En la confusión en que han caído, Lis y Desz se encontrarán con quienes podrán darles algunas respuestas, aunque tal vez no sean las que esperan.
Reino de BalaiEl feroz gruñido que salió de los aposentos del rey Ulster acompañó al anciano curandero durante todo su recorrido por los enrevesados y oscuros pasillos del palacio hasta la estancia de los siervos. Seguía vivo y daba gracias a los dioses por ello. Después de decirle al rey que probablemente nunca podría volver a usar su pierna izquierda, no esperó conservar la cabeza en su sitio, pero allí seguía, llena de ideas que no hacían más que atormentarlo.En sus aposentos, la cabeza del rey estaba en las mismas condiciones que la del siervo que le había salvado la pierna. Quebrada a mitad del muslo, estaba inmovilizada y era la prueba más férrea de la voluntad de los dioses y del destino que tenían planeado para él. Había logrado sobrevivir al enfrentamiento con los Dumas que los emboscaron en Galaea, él y dos de sus hombres regresaron al palacio más muertos que vivos, sólo el feroz espíritu balaíta que les inflamaba la sangre los mantuvo en pie. Se aferró la cabeza y gruñó
Alrededor de un mapa, la reina Dan-Kú, el rey Kert, Eriot y Riu trazaban los siguientes movimientos de sus ejércitos en el reino en expansión. El bosque que no era tal ya estaba cubriendo el desierto de Koos, sólo las montañas serían su frontera ahora y quién sabía por cuánto tiempo.—Avanzaremos hacia el norte y estaremos en Galaea al anochecer. Yo me adelantaré y haré una visita de reconocimiento —informó Riu. —No quiero muertes innecesarias —exigió la reina. —Yo iré con Riu. Despertaré a los que sigan dormidos y nuestros planes serán los suyos. Si hay resistencia, la sangre será inevitable, sea del bando que sea —agregó Eriot. Dan-Kú suspiró. Cuando los guerreros partieron a mediodía ella se sentó en el jardín y miró el cielo mientras cambiaba de color y se tenía de rojo atardecer. "Es lo correcto", se decía, "así debía ser". Viajando a través del bosque, Riu se halló pronto en Galaea. Conocía las fronteras y sabía donde la vigilancia solía ser menor, hasta allí dirigió sus paso
Terk se acercó con la niña en brazos. La aferraba como si le perteneciera. —Estaba vagando al norte de aquí, creo que está perdida... Huele muy bien. Mel se la arrebató al instante y la estrechó protectoramente. —¡¿Cómo puedes hablar así teniendo una hermana de su edad?! Vergüenza debería darte —le reclamó ella. —No es lo mismo. Además, los Tarkuts no tenemos familiares humanos. Atkum, que era el capitán del grupo, se quedó mirando fijamente a la niña, de unos cuatro años, que jugaba con el collar de azurita que Mel usaba. El angustioso silencio que se hizo entre los Tarkuts al ver el color rojizo que llenó los ojos de la niña fue roto por las súplicas de Mel. Con expresión aterrada imploraba por la vida de la pequeña, que no era otra cosa que un Dumas. —¡Dejemos que se vaya, por favor! Atkum, no le digas a Furr sobre ella. —Salimos de Nuante para matar Dumas, Mel, esa es nuestra misión —le recordó él.—¡Pero es apenas una niña indefensa! Atkum, te conozco y sé que no lastimaría
Aldea Mendak, sur de Galaea—¡¿Cómo es posible que la hayas perdido de vista, mujer?!—¡Fueron apenas unos instantes! Ella es mi vida, jamás quise que algo así pasara, por todos los dioses... En el horizonte el sol ya estaba ocultándose y la búsqueda continuaba. Seguiría en las penumbras de la noche si era necesario. Todos en la aldea, que no albergaba a más de diez familias, se habían sumado a la búsqueda de la niña. Eran tiempos violentos los que corrían, al menos esos rumores les habían llegado desde la capital. Primero una aldea cercana había sido arrasada por monstruos y luego el reino era anexado a Balai. Se decía que los balaítas eran bestias aún peores. Alejados de las urbes, se sentían a salvo resguardados en el bosque. Aun así, cada vez eran menos y ahora habían perdido a una más. —Habrá que ir por antorchas —dijo Arno, el líder de la aldea. Iba de regreso cuando, por el sendero que atravesaba el bosque, vio llegar a una joven pareja. La mujer cargaba a la niña perdida.
Mel seguía sin aliento cuando el beso terminó. Era una mentira y su pasmo duró los breves instantes que tardó en comprenderlo. La dulzura y ternura que Furr le mostraba no eran diferentes al despliegue de técnicas de combate. Una táctica de guerra. Quizás ella no controlara su olfato, pero sí que dominaba a su corazón y evitó que, con su clamor, la delatara. Ella también tenía una misión y era una guerrera. —¿Qué te pasó en el brazo? La manga de la camisa de Furr estaba desgarrada y manchada con sangre. —Furr nos ayudó a construir una cerca para evitar que los jabalíes entren a los campos —contó uno de los aldeanos—. Uno apareció y nos atacó. El Tarkut era el único herido. —Furr lo cazó, así que hoy habrá jabalí para la cena —agregó Tom. Risas y expresiones de júbilo le siguieron a tal anuncio. Cazar jabalíes no era una tarea sencilla. Un corte con sus colmillos en las piernas podía poner fin al humano más fuerte. —Tendré que prepararme para el olor a grasa de cerdo —susurró Me
—Habla claro, bestia. No tengo tiempo como para perderlo con tus juegos. ¿Estás aquí por los Dumas?—Por supuesto, Camsuq. Todo tiene que ver con los Dumas, eso lo sabes bien. Fue por su causa que nuestros caminos se cruzaron y fue por esa misma razón que me enviaste a tu amada florecita. —Lis no está aquí, ¿o sí? No te atrevas a ponerla en peligro. Por más que Desz intentó mantener su seriedad, una risa se le escapó. Sólo Camsuq podía enfurecerlo con la misma intensidad con la que le arrancaba carcajadas. —¡¿Qué te hace tanta gracia, bestia inmunda?! —Camsuq golpeó la mesa, haciendo saltar las figuritas que se repartían sobre un mapa garabateado en un viejo papel. —Tu cinismo sin límites, Camsuq, tu desvergüenza... Y el miedo que se agita en tu pecho. El rey de Arkhamis se recompuso y tomó distancia. —Se acabó, seguiré mi camino hacia Nuante. A quien quiero ver es a mi hija, no a ti —dio media vuelta y emprendió la retirada. —¿Tu hija? Camsuq se detuvo de golpe. Había algo en
Dos días luego del éxodo de los Dumas, uno de ellos regresó a la aldea. Los gritos de quienes lo vieron alertaron al resto y pronto hub0 una multitud de atemorizados humanos esperando por sus parientes. Como si el extraño evento no hubiera sido lo suficientemente enigmático, el hombre regresaba desnudo, cubierto sólo por tierra y hojas. Nada dijo él y fue llevado a casa por su esposa y su cuñado.Uno a uno todos fueron llegando en idénticas condiciones: desnudos, sucios, abstraídos y extenuados.—¡Amor mío! ¡¿Qué ha pasado?! ¡Estaba tan asustada! —decía Ena, con el rostro bañado en lágrimas. —Ya todo estará bien... —aseguró su esposo, que apenas se podía los pies—, todo estará bien. Cuando llegaron Filis y Tom, Mel fue hacia ellos. Le entregó a la mujer una manta. —Mel... ¿Puedes cuidar de Lilim?... Estamos tan cansados... La Tarkut recibió a la niña de los brazos de su padre y los acompañó a la cabaña. Ellos se dejaron caer en el lecho tan sucios como estaban y se durmieron al ins
Aldea Mendak, sur de GalaeaCon el alba regresó Furr a la aldea. Un Dumas que labraba la tierra detuvo su labor y alzó la mano para saludarlo alegremente. Furr le devolvió el saludo con una sonrisa, que se desvaneció en cuanto la criatura dejó de mirarlo.—¡Qué bueno que hayas vuelto! —le dijo otro Dumas, palmeándole la espalda. Furr también le sonrió. Todos sus temores de que algo sucediera en su ausencia quedaban así en el olvido. Su verdadera identidad seguía siendo desconocida para las repugnantes criaturas y el plan de infiltración continuaba en marcha. —Ayer cazamos un jabalí. Lo hicimos siguiendo tu consejo y nadie salió herido. —Eso está muy bien, Liam. Ten, los he recogido de camino. Tal vez podríamos sembrar los cuescos y, con suerte, germinen. El Dumas recibió de buena gana el saco con melocotones que Furr llevaba al hombro. —No pierdas más tiempo y ve a ver a tu esposa. —El Dumas volvió a palmearle el hombro. A pocos pasos de la cabaña, el acelerado palpitar del coraz