Anna
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Personalmente, no anhelaba este día y deseaba que nunca llegara porque solo significa tener responsabilidades que no quiero; pero llegó. Termino de arreglarme y bajo hasta el comedor. Mamá está allí tomando su desayuno y no pierde vista de cada uno de mis movimientos, como si contara cada uno de mis pasos y calibrara lo poco decididos que están. Ahora somos solo ella y yo desde que Emma se casara y se marchara, y no me quejo porque me gusta estar en casa.
Es grande y bonita, solo le hemos hecho un par de arreglos para remodelarla ahora que tenemos el dinero, para mantenerla a la altura. Todo eso es bueno, pero sé que ella no está contenta conmigo porque desearía que fuera otra “Emma”, abnegada y obediente; y yo no soy ella, tampoco será posible nunca. Ella ahora es feliz con su flamante marido y mientras, yo tengo que seguir buscando lo que quiero, pero no será por mucho tiempo porque también pienso encontrarme un hombre rico y vivir el resto de mi vida como una reina. Aunque, trabajando como una mustia empleada, no creo que lo consiga pronto.
Eso es lo que me pone de malas. Lo del trabajo en el club sí que era buena idea, pero mi hermana y su novio lo echaron a perder todo. Nada que hacer, y ya no hay modos de volver a trabajar allí. Tampoco lo necesito, porque ahora tengo dinero, pero Emma solo me dejará disfrutar de él cuando demuestre que tan responsable soy, y mientras tanto tengo que conformarme con mi nuevo sueldo que por lo menos no es tan bajo.
―Deja de mirarme así ―le digo tomando asiento en la mesa.
―Espero que hagas todo bien, Anna ―advierte y su tono, más que un consejo, parece una advertencia.
A Emma nunca le decía nada porque ella todo lo hacía perfecto. Se enteró de lo que hizo y al final la perdonó como si nada, sin embargo, donde se llegara a enterar de lo que quería hacer en el club, seguro me odia para toda la vida y hasta me deshereda y solo porque Emma salió perjudicada.
―Ay mamá, ya, por lo menos debes dar gracias que acepté trabajar ―digo sintiéndome malhumorada con esa idea que significa hacer grandes cambios en mi nueva vida y para nada envidiables.
―Siento que eres algo desagradecida ―prosigue y yo pongo los ojos en blanco.
―Si lo fuera, no estaría tomando el puesto que dejó Emma y haría lo que me diera la gana.
―Solo lo haces por compromiso.
―También para que algún día estés feliz conmigo ―exclamo. En algún momento había creído que nos llevábamos bien, pero al final ya sé quién es su predilecta―, deberías desearme suerte, es mi primer día.
―Solo debes hacer las cosas bien para que le des una buena impresión al señor Junot, que bastante amable ha sido en dejar que trabajes en lugar de tu hermana ―mamá dice y estaría perfecto que no hubiera mencionado lo último porque en serio estoy esforzándome y no me agrada mucho la idea de trabajar para el viejo al que mi hermana le limpiaba la casa. Aunque debo admitir que me servirá como práctica universitaria.
―Bien, me voy, y desde hoy vendré tarde por el cambio de horarios en mis clases ―expongo. Mamá se levanta de la silla, va hasta el mesón de la cocina y toma la caja de comida y me la entrega―, te dije que no era necesario.
―No porque tengamos un poco más de dinero vas a empezar a malgastarlo comiendo en restaurantes caros.
―No es malgastar, además, si manejara mi propio dinero no tendría que llevar almuerzo.
―Pero no lo tienes.
―Seguro nadie lo lleva.
―Tu hermana lo hacía.
―¿Algún día dejarás de compararme con ella?
―No, hasta que te des cuenta de que nunca las he comparado y la que lo cree así eres tú ―me espeta haciéndome empuñar la caja de comida.
No me queda más remedio que llevármela.
―Vale, pasa un buen día y no se te olvide tomarte tus medicinas ―digo conciliadora para no darle más largas al tema de todos los días.
Tal vez soy paranoica con eso, pero ella no me deja pensar lo contrario. Emma siempre ha sido la mejor y yo el lastre de la casa. No me detengo más y voy hasta el garaje, porque por lo menos me dejó tener un auto ―aunque no el Porsche que yo quería―. Meto todo y me acomodo en mi puesto de conductor para dirigirme a la torre Glasgow. No es difícil encontrarla porque la zona donde está ubicada es un conglomerado empresarial bastante sobresaliente en el centro de la ciudad.
Averigüe un poco sobre las empresas Junot y no me agrada que trabajaré para un viejo, que espero no intente portarse como un padre. Ella había dicho que no era tal cosa, pero en la información empresarial aparece registrado François Junot de 81 años, como jefe.
¡Cielos!
Por lo menos la paga es buena y me la puedo gastar en lo que quiera. Llego a la elevada y empinada torre y de entrada debo admitir que no está mal, e incluso cuando entro me llevo una buena impresión del lugar y lo elegante y sobrio que es su interior. Me anuncio en la recepción y me dicen que suba al piso 23. Allí me entrevisto con Clara Thorne, la asistente del dueño y que es casi tan vieja como lo es él, por lo que no me extraña que busquen gente joven para poner detrás del mostrador que es como una vitrina de la entrada.
La señora Thorne ya sabe por qué estoy allí, así que solo me hace llenar las formas necesarias para legalizar el puesto como pasante. Después de eso nos pasamos parte de la mañana conociendo mi puesto, y las únicas tres dependencias del piso son todas de la dirección general administrativa. Es básicamente la cúspide de la pirámide empresarial. Ella me entrega una minuta con las labores que realizaba mi hermana y me pongo a estudiarla.
La señora Thorne es muy conversadora y solo se dedica a hablar de lo referente al trabajo, sin embargo, se toma un respiro para preguntarme como está Emma. Yo le digo que está disfrutando de su buena vida y no vuelve a preguntarme nada más referente al tema, tampoco quiero hablar de ella. Le he preguntado por el señor Junot y si tengo que presentarme con él y ha dicho que él me llamará cuando quiera que vaya a su oficina dándome una idea de lo vejete que puede ser. Por último, me da algunas indicaciones extras sobre como debo recibir al jefe y cada visita que llegue y me envía a sentarme en mi puesto.
Para la hora del almuerzo no me queda más remedio que ir a la zona de cafeterías a calentar la comida. Preferiría comer en un restaurante como cuando asistía a la universidad, pero no me queda de otra que comer lo que mamá preparó, tampoco puedo despreciarlo y al final lo ha hecho para mí. En la zona de cafeterías no hay muchas personas, me encamino al área de microondas y pongo a calentarlo todo. Me coloco a un lado aguardando que termine.
Mientras estoy allí, los pocos empleados que hay me miran casi que sin disimulo y debe ser obvio porque soy la chica nueva en la torre, aparte soy rubia, hermosa y muy llamativa. Clara me dijo que la sala de cafeterías era común, y compartida con otras oficinas, y es así, porque en el piso de Junot solo está él, ella y ahora yo en la recepción.
Alguien llega y me quedo un poco alucinada cuando se acerca porque sí que es guapo y bastante maduro. El tipo de hombre que me atrae, así que trato de comportarme bien cuando se pone a mi lado.
―¿Nueva? ―pregunta y aunque es algo impersonal, sé que me lo está preguntando a mí, es más que evidente, ya que soy la única a su lado y eso me causa gracia.
Hago un comedido asentimiento. Justo mi comida termina de calentarse, pero no la retiro aún del microondas. Parece un ejecutivo de planta y no quiero pasar esa vergüenza.―¿Dependencia? ―continúa preguntando ahora de forma más directa.Me espabilo un poco.―¿Disculpe?―¿En qué lugar empezaste a trabajar?―¡Ah, eso! ―exclamo un poco avergonzada porque me ha tomado por sorpresa―, recepcionista en la dirección general ―respondo y él hace un leve gesto con su boca que no sé si es de aprobación o lo contrario―, trabajaré como pasante para el señor Junot ―añado para más referencias.―¿En serio? ―pregunta demasiado asombrado y no puedo evitar sonreír.―Eh, sí ―respondo algo cohibida y deseando saber quién es y por qué el interés.―¿Y ya le has visto? ―pregunta y me da la impresión de que quiere generar algo de confianza.―Eh, no todavía, aunque me da igual si no le conozco. Pero seguramente he de caerle bien, porque él apreciab
Supongo que sentirme estúpida después de mi metida de patas es poco para lo que he tenido que aguantar del señor odioso Junot. Después de ese incidente y a lo largo de toda la semana he tratado de buscar el momento adecuado para hacerle ojitos y disculparme, pero no ha sido posible, siempre tiene cara de póker y anda apurado con una reunión tras otra. Me da la impresión de que no quiere verme ni en pintura, y para su mala suerte estoy allí como una estampa en el mostrador de la entrada.Lo pienso así porque cada que entra pasa por delante y ni siquiera se digna a mirarme, como si eso que dijo que ya había visto suficiente de mí fuera cierto.¡Qué le pasa!En un principio le había disculpado su pésima actitud porque fue mi error no informarme bien y corroborar que lleva el mismo nombre de su padre, pero tampoco era suficiente para que me tratara como si fuese invisible. Me pregunto si con Emma era así.¡Qué estupidez!Seguro que no, la buen
Reginald════⁂════―Debería evitar hacer esos espectáculos ―menciono cuando la señorita Callum por fin entra en la oficina.Ella me mira, y su sonrisa nerviosa luce igual de espantada que su cara. Quisiera decir que estoy a gusto con esta mujer, pero hay algo en ella que me repelen y son sus ganas urgentes de encontrar marido. Lo tengo claro.―¿Disculpa? ―protesta con una voz tan fina como petulante.―Tomarme del brazo sin mi consentimiento, a ese espectáculo me refiero.―Ah, no lo hice a propósito.―Si lo hizo ―la acuso―, como también dirigirse al puesto de la señorita Hasburg sin motivos.―¡No hice tal cosa!―Odio la gente mentirosa, y sé que lo ha hecho. Debe denigrarle un poco saber que es la hermana de la persona que se ha quedado con su exnovio ―expongo y ella prácticamente se queda sin habla.―Vaya,
Anna════⁂════Mi intención era zafar las dos clases, pero no pude y me tocó asistir a la primera, por lo que tuve que soportarla. La segunda para mi buena suerte fue cancelada. La profesora tuvo un percance de última hora y aunque debería sentir rabia como mis otros compañeros porque no envió un remplazo, es todo lo contrario y deseo que se tome su buen tiempo en recuperarse. Con mis cosas en mano y a punto de dirigirme a mi auto para ir al club, me tropiezo con uno de mis nuevos compañeros.Es así, porque anteriormente tomaba las clases durante el día y por el trabajo y mis pocas ganas de volver a retomarlas, lo estoy haciendo en las noches, por ende, no conozco a nadie. Es más, sé que lo es porque se sienta a mi lado en varias de las materias que tomamos juntos.―¡Hola! ―dice con los ánimos algo excitados.―Que hay ―respondo cortante porque no me interesa ser social con nadie.―Estamos recogiendo firmas p
Reginald════⁂════Al final he venido, pero es obvio para mí que me arrepiento. Trevor tiene una sonrisa amplia y divertida en su boca que querría borrarle de un puñetazo, aunque dudo que sea solo porque le he cumplido el capricho de acompañarle. Su felicidad se extrema cuando me estrecha la mano y me da un apretón como si no nos hubiéramos visto en años.¡Qué imbécil!―Sabía que al final te ibas a animar ―festeja mientras yo arrugo la cara.―Dale las gracias a mi madre ―ladro, porque al final me dejé convencer solo por no verla triste.Ya tiene suficiente con lo de papá.―Bendita sea esa mujer, y todas, ahora entremos, me he encontrado un diamante esta noche y quiero probar que tan fino es ―comenta y yo solo puedo refunfuñar.―Seguro que ese diamante te sale falso ―expreso―Tú siempre como Olaf el amargado, pero no pierdo nada con probarlo. Ándale, vamos, que adentro están los chicos y yo tengo que hacer un poco de cacería.―¿Es en serio? Creí que ya no eras un adolescente caliente.
Ella me mira algo incómoda y bajando su rostro. No me impresiona mucho verle allí, pero creo que sí lo está de verme a mí en el mismo lugar. Trevor no solo viene con ella, sino con tres chicas más, que juntando a la que me abordó y ahora está a mi lado son cinco, las cuales se acomodan todas felices y sonrientes. De inmediato toman asiento y Trevor la pone a mi lado para él ponerse al de ella y así intercalarnos a todos. No me mira y yo sí a sus piernas que sobresalen del vestido corto y bastante descubierto que lleva puesto.La situación es algo insólita y diría que algo cómica; sin embargo, no puedo evitar sentir algo de molestia por la forma en la que finge estar feliz y complaciente con Trevor. Me hace refunfuñar y sentirme malhumorado, porque si mal no recuerdo solo tiene diecinueve años y debería estar en sus clases. Fue algo que me pidió su hermana con respecto a su horario. Las bebidas llegan y esta vez por triplicado y no puedo evitar advertir que todas esas chicas,
Anna════⁂════Quisiera pensar que el señor Junot está enojado o algo, pero me vale. No estamos en su oficina, y aquí no es mi jefe, además que no me interesa lidiar con su mal humor que ya voy descubriendo que lo tiene. No es un anciano, como le traté sin querer, pero parece que le hace falta divertirse un poco. No entiendo por qué no le agrada mucho verme aquí, y si es así, voy a hacer que se sienta tan incómodo que quiera largarse. La verdad no tenía idea de que él y ese hombre coqueto que me abordó en la entrada tuvieran alguna amistad, y vine de buena gana cuando nos encontró a mí y a mis amigas y nos propuso que fuéramos con él a su mesa para acompañarle con sus amigos.Había albergado la esperanza de que no estuviera por allí, porque es obvio hasta para un ciego que no es de frecuentar lugares de este tipo, bastante alegres, y esta noche dije que iba a divertirme y lo voy a hacer. Mis amigas no mintieron cuando mencionaro
Me le quedo mirando mientras se aleja y no hago más que enfurecerme. Odio cuando creen que pueden decirme lo que tengo hacer. Resoplo fuerte antes de dar la vuelta y volver con Trevor. Este está conversando alegremente con la mujer que apenas me ve llegar, me observa minuciosa. Ambos se ponen en pie.―¿Y él dónde está? ―pregunta obvio por Junot.―Se ha ido, dijo que tenía algo más importante que hacer ―hablo hacia Trevor.―No me extraña, Regi es algo anticuado, pero en el fondo es un hombre agradable.―Bueno, creo que debo irme también, ha sido un gusto charlar contigo Trevor ―la mujer dice.No dudo que sea una excusa para salir en su busca y supongo que era a ella a quien se refería cuando mencionó eso de no tener orgullo ante el rechazo. Me sobresalto al sentir unos brazos que rodean mi cintura.―Y a ti, ¿no te gustaría ir a otro lado más privado? ―pregunta cerca de mi oído, haciendo que se me erice la nuca y me tensione un poco cuando mue