Hago un comedido asentimiento. Justo mi comida termina de calentarse, pero no la retiro aún del microondas. Parece un ejecutivo de planta y no quiero pasar esa vergüenza.
―¿Dependencia? ―continúa preguntando ahora de forma más directa.
Me espabilo un poco.
―¿Disculpe?
―¿En qué lugar empezaste a trabajar?
―¡Ah, eso! ―exclamo un poco avergonzada porque me ha tomado por sorpresa―, recepcionista en la dirección general ―respondo y él hace un leve gesto con su boca que no sé si es de aprobación o lo contrario―, trabajaré como pasante para el señor Junot ―añado para más referencias.
―¿En serio? ―pregunta demasiado asombrado y no puedo evitar sonreír.
―Eh, sí ―respondo algo cohibida y deseando saber quién es y por qué el interés.
―¿Y ya le has visto? ―pregunta y me da la impresión de que quiere generar algo de confianza.
―Eh, no todavía, aunque me da igual si no le conozco. Pero seguramente he de caerle bien, porque él apreciaba mucho a mi hermana y me ha dejado tomar su puesto, y no me extraña porque la gente mayor es así y siempre es amable ―expongo sintiéndome en mi elemento y quizás empezando a agradecer el gesto de mi hermana porque puedo conocer a ejecutivos atractivos como él.
―¿Mayor? ―pregunta ladeando su cara con un gesto que se me antoja a curiosidad―, ¿estás segura?
―Lo he averiguado y luce casi como un abuelo paternal. Deberías saberlo, trabajas aquí, ¿verdad?
―Vaya, debe parecértelo, porque seguro eres bastante joven.
―Bueno, un abuelo es un abuelo ―repongo alzándome de hombros.
Él hace una mueca con su boca y no sé si venía a servirse café o algo, porque luego de eso solo se va. Una vez se pierde en el fondo del pasillo que va a los ascensores, yo saco la comida y busco donde sentarme a comer porque muero de hambre. No me siento con nadie porque es obvio que están murmurando y tal vez más sobre mi extraña conversación casual con el simpático ejecutivo.
Reviso mi teléfono y encuentro un mensaje de mi amiga Kiara, la que me ayudó a entrar al club Nigth Doll´s. Ella sigue asistiendo y le va muy bien por la foto que me envió con su nuevo outfit para la noche, todo de Gucci.
Como la odio por tener más suerte que yo.
“Iremos a King Cross Club, ¿te anotas?”.
Quisiera decirle que sí, pero debido a que tomé este trabajo, ahora mis clases son nocturnas y si quiero ir allí, tendré que zafar y es que Emma ahora está tan pendiente de todo lo que hago que vuelve a dejarme sin nada si me empiezo a portar mal otra vez. Aunque nunca me he portado mal.
“No puedo”, respondo.
“Si puedes, piénsatelo, tengo un amigo para presentarte”. Ella insiste, y Kia es así, pero no puedo hacerlo, aunque quiera. No en mi primer día de trabajo.
Diantres, quiero zafar de esta conversación, porque lo último que deseo hacer es contarle que mi vida dio un giro anormal y ahora tengo que comportarme bien si quiero disfrutar de mi fortuna. Es eso o encontrar un novio rico que me llene de lujos y ropa cara.
“Otra noche será, quizás el sábado”, escribo.
“Vale, pero que mal, nos lo vamos a pasar bomba sin ti”.
«Seguro que sí», refunfuño por dentro. Me consta. Doy por terminada la conversación porque no dice nada más y de seguro no me tendrá en cuenta para el sábado contando que hoy es lunes.
Otro mensaje que tengo es de Emma preguntándome como estoy y cuando almorzamos juntas. Suspiro hondo, no quiero contestarle, así que paso de él. Miro la hora y casi que tengo que tragarme el resto de la comida como una máquina para volver a mi puesto. Guardo todo y vuelvo con rapidez. Una vez allí me pongo a revisar la minuta y a ensayar caras amables para que no se me note el aburrimiento. El teléfono del mostrador suena y contesto solo porque es algo extraordinario luego de no hacer más que estudiar. Es la señora Thorne.
―El señor Junot quiere verte en su oficina, ahora ―me dice y cuelga.
Exhalo hondo porque es hora de ver al viejito; sin embargo, no le había visto llegar, por lo que pienso que pudo haberlo hecho durante la hora del receso del almuerzo. No obstante, es tiempo de poner buena cara y agradecerle que me haya recibido en lugar de mi hermana, y eso prueba que no le mentí al hombre de la cafetería y del que no puedo olvidar su cara. Me arreglo el uniforme, y como Emma y yo casi hacemos talla, mamá los arregló solo un poco para que pudiera usarlos.
¡Los odio!, pero no hay de otra, es obligatorio usarlos y me pregunto si será algún fetiche del viejo. Voy con Clara y esta sale de su escritorio para guiarme hacia la oficina del jefe que está al costado de la suya. Ella abre la puerta y con un gesto mecanizado de su cabeza me indica que entre.
Hago lo que indica y entro, pero al hacerlo el escritorio del señor Junot está desierto.
―Por acá ―alguien dice cuando estoy por llamarle.
Voy hacia donde indica la voz que me resulta conocida y me fijo que es el mismo hombre guapo y elegante con quien conversé en la cafetería. Eso me alegra; sin embargo, no luce amable, y más bien adusto y hasta algo enojado. Me causa algo de curiosidad verle allí, pero en vista que el jefe no está en su escritorio seguro debe andar en el baño porque a esa edad se sufre de todo y la incontinencia es una de ellas.
―Ya veo por qué las preguntas, ¿así que también trabaja para el señor Junot? ―hablo para fomentar la conversación y mostrarme agradable.
De seguro debe ser algún asesor, y obvio debe necesitarlo.
―No ―niega vehemente―. Porque yo soy el señor Junot ―agrega espantándome.
―¡Eh! ―atino a gesticular porque de repente me toma muy por sorpresa y me hace sentir algo incómoda.
Repasando nuestra conversación, siento que tengo la impresión de que estaba conversando con el propio dueño al que le llamé en su cara, anciano.
―¿Le parezco un abuelo?
―Ah…
¡Mierda!
―Si quiere conservar el puesto que le ha dejado su hermana, evite andar hablando tonterías. Ahora retírese ya vi suficiente de usted ―espeta y su rostro ceñudo me muestra toda su indulgencia y la disposición de no repetir dos veces lo que dijo, por lo que no me queda más remedio que salir corriendo de allí.
Supongo que sentirme estúpida después de mi metida de patas es poco para lo que he tenido que aguantar del señor odioso Junot. Después de ese incidente y a lo largo de toda la semana he tratado de buscar el momento adecuado para hacerle ojitos y disculparme, pero no ha sido posible, siempre tiene cara de póker y anda apurado con una reunión tras otra. Me da la impresión de que no quiere verme ni en pintura, y para su mala suerte estoy allí como una estampa en el mostrador de la entrada.Lo pienso así porque cada que entra pasa por delante y ni siquiera se digna a mirarme, como si eso que dijo que ya había visto suficiente de mí fuera cierto.¡Qué le pasa!En un principio le había disculpado su pésima actitud porque fue mi error no informarme bien y corroborar que lleva el mismo nombre de su padre, pero tampoco era suficiente para que me tratara como si fuese invisible. Me pregunto si con Emma era así.¡Qué estupidez!Seguro que no, la buen
Reginald════⁂════―Debería evitar hacer esos espectáculos ―menciono cuando la señorita Callum por fin entra en la oficina.Ella me mira, y su sonrisa nerviosa luce igual de espantada que su cara. Quisiera decir que estoy a gusto con esta mujer, pero hay algo en ella que me repelen y son sus ganas urgentes de encontrar marido. Lo tengo claro.―¿Disculpa? ―protesta con una voz tan fina como petulante.―Tomarme del brazo sin mi consentimiento, a ese espectáculo me refiero.―Ah, no lo hice a propósito.―Si lo hizo ―la acuso―, como también dirigirse al puesto de la señorita Hasburg sin motivos.―¡No hice tal cosa!―Odio la gente mentirosa, y sé que lo ha hecho. Debe denigrarle un poco saber que es la hermana de la persona que se ha quedado con su exnovio ―expongo y ella prácticamente se queda sin habla.―Vaya,
Anna════⁂════Mi intención era zafar las dos clases, pero no pude y me tocó asistir a la primera, por lo que tuve que soportarla. La segunda para mi buena suerte fue cancelada. La profesora tuvo un percance de última hora y aunque debería sentir rabia como mis otros compañeros porque no envió un remplazo, es todo lo contrario y deseo que se tome su buen tiempo en recuperarse. Con mis cosas en mano y a punto de dirigirme a mi auto para ir al club, me tropiezo con uno de mis nuevos compañeros.Es así, porque anteriormente tomaba las clases durante el día y por el trabajo y mis pocas ganas de volver a retomarlas, lo estoy haciendo en las noches, por ende, no conozco a nadie. Es más, sé que lo es porque se sienta a mi lado en varias de las materias que tomamos juntos.―¡Hola! ―dice con los ánimos algo excitados.―Que hay ―respondo cortante porque no me interesa ser social con nadie.―Estamos recogiendo firmas p
Reginald════⁂════Al final he venido, pero es obvio para mí que me arrepiento. Trevor tiene una sonrisa amplia y divertida en su boca que querría borrarle de un puñetazo, aunque dudo que sea solo porque le he cumplido el capricho de acompañarle. Su felicidad se extrema cuando me estrecha la mano y me da un apretón como si no nos hubiéramos visto en años.¡Qué imbécil!―Sabía que al final te ibas a animar ―festeja mientras yo arrugo la cara.―Dale las gracias a mi madre ―ladro, porque al final me dejé convencer solo por no verla triste.Ya tiene suficiente con lo de papá.―Bendita sea esa mujer, y todas, ahora entremos, me he encontrado un diamante esta noche y quiero probar que tan fino es ―comenta y yo solo puedo refunfuñar.―Seguro que ese diamante te sale falso ―expreso―Tú siempre como Olaf el amargado, pero no pierdo nada con probarlo. Ándale, vamos, que adentro están los chicos y yo tengo que hacer un poco de cacería.―¿Es en serio? Creí que ya no eras un adolescente caliente.
Ella me mira algo incómoda y bajando su rostro. No me impresiona mucho verle allí, pero creo que sí lo está de verme a mí en el mismo lugar. Trevor no solo viene con ella, sino con tres chicas más, que juntando a la que me abordó y ahora está a mi lado son cinco, las cuales se acomodan todas felices y sonrientes. De inmediato toman asiento y Trevor la pone a mi lado para él ponerse al de ella y así intercalarnos a todos. No me mira y yo sí a sus piernas que sobresalen del vestido corto y bastante descubierto que lleva puesto.La situación es algo insólita y diría que algo cómica; sin embargo, no puedo evitar sentir algo de molestia por la forma en la que finge estar feliz y complaciente con Trevor. Me hace refunfuñar y sentirme malhumorado, porque si mal no recuerdo solo tiene diecinueve años y debería estar en sus clases. Fue algo que me pidió su hermana con respecto a su horario. Las bebidas llegan y esta vez por triplicado y no puedo evitar advertir que todas esas chicas,
Anna════⁂════Quisiera pensar que el señor Junot está enojado o algo, pero me vale. No estamos en su oficina, y aquí no es mi jefe, además que no me interesa lidiar con su mal humor que ya voy descubriendo que lo tiene. No es un anciano, como le traté sin querer, pero parece que le hace falta divertirse un poco. No entiendo por qué no le agrada mucho verme aquí, y si es así, voy a hacer que se sienta tan incómodo que quiera largarse. La verdad no tenía idea de que él y ese hombre coqueto que me abordó en la entrada tuvieran alguna amistad, y vine de buena gana cuando nos encontró a mí y a mis amigas y nos propuso que fuéramos con él a su mesa para acompañarle con sus amigos.Había albergado la esperanza de que no estuviera por allí, porque es obvio hasta para un ciego que no es de frecuentar lugares de este tipo, bastante alegres, y esta noche dije que iba a divertirme y lo voy a hacer. Mis amigas no mintieron cuando mencionaro
Me le quedo mirando mientras se aleja y no hago más que enfurecerme. Odio cuando creen que pueden decirme lo que tengo hacer. Resoplo fuerte antes de dar la vuelta y volver con Trevor. Este está conversando alegremente con la mujer que apenas me ve llegar, me observa minuciosa. Ambos se ponen en pie.―¿Y él dónde está? ―pregunta obvio por Junot.―Se ha ido, dijo que tenía algo más importante que hacer ―hablo hacia Trevor.―No me extraña, Regi es algo anticuado, pero en el fondo es un hombre agradable.―Bueno, creo que debo irme también, ha sido un gusto charlar contigo Trevor ―la mujer dice.No dudo que sea una excusa para salir en su busca y supongo que era a ella a quien se refería cuando mencionó eso de no tener orgullo ante el rechazo. Me sobresalto al sentir unos brazos que rodean mi cintura.―Y a ti, ¿no te gustaría ir a otro lado más privado? ―pregunta cerca de mi oído, haciendo que se me erice la nuca y me tensione un poco cuando mue
―¡Anna a levantarse!La voz de mamá al otro lado y golpeando la puerta bastante ruidosa hacen que me despierte sin más remedio. Me incorporo rascando mi cabeza que es un enredado desastre, es sábado y por lo menos debería dejar que descanse cuanto quiero―. ¡Anna!Vuelvo a escucharla en lo que bostezo una maldición. A fuerza, bajo de la cama arrastrando la sabana y voy hasta la puerta.―¿¡Qué!? ―exclamo volviendo a bostezar.Ella me mira arrugando el ceño.―Deberías mirar tu reloj.―Y yo creo que tú deberías mirar el tuyo.―¡Anna! ―espeta cuando voy a darme la vuelta. Me vuelvo nuevamente hacia ella―, son las diez, y creo que ya has dormido suficiente.―¿En serio, mamá? ―pregunto poniendo cara de aburrida y ella frunce su boca refunfuñando.―Anda, toma un baño para que te despiertes que vamos a salir.―¿Salir?No me gusta esa idea, prefiero seguir durmiendo.―Sí, salir, haremos las compras para la des