Capítulo 2

Hago un comedido asentimiento. Justo mi comida termina de calentarse, pero no la retiro aún del microondas. Parece un ejecutivo de planta y no quiero pasar esa vergüenza.

―¿Dependencia? ―continúa preguntando ahora de forma más directa.

Me espabilo un poco.

―¿Disculpe?

―¿En qué lugar empezaste a trabajar?

―¡Ah, eso! ―exclamo un poco avergonzada porque me ha tomado por sorpresa―, recepcionista en la dirección general ―respondo y él hace un leve gesto con su boca que no sé si es de aprobación o lo contrario―, trabajaré como pasante para el señor Junot ―añado para más referencias.

―¿En serio? ―pregunta demasiado asombrado y no puedo evitar sonreír.

―Eh, sí ―respondo algo cohibida y deseando saber quién es y por qué el interés.

―¿Y ya le has visto? ―pregunta y me da la impresión de que quiere generar algo de confianza.

―Eh, no todavía, aunque me da igual si no le conozco. Pero seguramente he de caerle bien, porque él apreciaba mucho a mi hermana y me ha dejado tomar su puesto, y no me extraña porque la gente mayor es así y siempre es amable ―expongo sintiéndome en mi elemento y quizás empezando a agradecer el gesto de mi hermana porque puedo conocer a ejecutivos atractivos como él.

―¿Mayor? ―pregunta ladeando su cara con un gesto que se me antoja a curiosidad―, ¿estás segura?

―Lo he averiguado y luce casi como un abuelo paternal. Deberías saberlo, trabajas aquí, ¿verdad?

―Vaya, debe parecértelo, porque seguro eres bastante joven.

―Bueno, un abuelo es un abuelo ―repongo alzándome de hombros.

Él hace una mueca con su boca y no sé si venía a servirse café o algo, porque luego de eso solo se va. Una vez se pierde en el fondo del pasillo que va a los ascensores, yo saco la comida y busco donde sentarme a comer porque muero de hambre. No me siento con nadie porque es obvio que están murmurando y tal vez más sobre mi extraña conversación casual con el simpático ejecutivo.

Reviso mi teléfono y encuentro un mensaje de mi amiga Kiara, la que me ayudó a entrar al club Nigth Doll´s. Ella sigue asistiendo y le va muy bien por la foto que me envió con su nuevo outfit para la noche, todo de Gucci.

Como la odio por tener más suerte que yo.

“Iremos a King Cross Club, ¿te anotas?”.

Quisiera decirle que sí, pero debido a que tomé este trabajo, ahora mis clases son nocturnas y si quiero ir allí, tendré que zafar y es que Emma ahora está tan pendiente de todo lo que hago que vuelve a dejarme sin nada si me empiezo a portar mal otra vez. Aunque nunca me he portado mal.

“No puedo”, respondo.

“Si puedes, piénsatelo, tengo un amigo para presentarte”. Ella insiste, y Kia es así, pero no puedo hacerlo, aunque quiera. No en mi primer día de trabajo.

Diantres, quiero zafar de esta conversación, porque lo último que deseo hacer es contarle que mi vida dio un giro anormal y ahora tengo que comportarme bien si quiero disfrutar de mi fortuna. Es eso o encontrar un novio rico que me llene de lujos y ropa cara.

“Otra noche será, quizás el sábado”, escribo.

“Vale, pero que mal, nos lo vamos a pasar bomba sin ti”.

«Seguro que sí», refunfuño por dentro. Me consta. Doy por terminada la conversación porque no dice nada más y de seguro no me tendrá en cuenta para el sábado contando que hoy es lunes.

Otro mensaje que tengo es de Emma preguntándome como estoy y cuando almorzamos juntas. Suspiro hondo, no quiero contestarle, así que paso de él. Miro la hora y casi que tengo que tragarme el resto de la comida como una máquina para volver a mi puesto. Guardo todo y vuelvo con rapidez. Una vez allí me pongo a revisar la minuta y a ensayar caras amables para que no se me note el aburrimiento. El teléfono del mostrador suena y contesto solo porque es algo extraordinario luego de no hacer más que estudiar. Es la señora Thorne.

―El señor Junot quiere verte en su oficina, ahora ―me dice y cuelga.

Exhalo hondo porque es hora de ver al viejito; sin embargo, no le había visto llegar, por lo que pienso que pudo haberlo hecho durante la hora del receso del almuerzo. No obstante, es tiempo de poner buena cara y agradecerle que me haya recibido en lugar de mi hermana, y eso prueba que no le mentí al hombre de la cafetería y del que no puedo olvidar su cara. Me arreglo el uniforme, y como Emma y yo casi hacemos talla, mamá los arregló solo un poco para que pudiera usarlos.

¡Los odio!, pero no hay de otra, es obligatorio usarlos y me pregunto si será algún fetiche del viejo. Voy con Clara y esta sale de su escritorio para guiarme hacia la oficina del jefe que está al costado de la suya. Ella abre la puerta y con un gesto mecanizado de su cabeza me indica que entre.

Hago lo que indica y entro, pero al hacerlo el escritorio del señor Junot está desierto.

―Por acá ―alguien dice cuando estoy por llamarle.

Voy hacia donde indica la voz que me resulta conocida y me fijo que es el mismo hombre guapo y elegante con quien conversé en la cafetería. Eso me alegra; sin embargo, no luce amable, y más bien adusto y hasta algo enojado. Me causa algo de curiosidad verle allí, pero en vista que el jefe no está en su escritorio seguro debe andar en el baño porque a esa edad se sufre de todo y la incontinencia es una de ellas.

―Ya veo por qué las preguntas, ¿así que también trabaja para el señor Junot? ―hablo para fomentar la conversación y mostrarme agradable.

De seguro debe ser algún asesor, y obvio debe necesitarlo.

―No ―niega vehemente―. Porque yo soy el señor Junot ―agrega espantándome.

―¡Eh! ―atino a gesticular porque de repente me toma muy por sorpresa y me hace sentir algo incómoda.

Repasando nuestra conversación, siento que tengo la impresión de que estaba conversando con el propio dueño al que le llamé en su cara, anciano.

―¿Le parezco un abuelo?

―Ah…

¡Mierda!

―Si quiere conservar el puesto que le ha dejado su hermana, evite andar hablando tonterías. Ahora retírese ya vi suficiente de usted ―espeta y su rostro ceñudo me muestra toda su indulgencia y la disposición de no repetir dos veces lo que dijo, por lo que no me queda más remedio que salir corriendo de allí.

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