La pequeña codiciosa del millonario
La pequeña codiciosa del millonario
Por: desartre
Capítulo 1

Anna

════⁂════

Personalmente, no anhelaba este día y deseaba que nunca llegara porque solo significa tener responsabilidades que no quiero; pero llegó. Termino de arreglarme y bajo hasta el comedor. Mamá está allí tomando su desayuno y no pierde vista de cada uno de mis movimientos, como si contara cada uno de mis pasos y calibrara lo poco decididos que están. Ahora somos solo ella y yo desde que Emma se casara y se marchara, y no me quejo porque me gusta estar en casa.

Es grande y bonita, solo le hemos hecho un par de arreglos para remodelarla ahora que tenemos el dinero, para mantenerla a la altura. Todo eso es bueno, pero sé que ella no está contenta conmigo porque desearía que fuera otra “Emma”, abnegada y obediente; y yo no soy ella, tampoco será posible nunca. Ella ahora es feliz con su flamante marido y mientras, yo tengo que seguir buscando lo que quiero, pero no será por mucho tiempo porque también pienso encontrarme un hombre rico y vivir el resto de mi vida como una reina. Aunque, trabajando como una mustia empleada, no creo que lo consiga pronto.

Eso es lo que me pone de malas. Lo del trabajo en el club sí que era buena idea, pero mi hermana y su novio lo echaron a perder todo. Nada que hacer, y ya no hay modos de volver a trabajar allí. Tampoco lo necesito, porque ahora tengo dinero, pero Emma solo me dejará disfrutar de él cuando demuestre que tan responsable soy, y mientras tanto tengo que conformarme con mi nuevo sueldo que por lo menos no es tan bajo.

―Deja de mirarme así ―le digo tomando asiento en la mesa.

―Espero que hagas todo bien, Anna ―advierte y su tono, más que un consejo, parece una advertencia.

A Emma nunca le decía nada porque ella todo lo hacía perfecto. Se enteró de lo que hizo y al final la perdonó como si nada, sin embargo, donde se llegara a enterar de lo que quería hacer en el club, seguro me odia para toda la vida y hasta me deshereda y solo porque Emma salió perjudicada.

―Ay mamá, ya, por lo menos debes dar gracias que acepté trabajar ―digo sintiéndome malhumorada con esa idea que significa hacer grandes cambios en mi nueva vida y para nada envidiables.

―Siento que eres algo desagradecida ―prosigue y yo pongo los ojos en blanco.

―Si lo fuera, no estaría tomando el puesto que dejó Emma y haría lo que me diera la gana.

―Solo lo haces por compromiso.

―También para que algún día estés feliz conmigo ―exclamo. En algún momento había creído que nos llevábamos bien, pero al final ya sé quién es su predilecta―, deberías desearme suerte, es mi primer día.

―Solo debes hacer las cosas bien para que le des una buena impresión al señor Junot, que bastante amable ha sido en dejar que trabajes en lugar de tu hermana ―mamá dice y estaría perfecto que no hubiera mencionado lo último porque en serio estoy esforzándome y no me agrada mucho la idea de trabajar para el viejo al que mi hermana le limpiaba la casa. Aunque debo admitir que me servirá como práctica universitaria.

―Bien, me voy, y desde hoy vendré tarde por el cambio de horarios en mis clases ―expongo. Mamá se levanta de la silla, va hasta el mesón de la cocina y toma la caja de comida y me la entrega―, te dije que no era necesario.

―No porque tengamos un poco más de dinero vas a empezar a malgastarlo comiendo en restaurantes caros.

―No es malgastar, además, si manejara mi propio dinero no tendría que llevar almuerzo.

―Pero no lo tienes.

―Seguro nadie lo lleva.

―Tu hermana lo hacía.

―¿Algún día dejarás de compararme con ella?

―No, hasta que te des cuenta de que nunca las he comparado y la que lo cree así eres tú ―me espeta haciéndome empuñar la caja de comida.

No me queda más remedio que llevármela.

―Vale, pasa un buen día y no se te olvide tomarte tus medicinas ―digo conciliadora para no darle más largas al tema de todos los días.

Tal vez soy paranoica con eso, pero ella no me deja pensar lo contrario. Emma siempre ha sido la mejor y yo el lastre de la casa. No me detengo más y voy hasta el garaje, porque por lo menos me dejó tener un auto ―aunque no el Porsche que yo quería―. Meto todo y me acomodo en mi puesto de conductor para dirigirme a la torre Glasgow. No es difícil encontrarla porque la zona donde está ubicada es un conglomerado empresarial bastante sobresaliente en el centro de la ciudad.

Averigüe un poco sobre las empresas Junot y no me agrada que trabajaré para un viejo, que espero no intente portarse como un padre. Ella había dicho que no era tal cosa, pero en la información empresarial aparece registrado François Junot de 81 años, como jefe.

¡Cielos!

Por lo menos la paga es buena y me la puedo gastar en lo que quiera. Llego a la elevada y empinada torre y de entrada debo admitir que no está mal, e incluso cuando entro me llevo una buena impresión del lugar y lo elegante y sobrio que es su interior. Me anuncio en la recepción y me dicen que suba al piso 23. Allí me entrevisto con Clara Thorne, la asistente del dueño y que es casi tan vieja como lo es él, por lo que no me extraña que busquen gente joven para poner detrás del mostrador que es como una vitrina de la entrada.

La señora Thorne ya sabe por qué estoy allí, así que solo me hace llenar las formas necesarias para legalizar el puesto como pasante. Después de eso nos pasamos parte de la mañana conociendo mi puesto, y las únicas tres dependencias del piso son todas de la dirección general administrativa. Es básicamente la cúspide de la pirámide empresarial. Ella me entrega una minuta con las labores que realizaba mi hermana y me pongo a estudiarla.

La señora Thorne es muy conversadora y solo se dedica a hablar de lo referente al trabajo, sin embargo, se toma un respiro para preguntarme como está Emma. Yo le digo que está disfrutando de su buena vida y no vuelve a preguntarme nada más referente al tema, tampoco quiero hablar de ella. Le he preguntado por el señor Junot y si tengo que presentarme con él y ha dicho que él me llamará cuando quiera que vaya a su oficina dándome una idea de lo vejete que puede ser. Por último, me da algunas indicaciones extras sobre como debo recibir al jefe y cada visita que llegue y me envía a sentarme en mi puesto.

Para la hora del almuerzo no me queda más remedio que ir a la zona de cafeterías a calentar la comida. Preferiría comer en un restaurante como cuando asistía a la universidad, pero no me queda de otra que comer lo que mamá preparó, tampoco puedo despreciarlo y al final lo ha hecho para mí. En la zona de cafeterías no hay muchas personas, me encamino al área de microondas y pongo a calentarlo todo. Me coloco a un lado aguardando que termine.

Mientras estoy allí, los pocos empleados que hay me miran casi que sin disimulo y debe ser obvio porque soy la chica nueva en la torre, aparte soy rubia, hermosa y muy llamativa. Clara me dijo que la sala de cafeterías era común, y compartida con otras oficinas, y es así, porque en el piso de Junot solo está él, ella y ahora yo en la recepción.

Alguien llega y me quedo un poco alucinada cuando se acerca porque sí que es guapo y bastante maduro. El tipo de hombre que me atrae, así que trato de comportarme bien cuando se pone a mi lado.

―¿Nueva? ―pregunta y aunque es algo impersonal, sé que me lo está preguntando a mí, es más que evidente, ya que soy la única a su lado y eso me causa gracia.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo