CAPÍTULO 3

«CAPÍTULO 3»

Anoche llegué tan tarde a casa, que me fue casi imposible dormir por más de tres horas. Bajé las escaleras de la pequeña residencia en donde solía vivir desde pequeña con mamá, y llegué hasta la pintoresca cocina con muebles tan viejos como este vecindario, para tomar un par de tostadas y beber un poco de café.

Miré el reloj rojo que se encontraba decorando aquella pared con papel tapiz de flores, y mastiqué más rápido al percatarme que faltaba poco para las ocho de la mañana. Caminé un par de pasos hasta llegar a un enorme espejo de cuerpo completo que compré en oferta la semana pasada y sonreí al verme tan bonita el día de hoy. Había decidido usar un blazer en color café de mamá con unos zapatos de tacón cubano en una tonalidad clara, entendía que no sabía absolutamente nada de moda, sin embargo, me sentía cómoda y preciosa.

Saludé a mis vecinos apenas salí de casa, el sol de verano en New York se sentía cálido, así que recorrí un par de cuadras, hasta llegar a la estación de bus más cercana. Revisé mi móvil y sonreí débilmente al percatarme que no tenía mensajes de nadie. Y era entendible, nadie en la universidad me hablaba por mi nivel social de pobreza y mucho menos lo hará ahora por mi error con el señor Harper. Leí algunos comentarios en el foro de mi universidad que me habían puesto un nuevo sobre nombre.

«Desafortunada Harper»

Bajé la mirada al percibir como todo mi cuerpo comenzó a sentirse pesado, mis manos temblaban por encima de mis rodillas, entre tanto mi mentón no dejaba de moverse; las lágrimas se acumularon dentro de mis ojos, sin embargo, mordí mi mejilla interna para no liberarlas. Inhalé y exhalé todo el aire que pude hasta volver a la normalidad. Mi cabeza daba vueltas, porque sabía que me lo merecía.

Las chicas de mi facultad no deseaban hablar conmigo porque ni siquiera tenía dinero para un estúpido café de cinco dólares, me había esforzado por tres años pagarle la mensualidad a mamá en su hospital, que terminé comprando ropa de segunda en un garaje para así ahorrar dinero y comer. Miré mis uñas desastrosas y las oculté bajo las mangas de mi blazer.

Luego de algunos minutos logré llegar hasta el enorme edificio de Harper Fashion house, algunas super modelos de la nueva campaña de la compañía, pasaron por encima de mí murmurando cosas, apreté mi maleta entre mis manos y subí ignorando cualquier palabra de desagrado que podría recibir por parte de aquellas hermosas y delgadas mujeres.

Al entrar a la recepción, una mujer con cabello cobrizo y tan flaca como una hoja de papel, me recibió con cara de pocos amigos. Sus ojos recorrieron mi cuerpo, entre tanto mis piernas se movieron inquietas de un lado hacia otro.

«Era como una mosca en medio de hermosas mariposas»

—Disculpa… —La dulce voz de la joven golpeó mis tímpanos, —como verás, hoy no estamos haciendo caridad…

Mordí mi labio inferior—No estoy aquí por caridad, señorita… Vengo a ver al señor Harper…

Las mejillas de la mujer se vivieron rojizas—¿Perdona? ¿Tienes programada una cita con el señor Harper? —Preguntó usando un tono de voz espeso y oscuro, su pie derecho subía y bajaba esperando mi rápida respuesta.

—Él me dijo que viniera hoy.

Solté apretando mi mejilla interna.

—¿Cuándo le dijo eso?

—Ayer… —Respondí caminando detrás de ella, mis pestañas se sacudieron al ver con claridad el enorme lugar, los ventanales eran enormes y podía sentir ese exquisito olor a telas y moda que no podría describir con palabras simples. Harper Fashion House era reconocido por su gusto exquisito por la innovación y por algo eran la casa número uno que muchos artistas y celebridades elegían a la hora de vestir.

Es que incluso, aquella recepcionista, llevaba puesto una pieza exclusiva de esta empresa, que por obvias razones jamás me podría comprar. La joven se detuvo delante de una gigantesca puerta de color negro, —El señor Harper la estaba esperando desde hace rato, llega diez minutos tarde.

Declaró tajante, para luego dejarme sola en aquel largo y solitario pasillo.

Volví a limpiar mis sudorosas manos sobre mi blazer antes de rodear con mis dedos la perilla de la puerta, los ojos azules de Bruno me miraron por un segundo, para acto seguido dirigir su mirada hacia el ruple de documentos que por extrañas razones eran demasiados sobre su escritorio.

—Al parecer es su especialidad…

Decretó firmando un papel.

Mis manos se unieron sobre mi estómago antes de responder: —¿Sobre qué, señor Harper?

Me volvió a observar, pero esta vez se detuvo a detallar mis zapatos.

—No sé qué es más feo en usted… —Una corriente eléctrica perforó mis entrañas, —si su forma tan ordinaria y pasada de moda de vestir, su llegada tarde a todo lugar o ese cabello desastroso que pareciese que jamás lo peina… —Dejé de respirar, prácticamente aquel hombre me había destruido en menos de un segundo.

—¿He venido hasta aquí para ser insultada por usted?

Reafirmé la correa de mi maleta sobre mi hombro derecho notoriamente molesta, ya era más que suficiente los desprecios de mis compañeros de clases, para que también un magnate de la industria de la moda viniera a hacerme sentir más miserable de lo que ya era.

—¿Es así de sensible siempre? —Se burló y negué caminando hacia la salida dispuesta a marcharme de este maldito lugar, —deténgase ahora, señorita Parker… —Dictaminó logrando que mis pies se quedaran inmóviles. —Sé que me necesita más de lo que yo a usted, —agregó levantándose de su silla giratoria y ahora reposando su cuerpo sobre el borde su escritorio. El señor Harper llevaba puesto un conjunto de dos piezas en color champaña que conjugaba perfectamente con los zapatos de diseñador que llevaba en sus pies el día de hoy.

—¿Es así de idiota siempre?

Solté tan de repente que el castaño hombre no hizo más que elevar sus pobladas cejas—¿Quiere saber para qué está aquí? —Asentí tomando asiento en el lugar que aquel magnate me señaló. —Necesito que escribas una entrevista para mí… —La petición me llegó como un baldado de agua fría—, me dijeron que eres buena redactando, así que no creo que sea un problema para ti escribir un poco sobre mi vida.

—¿Qué te hace creer que deseo escribir un artículo sobre ti? —Mi respuesta obligó al magnate a bajar la cabeza, su mano derecha tocó delicadamente su mentón, para acto seguido sonreír tanta arrogancia que cada parte de mi cuerpo se sintió como si miles de fragmentos filosos apuñalaran mi sensible piel.

—Me necesitas, —El señor Harper agarró un esfero que reposaba sobre su escritorio y lo llevó hasta la comisura de sus labios—¿Dónde está el papel que debo firmar? —Musitó extendiendo su mano para que le hiciese entrega del documento; como pude lo saqué rápidamente de mi maleta. Mi corazón latía con fuerza dentro de mi cuerpo, me levanté de la silla tan afanada que ni siquiera me di cuenta cuando tropecé sobre mis propios pies y caí de rodillas ante magnate.

Mis manos ardían sobre el suelo, mi cadera se sentía tan pesada que me era casi imposible volver a colocarme en pie; aquel enorme hombre me fulminó con la mirada, para acto seguido apretar con veracidad el borde de su escritorio. Con algo de cuidado me senté sobre mis propios pies y maldije al percatarme que había roto el blazer de mamá a la altura de mi pecho.

Mi sostén de encaje rosa pálido quedó expuesto ante los ojos del castaño, el empresario negó algo aturdido. —Eres un completo desastre, April Parker…—Mis dedos resbaladizos cubrieron la vergonzosa escena. Con algo de dificultad me levanté de aquella bochornosa penumbra. —Firmaré… Firmaré este papel en dos días cuando me entregues el borrador de lo que escribas para mí…

Sin decir ni una sola palabra tomé mi cuaderno de notas, sin embargo, escarbé un poco más al no hallar algo con que escribir. —Yo… —Escupí observando como el señor Harper farfulló agresivamente dándome su bolígrafo para anotar algunas cosas que necesitaba saber sobre él—, lo siento, señor… ¿podemos empezar?

—Sigo esperando, Parker…

Hijo de puta.

—Primera pregunta, —relamí suavemente mis labios, —¿Cuál es su edad?

—Tengo treinta y ocho años, señorita.

Un poco viejo… —Susurré despacio.

Un carraspeo de garganta me obligó a saltar sobre mi asiento.

—¿Está casado, tiene pareja o hijos?

El empresario se quedó en silencio por un momento.

—Soy divorciado, me separé de mi ex esposa hace ocho años… ¿Podemos evitar hablar sobre esto?

Abrí los ojos evitando sonreír, el escándalo de la separación de Bruno Harper con la super modelo irlandesa Aine Ryan retumbó en todo el país. Durante semanas las noticias y medios de comunicación era sobre lo único de lo cual hablaban; la mujer había engañado con un fotógrafo mucho más joven que ella a su marido, lo cual detonó una pelea entre los cónyuges y del cual terminaron alejándose.

—Está bien, pero, ¿ha salido con alguien más después de su ex esposa?

El magnate aflojó su corbata—Con demasiadas mujeres, Parker, tantas que no podría contarlas con mis manos.

—¿Eres un Don Juan?

—Soy más que eso, señorita, —el hombre se levantó de donde se encontraba reposando para luego quedar delante de mí. Desde mi posición podía sentir su respiración agitada—. El sexo para mí es como el mundo de la moda, debe ser tratado con devoción y anhelo, mientras se lleva el placer al siguiente nivel… —Mi cara comenzó a arder—, tus mejillas se encuentran tan rojas como un tomate, Parker, el sexo debe ser igual de soso para ti… ¿Estoy en lo correcto?

—No estoy aquí para hablar de mi sexualidad, señor Harper.

Declaré aclarando un poco mi garganta.

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