Capítulo 4

Reginald

════⁂════

―Debería evitar hacer esos espectáculos ―menciono cuando la señorita Callum por fin entra en la oficina.

Ella me mira, y su sonrisa nerviosa luce igual de espantada que su cara. Quisiera decir que estoy a gusto con esta mujer, pero hay algo en ella que me repelen y son sus ganas urgentes de encontrar marido. Lo tengo claro.

―¿Disculpa? ―protesta con una voz tan fina como petulante.

―Tomarme del brazo sin mi consentimiento, a ese espectáculo me refiero.

―Ah, no lo hice a propósito.

―Si lo hizo ―la acuso―, como también dirigirse al puesto de la señorita Hasburg sin motivos.

―¡No hice tal cosa!

―Odio la gente mentirosa, y sé que lo ha hecho. Debe denigrarle un poco saber que es la hermana de la persona que se ha quedado con su exnovio ―expongo y ella prácticamente se queda sin habla.

―Vaya, me dejas anonadada.

―¿Qué le dijo?

―¿Lo preguntas en serio?

―Por supuesto, y más le vale que sea la verdad ―respondo y ella empieza a verse incómoda.

He aceptado su visita porque ha insistido en mostrarme un plan de negocios innovador para mi empresa; sin embargo, sé que solo ha sido porque yo le di pie una noche cuando me acerqué a consolarle, y, de algún modo, yo también necesitaba desahogarme. Y eso me pasa por fijarme en lo que no debo, porque no soy de poner mis ojos en cualquier cosa y eso va para todas las mujeres que me ven como una gran oportunidad.

Tal como me ve ahora Brianna Callum. Y no dudo que esa chica también, que la única razón por la que le he aceptado es porque sentí un poco de aprecio por su hermana. La que preciso se quedó con su ex y que empezaba a atraerme.

¿Aprecio nada más?

Me parece estar escuchando la sarcástica voz de mi consciencia. Me espabilo de ese lapsus y vuelvo mi atención a esta mujer.

―¿Entonces? ―prosigo.

―Creí que habíamos venido a hablar solo de negocios.

Ella parece volver a fuerza a su punto de enganche inicial.

―Es lo que dijo, pero luego de hacer unas averiguaciones, no creo que industrias Callum tenga algo bueno que ofrecerme.

―Su padre…

―Mi padre ya no está al frente, ahora estoy yo. Y soy quien toma las decisiones.

―Mi familia tiene muy buena posición en la sociedad.

―Muchas veces la posición no es igual a dinero.

―¡¿Es en serio?!

Ella ríe con su expresión, y va directo a mi recibidor, se acomoda en el sillón cruzando sus piernas con toda insinuación. Su actitud me hace pensar que mostrándose seductora conseguirá lo que busca de mí. No obstante, no soy tan fácil de seducir. Soy más del tipo visceral y un par de lindas piernas no representan para nada un buen negocio por lo menos no monetario.

Tomo asiento en el sillón opuesto, y le miro interrogante.

―Le dije que no se acercara a ti ―responde por fin a mi pregunta.

―¿Y qué razones tiene para decirle eso?

―No es obvio.

―¿Qué es obvio?

―La hermana se quedó con mi Alex y ahora también quiere que ella se quede contigo.

―¿Me cree un niño tonto al que cualquier mujer puede engatusar?

―¡Por supuesto que no! Solo le ayudaba un poco. Tenga en cuenta que a algunas personas hay que ponerlas en su lugar, a tiempo.

―En eso tiene razón, pero me gustaría que no se tome atribuciones que no le incumben, que la señorita Hasburg esté en ese puesto, al final es decisión mía.

―Sí, claro, no lo pongo en duda.

―Y yo no pongo en duda que sigue sin superar a su ex, yo que usted me resignaría y buscaría en otros horizontes.

―Qué comedido, pero sobra su consejo, porque es preciso lo que estoy haciendo.

―No en este horizonte, señorita Callum ―advierto lo bastante serio como para reafirmar mi reacia posición a sus encantos. Me pongo en pie y le miro―, será mejor que se vaya y cuando tenga una oferta monetaria lo bastante interesante para que la financiera lo estudie, hablaremos ―agrego y le hago señas con mi mano hacia la puerta.

Ella parece que no puede creer que básicamente le estoy echando, porque por lo general no suelo malgastar el tiempo con gente que solo me hace perder el mío. Tampoco me gusta la gente que le gusta dejar mal parada a otra, porque siempre he pensado que todo cae por su propio peso.

Y si la señorita Annaline Hasburg tiene algún interés oculto en mí, ya puede ir desencantándose. Antes muerto que fijarme en una mocosa que no sabe ni lo que quiere. Además, tenerla trabajando conmigo es casi una obra de caridad.

―Está bien, me iré ―dice Briana sacudiendo su melena rubia―, pero le prometo que industrias Callum le tendrá la propuesta que quiere y no podrá rechazarla.

―Bueno, no es lo que yo quiero, es lo que requiere el mercado ―digo y doy por terminada esa charla.

Gracias al cielo se marcha. Exhalo hondo una vez lo hace. Voy a mi escritorio reviso un par de cosas y me marcho de la oficina. Mi madre está de regreso por unos días y me ha pedido que cene con ella esta noche. Al salir voy al puesto de Clara, quien se pone en pie una vez me ve.

―Se marcha, señor.

―Sí.

―¿Quiere que le envíe un recordatorio de la agenda de mañana? ―pregunta muy eficiente.

―No hace falta.

―¿Señor? ―Clara llama deteniéndome.

―¿Algo más?

―Solo para informarle que ya se actualizó la ficha pública de la empresa, así ya no le confundirán más con su padre ―ella menciona y no puedo evitar pensar en esa chica llamándome viejo.

Admito que por un momento me molestó que lo dijera de forma tan frívola debido a su juventud, pero que se puede esperar de alguien así.

―Gracias Clara y ya también puedes irte ―digo y salgo allí.

En el estacionamiento subo al auto y le pido al conductor que me lleve al hotel donde está alojada mi madre. Al llegar ella me espera en su suite, donde ha pedido cena para comer en la terraza. Apenas me ve, me sonríe y me besa en ambas mejillas y la frente. A veces me abruma con sus muestras de cariño. Supongo que ha sido así siempre.

―Hola, mamá ―saludo luego del agasajo.

―Has llegado temprano ―me dice.

―Terminé a tiempo ―explico bastante escueto―, ¿y papá? ―pregunto y su semblante ensombrece.

―Está bien.

―¿Si es así por qué no viene?

―Ya vendrá. Aún debe reposar.

―¿Cuándo se lo dirás a tus hijas?

―Regi…

―¿Por qué solo yo tengo que saberlo? ¿Por qué no me dolerá tanto como a ellas? ―digo y no puedo evitar reprocharle.

Debe ser porque nunca se me olvida que soy el adoptado.

―Eso no es así, y lo sabes. Se lo diremos a su tiempo.

―¿Cuándo nada funcione?

―Por favor… no más reproches. Siempre hemos confiado en ti ―dice y yo solo puedo exhalar hondo―. Ven, vamos a la terraza ―agrega tomando mi mano, llevándome con ella.

Ha pedido que la arreglen muy bien y casi que parece una mesa para una cena romántica, más que familiar. Ella siempre es así de exagerada, pero sé por qué lo hace, son las mismas atenciones que tiene con papá. No digo más nada y tomo asiento. Hace un poco de viento, pero la terraza es cubierta y el frío no hace mucha mella. Ella se encarga de servir los dos platos y empezamos a comer brindando con un poco de vino cabernet.

―¿Vas a verlas?

―Sí, claro, lo haré antes de irme ―responde y sé que lo hace siempre así para evitar que le hagan muchas preguntas―. ¿Y cómo va todo en la empresa?

―Bien, ya he ido ordenándolo todo.

―¿Y la hermana de Emma, ya empezó?

―Sí, esta semana.

―¿Y qué tal te la llevas con ella? Debe ser agradable como su hermana mayor.

―Ni idea, apenas y le veo.

―Ay, Regi, por qué eres así de frío con las personas.

―Dame una razón para que tenga que tratarla más de lo estrictamente necesario.

―Bien, no hay ninguna, solo que no cuesta nada ser un poco más amable.

―¿Amable con la chica que me confundió con papá? ―me quejo un poco.

―¿En serio? ―pregunta volviéndole la alegría.

―Me llamó anciano en mi cara ―prosigo y ella se echa a reír, mientras yo solo puedo negar con mi cabeza.

Quién iba a decir que esa chiquilla sería el tema de conversación que haría reír a mi madre.

―Bueno, pero ya debe tener claro que eres joven y muy apuesto.

―Me da igual.

―No seas tan odioso. Emma me contó que ella ha tenido algunas dificultades, pero se está esforzando por corregirlas, no lo arruines.

―Ni al caso la sugerencia, solo debe hacer bien su trabajo lejos de mí, y todo irá bien.

―Ay, Regi ―mamá dice con su sonrisa estampada en la cara.

Terminamos de cenar y justo cuando estoy recogiendo mi saco, una llamada entra en mi teléfono. Le reviso y es de Trevor, uno de los pocos amigos que conservo de la universidad y que solo llama para sonsacarme.

―Hola, Trevor ―contesto un poco de malagana.

―Hola señor aburrido.

―¿Qué quieres? ―pregunto hosco.

―¿Saber si estás libre esta noche?

Su pregunta realmente me hace reír con ironía. Es un imbécil, pero pocas personas logran hacerme gracia como él.

―No, tengo un compromiso importante.

―Te lo paso si es con una mujer.

―Es con una mujer.

―Pero no, si tiene más de cincuenta.

―¿No has pensado que me gustan maduras y centradas?

―Lo he pensado, pero creo que te iría bien alguien con muchas energías.

―¡Vete al carajo! ―rechisto y él se echa a reír.

―Estoy con unos amigos, el lugar es espectacular.

―Olvídalo, no volverás a engatusarme con esos antros de m****a.

―Vamos, que este está entretenido y hay mucho que ver y comprar.

―Bien, disfrútalo.

―Se llama King Cross Club, te esperamos por si te animas.

―Paso ―digo y cuelgo.

 La verdad es que no me interesa perder mi tiempo en esa clase de clubes de entretenimiento. Ya lo he hecho y no tengo buenos recuerdos.

―¿Por qué no vas? Te haría bien divertirte.

―¿Divertirme? Creo que se te olvida que odio esas cosas.

―¿Entonces qué harás? Hoy es viernes.

―Tomarme otra copa contigo, luego ir a casa a terminar de ordenar algunos papeles y después a dormir.

―Eso no suena divertido Regi.

―Pero para mí si ―expongo mostrando mis dientes y fingiendo una sonrisa.

Mi madre niega, pero luego asiente.

―Está bien, tomemos otra copa y después ve a encerrarte en tu cueva de viejo gruñón ―dice y aunque resignada no pierde el tiempo para chincharme.

Pongo mis ojos en blanco, porque sigo sin hallarle el lado divertido a ir a esa clase de lugares.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo