a prepararme la tina, yo por poco me hecho a reír pues eso va a hacer otra de las cosas que no podré hacer sola.—No tiene caso que lo haga señora Anya, si al final ni siquiera voy a ser capaz de salir de ahí por mí misma, preferiría simplemente darme una ducha. Por un instante la habitación queda en completo silencio antes de que los pasos pausados de la mujer, quien por su voz me imagino que debe estar entre los 50 años, se acerca nuevamente a mi. —Es muy atrevido de mi
Amir Tener a la pequeña muñeca enfrente, llevando solo una toalla cubriendo su cuerpo y viendose tan malditamente tentadora incluso con las marcas del accidente aún fijas en su piel, había sido una completa tortura para mi. Soy muy consciente de que ella no es más que una tuerca en mi plan contra el Milagroso, necesito que este se desestabilice lo suficiente como para meter la pata y así poder encontrar algo más para acabarlo. Aunque primero, debo averiguar qué es lo que la muñequita recuerda de ese día, no sé si Mohamed le dijo algo. Mis ojos van nuevamente a ese rostro inocente y solo puedo verla. No sé qué demonios es lo que me pasa con ella, normalmente no pierdo la cabeza por una mujer y nunca, pero nunca habría pensado en hospedar a una en mi casa, pero con Samira todo ha sido distinto desde el mismo instante en que la vi acostada en esa desagradable camilla y viéndose perdida y aterrada. Pero todo sea por acabar con el malnacido que me dañó la vida, puedo sacrificar un poco
Samira 48 horas.Han pasado 48 horas desde que estoy viviendo con Amir Rahal, o más bien desde que fui vendida a él. No he podido evitar pasar toda la noche tratando de recordar todo lo que he escuchado del hombre a lo largo de los años, pero por más que lo intento todo se reduce a una sola cosa: Peligro, frialdad y seducción. No recuerdo muy bien cómo se ve, pero sí sé que es el soltero más cotizado de todo el país. Además él es el abogado más temido de todo medio oriente, ha iniciado las investigaciones de más de la mitad de los mafiosos y corruptos del país y se dice que tiene conexiones en la policía y en la fiscalía que agilizan sus trámites y permiten sus métodos poco convencionales. Sin embargo, todo eso no son más que rumores, aunque como dicen por ahí “Si el rio suena, es porque piedras trae” Un suspiro sale de mis labios al tiempo que la puerta de la habitación suena con dos golpes tímidos que consiguen hacer que retenga la respiración. ¿Será él? Los golpes vuelven a
Amir Llego a la mansión sintiéndome ansioso, es la primera vez que tengo a alguien viviendo conmigo, pues nada más cumplir la mayoría de edad me largué de mi casa, y nunca volví, en especial luego de que mi madre muriera. Ahora resulta que vuelvo a vivir con alguien. Una mujer para ser más exactos y eso me tiene los nervios de punta, no me gusta tener gente rondando en mi espacio y moviendo las cosas. Sin embargo, nada más entrar me doy cuenta de que todo está exactamente igual que siempre. Ni siquiera una voz o una risa que indique que la chiquilla está viviendo aquí. Y bueno, llamenme loco, pero aunque estaba pensando que me molestaría que me cambiaran las cosas, ahora mismo la sola idea de pensar que la niña se ha negado a salir de la habitación todo el día hace que un gruñido salga de mí, porque lo cierto es que su actitud me jode. Me molesta que aunque le he abierto las puertas de mi casa, cosa que no hago con nadie, ella parece querer seguir en el papel de víctima, lo cu
Samira No puedo creer que Amir haya escuchado toda la discusión, si es que puedo llamarlo así, pues ha sido esa mujer la que ha llegado a insultarme. Debo admitir que cuando escuché su voz y las mentiras que Haifa dijo de lo sucedido creí que él la tomaría conmigo, que iba a creer en ella y me castigarían, pues toda mi vida siempre fue así. En mi casa cada vez que Sujen decía algo de mí, mi padre le creía y yo era quien recibía el castigo. Sin embargo, este no fue el caso. No sé qué pensar o cómo reaccionar al ver que él me ha defendido, nunca antes alguien lo había hecho y de todas las personas es él quien menos tiene razones para hacerlo, yo no soy más que una propiedad más de las que tiene, o al menos eso es lo que he estado pensando. Siento como mi pulso se acelera al escuchar su pregunta y la lengua se me vuelve pasto al pensar en qué contestar ante eso, por lo que termina saliendo de mi boca no es más que un balbuceo vergonzoso. —Yo… bueno es que tú… lo que quiero decir… ¡Me
Amir Sigo alucinado con el hecho de que esa chiquilla se haya atrevido a negociar conmigo, ni siquiera mis clientes lo han hecho con tanta soltura pues siempre temen incordiar, aunque siendo honesto la situación me causó gracia y consiguió que gran parte del cabreo que tenía debido a Haifa y su atrevimiento se disolvieran de mi cuerpo. La idea de la cena fue totalmente impulsiva, pero debo admitir que ha sido una muy buena jugada para conseguir ganarme su confianza y sospecho que al hablarle de su padre esa confianza crecerá, pues la verdad siempre es la mejor arma a la hora de mantener una mentira o en mi casa un secreto. “Combina verdades con mentiras Amir, es ese el truco” Esas palabras de mi madre son las que me ayudaron a resistir por mucho tiempo y hoy lo implemento cada vez que puedo. Sin querer dilatar más la situación me encamino hacia la cocina donde me imagino que se encuentra Anya con las mujeres del aseo alistando todo para la cena, al llegar los ojos de mi mucama y la
Samira Me voy a volver loca. No, correción, este hombre va a volverme loca. Cada vez que creo que ya me he hecho una imagen de él y pienso que sé a qué atenerme, entonces llega él y se encarga de cambiarlo todo por completo y me asusta. Lo hace, porque en menos de 72 horas ha conseguido que, a pesar de las circunstancias desastrosas, me sienta bien. Tenga esperanza de que no todo está perdido y eso es algo que nunca me había pasado. Lo que me deja desconcertada y hace que todo para mí se reduzca a una simple pregunta. —¿Por qué haces todo esto por mí?—Digo sentada finalmente en la mesa del comedor, y lo agradezco pues hace que sea mucho más sencillo tener esta conversación. Pues así no siento que voy a caerme en cualquier momento con cada cosa que él me dice o cualquier gesto que me deja desconcertada. Él se queda en silencio por unos segundos que se me hacen eternos y por primera vez siento verdadera desesperación por no poder ver, pues me encantaría saber que gesto tiene en e