Jameson
—Quiero ir a las ruletas —avisó Jackson.
Yo quería una línea.
—Pero, bebito… —Sasha intentó ser seductora, mientras sus manos tomaron la corbata de Jackson—. Has perdido un montón de dinero; además, casi son las cuatro de la mañana. —Tiró del pedazo de tela, y la vena en el cuello de Jackson se hinchó—. Mejor nos vamos a la habitación y te doy lo que te gusta… —Mordió su oreja en un tonto intento de seducirlo, conocía muy bien a Jackson y Kate también y estaba causando todo menos excitación en mi amigo.
—Jameson... —murmuró Kate a mi oído, con temor, justo cuando Jack tomaba a Sasha del brazo y barbilla, apretándola con fuerza.
—¡A mí nada ni nadie me manda, menos tú, idiota! —El agarre en su brazo se apretaba y Kate lo hacía en el mío, yo quería divertirme un rato, así que esperé—. ¿Quién te crees que eres?, ¿¡mi puto padre!? —gritó mi amigo—. A ti no te debe importar cuánto estoy perdiendo sino los todo el dinero que te voy a pagar.
—Jameson… —Chasqueé mi lengua a Kate—. Va a lastimarla… Por favor. —Vi la súplica en sus ojos; así que, me separé de ella y agarré el brazo de Jack.
—Vamos a la ruleta, hermano. —Traté de tranquilizarlo, no tanto por Kate sino porque, si Jackson se ponía violento, podían sacarnos del casino, eso sin contar que, lo último que necesitaba era un puto escándalo, bastante m****a me había echado Domenico hacía una semana.
Los ojos rojos de mi amigo, como si tuvieran brasas ardientes, me enfocaron un momento antes de asentir, no se resistió cuando lo empujé hacia la ruleta.
—Lleva a Sasha al tocador para que se tranquilice… —susurré a Kate —y no tardes o puede que me haya ido cuando regreses. —Mi mirada buscó a la rubia de la mesa de Póquer.
Kate entrecerró los ojos, pero no la dejé decir una sola palabra, en vez de eso me giré y alcancé a Jackson en la ruleta, afortunadamente un nuevo juego estaba comenzando.
Nos sentamos en las sillas y nos entregaron nuestras fichas.
—Todo, al dieciséis rojo —vociferó Jackson, colocando todas sus fichas en el número elegido.
—Todo al sesenta y seis negro —ordené yo, el negro era mi color de la suerte.
La ruleta fue puesta en marcha y mientras giraba, todos los apostadores de la mesa observaban expectantes dónde quedaría la famosa bolita.
—Sesenta y seis negro —exclamó el crupier mientras recogía las fichas y me las entregaba.
—¡Eres un desgraciado con suerte! —expresó Jackson aun enojado—. ¿Hiciste pacto con el jodido diablo? Has ganado toda la noche, cabrón. —Me golpeó el hombro con fuerza.
—Yo soy el hijo de Lucifer, pendejo, y si vuelves a golpearme te pondré a tu trasero a divagar por el inframundo.
Kate y Sasha volvieron del tocador, se habían demorado más de lo normal, sin embargo, no sentí la ausencia, Kate se apretó a mí, sus pechos descansando en mi espalda, el aroma de su perfume me llegó, envolviéndome en una nube lujuriosa y mientras Sasha se acercaba a Jackson, en lo único que podía pensar, era en cuántas maneras la poseeria, una vez llegáramos a la habitación.
—¡Te estoy hablando, cabrón! —Jackson gritó a centímetros de mi cara, llevé la mano a mi rostro limpiando las gotas de su saliva que me habían salpicado.
—Ten más cuidado, imbécil. —Lo alejé y me levanté de la silla—. Me voy al hotel, deberías hacer lo mismo.
—No, ve tú, mandilon, yo apostaré una vez más. ¡Vamos, Sasha! —ordenó a su acompañante, dejé que se alejara y tomé a la mujer del brazo.
—No lo provoques, linda, si quiere correr desnudo por el jodido Treasure, déjalo ser… Llama a mi guardaespaldas si se pone muy eléctrico. —Ella asintió y yo la dejé ir, conduciendo a Kate hacia la caja, para reclamar mi dinero.
Salí del casino, observando las calles infestadas de gente. Las Vegas siempre estaba en todo su furor sin importar la hora que marcara el reloj, por algo la llamaban La Ciudad del Pecado, porque pecar es todo lo que te provoca hacer cuando estabas aquí.
—Para esto nací —murmuré, guardando el cheque que me entregaron en el casino y tomando a Kate de la cintura mientras esperábamos el coche.
—Cariño, has ganado mucho esta noche… —Mi mujer se colocó frente a mí, deslizando sus manos por las solapas de mi saco. Conocía esa mirada, ese sutil movimiento de pestañas, teníamos muchos años juntos, la conocía mejor que la m*****a palma de mi mano.
—¿Qué vas a pedirme? —Arqueé una ceja hacia ella.
—El abrigo de piel que vimos en la boutique del hotel. —Negué con mi cabeza—. Anda, me lo prometiste, dijiste que si ganabas esta noche, me lo comprarías.
—Todo depende… —Sonreí para ella, mientras mis dedos subían por sus costados.
—¿Depende de…? —preguntó, haciendo un puchero y pasando sus brazos por encima de mis hombros.
—De qué tan buena seas una vez lleguemos a la habitación. —Masajeé sus trasero y Kate se lanzó a mis labios con la misma intensidad de hacía diez años.
Una vez trajeron el coche, lo encendí rápidamente, necesitaba llegar al hotel, el trayecto hasta el Venetian fue rápido, con una mano en el volante y la otra acaricie con pericia la entrepierna de Kate, un juego previo para lo que haria con ella en el hotel, y solo bastó que las puertas del ascensor se cerraran, para que ella se abalanzara sobre mí, pasando los brazos por mi cuello y enredando sus piernas a mi cintura, nuestros labios se unieron en un beso salvaje, cargado de deseo. Rodeé su cintura con mis brazos mientras la encarcelaba entre mi cuerpo y la pared de la caja metálica.
El elevador empezó a ascender al igual que la notable tensión en mis pantalones, mientras mi mujer se refregaba en mi cadera sin un atisbo de vergüenza, el pitido del ascensor nos advirtió que habíamos llegado a nuestro destino, sin embargo, no cambiamos de posición, estábamos demasiado sumidos en el placer como para detenernos a ver si alguien nos estaba mirando. Caminé a tientas por el oscuro corredor hasta encontrarme con la única puerta de ese piso, la habitación presidencial, y no sé cómo diablos metí la mano en mi bolsillo, hasta encontrar la tarjeta, no estaba pensando con la cabeza adecuada, la deslicé por la cerradura y de inmediato entramos al interior del inmueble. Tomé a Kate apretándola aún más por la cintura y arremetí junto con ella en la pared, haciéndola emitir un jadeo de dolor y excitación… la sentí temblar, metí mi mano entre nuestros cuerpos y acaricié su cuerpo mientras ella abría el cierre de mi pantalón y su mano se perdía dentro de mi bóxer.
Remplacé mis dedos y me restregué contra su cuerpo con fuerza.
—¡Oh Dios, eres increíble! —gimoteó en mi oído mientras se afianzaba en mis hombros—. ¡Más… más! —gritó, su rostro contraído, entretanto, repetía la acción de refregarme en su pelvis.
—No soy Dios, chiquita, soy James.
Ella me tomó de las mejillas y unió nuestras frentes—. Tú, Jameson Shields… tú eres mi Dios…
Jameson. Al día siguiente, desperté pasado el mediodía, gracias a los insistentes timbrazos de mi celular, miré la pantalla para observar quién osaba interrumpir mi sueño, el nombre de mi padre brillaba como si tuviera luces de neón. Volví a colocar el celular en la mesa, realmente no me daba la gana discutir con Domenico hoy. En cambio, observé a Kate desnuda a mi lado y recuerdos fugaces de la noche anterior casi hacen que me quede en cama junto a ella, negando con mi cabeza salí de la cama y me encaminé hacia el baño, cada segundo que permanecía ahí, perdía dinero y, si había algo que no me gustaba… era perder. Yo siempre ganaba, era un puto rey, uno que no necesitaba una corona para hacer lo que quisiera con solo un chasqueo de dedos. Luego de una larga y relajante ducha, salí del baño solo con una toalla amarrada a mi cintura, sonreí al ver mi cama vacía, Kate era la mejor, por eso llevabamos tanto tiempo juntos, ella conocia mis manias, mis reglas, ella sabía perfectamente que
Tyler El restaurante se encontraba a reventar, como casi todas las noches; en Las Vegas, los empresarios más importantes se reunían allí para finiquitar negocios o pasear con mujeres atractivas, siempre era lo mismo, estaba atendiendo una mesa cuando sentí mi celular vibrar en mi bolsillo, miré sobre mis hombros,buscando con la mirada alguien que pudiera cubrirme, me había manchado la camisa con vino, pero había estado tan ocupado que no habia podido cambiarme, sin embargo tenia que contestar. Hugo uno de los meseros entendió mi mirada; así que, él se quedó tomando mi orden, corrí hasta la cocina saliendo al callejón detrás del restaurante para contestar la llamada al notar quién era. —¡Papito! —El grito de Mia me hizo apartar el teléfono del oído, a pesar de eso, amaba que estuviera tan enérgica. eran pocas las ocasiones que podia escuchar a mi bebé así de feliz. —¿Cómo está la princesa de papá? —pregunté a mi niña bonita. —Bien, papi, hoy no fui al colegio, la nariz me sangró ot
Tyler Entré a la cocina buscando al chef, el pobre estaba completamente atareado con el servicio, sus ayudantes estaban trabajando a mil. Hablamos rápidamente de “La presa” y me entregó el pedido de la mesa quince, estaba entregando dicha comanda, cuando vi a el señor Stanfort salir de su oficina y hablar con un hombre que estaba de espaldas a mí, una hermosa mujer de cabellos de fuego, lo acompañaba; era alta, delgada y con una piel casi traslúcida… vestía un abrigo de piel, que a leguas, se veía que costaba un año entero de mi sueldo. Llamé a Erick, otro de los meseros y lo presenté con los comensales de la mesa quince y peiné mi cabello con mis manos antes de dirigirme al reservado dos, en donde me esperaba mi jefe, con el niño rico y la mujer hermosa. —Bueno, mi querido Jameson, te dejo en compañía de uno de mis mejores empleados. —Suspiré, levemente nervioso, ubicándome a un costado de la mesa y entregando las cartillas del menú. —Buenas noches, bienvenidos al Todd Olives, mi
James —¿Lo viste? ¡Es idéntico a ti! —exclamó Kate, cuando el mesero se marchó. Miré hacia un lado quitando la mugre de mi hombro—. ¡James! —Tiene tanto pelo en la cara que pensé nos habían enviado un simio como mesonero, ¿y viste sus lentes...? —Kate arqueó una de sus cejas con incredulidad—. Está bien, nos parecemos, pero no somos iguales. —Tomé la copa y caté el vino, cada gota de este borgoña valía lo que costaba—. Le falta clase. —Ella se inclinó hacia adelante. —Sabes a lo que me refiero… Si no te conociera desde hace más de diez años, diría que es tu hermano. —Mi madre murió mientras yo nacía, a menos que Domenico tenga un hijo del que yo no sepa su existencia, soy hijo único —le recordé, pero no podía evitar la curiosidad hacia el mesero, podría decir que prácticamente me había encontrado con mi doble. —Lo sé, pero… —Arqueé una de mis cejas—. Son como dos gotas de agua, diría que exactamente iguales. Golpeé la mesa con la copa, completamente molesto por sus comparaciones
James —Al Stratosphere Tower, serás mi talismán de la suerte nuevamente. —Tomé su barbilla con mis dedos—. ¿Tienes las bragas vibradoras? —Tú me ordenaste que me las colocara —susurró, acercando su boca a la mía—. Yo vivo para complacer a mi hombre. —Su lengua se deslizó por mis labios y la atrapé con mis dientes, reteniéndola por unos segundos. —Bien, porque cada vez que pierda, la encenderé… —Me gusta el castigo, si luego, me vas a recompensar —retó ella con coquetería, solo le di mi sonrisa ladeada levantando mi copa una vez más—. James. —El rictus serio de su boca, me dijo que necesitaba algo de mí—. ¿Has sabido algo de Jack? —Jackson, su nombre es Jackson… —Lo sé, no es que esté interesada en él o algo, es solo que la habitación estaba organizada esta mañana, lo que me indica que Sasha no pasó la noche ahí y, cuando volví seguía igual, estoy preocupada, él estaba muy drogado anoche. Comí un poco de mi comida, gimiendo por los sabores antes de contestar. —Jackson es indifen
Jameson Abrí los ojos maldiciendo al percatarme que no habia cerrado las persianas de la habitacióin la noche anterior mi celular sonaba estridentemente y la cabeza me latía como si tuviese un taladro haciendo orificios en mi cráneo, recordé la conversación con Kate, la cachetada y la manera en cómo me fui dejándola en la entrada del casino. El celular volvió a sonar y me senté en la cama, llevando las manos a mi cabello y peinándolo hacia atrás, necesitaba un corte. Tomé el celular observando el nombre de mi padre en la pantalla, era más de las nueve de la mañana, por lo que supuse que al final no llegaría a la hora acordada con él, dejé que la llamada se fuera a buzón, imaginando a Domenico furioso en su oficina, tenía un mensaje de W******p de Kate Al menos sabía que llegó bien al hotel, lo abrí rápidamente. “Llámame cuando regreses, lamento haberte hecho enojar anoche.” A pesar de que no quería ver a mi padre, me di una ducha rápida y conduje hasta el aeropuerto, el avión priva
Tyler Entré a los casilleros de los empleados del restaurante, para un nuevo día de trabajo, estaba agotado por todos los turnos extras que había tomado en la última semana, pero feliz porque al final conseguí todo el dinero que necesitaba Megan. —Tienes una sonrisa bobalicona, por lo que intuyo que estabas pensando en la futura madre mis hijos —aseguró Will, tan pronto me vio y es que mi amigo siempre había tenido un pequeño flechazo con mi hermana, solo que ella no le correspondía—. No es que quiera arruinarte el día, pero el jefe te está buscando. Di un suspiro desganado. —¿Tienes idea para qué me necesita? —La verdad no, pero aquí está el cliente que atendiste la pasada anoche en el reservado, ¿hiciste algo para que el hijo de papi se molestara? —preguntó Will, con un deje de preocupación. Negué, atendí bien a la pareja, a pesar de mi pequeño shock inicial por mi parecido con el hombre, incluso me dejaron una buena propina con la que completé el dinero para Meg.. Me cambié
Tyler Bajé del autobús y caminé por la acera de la localidad de mi pequeña casa; al entrar, reinaba el silencio, chequeé la hora en mi reloj de muñeca, apenas eran las once treinta, por lo cual, Megan y Mia se encontraban en sus respectivas escuelas. Dejé mi bolsa de lona en el viejo sofá de mamá y me encaminé a la cocina, mi estómago rugía, abrí el refrigerador buscando algo de sobras de la noche anterior, Megan acostumbraba a guardarlas en un Tupperware, pero no había nada, tomé una botella con agua y un par de rodajas de pan, antes de volver al sofá. La última semana fue dura, doblé mis turnos, cambiando horarios con mis compañeros para poder tener el fin de semana libre y estar en la obra escolar de Mia. Le di un mordisco al pan y bebí casi toda la botella de agua, luego me acosté a lo largo del sofá, cerrando los ojos, con todo el deseo de descansar un poco antes de que mi torbellino pelinegro llegara a casa; sin embargo, la propuesta de James Shields seguía haciendo eco en m