El desayuno llegó después de unos incómodos quince minutos, Damián no paraba de mirarla y ella no dudó en sacar su viejo celular y pretender que jugaba en él.— Buen provecho —sonrió, y Charlotte hizo lo mismo.— Igual —comenzó a comer.— ¿Por qué no me quiso hablar de su vida ayer? —preguntó el alfa y Charlotte se atragantó con la tostada.— Porque no es algo que le interese —respondió mordiéndose el labio.— Pero no entiendo por qué no, lo que hablemos no saldrá de aquí.— Bueno, eso espero — suspiró—. Vengo de un pueblo pequeño. En mi último año en el instituto que estudiaba antes me hacían acoso escolar por ser una “cerebrito”, mi padre siempre ha estado conmigo desde que mi madre nos abandonó. Yo apenas tenía tres años, no la odio —desvié la mirada por un momento—. Mi padre siempre ha trabajado duro para mantenernos y poder mandarme aquí a estudiar, cuando vi la oportunidad de una beca lejos de casa, la acepte de una vez y aquí me tiene.— Eso es increíble lo que me has contado.
Una Charlotte destrozada, su padre, su amigo de toda la vida en una cama de hospital. Ella no sabe qué hacer. La cuenta del hospital es alta y no tiene dinero para pagar la cirugía de su padre.No tiene la más remota idea de donde sacara todo ese dinero, pero de algo estaba segura, que ayudaría a su padre a salir de esa, aunque sea lo último que haga en la vida.Su estado de ánimo decayó durante el tiempo en el cual estuvo sentada en la sala de espera. Cada persona que pasaba por esos rumbos se daba cuenta de que esa chica no tendría las cosas fáciles.Cada cierto tiempo se secaba las lágrimas que caían por sus mejillas, pero estas volvían a salir como agua en un río. Su celular hizo el típico sonido de una llamada entrante. — Hola —limpió las lágrimas de sus mejillas o al menos lo intentó,— Charlotte, amiga, soy Nadia. ¿Cómo estás? —preguntó Nadia del otro lado de la línea.— Estoy más o menos, no sé qué hacer, la cuenta del hospital es alta y no tengo el dinero para pagar nada y s
El teléfono que le dio no parece de una oficina, mejor dicho parece de su teléfono personal. Al tercer tono contestó.— ¿Hola? ¿Con quién hablo?— Señor Walter, soy Charlotte Adams —anunció, limpiando sus lágrimas.— Sí, Charlotte, ¿qué deseas? —contestó, interesado.— Acepto su propuesta para hacer la niñera de su hijo —Damián no pudo evitar sonreír.— ¿Y qué te hizo cambiar de opinión tan rápido? —cuestionó, recostándose en su escritorio.— Necesito dinero para algo —se recostó.— ¿Y para qué lo necesitas? ¿Si se puede saber? —preguntó curioso.— Estoy en el hospital… —intentó responder, y Damián no esperó a que ella terminara de hablar.— ¿Qué tienes? ¿Estás mal? ¿Qué te pasó? —indagó, rápidamente.— No, yo no tengo nada. Estoy aquí porque mi padre está hospitalizado en el hospital central de Doncaster —murmuró llorando nuevamente.— ¿Qué es exactamente lo que tiene tu padre? — Tiene un tumor cerebral, tiene que ser operado esta misma semana, por eso es que lo estoy llamando a ust
Charlotte estaba sumamente nerviosa, ese día iría a la oficina del señor Walter después de que saliera de la universidad. Al fin ella había aceptado ser la niñera de su hijo hasta que uno de los dos se cansará del otro. Estaba que se comía las uñas después de que había firmado el contrato. Ya las clases habían pasado, ella y Nadia estaban en su dormitorio, para verificar lo que Charlotte había firmado.— Bien, según esto, lo que has subrayado —tomó la hoja entre sus manos—. Debes estar muy al pendiente del niño, nada de andar mirando a otro lado. Si algo le pasa a Michael tendrás que ir a la cárcel por incumplir el contrato— enumeró Nadia, riéndose de lo último que escribió su amiga.&m
Llegaron a lo que parecía ser la casa del alfa, y a duras penas ella podía con su corazón palpitante, no entendía del todo que estaba sucediendo con ella. Sin embargo, quería estar con ese hombre a como diera lugar. Damián se notaba que era uno de esos alfas dominantes que con solo mirarte, ya te tenía a sus pies, ella estaba segura de que caería por él.— Mi hijo se encuentra con su nana temporal —informó el alfa, mirándola—. Quiero que estés consciente de que posiblemente se asuste o no quiera verte, pero es un buen chico y tú debes estar muy al pendiente de él desde ahora. ¿Estamos?— Sí, supongo que es momento de conocerlo más a fondo a su pequeño retoño —sonrió nerviosa—. No pude agr
Charlotte se quedó mirando un momento las hojas que tenía en frente, luego a la profesora sin entender del todo que se suponía que debía estar haciendo. Sin embargo, ya estaba lista para irse a su dormitorio, cambiarse de ropa e ir a buscar al pequeño ser que ahora le decía mamá.No iba a mentir al decir que estaba emocionada, tendría que trabajar dé a gratis por culpa de lo que le pasó a su padre antes.El señor Walter era un hombre hermoso, y aunque no había tantas fotos de él con su hijo en los medios, entendía sus razones.— Estás perdida en tu mundo —dijo su amiga chasqueando los dedos—. ¿Qué es lo que pasa contigo?— N
Damián miraba a su hijo postrarse más apegado a esa humana. Ni con sus otras niñeras era de ese modo, antes le decía que los humanos eran asquerosos por su olor, en cambio, con esa chica todo era diferente, hasta la amaba y le decía mamá.Charlotte era su mate, su lobo se lo estaba reprochando y más porque no estaba dando todo de él para acercarla y decirle todo. Ella era joven, hace poco salió de una situación y él se aprovechó de eso para supuestamente pagarle la operación a su padre.— No tenía idea de que te pasarías viendo las cámaras de tu casa —dijo su amigo sentándose a su lado—. ¿Te gusta tanto esa chica?— No, las humanas no son lo mío —respondi&
Charlotte movió su cabeza de un lado a otro, mirando toda la situación. Estaba con Michael en su casa, recogiendo todo el desastre que se había convertido su habitación, puesto que en poco tiempo debían de ir a la escuela de este para una reunión que había. Michael, bajo ninguna circunstancia, aceptó que su padre fuera o que alguno de los sirvientes lo hiciera, debía de ser ella a como dé lugar. — ¿Ya tienes todas tus cosas? —le preguntó al pequeño, y este asintió—. Vamos, debemos llegar temprano. — ¿Mi papá no vendrá? —preguntó el pequeño hacia la chica, y ella negó con la cabeza—. Quiero que él vaya. — Antes habías dicho que no querías que él fuera, ahora no puedes venir a decir que es eso lo que quieres —dijo con serenidad—. No puedes estar cambiando de opinión cada vez que quieras. — Lo siento, mamá. No creí que te ibas a enojar por eso… — Michael —tomó el rostro del pequeño entre sus manos—. No soy tu madre, únicamente soy tu niñera y es por un tiempo nada más. Debes entend