Capítulo 5

Anna

════⁂════

Mi intención era zafar las dos clases, pero no pude y me tocó asistir a la primera, por lo que tuve que soportarla. La segunda para mi buena suerte fue cancelada. La profesora tuvo un percance de última hora y aunque debería sentir rabia como mis otros compañeros porque no envió un remplazo, es todo lo contrario y deseo que se tome su buen tiempo en recuperarse. Con mis cosas en mano y a punto de dirigirme a mi auto para ir al club, me tropiezo con uno de mis nuevos compañeros.

Es así, porque anteriormente tomaba las clases durante el día y por el trabajo y mis pocas ganas de volver a retomarlas, lo estoy haciendo en las noches, por ende, no conozco a nadie. Es más, sé que lo es porque se sienta a mi lado en varias de las materias que tomamos juntos.

―¡Hola! ―dice con los ánimos algo excitados.

―Que hay ―respondo cortante porque no me interesa ser social con nadie.

―Estamos recogiendo firmas para enviarlas a la decanatura.

―¿Por qué? ―pregunto fingiendo un interés que no tengo.

Él alza sus cejas perdiendo toda la excitación y mirándome con mucho asombro. Me hace poner los ojos en blanco.

¡Qué le pasa!

―Bueno, tenemos que levantar la queja por la falta de la profesora y necesitamos que todos la firmen.

―¿En serio?

―Claro ―contesta y el asombro le crece.

Entonces siento que estoy perdiendo el tiempo y tengo que irme ya.

―Sabes, esas cosas pasan ―expongo.

―Sí, pero hay que tener un poco de responsabilidad ―insiste y siento que estoy hablando con un ñoño que no le gusta perder clases. Suerte que no soy así―, ¿firmas o no? ―prosigue mostrándome la planilla que lleva en la mano y la pluma.

Le miro aburrida.

―No, y ya me tengo que ir a cuidar a mi madre enferma ―digo y me voy pitando de allí.

Corro hacia mi auto, tiro todo dentro del puesto de acompañante y me subo. La verdad es que no tengo que ir a cuidarla, pero qué más da, tampoco me interesa firmar esas cosas y ojalá siempre pasara lo mismo. Además, como estoy repitiendo algunas materias no me va mal y supongo que me alcanzará para graduarme y terminar este suplico universitario. Al llegar a casa mamá se asombra sobremanera al verme llegar tan pronto.

―Cancelaron la clase, ¿bien? ―digo y aunque sé que no es suficiente respuesta para ella por la forma en que me mira, me da igual porque seguro no me cree―, cielos, ya deja esa cara, la profesora de la última clase sobre gestión financiera tuvo un repentino accidente y no le dio tiempo a enviar un remplazo y por eso la cancelaron ―explico y ella sigue sin creerme.

―¿Es viernes?

―¿Y?

―No me extrañaría que inventaras excusas para volarte las clases.

―¡Ay, mamá!

―Anna, sabes que estoy en lo cierto.

―Quizás sí, pero no es así. No te miento.

―Bien, te creo, pero supongo que vas a salir.

―¿Está mal que lo haga? ―increpo y ella tuerce sus labios en un gesto de duda.

―No, pero…

―Perfecto, además me lo merezco, he tenido una ardua semana y necesito despejarme.

―¿Yéndote de fiesta?

―¿No te parece buena idea?

―Podríamos salir juntas y hacer otra cosa.

―¿Quieres ir a un club conmigo?

―¡Anna! ―gruñe mi nombre.

―Ma, ya no es como antes, estoy haciendo lo que quieren, ahora déjenme respirar un poco ―expongo y sigo cargando mis cosas, dejándole allí y directo a mi habitación. Cierro la puerta y luego de hacerlo escucho que toca―, ¿Qué es mamá? ―pregunto un poco de malagana.

―¿Vas a cenar antes de salir? ―pregunta haciendo que suspire hondo.

―Vale, sí, tomo una ducha y ya bajo ―respondo y luego de eso le escucho alejarse.

Tiro todo sobre la cama y me desvisto, me apresuro en tomar una ducha y prepararme para salir. Busco un vestido pequeño y sensual que ponerme y después de arreglada bajo al comedor de la cocina donde mamá ya tiene servido mi plato. Lo que sirve está como para engordarme.

―No creo que me coma todo eso ―digo sentándome a la mesa y empezando a picar un poco la carne salteada con vegetales que preparó.

―Debes comer bien ―expone.

―Seguro, pero creo que eres tú quien si debe hacerlo.

―Yo como muy bien.

―Más te vale, mamá ―advierto―. Y Emma, ¿has hablado con ella?

―Hablamos en la tarde ―responde.

―¿De mí?, supongo.

―No, no hablamos solamente de ti.

―Me alegra oír eso.

―Pero, sabes que no deja de preocuparse.

―¿Cree que la voy a dejar mal frente al señor Junot? Y a propósito de él, no es tan viejo como me hizo creer.

―Nunca te dijo que fuera viejo.

―Bien, aún no me echa, así que puede estar tranquila.

―Por qué no le has hablado.

―Si no lo hiciera para vigilarme, podríamos ser buenas amigas.

―Son hermanas ―repone, me alzo de hombros mientras ella niega con la cabeza.

Como un poco más y doy por terminada mi cena. Me levanto de la mesa, boto lo que no me comí, lavo el plato y los cubiertos y le doy una sonrisa. Ella vuelve a negar.

―No llegaré tan tarde, bien.

―¿Llevarás el auto?

―No, pediré un taxi.

―¿Y a dónde irás?

―Ma, no es un mal lugar, ¿bien? Mis amigas siempre escogen buenos sitios para divertirse ―digo y me muevo de allí antes de que siga dándome más charla y advirtiéndome que no puedo ir a lugares adultos ni andar bebiendo, y se me haga tarde.

A las diez debo verme con Kia en la entrada del club, porque es ella quien me ayudará a entrar. Así que me apuro en tomar un saco, mi cartera, y a echarme un último vistazo al espejo. Con el pensamiento de que estoy increíble y mínimo me levanto a alguno para pasar un buen rato, salgo de la habitación luego de pedir el taxi y aguardar a que llegue. Ya en el taxi, miro qué mamá no se despega de la ventana. Le hago señas y le pido al conductor que me lleve a la zona rosa por Maese Street. Y solo es llegar y ver la zona iluminada y festiva para sentir que todo el cansancio se me va, y ya me quiero tomar un buen trago.

Sé que legalmente no tengo edad para beber, pero siempre me consigo uno que otro, tampoco me gusta embriagarme, solo quiero pasarla bien y no olvidarme que soy una chica a la que le encanta divertirse para tener algo bueno que recordar y de que reírme cuando me haga vieja. El taxi estaciona y bajo luego de pagar la tarifa. De pie en el andén, miro emocionada hacia la entrada del lugar. Me aprieto el cinturón y sostengo bien mi cartera observando por si encuentro a Kia, pero no le veo por ningún lado. Busco mi teléfono para llamarle y en eso estoy cuando alguien me tropieza a la espalda impidiéndomelo. Me vuelvo algo molesta para mirar quién es, y aunque debería mostrarme enojada, no lo hago. No está nada mal y me da la impresión de que lo ha hecho a propósito.

―¿Entras? ―pregunta, aunque primero debió disculparse.

―Y qué hay de, ¿discúlpame, señorita? ―digo y me muestra su sonrisa.

Se le ve maduro, calculo unos treinta o menos, y luce genial, sin corbata y los primeros botones de la camisa abierta.

―Lo he hecho a propósito y mi objetivo es que me acompañes.

¡Bingo!

―Espero a alguien.

―Espero que no sea un chico ―dice y a leguas noto el deje de flirteo en su tono.

No me extraña, siempre he tenido imán para eso.

―No, a una chica ―continúo y su boca dibuja una sensual sonrisa.

―¿Tu pareja?

―¡No! ―bufo sonriendo.

―Entonces por qué no la esperamos dentro y mientras nos seguimos conociendo.

―¿Crees que me has conseguido?

―No, pero tiento a mi suerte.

Vaya, este tipo me agrada.

―Trevor Austin, ¿y tú? ―dice extendiéndome su mano con un seductor y confianzudo saludo.

No sé si es real o no, porque algunos hombres hacen eso de mentir con sus nombres y las razones son muchas. Entonces me lo pienso si darle el mío real, aparte que lo tengo de experiencia.

―¡Anna, por aquí! ―Escucho la voz de Kia que grita bastante inoportuna cuando me estoy debatiendo por ello. Me volteo y le diviso batiendo sus manos para que le vea.

Me vuelvo nuevamente hacia el tipo y este ríe como si se hubiera ganado una apuesta. Me alzo de hombros sin confirmar o negar si es o no mi nombre.

―Te veo dentro, Trevor ―le digo poniendo algo de picardía en mi mirada, y me alejo de allí en dirección de Kia, quien apenas me ve, me abraza como si no nos hubiéramos visto en años.

Me toma del brazo y me arrastra hacia la entrada vip donde están las demás, Cora y Bethany esperando. Una vez allí no pasa por alto al tipo que vio conversando conmigo y todas chillan cuando le digo que lo veremos dentro. Y yo más porque he empezado con el pie derecho. Sin embargo, cuando vuelvo a mirar donde le he dejado me quedo algo pasmada por la persona que se le acerca y que no luce nada contento. Mi nuevo jefe, Reginald Junot, pero ¿qué hace aquí?

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo