Damián miraba desde la distancia como su hijo se encontraba jugando con su nueva niñera, la humana que estaba haciendo que un sinfín de cosas llegaran a su mente. Nunca se mostró como un hombre que dejaba que sus emociones salieran con facilidad, siempre recto y las cosas debían hacerse a su manera. Sin embargo, esa chica que se encontraba ahí, estaba haciendo las cosas muy difíciles para su gusto.
Era hermosa, de buen corazón, pero tenía serios problemas con el dinero que él estaba dispuesto a solucionar siempre y cuando ella se lo pidiera; le iba a proponer algo que no podía negar.Tenía poco tiempo de trabajar para él como niñera de su pequeño. Sin embargo, en esos momentos ella se notaba muy a gusto con su hijo, ese pequeño demonio que en más de una ocasión se quedó sin niñeras, por el simple hecho de que no quería a nadie más que no fuera esa humana de ojos marrones.— Buenos días, señor Walter —saludó Charlotte—. No tenía idea de que había llegado a casa. ¿Está todo bien?— Sí, salí temprano del trabajo porque quería ver como se encontraba mi hijo —respondió el alfa, desviando la mirada hacia el pequeño lobo—. ¿No tienes que irte a la universidad?— Sí, lo siento —sonrió a medias la chica—. Voy a prepararme…— Quédate a cenar —dijo su hijo, abrazando las piernas de Charlotte—. ¿Se puede quedar?— No, lo siento… mañana tengo clases en la mañana y debo ir a terminar algunas cosas que dejé pendientes —sonrió a medias hacia el pequeño—. ¿Se quedará con Michael?— Sí, por eso vine temprano —el alfa sonrió sin mostrarle los dientes—. Mi hijo te acaba de pedir que te quedes a cenar, puedes hacerlo. No te voy a detener.— ¿Usted quiere que me quede? —preguntó ladeando la cabeza.Sí.— Es tu decisión quedarte —se aclaró la garganta—. ¿Quieres hacerlo?— Por supuesto, siempre y cuando usted me lo permita —sonrió la chica a medias—. Su hijo no soltará mis piernas a menos que yo dé mi brazo a torcer.— Vamos a preparar la cena.Iba a cargar a su hijo, pero este levantó sus manos hacia la chica y fue más como un golpe bajo, puesto que ese pequeño demonio estaba jugando con su paciencia. Sin lugar a dudas, sería difícil disfrutar de una hermosa velada si Charlotte y su hijo seguían siendo tan unidos. Se quitó el saco, luego las mangas de la camisa se las puso hasta los codos.— Señor —lo llamó la humana—. ¿Puedo ir haciendo algunos deberes en lo que termina de hacer la cena?— Claro —se giró un momento hacia ella—. De paso ayudas a Michael con las suyas.— Gracias.Durante la preparación de la cena, no pudo quitarle los ojos a la chica por más de cinco segundos. Su hijo se veía muy cómodo con ella, y ni hablar de que hasta se reía. Con ninguna de sus otras niñeras ese pequeño se atrevió a tanto, pero con Charlotte todo era diferente, hasta él sintió que algo también era muy diferente entre ambos.Dejó los platos en la mesa, y en ese momento las luces se fueron y todo quedó a oscuras. Buscó su celular en el bolsillo de su pantalón, y les ordenó a esos dos que no se moviera de ahí en lo que buscaba unas velas, puesto que se había puesto a llover y era peligroso salir de la casa.— Gracias, esto huele muy bien —dijo Charlotte mirando al alfa luego de que este pusiera unas velas sobre el comedor—. ¿Por qué no hay luz?— Supongo que es por la lluvia —dijo indiferente, y la chica asintió—. Come —ordenó—. Puede enfriarse.— De acuerdo.De vez en cuando su hijo se ponía de mañoso con ella, diciéndole que debía darle un poco de comida de la suya, puesto que no sabía igual, algo que tomó como una advertencia, puesto que ese pequeño quería tener de más en su vida a Charlotte.Después de un rato de andar comiendo entre ellos, prosiguió a llevar a su hijo en brazos hasta su habitación, puesto que se quedó dormido en las piernas de la humana.— Papá —lo llamó su hijo en cuanto lo puso sobre la cama.— Dime.— Quiero que Charlotte sea mi mamá.Su hijo siempre le ponía pruebas, y esta era la peor de todas.Estaba tan sumida en sus pensamientos que no se había dado cuenta de que había llegado hace un rato a la universidad, donde había varios grupos de personas y en donde distinguió el suyo de inmediato. Como siempre, iba con la cabeza agachada para que nadie la viera a los ojos y también para no salir corriendo. Algunas miradas se posaron en ella, ya que era la nueva entre todos los demás. Aunque, algunos no poseían la belleza que tenía con solo tener diecinueve años y más aún la actitud sumisa que tenía con tan solo mirarla por unos pocos segundos. Charlotte fue de inmediato a la dirección para buscar el horario de clases que se le asignaría en ese semestre en la universidad. La secretaria no era del todo amigable con ella, por lo que optó por solamente decir buenos días y pedir su horario para no salir corriendo. Miró su horario, al mismo tiempo que iba mirando las puertas con los números en ellas para saber la sección y el aula que le tocaba, un suspiro salió de sus labios cuando d
Y como Nadia había dicho, ambas tenían algunas de las asignaturas juntas, a excepción de las materias de la carrera a la cual eran totalmente diferentes. Después de tomar algunas clases juntas, ambas estaban caminando. Pero Charlotte podía sentir en cada cierto tiempo varias miradas sobre ella, pero cada vez que se daba la vuelta no podía divisar a nadie por la multitud de personas en los pasillos y Nadia se dio cuenta de eso. — ¿Oye que tienes? Estás pálida —le preguntó Nadia tocando su hombro. — No es nada —negó—. Es solo que sentía que alguien me vigilaba, pero no estoy segura — comenzó a caminar hacia la salida. — Es solamente tu imaginación —comentó caminando, junto con ella. — Sí, de seguro es eso. Cambiando de tema, ¿Quieres ir a mi dormitorio a investigar sobre Damián Walter? — Sí, vamos —asintió Nadia siguiéndola. Para Charlotte y Nadia fue una gran sorpresa que sus dormitorios estuvieran uno al lado del otro, así que no tendrían que estar caminando mucho cuando necesit
Se despidió de Nadia con un ademán de manos cuando llegó a su parada correspondiente. Entró a lo que parecía ser la recepción, todo era tan lindo que parecía que si tocaba algo pudiera romperlo. Caminó hacia lo que parecía ser la recepcionista del lugar.— Buenas tardes, señorita —dijo con una pequeña sonrisa en sus labios, tratando de que sus nervios no salieran tan a flote.— Buenas tardes, joven. ¿En qué puedo ayudarle? —preguntó la otra humana también con una sonrisa.— Soy Charlotte Adams —se presentó—. Vengo a realizarle una entrevista al señor Walter por parte de la universidad de Doncaster.— Oh, ya veo. Déjame ver si él está disponible ahora —comentó ella y marcó unos números y comenzó a hablar.Charlotte asintió, y dirigió su mirada hacia toda la recepción, viendo algunas cosas, las cuales llamaron su atención por ser tan jovial.— Señorita —llamó la atención de Charlotte—. La están esperando. La oficina del señor está en el último piso. O sea, el piso cuarenta y cinco. Teng
Cada cierto tiempo miraba de reojo o mejor dicho cuando sentía la mirada curiosa de su acompañante ese día. Llegaron en poco tiempo al restaurante donde fueron atendidos de inmediato por un mesero que los condujo hacia un reservado por órdenes de Damián.Una vez que estuvieron cómodos les fue servido vino tinto y Charlotte se sintió como si fuera una persona importante ese día.— Bueno, señorita Adams, hábleme un poco de su vida —dijo Damián, bebiendo de su copa de vino, y Charlotte negó con la cabeza.— No sé qué decirle. No me gusta hablar de mí —mordió su labio, otra vez ese día.— Señorita Adams, le sugiero que deje de morderse el labio o me veré en la obligación de hacer cosas de la que no me voy a arrepentir después —ordenó un tanto serio, y ella suelta su labio de forma inmediata—. Ya que no quiere decirme nada de su vida, hay que comenzar la entrevista —ordenó con voz, dura e intimidante.Después de unos cuantos intentos fallidos en tratar de calmar sus nervios, suspiró.— Bie
Charlotte estaba totalmente frustrada por no encontrar su grabadora por ningún lado en su habitación. La había buscado por cielo, mar y tierra, literalmente. — Hola, querida amiga —saludó Nadia, entrando a la habitación como si fuese la suya. — ¿No te enseñaron a tocar? —preguntó frustrada. — Oye, no te desquites tu enojo conmigo —contestó Nadia sentándose en la cama. — Perdón —se disculpó—. Es que perdí mi grabadora en el carro del señor Walter —se acostó en la cama, con mucha frustración. — Oh —Nadia se sintió mal por lo que le pasó a Charlotte—. Mañana puedes ir de todas formas, porque no tienes clases ni yo tampoco —le sonrió, tratando de que se le quitara un poco la tensión que tenía. — Sí, tienes razón ¿Cómo te fue con Mitchel? — Me fue bien. Lo único malo es que tuve que esperarlo por casi una hora, hasta que llegará —hizo una mueca. — Sí, lo vi en la oficina del señor Walter. — Me trató superbién, me llevó a comer a su casa y es gigantesca —la humana abrió los brazos.
El desayuno llegó después de unos incómodos quince minutos, Damián no paraba de mirarla y ella no dudó en sacar su viejo celular y pretender que jugaba en él.— Buen provecho —sonrió, y Charlotte hizo lo mismo.— Igual —comenzó a comer.— ¿Por qué no me quiso hablar de su vida ayer? —preguntó el alfa y Charlotte se atragantó con la tostada.— Porque no es algo que le interese —respondió mordiéndose el labio.— Pero no entiendo por qué no, lo que hablemos no saldrá de aquí.— Bueno, eso espero — suspiró—. Vengo de un pueblo pequeño. En mi último año en el instituto que estudiaba antes me hacían acoso escolar por ser una “cerebrito”, mi padre siempre ha estado conmigo desde que mi madre nos abandonó. Yo apenas tenía tres años, no la odio —desvié la mirada por un momento—. Mi padre siempre ha trabajado duro para mantenernos y poder mandarme aquí a estudiar, cuando vi la oportunidad de una beca lejos de casa, la acepte de una vez y aquí me tiene.— Eso es increíble lo que me has contado.
Una Charlotte destrozada, su padre, su amigo de toda la vida en una cama de hospital. Ella no sabe qué hacer. La cuenta del hospital es alta y no tiene dinero para pagar la cirugía de su padre.No tiene la más remota idea de donde sacara todo ese dinero, pero de algo estaba segura, que ayudaría a su padre a salir de esa, aunque sea lo último que haga en la vida.Su estado de ánimo decayó durante el tiempo en el cual estuvo sentada en la sala de espera. Cada persona que pasaba por esos rumbos se daba cuenta de que esa chica no tendría las cosas fáciles.Cada cierto tiempo se secaba las lágrimas que caían por sus mejillas, pero estas volvían a salir como agua en un río. Su celular hizo el típico sonido de una llamada entrante. — Hola —limpió las lágrimas de sus mejillas o al menos lo intentó,— Charlotte, amiga, soy Nadia. ¿Cómo estás? —preguntó Nadia del otro lado de la línea.— Estoy más o menos, no sé qué hacer, la cuenta del hospital es alta y no tengo el dinero para pagar nada y s
El teléfono que le dio no parece de una oficina, mejor dicho parece de su teléfono personal. Al tercer tono contestó.— ¿Hola? ¿Con quién hablo?— Señor Walter, soy Charlotte Adams —anunció, limpiando sus lágrimas.— Sí, Charlotte, ¿qué deseas? —contestó, interesado.— Acepto su propuesta para hacer la niñera de su hijo —Damián no pudo evitar sonreír.— ¿Y qué te hizo cambiar de opinión tan rápido? —cuestionó, recostándose en su escritorio.— Necesito dinero para algo —se recostó.— ¿Y para qué lo necesitas? ¿Si se puede saber? —preguntó curioso.— Estoy en el hospital… —intentó responder, y Damián no esperó a que ella terminara de hablar.— ¿Qué tienes? ¿Estás mal? ¿Qué te pasó? —indagó, rápidamente.— No, yo no tengo nada. Estoy aquí porque mi padre está hospitalizado en el hospital central de Doncaster —murmuró llorando nuevamente.— ¿Qué es exactamente lo que tiene tu padre? — Tiene un tumor cerebral, tiene que ser operado esta misma semana, por eso es que lo estoy llamando a ust