CAPÍTULO 8

CAPÍTULO 8

Los ojos del castaño se desorbitaron, sus pies dieron un par de zancadas enormes que lo guiaron hasta la problemática chiquilla, el señor Harper alzó una de las muñecas de Luciana provocándole un dolor tan intenso, que esta terminó cayendo de rodillas contra el húmedo piso. Los ojos color café de la única hija de los Baker se abrieron desesperados y rogando por clemencia.

—¡Detente! —Gritó con fuerza logrando que cada vello de mi piel se erizase, —¡Lo lamento! ¡Lo siento! —Vocifero con su voz agotada, las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus rojizas mejillas, —¡Bruno! ¡Me vas a romper la maldita mano! —La rubia comenzó gritar en el justo momento en que el empresario intensificó su agarre.

—Sabes cuánto odio las malas palabras… Sabes que las detesto y aun as&ia

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