James
—¿Lo viste? ¡Es idéntico a ti! —exclamó Kate, cuando el mesero se marchó. Miré hacia un lado quitando la mugre de mi hombro—. ¡James!
—Tiene tanto pelo en la cara que pensé nos habían enviado un simio como mesonero, ¿y viste sus lentes...? —Kate arqueó una de sus cejas con incredulidad—. Está bien, nos parecemos, pero no somos iguales. —Tomé la copa y caté el vino, cada gota de este borgoña valía lo que costaba—. Le falta clase. —Ella se inclinó hacia adelante.
—Sabes a lo que me refiero… Si no te conociera desde hace más de diez años, diría que es tu hermano.
—Mi madre murió mientras yo nacía, a menos que Domenico tenga un hijo del que yo no sepa su existencia, soy hijo único —le recordé, pero no podía evitar la curiosidad hacia el mesero, podría decir que prácticamente me había encontrado con mi doble.
—Lo sé, pero… —Arqueé una de mis cejas—. Son como dos gotas de agua, diría que exactamente iguales.
Golpeé la mesa con la copa, completamente molesto por sus comparaciones.
—¡Bueno, ya basta! —Esta vez fui yo quien se inclinó hacia ella—. Si quieres te dejo la noche libre para que te revuelques con el meserucho —expresé completamente molesto.
—James… —Extendió su mano y la tomé—. No te molestes, cariño, sabes que para mí solo existes tú. —Acarició la palma de mi mano, haciendo un círculo justo en el centro—. Dicen que todas las personas tienen un doble, al parecer hoy conocimos al tuyo —añadió con diversión.
—No me causa gracia, Kate—murmuré tomando de mi copa. La puerta del reservado se abrió y el mesero volvió a entrar con los aperitivos, mientras servía los platos lo observé detalladamente, debajo de sus horribles lentes pude notar que teníamos el mismo color de ojos y su cabello estaba más largo, pero perfectamente peinado, a simple vista, podía notar que teníamos la misma altura, solo que mi cuerpo estaba mejor trabajado que el de él por las horas que le invertía al gimnasio.
—Espero disfruten su cena —anunció cuando alcé mi copa para que la rellenara, Kate hizo lo mismo—. Si necesitan algo estaré fuera. Que tengan una buena cena.
No dije nada mientras Kate empezaba a comer, mi mente trabajaba a mil por hora, ¿por qué este hombre era tan parecido a mí?, ¿tendríamos algún tipo de relación?... Mi padre, no, Domenico podía ser todo lo hijo de puta, que yo sabía que era, pero había honrado la memoria de mi madre desde que tenía uso de razón.
—¿Estás enojado, cariño? —La voz de mi mujer, mientras acariciaba mi pierna por debajo de la mesa, me sacó de mis pensamientos.
—No —contesté con solemnidad—. Solo pensaba qué diablos quiere ahora mi padre. —Dejé la copa una vez más en la mesa y tomé mi propio tenedor—. No vuelvas a compararme con un pelele, Kate.
—No te estoy comparando, bebé, solo dije que eran muy similares en lo físico, apuesto que tú eres mejor que él en todo, digamos que el meserito es tu versión pobre. —Volvió a reírse, yo no lo hice—. Bueno ya, cambia esa cara, ¿a dónde iremos esta noche? ¿Al Planet Hollywood, el Palazzo, al Mirage o al Stratosphere Tower?[1]
Hablar de casinos siempre cambiaba mi humor.
[1] Casinos ubicados en Las Vegas.
James —Al Stratosphere Tower, serás mi talismán de la suerte nuevamente. —Tomé su barbilla con mis dedos—. ¿Tienes las bragas vibradoras? —Tú me ordenaste que me las colocara —susurró, acercando su boca a la mía—. Yo vivo para complacer a mi hombre. —Su lengua se deslizó por mis labios y la atrapé con mis dientes, reteniéndola por unos segundos. —Bien, porque cada vez que pierda, la encenderé… —Me gusta el castigo, si luego, me vas a recompensar —retó ella con coquetería, solo le di mi sonrisa ladeada levantando mi copa una vez más—. James. —El rictus serio de su boca, me dijo que necesitaba algo de mí—. ¿Has sabido algo de Jack? —Jackson, su nombre es Jackson… —Lo sé, no es que esté interesada en él o algo, es solo que la habitación estaba organizada esta mañana, lo que me indica que Sasha no pasó la noche ahí y, cuando volví seguía igual, estoy preocupada, él estaba muy drogado anoche. Comí un poco de mi comida, gimiendo por los sabores antes de contestar. —Jackson es indifen
Jameson Abrí los ojos maldiciendo al percatarme que no habia cerrado las persianas de la habitacióin la noche anterior mi celular sonaba estridentemente y la cabeza me latía como si tuviese un taladro haciendo orificios en mi cráneo, recordé la conversación con Kate, la cachetada y la manera en cómo me fui dejándola en la entrada del casino. El celular volvió a sonar y me senté en la cama, llevando las manos a mi cabello y peinándolo hacia atrás, necesitaba un corte. Tomé el celular observando el nombre de mi padre en la pantalla, era más de las nueve de la mañana, por lo que supuse que al final no llegaría a la hora acordada con él, dejé que la llamada se fuera a buzón, imaginando a Domenico furioso en su oficina, tenía un mensaje de W******p de Kate Al menos sabía que llegó bien al hotel, lo abrí rápidamente. “Llámame cuando regreses, lamento haberte hecho enojar anoche.” A pesar de que no quería ver a mi padre, me di una ducha rápida y conduje hasta el aeropuerto, el avión priva
Tyler Entré a los casilleros de los empleados del restaurante, para un nuevo día de trabajo, estaba agotado por todos los turnos extras que había tomado en la última semana, pero feliz porque al final conseguí todo el dinero que necesitaba Megan. —Tienes una sonrisa bobalicona, por lo que intuyo que estabas pensando en la futura madre mis hijos —aseguró Will, tan pronto me vio y es que mi amigo siempre había tenido un pequeño flechazo con mi hermana, solo que ella no le correspondía—. No es que quiera arruinarte el día, pero el jefe te está buscando. Di un suspiro desganado. —¿Tienes idea para qué me necesita? —La verdad no, pero aquí está el cliente que atendiste la pasada anoche en el reservado, ¿hiciste algo para que el hijo de papi se molestara? —preguntó Will, con un deje de preocupación. Negué, atendí bien a la pareja, a pesar de mi pequeño shock inicial por mi parecido con el hombre, incluso me dejaron una buena propina con la que completé el dinero para Meg.. Me cambié
Tyler Bajé del autobús y caminé por la acera de la localidad de mi pequeña casa; al entrar, reinaba el silencio, chequeé la hora en mi reloj de muñeca, apenas eran las once treinta, por lo cual, Megan y Mia se encontraban en sus respectivas escuelas. Dejé mi bolsa de lona en el viejo sofá de mamá y me encaminé a la cocina, mi estómago rugía, abrí el refrigerador buscando algo de sobras de la noche anterior, Megan acostumbraba a guardarlas en un Tupperware, pero no había nada, tomé una botella con agua y un par de rodajas de pan, antes de volver al sofá. La última semana fue dura, doblé mis turnos, cambiando horarios con mis compañeros para poder tener el fin de semana libre y estar en la obra escolar de Mia. Le di un mordisco al pan y bebí casi toda la botella de agua, luego me acosté a lo largo del sofá, cerrando los ojos, con todo el deseo de descansar un poco antes de que mi torbellino pelinegro llegara a casa; sin embargo, la propuesta de James Shields seguía haciendo eco en m
James Habían pasado varios días desde que le hice mi propuesta a Brown, sin embargo, él no parecía muy interesado, odiaba la moralidad y el orgullo que desprendía ese tipo, como si su estatus social se lo permitiera. Supe por Stanfort, que solicitó un permiso especial y se había marchado a Spring Valley; una pequeña ciudad en el condado de Harris, todavía me molestaba la exorbitante suma de dinero que tuve que darle a Stanfort para que mantuviera mi reunión con el mesero en secreto. M*****a rata asquerosa. Si odiaba algo en la vida, era depender de alguien más, y en este momento dependía de Tyler Brown. Estuve marcándole una y otra vez a su celular, buscando una respuesta —esperaba afirmativa— pero el bastardo seguía enviándome a buzón, la paciencia no era una de mis virtudes, el hijo de puta estaba acabando con la poca que me quedaba, no había opción para él, o aceptaba por las buenas o escarbaría tanto en su pasado, que lo obligaría a que aceptara por las malas. —Jimmy... —Las
James Subí al décimo piso del edificio donde estaba la oficina del detective que contrató mi guardia de seguridad; al parecer, Dcmenico estaba dispuesto a casarme a como diera lugar con Isabella Stewart y yo no pensaba casarme con esa m*****a mujer. Una linda jovencita sentada detrás de un escritorio, fue lo primero que vi tan pronto el elevador se abrió en el piso diez. Caminé hacia la chica, tocando el escritorio con mi uña, para llamar su atención, ella era guapa, muy guapa. —Hola, linda. —Bajé mis lentes, dándole un guiño y ella se sonrojó—. Tengo una cita con Reynar, mi nombre es Jameson Shields. —Un momento. —Levantó el teléfono, habló brevemente con alguien al otro lado de la línea y luego colgó—. Acompáñame señor Shields. —Se levantó de la silla y observé su trasero sin disimular, buena figura, un diez en trasero y una cintura que no tenia nada que envidiarle a una modelo de victoria secret. —Gracias, Ariana —dijo Reynard, del otro lado de la oficina. La chica se retiró
Tyler Mientras todo pasaba delante de mis ojos, a mi mente llegaron los recuerdos de la última vez que vi a Lily viva, me había observado igual que Mia y luego se desplomó ante mí. Fue Megan quien reaccionó primero, fue ella quien corrió hacia el escenario, sosteniendo a mi niñita en brazos en tanto la maestra intentaba contener a las demás niñas. Me gritó una, dos, tres veces hasta que desperté de mi estupor y corrí hacia el escenario, tomando a Mia de los brazos de mi hermana y salí en busca de un taxi que nos trasladara al hospital. Fue uno de los padres de familia quien se ofreció a llevarnos, tomé su pulso una vez estuvimos en su coche, era débil, pero estaba ahí. «Resiste, amorcito, resiste bebé…». Cerré los ojos un segundo y visualicé la figura de mi esposa. —Por favor, no te la lleves, yo sé que la he dejado sola, pero por favor, por favor Lynn, no te la lleves —supliqué, besando la frente fría de mi bebé—. Resiste, Mia, por favor despierta. —¿Está bien? como está su pul
Jameson Moví la silla de mi estudio de un lado al otro, mientras escuchaba a Brown por el auricular. Brown, quien creía que, por aceptar suplantarme, tenía el derecho de exigir cosas que estaban fuera de nuestro trato inicial. Nadie se metía conmigo, estaba en el bando de los buenos, pero también conocía el de los malos y, no le convenía a nadie que me involucrara con ese último. Me dijo que volvería en una semana, pero yo no podía esperar tanto, en un mes se llevaría a cabo la fiesta de compromiso y, no pensaba ser yo quien se comprometiera en matrimonio con la mujer que me arruinó la vida. Marqué rápidamente el número de Markus, que era el hombre encargado de vigilar cada uno de los pasos de Méndez, contestó con el segundo timbre. —Jefe. —¿Dónde está? —En el hospital aún, señor. —¿Has logrado recabar información? —Pues, la niña tuvo una recaída, los médicos no auguran mejoría. «Así que por eso me llamó el pobre diablo». —Sigue vigilándolo, aunque me temo que voy a tener q