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Capitulo 2. El regalo de cumpleaños

Amaranta llevaba tacones de aguja, lo que hacía se le dificultara caminar y más aún estando ebria.

Damián la detuvo y se arrodilló frente a ella para quitarle con cuidado los tacones y cargarla en brazos hasta la limosina de él.

Él le indica al chófer que los lleve al hotel más grande y costoso de la ciudad.

Amaranta observa por la ventana intentando no arrepentirse de su decisión.

—¿Pasa algo? — cuestionó Damián, algo preocupado.

—No, nada— vuelve a sonreírle.— ¿A dónde me llevas?

—A un lugar que me gustaba mucho cuando era niño— confiesa.

—Oh, ¿Vamos a un parque de diversiones?

Ambos soltaron una carcajada.

—¿Siempre eres así de graciosa?

—Solo cuando estoy ebria— lo toma de la corbata y vuelven a besarse, tan apasionadamente que cayeron al suelo de la limosina, Damián la rodeo con sus brazos y Amaranta deslizaba su mano por su abdomen, queriendo desabrochar el pantalón.

Damián la detuvo.

—Ya llegamos.

Volvió a tomar a Amaranta cargada en sus brazos y entraron al hotel.

—¿Un hotel?— preguntó.

—No es cualquier hotel— afirma Damián.

La llevó hasta la habitación presidencial. Una maravilla de habitación, con jacuzzi, y vista al mar.

Amaranta se despojó de su vestido con una lentitud deliberada, después de apreciar la habitación hermosamente decorada. Quedó embelesada con la vista al mar que se extendía ante ella. Al caer su vestido, Damián descubrió, con una mezcla de sorpresa y admiración, que no llevaba nada más puesto.

Quedó paralizado al contemplar su silueta desnuda, que parecía tallada en la misma esencia de la belleza. Su cuerpo era irreal, mágico y hermoso, como si fuera el de una diosa antigua. Damián tartamudeó un poco, pero Amaranta lo calló con un gesto y lo invitó a unirse a ella.

Amaranta se sumergió lentamente en el jacuzzi, dejando que el agua caliente cubriera su piel suavemente. Damián hizo lo mismo, se quitó el traje y se unió a ella, permitiendo que Amaranta lo viera desnudo. Ambos se miraron fijamente, sus ojos ardían de deseo, antes de sucumbir a sus pasiones. Esa noche apenas había comenzado, pero su pequeña aventura apenas estaba en sus inicios.

Amaranta se lanzó encima de Damián sin prejuicios, sin miedo, sin pena, sin tabúes. Su unión fue apasionada, intensa y liberadora, como si hubieran roto todas las barreras que los separaban.

Esa noche Damián se olvidó de sus responsabilidades del día siguiente y Amaranta se olvidó de quien es ella realmente.

Hicieron el amor como dos amantes fugitivos, como dos novios recién casados, se sincronizaron con todos los movimientos, con todas las posiciones y como si fuese planeado por actrices, llegaron al climax juntos.

—Eres mi salvador, Damián.

—Tu eres mi princesa en apuros.

En medio de besos.

La noche se marchó, dejando que el sol iluminará toda la habitación recordándoles que ya había amanecido.

Damián, que aún dormía como un bebé, olvidó que tenía una alarma que sonaría justo a las siete de la mañana.

Esa alarma interrumpió el sueño de ambos.

Amaranta yacia desnuda en el pecho de Damián, y este a penas la cubría con un poco de cobija.

—Dios— exclamo por el fuerte dolor de cabeza que era estremecido por el sonido aturdidor de la alarma.

Amaranta se levantó de prisa, observando el desastre de su alrededor y su desnudez.

—Oh no— susurró.

Damián con algo de vergüenza y aún emocionado por todo lo que pasó anoche se acerca a darle un beso de buenos días.

Amaranta se aleja un poco, aún está tratando de asimilar en dónde está y con quién.

—Lo siento ...— confundido se vuelve a alejar.

Amaranta se cubre su cuerpo con la sábana.

—¿Dónde estoy?

—Estas en el hotel Wings Deluxe.

—Ay no, mierda— se levanta de prisa en búsqueda de su vestido.

—¿Qué sucede? — cuestiona asombrado por su reacción inesperada.

—No puedo estar aquí— mientras buscaba con desespero su vestido.

—¿De qué hablas? ¿A qué te refieres?— la detiene un momento.

—No puedo estar en estos hoteles, mi padre me va a matar si se entera.

—¿Qué tiene que estés en mi hotel?— aún más desconcertado.

Amaranta lo miró confundida, y algo desconsolada.

—¿Tú hotel?

—Si, mi familia es la dueña de estos hoteles, y yo soy el nuevo heredero... Es decir, hoy me nombrarán el nuevo dueño oficial.

Amaranta dejó salir un suspiro desesperanzador. Se quedó inmóvil por un momento.

«¡¿Qué puta probabilidad había de que entre tantos hombres que hay en el mundo me vengo a escapar y a follar al enemigo número uno de mi padre?!» pensó una tensa Amaranta.

Damián se iba a acercar a ella preocupado por su actitud.

—¡No me toques!— exclamó.

Damián quedó aún más confundido y preocupado, no quiere pensar que abuso de esta chica hermosa o que le arruinó la vida.

—Esto fue un error, un tonto error,— repetía mientras se ponía el vestido dando tras pies— por favor, olvida que esto pasó.

Damián quedó perplejo.

—Espera— le gritó para detenerla.

Pero fue ignorado, esa mujer se fue corriendo desesperada del hotel, Damián ni siquiera pudo vestirse para seguirla. Su padre comenzó a llamarlo al teléfono, ya que debían reunirse un par de horas antes de la conferencia para organizar todo.

Damián tomo el teléfono y respondió.

—Hijo, ¿Dónde estás?

—Ya voy para allá, dame un par de minutos, padre.

Colgó y se dió un baño rápido, se vistió y se marchó a la oficina de su padre.

En todo momento pensando en Amaranta y en el motivo de su huida tan inesperada.

«¿Qué hice mal? Yo solo no puedo comprender porque se fué así tan rápido y asustada de mí, como su yo fuese un monstruo. ¿Debería buscarla para resolver esto? Necesito una explicación lógica»

El dolor de cabeza seguía retumbandole en el cerebro, bebió demasiado anoche y es de lo que menos se arrepiente cuando piensa en Amaranta.

Llegó a la oficina y tratando de disimular su dolor de cabeza y resaca pide una taza de café extra negro sin azúcar.

—¿Estás bien hijo? Te ves de la patada— afirma su padre el señor Santos.

—Estoy bien.— la mente de Damián seguía en esa chica, en como pasaron una noche increíble, sintiéndose el mejor hombre del universo y luego se espumo de la nada al sentir que hizo algo mal, porque Amaranta se marchó despavorida.

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