La secretaria del señor Harper
La secretaria del señor Harper
Por: RenliEscritora
CAPÍTULO 1

«CAPÍTULO 1»

El viento fuerte de la mañana, nubla de una manera impertinente mi vista, en el instante en que logro bajarme por fin del autobús que me llevaría hacia la universidad en donde estudio periodismo. Mi respiración se corta un poco al mirar el reloj de pulsera que decora elegantemente mi mano derecha marcando la hora correcta de la conferencia en donde ha sido invitado a darnos una charla el empresario más importante de nuestro país.

Mis manos comienzan a sudar vergonzosamente, la punta de mi tacón se dobla por la rapidez de mis pasos. Organizo los libros dentro de mi maleta y maldigo al ver el rastro de kétchup encima de mi camisa de cuadros favorita. Mi dedo índice acomoda mis lentes antes de entrar en las instalaciones de mi universidad. Algunos chicos me quedan viendo, quizás por lo patética que me veo.

Respiré profundo antes de entrar al salón de conferencia, como era de esperarse, la mayoría de estudiantes ya se encontraba en el lugar, los ojos de todos los asistentes ahora se hallaban encima de mí, con algo de preocupación al ser el centro de atención de todos, bajé la cabeza para caminar hacia la parte trasera del aula en silencio, sin embargo, mi plan fue arruinado, cuando de repente alguien rodeó mi brazo para detenerme.

Los ojos color avellana de mi profesor de redacción, golpearon descaradamente los míos, sus dientes blancos iluminaron de una manera extraña sobre mi rostro, su piel acanelada hoy lucia de una forma sensual por el contraste del traje verde oliva que estaba usando para esta ocasión, la mezcla de madera y cítricos que desprendía de su cuerpo, embriagó por un momento mis fosas nasales.

—¿Para dónde vas? — La voz varonil de Dante Belmonte caló sobre mis oídos, su mano reafirmó aquel torniquete que se había formado sobre mi antebrazo; algunos de mis compañeros comenzaron a murmurar y tomarme fotos, y es que no lo entendía hasta que logré ver con claridad lo que estaba sucediendo.

Bruno Harper, el magnate de bienes raíces que llegó hasta este lugar para darnos una clase de oratoria, fue interrumpido en medio de su charla motivacional por una estúpida y novata estudiante de comunicación social y periodismo, la mirada de aquel intimidante y enorme hombre se encontraba fulminante sobre mí, sabrá Dios desde cuándo. Su ceño drásticamente fruncido me daba a entender que nada de esto le parecía gracioso.

Mis piernas se removieron, entre tanto mis rodillas se sentían más débiles que nunca, el señor Harper bufó, colocando sus ojos en blanco, tal vez por la molestia que todo esto le estaba ocasionando. —La señorita de color naranja y restos de kétchup sobre su camisa, ¿seguirá toda la tarde allí o me va a permitir seguir hablándole a sus compañeros?

La burla de algunas chicas no se hizo esperar, y no era para menos, Dante tiró de mi mano y me obligó a sentarme junto a su lado, ¡En primera fila! La maleta con todos mis libros pesaba demasiado para mantenerla por más de dos horas sobre mis piernas, así que decidí dejarla reposar sobre el suelo, sin contar que con un movimiento torpe la dejé caer sobre el piso del auditorio, logrando que un estruendoso ruido llenara el silencioso lugar.

Dante cubrió su rostro entre sus manos por la desfachatez que estaba cometiendo, me sentía estúpida, tan estúpida para continuar dentro de estas cuatro paredes, —Lo siento… —Agregué mordiendo mi labio inferior y viendo de reojo como aquel imponente hombre me quería matar con la mirada.

—¿Ya a seguir actuando como una demente o ya puedo seguir hablando?

—Lo… Lo siento… —Bajé la cabeza y cerré mis ojos al no poder más con esta vergüenza. Dante rozó mi mano derecha para que me calmara, luego de un rato de murmullos y risas, el señor Harper pudo continuar con su exposición. Su piel blanca como la nieve, contrastaba perfectamente con el azul oscuro del traje americano que llevaba puesto. Sus piernas firmes y bien formadas lucían como si quisieran explotar dentro de sus pantalones.

Anoté todo lo necesario en mi agenda personal, es que si bien, no todos los días teníamos a alguien tan importante como Bruno Harper en nuestra universidad, desde corta edad había construido el imperio de la moda más grande del continente americano, y era casi imposible no nombrarlo en cualquier pasarela del mundo. Muchos diseñadores lo catalogaban como el Dios de este siglo, por la exquisitez de las prendas que cada temporada su empresa sacaba al mercado.

Si bien, para nadie era un secreto que el éxito de su fama también se debía a su familia y a sus constantes escándalos con distintas modelos famosas de nuestro país. Había rumores algo extraños referentes al señor Harper, algunos ilógicos y otros que daban miedo. Suspiré hondo al escuchar mi nombre a lo lejos, mis pestañas comenzaron a sacudirse desenfrenadamente hasta que la silueta del hombre que se apoderó de mis pensamientos por un momento, ahora se hallaba delante de mí.

—¿Está usted aquí, señorita Parker?

—¿Qué? —Me maldije al oír las burlas detrás de mí.

—El señor Belmonte, expresó que usted es la encargada de realizar algunas preguntas en representación de los chicos de su carrera, pero… Creo que todos han cometido un error.

Mordí mi labio inferior y llevé mi mano hacia mi pecho, —¿Qué quiere decir con eso, señor Harper?

El británico hombre chasqueó la lengua, para luego sonreír con sorna, —Es demasiado despistada, mal hablada, no tiene modales y mucho menos sentido de la moda… —Un espasmo perforó mi estómago—. Creo que no está en el lugar correcto, señorita… ¿Qué le hace pensar a usted que esa monstruosidad que lleva puesta y a la que usted le hace llamar ropa, combinan?

Apreté mis párpados cuando no pude respirar más. —Lo mismo… —Empecé a decir y el auditorio se quedó en silencio, miré a mi alrededor como todos me observaban atónitos, Dante negó para que me quedara callada, pero ya me sentía lo suficientemente cansada para seguir permitiendo que un hombre como aquel gilipollas, siguiera pasando por encima de mí, —Lo mismo que usted…—Suspiré hondo—. Estaba pensando en lo mismo que usted al creer que tiene una pizca de talento para la moda… Cuando todos sabemos que el verdadero genio es su hermana menor…

Un «Oh» se escuchó a unísono dentro del enorme salón, mi profesor comenzó a tirar de mi mano para que me callara, no obstante, en vez de eso, di un paso hacia adelante con firmeza. Los ojos azules del magnate recorrieron desvergonzadamente mi cuerpo, su lengua dejó un rastro cristalino de saliva sobre sus cristalinos y rojizos labios. La mano derecha del millonario, acomodó la corbata amarilla que rodeaba su estilizado y sensual cuello.

Este dio algunas zancadas hasta mí, nuestros ojos se contemplaron por un momento, sin embargo, aquella aura de macho alfa que lo envolvía, no me permitió seguirle viendo más de la cuenta. —¿Qué acaba de decir? —Preguntó sonriente, quizás pensando que esto me intimidaría, sin embargo, respiré profundamente para tomar algo de valor.

—¿Eres sordo?

—¿Qué?

Me reí—Si lo eres… Eres sordo y sin talento… —Mi cuero cabelludo comenzó a doler en el instante en que una de mis profesoras tiró de mi pelo para obligarme a callar, Dante cubrió mi boca, y se excusó con el magnate por mi falta de respeto, antes de sacarme a patadas del auditorio.

Los gritos del decano no se hicieron esperar, una bofetada sobre mi rostro me dejó casi aturdida, algunas de mis compañeras salieron de la conferencia solo para ver la forma en como los directivos de New York University comenzaron a gritarme y maldecirme; aguanté las ganas de llorar lo más que pude, pero llegó un momento en que ya no pude hacerlo más. Sabía que había arruinado mi carrera, Bruno Harper no me perdonaría esta ofensa y mucho menos haberlo puesto en ridículo delante de todos.

Sequé la humedad de mi rostro con el torso de mi mano, mi cabello para este punto estaba tan pegado a mi cara por los golpes que recibí por parte de mis superiores, —Hay que suspenderla por unos días… —Declaró el decano, entre tanto Dante y yo levantamos la cabeza al mismo tiempo.

Mi profesor agarró la mano de su jefe entre tanto negaba sin poder hablar, —Señor, April aún es joven, ella no tiene mucha experiencia en la vida, su mamá está grave en el hospital, y necesita seguir estudiando para tener un mejor futuro para su familia… —Musitó el moreno entre súplicas y jadeos—, sabemos que la señorita Parker no actuó de la mejor forma, pero suspenderla en épocas de exámenes será perjudicial para la alumna…

El decano me miró con cara de pocos amigos, —Entonces, tráigame un documento firmado por el señor Harper en donde conste que él la perdona, y le dejaré continuar con sus evaluaciones. Usted, tiene tres días para eso, de lo contrario, será expulsada de nuestra institución…—Aquel regordete hombre se dio la vuelta y desapareció dejándome únicamente con su secretaria y el profesor Belmonte.

—April…—La mano de Dante acarició suavemente mi espalda media, quizás para darme un poco de consuelo. Ambos sabíamos que era imposible que aquel hijo de puta me ayudara a recuperar mi semestre después de haberlo dejado como un estúpido zapato delante de todos; entendía que ahora me encontraba perdida, pero necesitaba hacer algo. Había sacrificado tantas cosas para poder continuar con mis estudios, así que me aferré a la idea de encontrar una mejor vida, y ahora por culpa de Bruno Harper estaba a punto de perderlo todo, —Puedo intentar hablar con él.

Manifestó mi profesor, sin embargo, respiré hondo, apreté la correa de mi maleta y di un par de pasos firmes para entrar una vez más al auditorio, sin embargo, mi plan fue arruinando cuando el cuerpo de seguridad del magnate bloqueo mi paso. En medio de aquella multitud, un tipejo de estatura prominente y de belleza indescriptible, salió de la nada sin ni siquiera mirarme. El castaño, pasó por encima de mí y cuando menos lo vi venir, tomé el borde de su americana sin dudarlo para si poder retenerlo un poco más.

—Señor Harper…

Solté en un hilo casi inaudible de voz.

—Señorita Parker…

Manifestó usando un tono arrogante como era de esperarse.

—Necesito hablar con usted… —Rogué casi entre lágrimas, — Yo… —Intenté hablar una vez más, sin embargo, uno de sus guardias me tomó con firmeza de la cintura sacándome del camino del millonario, y el cual se marchó sin dejarme ni siquiera hablar.

¡Lo odiaba! ¡Odiaba a ese bastardo hijo de puta!

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