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Capitulo 4. Estoy en problemas

Amaranta despertó ese día siendo una chica de veintidós años forzada por sus amigas a ir a un club prestigioso a pasarla bien por su cumpleaños.

—¡Por Dios, nunca sales de esas cuatro paredes lujosa!— gritaba una de sus amigas en una nota de voz por teléfono.

Siempre le recriminaban que, aunque era mayor de edad, la trataban como adolescente de catorce años.

Amaranta estaba muy cansada de tener esas conversaciones incómodas con su padre. Donde ella suplicaba por salir un rato de fiesta y él le respondía un tajante "NO".

El día de su cumpleaños ella decidió escaparse, huir como quinceañera que estaba presa por la ventana cuando su padre no estuviese en casa.

Sería difícil porque hay guardaespaldas por cada esquina en toda la mansión, cámaras de vigilancia y demás.

Se encerró en su habitación, se puso la pijama encima del vestido rojo, se puso una mascarilla encima de su maquillaje y se acostó.

Su padre entró a la habitación.

—¿Vas a dormir tan temprano?

—Estoy algo enferma.— preocupada de que no se notara el vestido y el maquillaje que lleva debajo de toda esa fachada.

—¿Quieres que te lleven al médico?

—No, no te preocupes, solo es dolor de cabeza por la menstruación.— cubriéndose bien con la cobija.

—Entiendo.

—¿Saldrás?— curiosa.

—Salida de negocios, vendré mañana por la noche.

Amaranta por dentro estaba feliz, todo un día sin su padre cerca era la señal de que hacia bien al escaparse hoy, tendría tiempo suficiente para pasarla bien esa noche y llegar mañana sin consecuencias.

—Te traeré tu regalo de cumpleaños cuando venga— le dió un beso en la frente y se marchó.

Amaranta respiró profundo y saltó de la cama par asomarse en la ventana y ver el momento preciso cuando su padre se marchara en la camioneta blindada de color negro.

«Ya se fué, es el momento» pensó, una Amaranta nerviosa.

Les envío un mensaje de texto a sus amigas para que la esperarán en el punto indicado, sería un escape peligroso, ninguno de los guardias era confiable, todos le confesarán a su padre que escapó si la llegan a ver.

Sus manos temblaban, llevaba los tacones en sus manos mientras que se encaramó en la ventana para huir por el jardín.

Con mucha agilidad y cuidado logro pasar los jardines de la mansión y salir a la calle.

Corrió lo más rápido que pudo sin mirar atrás, y llegó hasta donde sus amigas la esperaban emocionadas por su libertad.

—¡Lo hiciste!— le gritó una de las amigas felicitandola.

—¡Acelera coño!— gritó Amaranta asustada, con el corazón a millón.

Se marcharon al club, encontrándose con el galan de Damián y su mujeriego amigo Axel.

Amaranta había bebido tanto que perdió el conocimiento, calló rendida en los brazos de Damián.

Amaranta despertó al día siguiente, sin ropa, con resaca y recién follada con un desconocido.

—¡No puede ser!— se repetía a sí misma cuando descubrió que follo con el enemigo de su padre.

La familia Treviño estaba en la enorme lista negra de su padre. Siempre le recordaba los enemigos que tenía, al ser un mafioso peligroso se había forjado una reputación delicada.

Amaranta sabía que si su padre se enteraba dónde y con quién paso la noche habían problemas, grandes y graves problemas.

Llegó a casa en un taxi y le abre la puerta un guardaespaldas.

—Señorita Valcoba, ¿No estaba en casa?

—Nop— salió del taxi y camino hasta la entrada.

El guardaespaldas la siguió hasta la puerta, observando que Amaranta estaba extraña.

—¿Se encuentra bien?

Amaranta giró la mirada a su dirección y respondió con un aire de sarcasmo.

—Estoy divinamente, de hecho la pasé muy bien así que puedes correr a decirle a mi papá que me escapé y me castigue por el resto del año a pesar de que soy una adulta funcional con veintidós años— cerrandole la puerta en la cara.

Amaranta tenía muy en claro la clase de padre que tiene, la clase de vida en la que está metida, aunque no conocía muy bien la razón de que la familia Treviño y los Valcoba sean enemigos a muerte, siempre le había dejado en claro que tanto ellos como sus hoteles son lugares prohibidos.

Se quitó el vestido rápidamente y se metió a bañar, dejando que el agua tibia cayera por sus cabellos y piel.

Cerró sus ojos porque esa sensación de calor le recordó a la noche que pasó con Damián. Que por cierto, tiene un nombre diferente.

Recordó como sus manos la hicieron estremecer esa noche, como sus besos la llevaron al cielo ida y vuelta. También esa sensación de libertad aunque se encontraba atrapada en sus brazos.

Damián había sido para ella una noche de pecado y lujuria, un error placentero, aunque estaba un poco asustada por lo que pasaría, no estaba arrepentida en absoluto en haberse acostado con Damián Treviño.

Amaranta salió del baño y se quedó en toalla acostada en la cama. Observando el techo y recordando a su amor de una noche.

Su celular sonó, es su amiga; Tania llamándola.

—¿Tania?— pregunto Amaranta.

—¿Dónde carajos estás? Te busque como loca en todo el club, temi lo peor— exaltada.

—Estoy bien,— explica calmandola— pero no también como tú, te ví yendo al baño con el pelirubio de anoche.

—Ah si, besa muy bien.— suspirando— se llama Axel, y creo que nos veremos está noche.

—Me alegra que para ti la noche cerro perfecta.

—¿Qué te paso?

—Cometí un error Tania— dijo Amaranta intentando evitar llorar— todo iba perfecto, pero al día siguiente me dí cuenta que no debí acostarme con ese extraño.

—¿Te acostaste con ese hombre?— sorprendida.

Tania siempre había visto a su mejor amiga como una niña sobre protegida, sin experiencia de nada, muy infantil e incluso algo añiñada. Jamás la creyó capaz de acostarse con alguien la primera noche.

Amaranta era de esas mujeres románticas que hablaba del amor como en las películas.

—Ama... ¿Por qué hiciste eso?

—No lo sé— en desespero.

Amaranta no le podía contar a su amiga que su padre es mafioso, para todas las amigas el señor Valcoba es un empresario millonario corredor de bolsa o algo así.

—Tu no eres así.

—Lo sé, pero había química, su sonrisa, su mirada, los tragos... Estaba tan ebria que pensé que sería buena idea hacer algo nuevo y loco por esa noche.

Tania suspiro, comprendiendo a lo que se refería su amiga.

—Calma, no es el fin del mundo, ¿Usaste protección?

Amaranta pensó unos segundos, intentando recordar si en algún momento de la noche uso condón.

—No recuerdo— preocupada.

Tania suspiro de nuevo.

—Aún hay tiempo para la pastilla de emergencia. Te la compraré y nos veremos en tu casa.

Amaranta acepto, agradeciendo el favor y respirando un poco aliviada.

Se acaricio la cien mientras que respiraba profundo por tanta locura en poco tiempo.

«Vaya forma de empezar los veintidós, Amaranta»

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