Entregada

La noche había pasado rápidamente, sensación que se obtiene cuando alguien la pasa bien.

Penélope ya estaba en su casa, lista para afrontar el día y suspirar con sus recuerdos de la noche anterior.

No le importaba haber dormido muy poco, la compañía había valido la pena. No había nada de que arrepentirse, pero el sentimiento de haber hecho algo atrevido comenzaba a molestar en su mente, y más al estar cerca de los que consideraba familia.

Salió de su habitación para incorporarse a su rutina. Tenía que ir a desayunar, y de ahí a los ensayos. Se dirigió al comedor y se encontró con su amiga quien ya estaba ahí.

Trató de saludarla normalmente, incluso ya había olvidado la adrenalina del momento por el cual pasó cuando se fugó en la noche. Se sintió bien, sin remordimientos, como si nada hubiera sucedido. Su mente suprimió todo para verse lo más natural posible.

Desafortunadamente para ella, su amiga se lo recordó de inmediato pues desde que la vió asomó sus reclamos de manera visual y posteriormente de forma verbal.

—No puedo creer que te hayas ido a esa cita.—Su tono más que de reproche, era de decepción.—Si mis padres se enteraran, seguro te sacarian del teatro.

Penélope se sorprendió por dicha afirmación, el teatro era lo que más le gustaba y no deseaba estar fuera de ese proyecto. En su momento no pensó que su aventura le provocara perder lo que más quería, solo pensó que le ragañarian por él riego tomado, pero ahora, esas palabras la sacudieron como un balde de agua fría.

Corrió hacia su amiga y se sentó a su lado tomándola de las manos.

—No serás capaz de decirles, ¿Verdad?—Suspiró para verla directamente.

—No puedo asegurarte que ellos no se hayan dado cuenta por si solos.—La miró con dureza.—Si yo te ví llegar, ellos también pudieron hacerlo.

Penélope se puso muy nerviosa con aquello. ¿En verdad había sido tan descuidada cuando llegó? No lo recordaba con claridad, sabía que había sido hábil para irse pero recordaba poco del regreso.

Sus recuerdos eran vagos, estaba Erikoc, él la había acompañado hasta ahí, pero no sabía cómo entró a su casa aunque no tenía mucho tiempo de hacerlo.

—Lo único que no puedo perdonarte.—Continúo muy seria.—Es que no me hayas dicho, pensé que confiabas en mi.

La bailarina suspiró, no quería tenerla de enemiga. Además, su amistad valía más que cualquier cosa.

Desde que llegó ahí, se habían llevado tan bien, era una química natural y un vínculo que valoraba mucho. Estaba muy arrepentida de lo que hizo, claramente su amistad era muy importante como para perderla así.

Con astucia, logró convencerla para que no se molestara. Era muy persuasiva y conocía las debilidades de Esmeralda para poder convencerla.

Solo hicieron falta una sonrisa y una mirada coqueta para lograrlo.

—Está bien, está bien, te perdono.—Dijo entre risas.—Pero dime, ¿Cómo te fué con él?

Penélope comenzó a reír, seguía con su amnesia temporal pero la idea de haber pasado la noche con ese hombre, le dió mucho en qué ilusionarse.

—Fue fabuloso...—se limitó a decir pues fue todo lo que pudo recordar.

—Cuéntame un detalle, ¡Quiero saber!

Penélope trató de ser lo más detallada posible, tener una buena conversación con ella lograría que hicieran las paces del todo. Se esforzó pero no pudo más que dar algunos detalles básicos, su mente seguía dispersa, algo no estaba bien en ella. Quizá el no haber dormido, la sensación de escaparse, o cualquier otra cosa sd lo impedían.

Esmeralda quedó un poco desilucionada, ella quería saber más, su mente disfrutaba al crear las imágenes como al leer un libro o escuchar un cuento, pero la anécdota dejaba vacíos en los momentos importantes.

—No me convences mucho.—Dijo para darle una oportunidad más.—Pero dime, ¿Qué se sintió ser penetrada?

La conversación se vió interrumpida, ambas comenzaron a escuchar gritos que venían de afuera. Una persona estaba totalmente desesperada y recorría las calles gritando. La voz se acercaba más y con ello transmitía con mayor intensidad su miedo.

Ambas salieron al igual que todas las personas que escucharon los gritos. Necesitaban enterarse de quién gritaba y el motivo para hacerlo.

Salieron para encontrarse con aquel hombre que gritaba, se veía cansado y desesperado.

—¡Ayúdenme, la bestia, ví a la bestia!—Gritaba sin detener su marcha.

Sus gritos eran tan graves que asustaban a quien lo escuchaba aunque no sabían a qué se refería.

—¡Ese monstruo viene por nosotros, tenemos que estar listos!

Las personas comenzaron a reír después de entender a lo que se refería el ciudadano. Ese tipo de rumores no eran bien recibidos. Las personas optaban por no creer en ese tipo de historias.

—¡Es un licántropo, yo lo ví!—Se esforzaba por demostrar el miedo real aunque no le creían.—¡Sus garras, su inmenso tamaño!

Sus gritos continuaron hasta que se alejó del camino. Seguía corriendo sin detenerse.

—Es otro tonto que habla sobre los hombres que se transforman en lobos.—Aseguró Esmeralda muy decepcionada.

—Tal vez vio a un animal y se confundió.—Nuevamente algo que le hizo sacar su tono de decepción.

Penélope era más noble a la hora de juzgar, el ser una huérfana le daba ese toque y le había ayudado para ser bien recibida por los demás.

El hombre se alejó de ahí, los ciudadanos no le dieron importancia al suceso y se fueron a sus casas olvidando lo ocurrido.

Las dos jóvenes hicieron lo mismo, tenían muchas cosas por hacer en su casa y después ir al teatro. A pesar de no haber función, tenían que ensayar y dejar todo listo.

Afortunadamente para Penélope, su amiga perdió el interés en seguir conversando. Además, nadie se dió cuenta de que faltó esa noche y durmió con aquel hombre.

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