Tyler
Entré a los casilleros de los empleados del restaurante, para un nuevo día de trabajo, estaba agotado por todos los turnos extras que había tomado en la última semana, pero feliz porque al final conseguí todo el dinero que necesitaba Megan.
—Tienes una sonrisa bobalicona, por lo que intuyo que estabas pensando en la futura madre mis hijos —aseguró Will, tan pronto me vio y es que mi amigo siempre había tenido un pequeño flechazo con mi hermana, solo que ella no le correspondía—. No es que quiera arruinarte el día, pero el jefe te está buscando.
Di un suspiro desganado.
—¿Tienes idea para qué me necesita?
—La verdad no, pero aquí está el cliente que atendiste la pasada anoche en el reservado, ¿hiciste algo para que el hijo de papi se molestara? —preguntó Will, con un deje de preocupación.
Negué, atendí bien a la pareja, a pesar de mi pequeño shock inicial por mi parecido con el hombre, incluso me dejaron una buena propina con la que completé el dinero para Meg..
Me cambié rápidamente, colocándome el uniforme, incluido el delantal negro, peiné mi cabello gastando una cantidad considerable de gel para el pelo y caminé hacia la oficina del señor Stanfort, suspirando fuertemente y elevando una pequeña plegaria antes de tocar la puerta dos veces.
La estridente voz de mi jefe se escuchó del otro lado de la puerta, seguido de un “adelante”, tragué la saliva acumulada en mi boca y giré la perilla para entrar a la elegante oficina.
—Adelante,Tyler. —Mi jefe se levantó de su silla de cuero, su mirada vagando de mí al hombre frente a él—. El señor Shields quiere conversar contigo. —Tragué en seco.
—¿No le gustó algo del servicio? —indagué, porque la duda me estaba carcomiendo, vi cómo Shields hizo una señal al señor Starnfort y este salió de la oficina.
Una vez la puerta se cerró, el señor Shields dejó el vaso con alcohol que tenía en la mano sobre el escrito rio y se levantó de la silla, metió la mano en su bolsillo y caminó hacia mí, girando a mi alrededor.
—Le pido disculpas, si para usted, algo del servicio estuvo mal —pronuncié lo primero que se me ocurrió.
—Si algo en el servicio hubiese estado mal, como dices tú, no tendrías este trabajo, Brown… Tranquilízate, no estoy aquí para poner una queja sobre tu asistencia.
—E… Entonces... —Carraspeé—. ¿Para qué está aquí, señor?
—Bueno… —Se detuvo frente a mí y, nuevamente era como estar viéndome en un espejo—. Creo que has notado que somos bastante parecidos… Eso me ha causado curiosidad, ya que estoy completamente seguro de que soy hijo único, mi madre murió cuando me trajo al mundo y, aunque mi padre no es un santo, estoy noventa por ciento seguro de que no ha dejado embarazada a ninguna de las mujeres que se folla… ¿Qué edad tienes?
—Cumplo veintinueve en noviembre. —Tomó una carpeta que estaba en el escritorio, bebió el contenido de su copa de un solo trago y abrió el fólder—. Tyler, ¿verdad? —Asentí—. Tienes una hija. —Esta vez no era una pregunta—. Una hija enferma.
—No sé qué está buscando con todo esto, señor, pero no le permito a nadie que se inmiscuya en mi vida privada —contesté a la defensiva.
—Tienes potencial. —Rio sardónicamente y cerró la carpeta—. Me gusta.
—Y a mí me gustaría que me dijera qué se le ofrece, señor —sentencié con un poco más de fiereza de la que debía, no quería perder mi trabajo, no podía perderlo, pero odiaba que se metieran en mi vida personal—. Sé que no está aquí para averiguar sobre mi vida o la vida de mi hija.
—Exacto, Brown —exclamó—. Realmente, tu vida personal me importa tanto como el deshielamiento de los polos. —Caminó hacia la silla del señor Stanfort juntando sus manos —. Estoy aquí porque quiero proponerte un negocio.
—¿Qué tipo de negocio? —repliqué a la defensiva.
—Uno fácil —explicó—, uno que cambiará tu miserable vida.
—Con el debido respeto, usted no me conoce lo suficiente para saber si mi vida es o no es miserable, y en caso de que lo sea, le repito, no es de su incumbencia.
—Tienes razón. —Tomó un esfero—. Solo supongo que la vida de un mesero de restaurante no es un vidón.
—Me da para vivir cómodamente —aclaré rápidamente—. Soy una persona honrada y trabajadora.
—Cuando el pan se escapa por la puerta, la honradez se va por la ventana —señaló él con altivez—. Como dije… es solo un negocio, Brown, te ofrezco bienestar, salud y dinero como para que no tengas preocupaciones en lo que te queda de vida.
—¿A cambio de qué? —Me permití ser arrogante.
—A cambio de que tú vivas mi vida… Por catorce meses.
Tyler Bajé del autobús y caminé por la acera de la localidad de mi pequeña casa; al entrar, reinaba el silencio, chequeé la hora en mi reloj de muñeca, apenas eran las once treinta, por lo cual, Megan y Mia se encontraban en sus respectivas escuelas. Dejé mi bolsa de lona en el viejo sofá de mamá y me encaminé a la cocina, mi estómago rugía, abrí el refrigerador buscando algo de sobras de la noche anterior, Megan acostumbraba a guardarlas en un Tupperware, pero no había nada, tomé una botella con agua y un par de rodajas de pan, antes de volver al sofá. La última semana fue dura, doblé mis turnos, cambiando horarios con mis compañeros para poder tener el fin de semana libre y estar en la obra escolar de Mia. Le di un mordisco al pan y bebí casi toda la botella de agua, luego me acosté a lo largo del sofá, cerrando los ojos, con todo el deseo de descansar un poco antes de que mi torbellino pelinegro llegara a casa; sin embargo, la propuesta de James Shields seguía haciendo eco en m
James Habían pasado varios días desde que le hice mi propuesta a Brown, sin embargo, él no parecía muy interesado, odiaba la moralidad y el orgullo que desprendía ese tipo, como si su estatus social se lo permitiera. Supe por Stanfort, que solicitó un permiso especial y se había marchado a Spring Valley; una pequeña ciudad en el condado de Harris, todavía me molestaba la exorbitante suma de dinero que tuve que darle a Stanfort para que mantuviera mi reunión con el mesero en secreto. M*****a rata asquerosa. Si odiaba algo en la vida, era depender de alguien más, y en este momento dependía de Tyler Brown. Estuve marcándole una y otra vez a su celular, buscando una respuesta —esperaba afirmativa— pero el bastardo seguía enviándome a buzón, la paciencia no era una de mis virtudes, el hijo de puta estaba acabando con la poca que me quedaba, no había opción para él, o aceptaba por las buenas o escarbaría tanto en su pasado, que lo obligaría a que aceptara por las malas. —Jimmy... —Las
James Subí al décimo piso del edificio donde estaba la oficina del detective que contrató mi guardia de seguridad; al parecer, Dcmenico estaba dispuesto a casarme a como diera lugar con Isabella Stewart y yo no pensaba casarme con esa m*****a mujer. Una linda jovencita sentada detrás de un escritorio, fue lo primero que vi tan pronto el elevador se abrió en el piso diez. Caminé hacia la chica, tocando el escritorio con mi uña, para llamar su atención, ella era guapa, muy guapa. —Hola, linda. —Bajé mis lentes, dándole un guiño y ella se sonrojó—. Tengo una cita con Reynar, mi nombre es Jameson Shields. —Un momento. —Levantó el teléfono, habló brevemente con alguien al otro lado de la línea y luego colgó—. Acompáñame señor Shields. —Se levantó de la silla y observé su trasero sin disimular, buena figura, un diez en trasero y una cintura que no tenia nada que envidiarle a una modelo de victoria secret. —Gracias, Ariana —dijo Reynard, del otro lado de la oficina. La chica se retiró
Tyler Mientras todo pasaba delante de mis ojos, a mi mente llegaron los recuerdos de la última vez que vi a Lily viva, me había observado igual que Mia y luego se desplomó ante mí. Fue Megan quien reaccionó primero, fue ella quien corrió hacia el escenario, sosteniendo a mi niñita en brazos en tanto la maestra intentaba contener a las demás niñas. Me gritó una, dos, tres veces hasta que desperté de mi estupor y corrí hacia el escenario, tomando a Mia de los brazos de mi hermana y salí en busca de un taxi que nos trasladara al hospital. Fue uno de los padres de familia quien se ofreció a llevarnos, tomé su pulso una vez estuvimos en su coche, era débil, pero estaba ahí. «Resiste, amorcito, resiste bebé…». Cerré los ojos un segundo y visualicé la figura de mi esposa. —Por favor, no te la lleves, yo sé que la he dejado sola, pero por favor, por favor Lynn, no te la lleves —supliqué, besando la frente fría de mi bebé—. Resiste, Mia, por favor despierta. —¿Está bien? como está su pul
Jameson Moví la silla de mi estudio de un lado al otro, mientras escuchaba a Brown por el auricular. Brown, quien creía que, por aceptar suplantarme, tenía el derecho de exigir cosas que estaban fuera de nuestro trato inicial. Nadie se metía conmigo, estaba en el bando de los buenos, pero también conocía el de los malos y, no le convenía a nadie que me involucrara con ese último. Me dijo que volvería en una semana, pero yo no podía esperar tanto, en un mes se llevaría a cabo la fiesta de compromiso y, no pensaba ser yo quien se comprometiera en matrimonio con la mujer que me arruinó la vida. Marqué rápidamente el número de Markus, que era el hombre encargado de vigilar cada uno de los pasos de Méndez, contestó con el segundo timbre. —Jefe. —¿Dónde está? —En el hospital aún, señor. —¿Has logrado recabar información? —Pues, la niña tuvo una recaída, los médicos no auguran mejoría. «Así que por eso me llamó el pobre diablo». —Sigue vigilándolo, aunque me temo que voy a tener q
Jameson Silver, mi chofer y guardaespaldas, me observó a través del espejo retrovisor una vez llegamos a Dignity Health, en Blue Diamond donde estaba internada la hija de Brown, odiaba esta parte de Las vegas, Hacía mucho calor, razón por la cual no pensaba bajar del auto; en cambio, saqué mi celular de mi chaqueta y marqué a Markus. —Señor. —¿Brown sigue ahí? —demandé sin ceremonias. —Sí, señor, la hermana se fue anoche, pero él se mantuvo en el hospital, al parecer el pronostico de la pequeña es desalentador. —Bien, si sale, tráelo conmigo, estoy frente a ti. —Bajé un poco el vidrio del auto y Markus asintió. —Señor… —Markus carraspeó—. Es su día de suerte, porque la hermana regresó y el hombre va saliendo. —Parecía extasiado, me gustaba Markus, era un buen empleado. —Tráelo contigo ahora. —Subí la ventanilla y me preparé para mostrarle a ese hombre quien era el jefe de la situación. No pasó mucho tiempo cuando escuché a Markus dar dos toques en el vidrio y ordené con una
Tyler. Mia fue dada de alta dos semanas después, estuve en constante comunicación con Megan; teniendo largas jornadas con Jameson, amoldándome para ser tan despreciable como él en el día y siendo el mesero del Todd por la noche. Volví a mi casa el día que Mia salía del hospital, una vez estuvimos en su habitación le expliqué que tendríamos que mudarnos para que ella recibiera un nuevo medicamento, al principio no lo entendió, me dio una triste mirada, que hizo que mi pecho se contrajera, era tan pequeña. Al final del día Megan la convenció de todos los lugares a los que la llevaría viviendo en Nueva York, estuvo media hora explicándole todas las cosas bonitas que podrían hacer en Central Park, mientras veían Encantada y yo preparaba pasta para la cena. Jameson me ordenó quedarme en Las Vegas hasta el día que tendría que volar hasta Nueva York, así que dos días después de que Mia fue dada de alta, hicimos nuestro equipaje, cerramos nuestra casa y volamos a la Gran Manzana, todavía no
Tyler. Nueva York era incluso mucho más ruidosa que Las Vegas, ansiaba correr al departamento que alquilé para mi hermana y darle un beso a mi hija, pero cuando salí del aeropuerto, un hombre alto de cabello entrecano, vestido de traje y corbata negra me esperaba; por las fotos que había observado y estudiado en la tableta que Jameson me había entregado, sabía que este hombre era Henrry, el chofer del padre de mi jefe. —Joven Shields —saludo solemne. —Buena tarde, Henrry. —El hombre tomó mi equipaje y lo guardó en el maletero del auto, luego abrió la puerta para mí, no estaba acostumbrado a este tipo de servicios; por lo general, era yo quien abría las puertas de los demás, así que me sentia un poco fuera de mim elemento. Entregué mi maleta y me subí en el coche, cerrando la puerta. Me tomé el par de segundos a solas mientras Henrry guadaba el equipaje rodeaba el auto, para respirar, una vez el auto empezó a andar, saqué mi nuevo celular, lo compré en una de las tiendas del aeropu