Tyler
Entré a la cocina buscando al chef, el pobre estaba completamente atareado con el servicio, sus ayudantes estaban trabajando a mil.
Hablamos rápidamente de “La presa” y me entregó el pedido de la mesa quince, estaba entregando dicha comanda, cuando vi a el señor Stanfort salir de su oficina y hablar con un hombre que estaba de espaldas a mí, una hermosa mujer de cabellos de fuego, lo acompañaba; era alta, delgada y con una piel casi traslúcida… vestía un abrigo de piel, que a leguas, se veía que costaba un año entero de mi sueldo.
Llamé a Erick, otro de los meseros y lo presenté con los comensales de la mesa quince y peiné mi cabello con mis manos antes de dirigirme al reservado dos, en donde me esperaba mi jefe, con el niño rico y la mujer hermosa.
—Bueno, mi querido Jameson, te dejo en compañía de uno de mis mejores empleados. —Suspiré, levemente nervioso, ubicándome a un costado de la mesa y entregando las cartillas del menú.
—Buenas noches, bienvenidos al Todd Olives, mi nombre es Tyler Brown y esta noche seré su mesero —recité claramente, mientras la mujer me recibía las cartillas del menú sin siquiera mirarme, cosa que agradecí—. ¿Me permiten recomendarles el plato de la casa? Hoy tenemos costillas de cordero y…
—Tráeme una botella de Domaine de la Romanée —interrumpió el hombre, sin levantar la mirada.
Apunté rápidamente el nombre del vino, era un Conti Grand Cru, Côte de Nuits, un vino francés tinto de la Borgoña, con más de 1500 años de historia, la botella oscilaba entre los trece mil y quince mil euros. Tenía que ir a la cava de reserva.
—Volveré en unos minutos, mientras deciden qué ordenar. —No recibí ningún tipo de respuesta, así que, salí tropezando con Will que salía de su reservado.
—¿A quién tienes? —cuestionó con burla.
—Un niño pijo, que pidió una botella de Domaine de la Romanée.
—Oh m****a — silvó Will — ¿la que cuesta una pasta?
—La misma, ¿y tú?
—Un futbolista colombiano, acompañado de una mujer de piernas kilométricas.
—Bueno, el hijo de Nostradamus, también vino con una de esas, mejor no lo hago esperar y voy a la cava… —me despedí de Will y bajé las escaleras, entrando a dicha habitación y buscando el vino solicitado, y luego caminé lo más rápido que pude.
—Pensé que Stanfort nos había dado el mesero más rápido.
—Lo siento, había varios compañeros en la reserva buscando vinos para nuestros comensales.
—Ninguno era un Shields… —exclamó el hombre con altivez—. Espero seas más veloz con el servicio.
—Sí, señor, ¿ya saben qué van a ordenar? —Afortunadamente, los dos seguían sin mirarme, la chica estaba enfrascada en la carta, mientras el niño pijo, tenía su mirada fija en la pantalla de su celular.
—Yo quiero las costillas de cordero con crema de maíz —pidió la hermosa pelirroja—. Gracias. —Alzó su mirada hacia mí, sus ojos eran cafés, pero eso no fue lo que llamó mi atención, lo que me hizo sentir nervioso de repente, era la intensidad con la que me estaba observando, como si hubiese visto un puto fantasma.
—A mí puedes traerme… —dijo el hombre y retiré la mirada de la chica que seguía observándome pasmada, para atender la orden del hijito de papi—. El pulpo a la parrilla con vinagreta de guisantes, ajo tostado, tomate y perejil. —Tomó la carta de manos de la chica y alzó la mirada para entregármelas.
Fue cuando mi mundo se sacudió completamente, para luego detenerse. Me vi reflejado en sus lentes oscuros por más tiempo del debidamente correcto, antes que el hombre sentado frente a mí, los retirara y sus ojos azules como dos témpanos de hielo se enfocaron en los míos, me quedé sin aire, y noté cómo los hombros del hombre se tornaron rígidos mientras me observaba.
Entendí por qué la mujer me miraba con tal intensidad.
Éramos exactamente iguales.
El hombre llevó la mano a su cabello, disimulando la perturbación que se leía en su mirada y muy seguramente en la mía, parecía que hubiesen pegado mis pies al piso con cemento, carraspeó un poco antes de continuar con su orden.
—Como aperitivo; y como plato fuerte, la langosta de Maine, sin limón —enfatizó y se removió en su asiento—. Como acompañante quiero papas al gratín, y de postre, el soufflé de vainilla de Olives —terminó la orden, como si no nos estuviésemos reflejando en un espejo.
—Lo mismo para mí —balbuceó la mujer, sin dejar de observarme.
—Procura ser eficiente y rápido —exigió él, con arrogancia, para luego despacharme con un ademán de manos.
Tragué con fuerza mientras salía del reservado, me sentía confundido, un poco pasmado, Will se detuvo a mi lado, noté traía las entradas de su mesa.
—Parece que hubieses visto muerto.
Tomé una larga respiración, sentía que todo mi rostro estaba rígido.
—Si pudieras entrar en mi reservado, te darías cuenta que me he tropezado conmigo mismo.
James —¿Lo viste? ¡Es idéntico a ti! —exclamó Kate, cuando el mesero se marchó. Miré hacia un lado quitando la mugre de mi hombro—. ¡James! —Tiene tanto pelo en la cara que pensé nos habían enviado un simio como mesonero, ¿y viste sus lentes...? —Kate arqueó una de sus cejas con incredulidad—. Está bien, nos parecemos, pero no somos iguales. —Tomé la copa y caté el vino, cada gota de este borgoña valía lo que costaba—. Le falta clase. —Ella se inclinó hacia adelante. —Sabes a lo que me refiero… Si no te conociera desde hace más de diez años, diría que es tu hermano. —Mi madre murió mientras yo nacía, a menos que Domenico tenga un hijo del que yo no sepa su existencia, soy hijo único —le recordé, pero no podía evitar la curiosidad hacia el mesero, podría decir que prácticamente me había encontrado con mi doble. —Lo sé, pero… —Arqueé una de mis cejas—. Son como dos gotas de agua, diría que exactamente iguales. Golpeé la mesa con la copa, completamente molesto por sus comparaciones
James —Al Stratosphere Tower, serás mi talismán de la suerte nuevamente. —Tomé su barbilla con mis dedos—. ¿Tienes las bragas vibradoras? —Tú me ordenaste que me las colocara —susurró, acercando su boca a la mía—. Yo vivo para complacer a mi hombre. —Su lengua se deslizó por mis labios y la atrapé con mis dientes, reteniéndola por unos segundos. —Bien, porque cada vez que pierda, la encenderé… —Me gusta el castigo, si luego, me vas a recompensar —retó ella con coquetería, solo le di mi sonrisa ladeada levantando mi copa una vez más—. James. —El rictus serio de su boca, me dijo que necesitaba algo de mí—. ¿Has sabido algo de Jack? —Jackson, su nombre es Jackson… —Lo sé, no es que esté interesada en él o algo, es solo que la habitación estaba organizada esta mañana, lo que me indica que Sasha no pasó la noche ahí y, cuando volví seguía igual, estoy preocupada, él estaba muy drogado anoche. Comí un poco de mi comida, gimiendo por los sabores antes de contestar. —Jackson es indifen
Jameson Abrí los ojos maldiciendo al percatarme que no habia cerrado las persianas de la habitacióin la noche anterior mi celular sonaba estridentemente y la cabeza me latía como si tuviese un taladro haciendo orificios en mi cráneo, recordé la conversación con Kate, la cachetada y la manera en cómo me fui dejándola en la entrada del casino. El celular volvió a sonar y me senté en la cama, llevando las manos a mi cabello y peinándolo hacia atrás, necesitaba un corte. Tomé el celular observando el nombre de mi padre en la pantalla, era más de las nueve de la mañana, por lo que supuse que al final no llegaría a la hora acordada con él, dejé que la llamada se fuera a buzón, imaginando a Domenico furioso en su oficina, tenía un mensaje de W******p de Kate Al menos sabía que llegó bien al hotel, lo abrí rápidamente. “Llámame cuando regreses, lamento haberte hecho enojar anoche.” A pesar de que no quería ver a mi padre, me di una ducha rápida y conduje hasta el aeropuerto, el avión priva
Tyler Entré a los casilleros de los empleados del restaurante, para un nuevo día de trabajo, estaba agotado por todos los turnos extras que había tomado en la última semana, pero feliz porque al final conseguí todo el dinero que necesitaba Megan. —Tienes una sonrisa bobalicona, por lo que intuyo que estabas pensando en la futura madre mis hijos —aseguró Will, tan pronto me vio y es que mi amigo siempre había tenido un pequeño flechazo con mi hermana, solo que ella no le correspondía—. No es que quiera arruinarte el día, pero el jefe te está buscando. Di un suspiro desganado. —¿Tienes idea para qué me necesita? —La verdad no, pero aquí está el cliente que atendiste la pasada anoche en el reservado, ¿hiciste algo para que el hijo de papi se molestara? —preguntó Will, con un deje de preocupación. Negué, atendí bien a la pareja, a pesar de mi pequeño shock inicial por mi parecido con el hombre, incluso me dejaron una buena propina con la que completé el dinero para Meg.. Me cambié
Tyler Bajé del autobús y caminé por la acera de la localidad de mi pequeña casa; al entrar, reinaba el silencio, chequeé la hora en mi reloj de muñeca, apenas eran las once treinta, por lo cual, Megan y Mia se encontraban en sus respectivas escuelas. Dejé mi bolsa de lona en el viejo sofá de mamá y me encaminé a la cocina, mi estómago rugía, abrí el refrigerador buscando algo de sobras de la noche anterior, Megan acostumbraba a guardarlas en un Tupperware, pero no había nada, tomé una botella con agua y un par de rodajas de pan, antes de volver al sofá. La última semana fue dura, doblé mis turnos, cambiando horarios con mis compañeros para poder tener el fin de semana libre y estar en la obra escolar de Mia. Le di un mordisco al pan y bebí casi toda la botella de agua, luego me acosté a lo largo del sofá, cerrando los ojos, con todo el deseo de descansar un poco antes de que mi torbellino pelinegro llegara a casa; sin embargo, la propuesta de James Shields seguía haciendo eco en m
James Habían pasado varios días desde que le hice mi propuesta a Brown, sin embargo, él no parecía muy interesado, odiaba la moralidad y el orgullo que desprendía ese tipo, como si su estatus social se lo permitiera. Supe por Stanfort, que solicitó un permiso especial y se había marchado a Spring Valley; una pequeña ciudad en el condado de Harris, todavía me molestaba la exorbitante suma de dinero que tuve que darle a Stanfort para que mantuviera mi reunión con el mesero en secreto. M*****a rata asquerosa. Si odiaba algo en la vida, era depender de alguien más, y en este momento dependía de Tyler Brown. Estuve marcándole una y otra vez a su celular, buscando una respuesta —esperaba afirmativa— pero el bastardo seguía enviándome a buzón, la paciencia no era una de mis virtudes, el hijo de puta estaba acabando con la poca que me quedaba, no había opción para él, o aceptaba por las buenas o escarbaría tanto en su pasado, que lo obligaría a que aceptara por las malas. —Jimmy... —Las
James Subí al décimo piso del edificio donde estaba la oficina del detective que contrató mi guardia de seguridad; al parecer, Dcmenico estaba dispuesto a casarme a como diera lugar con Isabella Stewart y yo no pensaba casarme con esa m*****a mujer. Una linda jovencita sentada detrás de un escritorio, fue lo primero que vi tan pronto el elevador se abrió en el piso diez. Caminé hacia la chica, tocando el escritorio con mi uña, para llamar su atención, ella era guapa, muy guapa. —Hola, linda. —Bajé mis lentes, dándole un guiño y ella se sonrojó—. Tengo una cita con Reynar, mi nombre es Jameson Shields. —Un momento. —Levantó el teléfono, habló brevemente con alguien al otro lado de la línea y luego colgó—. Acompáñame señor Shields. —Se levantó de la silla y observé su trasero sin disimular, buena figura, un diez en trasero y una cintura que no tenia nada que envidiarle a una modelo de victoria secret. —Gracias, Ariana —dijo Reynard, del otro lado de la oficina. La chica se retiró
Tyler Mientras todo pasaba delante de mis ojos, a mi mente llegaron los recuerdos de la última vez que vi a Lily viva, me había observado igual que Mia y luego se desplomó ante mí. Fue Megan quien reaccionó primero, fue ella quien corrió hacia el escenario, sosteniendo a mi niñita en brazos en tanto la maestra intentaba contener a las demás niñas. Me gritó una, dos, tres veces hasta que desperté de mi estupor y corrí hacia el escenario, tomando a Mia de los brazos de mi hermana y salí en busca de un taxi que nos trasladara al hospital. Fue uno de los padres de familia quien se ofreció a llevarnos, tomé su pulso una vez estuvimos en su coche, era débil, pero estaba ahí. «Resiste, amorcito, resiste bebé…». Cerré los ojos un segundo y visualicé la figura de mi esposa. —Por favor, no te la lleves, yo sé que la he dejado sola, pero por favor, por favor Lynn, no te la lleves —supliqué, besando la frente fría de mi bebé—. Resiste, Mia, por favor despierta. —¿Está bien? como está su pul