La identidad de Lis ha quedado al descubierto y Desz la ha alejado. ¿Se habrá acabado su historia de amor?
Una suave brisa peinó los pastizales de las praderas de Nuante, sacudió las hojas de los árboles, agitó las aguas del río, despeinó los cabellos de Lis y silbó por los pasillos del palacio. Era sólo viento, pero se oía como una risa.Desz seguía sin oír y deseaba dejar de ver también. En la oscuridad tras sus párpados, el ojo de rojizo atardecer seguía brillando, usurpando al verde esmeralda de Lis. Su amada Lis, tan firmemente anclada a su corazón, se había desvanecido como un suspiro cuando más felices eran, dejando el vacío que dejaba la falta de aire, de calor. El incontenible grito de Desz resonó portentoso y cargado de la oscuridad de la muerte y el frío de la agonía. El dolor que embargaba a su cuerpo era el de los primeros días, el que le dio la bienvenida a la vida. Nacer, morir, ya no los distinguía. —Tu corazón era mi hogar... ¿Dónde viviré ahora? —decía Lis, acurrucada en las puertas de los muros—. Prometiste que nunca me abandonarías, lo prometiste, Desz, era mi deseo..
Parte II: Entre las sombrasEl bebé no lloró. En cuanto sus ojos se abrieron, lo primero que vio en el mundo fueron las sombras del abismo y ya ningún sonido pudo salir de su boca. ∽•❇•∽Reino de Nuante—Desz, debemos hablar.La penumbras habían invadido sus aposentos. Sentado en el sillón sentía que la luz ya no lo alcanzaba. —¿Qué ha pasado, Furr?... ¿Qué ha pasado? —Sus ojos enrojecidos no lo miraron. Estaba cansado, perdido en el abismo del inmerecido descanso del sueño y la inconcebible tortura de la vigilia. Desz ya no dormía, su lecho olía a Lis y ella seguía habitando en sus sueños. —La infamia de Camsuq no tiene límites, eso es lo que ha pasado. Enviar a un Dumas contigo, ¿crees que lo haya hecho a propósito? El orgullo del rey de Arkhamis no le permitiría hacer tal, menos cuando necesitaba de su ayuda contra los Dumas. ¿Sería posible que la reina Alira fuera una de ellos? —No, Camsuq no sería tan retorcido como para criar a una de
Reino de KaradesEn un suave y cómodo lecho Lis durmió casi dos días enteros. Al despertarse, lo primero que vio fue a Riu mirando por la ventana de la espléndida habitación en que se hallaba.—¿Estamos en Karades?El muchacho asintió. Se sentó en el lecho, le acarició una mejilla.—La reina quiere conocerte. Unas siervas vendrán a ayudarte. Te darás un baño, comerás algo e irás con ella. —¿Este reino es enemigo de Arkhamis? —No pienses en eso ahora, este reino nos ha recibido con hospitalidad y debemos retribuirla. Conoce a la reina, recorre el palacio y saca tus propias conclusiones. Lis asintió. —Estás tan pálida, no parece que hubieras descansado en lo absoluto. Ella le cogió la mano que seguía en su mejilla y la aferró entre las suyas. —No te mentiré, Riu. Siento mucho dolor, nunca antes había padecido algo similar... A veces creo que ya no podré seguir respirando, pero estaré bien, lo sé. El dolor pasará tarde o temprano. Riu le dio un beso en la frente y la dejó con las s
Reino de BalaiEl feroz gruñido que salió de los aposentos del rey Ulster acompañó al anciano curandero durante todo su recorrido por los enrevesados y oscuros pasillos del palacio hasta la estancia de los siervos. Seguía vivo y daba gracias a los dioses por ello. Después de decirle al rey que probablemente nunca podría volver a usar su pierna izquierda, no esperó conservar la cabeza en su sitio, pero allí seguía, llena de ideas que no hacían más que atormentarlo.En sus aposentos, la cabeza del rey estaba en las mismas condiciones que la del siervo que le había salvado la pierna. Quebrada a mitad del muslo, estaba inmovilizada y era la prueba más férrea de la voluntad de los dioses y del destino que tenían planeado para él. Había logrado sobrevivir al enfrentamiento con los Dumas que los emboscaron en Galaea, él y dos de sus hombres regresaron al palacio más muertos que vivos, sólo el feroz espíritu balaíta que les inflamaba la sangre los mantuvo en pie. Se aferró la cabeza y gruñó
Alrededor de un mapa, la reina Dan-Kú, el rey Kert, Eriot y Riu trazaban los siguientes movimientos de sus ejércitos en el reino en expansión. El bosque que no era tal ya estaba cubriendo el desierto de Koos, sólo las montañas serían su frontera ahora y quién sabía por cuánto tiempo.—Avanzaremos hacia el norte y estaremos en Galaea al anochecer. Yo me adelantaré y haré una visita de reconocimiento —informó Riu. —No quiero muertes innecesarias —exigió la reina. —Yo iré con Riu. Despertaré a los que sigan dormidos y nuestros planes serán los suyos. Si hay resistencia, la sangre será inevitable, sea del bando que sea —agregó Eriot. Dan-Kú suspiró. Cuando los guerreros partieron a mediodía ella se sentó en el jardín y miró el cielo mientras cambiaba de color y se tenía de rojo atardecer. "Es lo correcto", se decía, "así debía ser". Viajando a través del bosque, Riu se halló pronto en Galaea. Conocía las fronteras y sabía donde la vigilancia solía ser menor, hasta allí dirigió sus paso
Terk se acercó con la niña en brazos. La aferraba como si le perteneciera. —Estaba vagando al norte de aquí, creo que está perdida... Huele muy bien. Mel se la arrebató al instante y la estrechó protectoramente. —¡¿Cómo puedes hablar así teniendo una hermana de su edad?! Vergüenza debería darte —le reclamó ella. —No es lo mismo. Además, los Tarkuts no tenemos familiares humanos. Atkum, que era el capitán del grupo, se quedó mirando fijamente a la niña, de unos cuatro años, que jugaba con el collar de azurita que Mel usaba. El angustioso silencio que se hizo entre los Tarkuts al ver el color rojizo que llenó los ojos de la niña fue roto por las súplicas de Mel. Con expresión aterrada imploraba por la vida de la pequeña, que no era otra cosa que un Dumas. —¡Dejemos que se vaya, por favor! Atkum, no le digas a Furr sobre ella. —Salimos de Nuante para matar Dumas, Mel, esa es nuestra misión —le recordó él.—¡Pero es apenas una niña indefensa! Atkum, te conozco y sé que no lastimaría
Aldea Mendak, sur de Galaea—¡¿Cómo es posible que la hayas perdido de vista, mujer?!—¡Fueron apenas unos instantes! Ella es mi vida, jamás quise que algo así pasara, por todos los dioses... En el horizonte el sol ya estaba ocultándose y la búsqueda continuaba. Seguiría en las penumbras de la noche si era necesario. Todos en la aldea, que no albergaba a más de diez familias, se habían sumado a la búsqueda de la niña. Eran tiempos violentos los que corrían, al menos esos rumores les habían llegado desde la capital. Primero una aldea cercana había sido arrasada por monstruos y luego el reino era anexado a Balai. Se decía que los balaítas eran bestias aún peores. Alejados de las urbes, se sentían a salvo resguardados en el bosque. Aun así, cada vez eran menos y ahora habían perdido a una más. —Habrá que ir por antorchas —dijo Arno, el líder de la aldea. Iba de regreso cuando, por el sendero que atravesaba el bosque, vio llegar a una joven pareja. La mujer cargaba a la niña perdida.
Mel seguía sin aliento cuando el beso terminó. Era una mentira y su pasmo duró los breves instantes que tardó en comprenderlo. La dulzura y ternura que Furr le mostraba no eran diferentes al despliegue de técnicas de combate. Una táctica de guerra. Quizás ella no controlara su olfato, pero sí que dominaba a su corazón y evitó que, con su clamor, la delatara. Ella también tenía una misión y era una guerrera. —¿Qué te pasó en el brazo? La manga de la camisa de Furr estaba desgarrada y manchada con sangre. —Furr nos ayudó a construir una cerca para evitar que los jabalíes entren a los campos —contó uno de los aldeanos—. Uno apareció y nos atacó. El Tarkut era el único herido. —Furr lo cazó, así que hoy habrá jabalí para la cena —agregó Tom. Risas y expresiones de júbilo le siguieron a tal anuncio. Cazar jabalíes no era una tarea sencilla. Un corte con sus colmillos en las piernas podía poner fin al humano más fuerte. —Tendré que prepararme para el olor a grasa de cerdo —susurró Me