XVIII Discordia
Reino de Balai

—¿Te gusta lo que ves, copero? —preguntó el rey Ulster.

Un mar tan negro como la noche se extendía frente a ellos, con sus aguas gélidas de inhóspito bramido, tan inescrutables como su alma.

—Hace mucho frío aquí —dijo el muchacho, abrazándose a sí mismo.

Escoltados por cuatro guerreros, habían salido a dar un paseo. Qué mejor lugar que la cima del monte Noret para tener una vista de la capital al sur y el oscuro mar que bañaba las tierras de Balai hacia el norte, todo sembrado de hielos eternos.

—A poco de nacer, los balaítas son sumergidos en sus aguas y deben probar su valía. Si enferman y mueren, entonces nunca fueron dignos de pisar estas tierras. El alimento es escaso, no puede desperdiciarse en debiluchos.

—Probablemente yo habría muerto, majestad.

El muchacho tenía la nariz roja, al igual que las mejillas. Ulster lo cogió de la nuca y con un profundo beso absorbió el vapor blanquecino que le salía de la boca.

—Qué fortuna que no hayas sido balaíta entonces,
NatsZ

Furr ya no quiere que Lis sea un Tarkut. ¿Logrará convencerlo Desz? ¿Qué secretos guarda el copero de Ulster?

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