Hariella sentía el agradable peso de los labios de Hermes contra su boca. Escuchó el sonido del maletín, cuando él lo dejó caer en el suelo y enseguida pudo apreciar los dos brazos que la rodeaban por la cintura, que la jalaron hacia él, haciendo que sus pechos se aplastaran en el cuerpo de Hermes. La piel de ambos ardía, y ni el reconfortante llanto de las nubes, que se expresaba en una repentina lluvia, podía apagar el naciente fuego que les quemaba el pecho, como una incontrolable flama, que los arropaba como un incitante y lujurioso abrigo. Entonces, sintió que no podía respirar. Así, que se detuvo y se vio obligada que despagarse de Hermes, para volver a tomar aire.La respiración de los dos era pesada y caliente, el pecho les brincaba con intensidad por el apasionado beso. Hariella le quitó los lentes y observó el cautivador rostro de Hermes. Ya estaba claro para ella, ese muchacho era enloquecedor y atractivo, pero, sobre todo, era alguien bueno y honesto. Era alguien a la que
Hermes esperaba en el sitio acordado en el que le había dicho a Hariella. Estaba inquieto y emocionado. Ella había aceptado sin colocar excusa y sin demora, lo que era una buena señal. Acercó la palma de su mano a su boca y exhaló varias veces; la reunión no había demorado tanto y todavía su aliento era mentolado.El sol estaba por colocarse y la tarde era fresca y gratificante. Hace algunos días Hermes no tenía nadie con quien compartir o salir, pero ahora estaba esperando a la mujer que consideraba un auténtico ángel.Hermes sintió varios toques suaves en su hombro derecho, lo que le hizo voltearse y ahí estaba ella: La magnate, Hariella Hansen, aunque esta identidad no era la que él conocía, sino a Hela Hart; una mujer común y corriente, que era ama de llaves en una lujosa mansión. Se quedó observándola, hoy vestía un traje formal de dos piezas, que se le veía tan hermoso. Creía que no había prenda, que se le viera mal, no a ella.Hariella llevaba puesto un pantalón y una chaqueta
Hariella y Hermes se quedaron observando el paisaje por algunos minutos.Hariella se quitó el sombrero y se acomodó el cabello rubio.Hermes la miró y quedó más maravillado con ella. Estaba seguro de que no volvería a conocer a una mujer tan preciosa como esa que tenía al frente.Luego bajaron del edificio. La noche ya era la que dominaba las alturas y las luces de las pantallas públicas eran las que iluminaban su camino. Ambos se habían vuelto más cercanos, como si hubieran derribado un muro invisible, que ahora les daba más confianza entre ellos. El reloj marcaba las seis y cincuenta de la tarde. El tiempo había pasado volando y lo habían disfrutado estando juntos.Hariella le daba miradas disimuladas a Hermes y sonreía para ella misma. La altura de él combinaba a la perfección con la de ella. La personalidad de Hermes era calmada y tranquila, mientras que la de ella era un poco más estricta, rígida y formal, pero con él, había encontrado una nueva Hariella; una que disfrutaba de lo
Al día siguiente, Hermes se presentó el imponente rascacielos de Industrias Hansen. Las palabras de Hariella lo habían motivado a aceptarlo. Asé que le entregó el contrato firmado a Samuel Park, el director del departamento de recursos humano y ambos se saludaron de mano para mostrar su entusiasmo.—Está bien, Hermes. Ahora espera, escogeremos a alguien para que te indique lo que tienes que hacer y para que te muestre cada uno de los departamentos del edificio, así sabrás a donde llevar los paquetes que debas entregar. ¿Tienes alguna pregunta? —dijo Samuel con amabilidad.—Ninguna, todo me ha quedado claro. Esperaré.—Entonces, bienvenido a Industrias Hansen, la empresa manufactura nacional e internacional más poderosa del mundo y la que domino los grandes mercados. Es un placer tener a talentos como tú bajo nuestro nombre.Samuel le dio un apretón de manos a Hermes y se marchó a su oficina. Apenas entró, se aseguró que Hermes no lo viera y cogió su celular:Samuel.Ya está todo listo
Hariella sonrió con malicia y despejó sus pensamientos; no podía hacer eso porque acabaría con el avance y el acercamiento que había surgido entre los dos. Hermes quedaría atónito y, estaba segura, de que él no sabría que decir si se diera la vuelta y le mostrara su verdadera identidad. No era tiempo para hacerlo. No si ella quería seguir adelante con su aventura con el muchacho. Se miró a los brazos, la sola idea de que Hermes estaba detrás de ella le hacía erizar la piel de la intensidad de emociones que era capaz de provocarle aquel hombre; unas que no había experimentado antes y que la hacían latir el corazón con un ímpetu que la hacía sentirse emocionada. ya había tomado su decisión y nada le haría cambiar de parecer. Ahora utilizaría su dominio en los varios idiomas que manejaba y que hablaba con fluidez.—Bienvenido, Hermes Darner —dijo Hariella, con un melodioso y refinado acento alemán, que logró disimular su verdadera voz y se mantuvo de espaldas, sin voltear la silla—. Me h
Hariella caminaba y disfrutaba de la cita con Hermes. Él siempre la complacía en lo que ella quisiera y era agradable que lo hiciera. Una idea rondaba su cabeza, pero creía que era mu apresurada o quizás no. No estaba segura, y Hermes, todavía no le proponía nada formal, aunque tenía un presentimiento que hoy él se animaría a preguntárselo; lo veía en su mirada, él estaba extraño. ¿Pero qué pensaría si ella le hiciera esa propuesta? Había formulado muchas mentiras para engañarlo, eso no sería un problema, eso dependería de Hermes y al final decidió que, si él se animaba a dar el primer paso en su relación, ella daría el segundo paso de manera inmediata como un suceso en cadena que no podía ser detenido. Si Hermes propiciaba la acción, ella respondería con una contundente reacción. Era muy difícil quitarle una idea cuando ya lo había tomado; pues sus decisiones eran terminantes e irrevocables. Notó como la mano de Hermes temblaba y sudaba de manera extraña, eso eran indicios que se pre
Hermes caminaba distraído por los pasillos del edificio de Industrias Hansen, la propuesta de Hela se le repetía una y otra vez en su cabeza: ¿quieres casarte conmigo? Si las noches anteriores no había podido dormir por estar pensando en cómo declarársele, ahora su insomnio era provocado por la respuesta que debía darle al precioso ángel que tanto le gustaba. Sostuvo bien el tubo metálico de su carrito de repartos de tres pisos y llegó hasta donde estaba un hombre con traje de etiqueta similar al de él, pero de distinto color. Agarró una carpeta marrón y la puso sobre el escritorio de aquel hombre en el que, este último mes, se había vuelto su amigo de trabajo: Jarrer Miller; era un agraciado muchacho de veintiocho años. Tenía el cabello negro, ojos marrones. Era de personalidad alegre y divertida; ambos se llevaron bien desde el día en que se conocieron.—Hermes —susurró Jarrer a Hermes, después de haber revisado el cartapacio y al percatarse que no eran los que él había pedido—. Her
Hariella iba caminando por un callejón hacia el sitio donde se encontraba con Hermes; ella salía por la parte trasera del edificio y para evitar encontrarse con alguien que trabajara en Industrias Hansen, debía realizar un recorrido más largo. Pero giró su cuello y bajó su cabeza para ocultar su rostro con ayuda del sombrero y los lentes de sol, al ver a Mónica y a Jarrer, acompañados de varios más de sus empleados; ellos en pocas ocasiones la habían visto, quizás no la reconocerían, pero el sentimiento del romance con Hermes la hizo cubrirse por instinto y no quería correr riesgo que la descubrieran; no debía dejar que la vieran o su mentira podría llegar a su final sin que hubiera saciado lo que quería experimentar. Caminó con lentitud y precavida para verificar que nadie más estuviera cerca y miró hacia donde estaba Hermes; Mónica se acercó por la espalda y le cubrió los ojos, entonces Hermes se dio media vuelta y la agarró por la cintura. Apretó los puños e inclinó su cabeza hacia