Hermes se encontraba frente a una alargada reja. El guardia lo miraba a través de la ventanilla de la caseta de vigilancia. Había tardado en llegar y no hallaba la dirección, lo que provocó que se tardara varias horas para llegar a su destino. Estaba agitado, sudado y sus piernas le dolían, pero no quería esperar hasta mañana para devolver el bolso con el dinero y algo en su pecho, le decía que debía entregarlo hoy. El corazón le palpitó con fortaleza, tragó saliva y quedó hechizado cuando la vio a ella. A pesar de las luces de la mansión, ella relucía con brillo propio, como si un aura celestial la cubriera por cada rincón de su maravilloso cuerpo. Hermes se ruborizó al percatarse del relevador atuendo que traía puesto su precioso ángel.—Hola —dijo Hermes, caminó y se puso al frente de Hariella. Sus miradas se buscaban, como si sus ojos tuvieran adheridos imanes de cargas contrarias. Ella lucia más baja, pero a la vez, más encantadora—. Esto es tuyo. —Le entregó el bolso y ella lo re
Hariella sentía el agradable peso de los labios de Hermes contra su boca. Escuchó el sonido del maletín, cuando él lo dejó caer en el suelo y enseguida pudo apreciar los dos brazos que la rodeaban por la cintura, que la jalaron hacia él, haciendo que sus pechos se aplastaran en el cuerpo de Hermes. La piel de ambos ardía, y ni el reconfortante llanto de las nubes, que se expresaba en una repentina lluvia, podía apagar el naciente fuego que les quemaba el pecho, como una incontrolable flama, que los arropaba como un incitante y lujurioso abrigo. Entonces, sintió que no podía respirar. Así, que se detuvo y se vio obligada a despagarse de Hermes, para volver a tomar aire.La respiración de los dos era pesada y caliente, el pecho les brincaba con intensidad por el apasionado beso. Hariella le quitó los lentes y observó el cautivador rostro de Hermes. Ya estaba claro para ella, ese muchacho era enloquecedor y atractivo, pero, sobre todo, era alguien bueno y honesto. Era alguien a la que ell
Hermes se hallaba en el apartamento de recursos humanos. Había recibido un mensaje donde lo citaban a que viniera a la empresa. Esta vez se había colocado un traje de etiqueta color negro y se había rociado perfume. Una sonrisa se le pintaba en los labios. ¿Para qué otra razón lo llamaría la prestigiosa empresa de Industrias Hansen? Eso era claro para él; había sido el seleccionado. Estaba seguro de ello y se preparaba para escuchar las buenas nuevas. La misma mujer que lo había recibido la vez pasada, lo volvió a invitar al mismo despacho, donde estaba el mismo hombre que lo había entrevistado.—Bienvenido, Hermes, toma asiento por favor —dijo el encuestador—. La vez anterior quizás no nos presentamos, mi nombre es Samuel Park. —Saludó a Hermes con su mano—. Yo soy el director del apartamento de recursos humanos. Lo que quiere decir, que eso me hace el responsable del reclutamiento de empleados dentro de Industrias Hansen, además actúo como el mediador entre los empleados y sus superi
Hermes esperaba en el sitio acordado en el que le había dicho a Hariella. Estaba inquieto y emocionado. Ella lo había aceptado sin colocar excusa y sin demora, lo que era una buena señal. Acercó la palma de su mano a su boca y exhaló varias veces; la reunión no se había demorado tanto y todavía su aliento era mentolado.El sol estaba por colocarse y la tarde era fresca y gratificante. Hace algunos días Hermes no tenía nadie con quien compartir o salir, pero ahora estaba esperando a la mujer que consideraba un auténtico ángel.Hermes sintió varios toques suaves en su hombro derecho, lo que le hizo voltearse y ahí estaba ella: La magnate, Hariella Hansen, aunque esta identidad no era la que él conocía, sino a Hela Hart; una mujer común y corriente, que era empleada a medio tiempo en la compañía y una ama de llaves en una lujosa mansión. Se quedó observándola, hoy vestía un traje formal de dos piezas, que se le veía tan hermoso. Creía que no había prenda, que se le viera mal, no a ella.H
—¿Quieres uno? —preguntó Hermes—. Yo invito.Hariella asintió en aprobación. Se acercaron al puesto, que era el de un mesón, adherido a una camioneta. El vendedor tenía uniforme y sus manos estaban protegidas por unos guantes blancos, y, además, tenía amarrados globos de colores, dándole un aire festivo. Sin embargo, adelantó la fila, pasando delante de los demás. Había vivido su vida sin conocer lo que era esperar; las filas no existían en su mundo. Sin embargo, una niña en la fila fue rápida en corregirla.—Debe hacer la fila, señora —dijo la niña que seguía en la formación.Hariella miró por encima del hombro, observando la numerosa cantidad de niños y parejas jóvenes que formaban la fila. Tensó la mandíbula y los vio con desdén. Ella era Hariella Hansen, CEO y presidenta de Industrias Hansen, doctora, hermosa, La Magnate. Nada ni nadie la hacía esperar. Pero en ese momento, no era Hariella Hansen. Era Hela Hart, una mujer común en un parque público. Con un gesto comprensivo hacia H
Hariella y Hermes se quedaron observando el paisaje por algunos minutos. Ella se quitó el sombrero y se acomodó el cabello rubio que se notaba como hebras doradas.Hermes la miró y quedó más maravillado con ella. Estaba seguro de que no volvería a conocer a una mujer tan preciosa como esa que tenía al frente.Luego bajaron del edificio. La noche ya era la que dominaba las alturas y las luces de las pantallas públicas eran las que iluminaban su camino. Ambos se habían vuelto más cercanos, como si hubieran derribado un muro invisible, que ahora les daba más confianza entre ellos. El reloj marcaba las seis y cincuenta de la tarde. El tiempo había pasado volando y lo habían disfrutado estando juntos.Hariella le daba miradas disimuladas a Hermes y sonreía para ella misma. La altura de él combinaba a la perfección con la de ella. La personalidad de Hermes era calmada y tranquila, mientras que la de ella era un poco más estricta, rígida y formal, pero con él, había encontrado una nueva Harie
Al día siguiente, Hermes se presentó el imponente rascacielos de Industrias Hansen. Las palabras de Hariella lo habían motivado a aceptarlo. Asé que le entregó el contrato firmado a Samuel Park, el director del apartamento de recursos humanos y ambos se saludaron de mano para mostrar su entusiasmo.—Está bien, Hermes. Ahora espera, escogeremos a alguien para que te indique lo que tienes que hacer y para que te muestre cada uno de los apartamentos del edificio, así sabrás a dónde llevar los paquetes que debas entregar. ¿Tienes alguna pregunta? —dijo Samuel con amabilidad.—Ninguna, todo me ha quedado claro. Esperaré.—Entonces, bienvenido a Industrias Hansen, la empresa manufactura nacional e internacional más poderosa del mundo y la que domina los grandes mercados. Es un placer tener a talentos como tú bajo nuestro nombre.Samuel le dio un apretón de manos a Hermes y se marchó a su oficina. Apenas entró, se aseguró que Hermes no lo viera y cogió su celular:Samuel.Ya está todo listo,
Hariella sonrió con malicia y despejó sus pensamientos; no podía hacer eso porque acabaría con el avance y el acercamiento que había surgido entre los dos. Hermes quedaría atónito y, estaba segura, de que él no sabría qué decir si se diera la vuelta y le mostrara su verdadera identidad. No era tiempo para hacerlo. No si ella quería seguir adelante con su aventura con el muchacho. Se miró a los brazos, la sola idea de que Hermes estaba detrás de ella le hacía erizar la piel de la intensidad de emociones que era capaz de provocarle aquel hombre; unas que no había experimentado antes y que la hacían latir el corazón con un ímpetu que la hacía sentirse emocionada. Ya había tomado su decisión y nada le haría cambiar de parecer. Ahora utilizaría su dominio en los varios idiomas que manejaba y que hablaba con fluidez. Se mantuvo de espaldas a él, con su gran silla de escritorio protegiendo su cuerpo y su cabeza.—Bienvenido, Hermes Darner —dijo Hariella, con un melodioso y refinado acento ale