Al día siguiente, Hermes se presentó el imponente rascacielos de Industrias Hansen. Las palabras de Hariella lo habían motivado a aceptarlo. Asé que le entregó el contrato firmado a Samuel Park, el director del departamento de recursos humano y ambos se saludaron de mano para mostrar su entusiasmo.—Está bien, Hermes. Ahora espera, escogeremos a alguien para que te indique lo que tienes que hacer y para que te muestre cada uno de los departamentos del edificio, así sabrás a donde llevar los paquetes que debas entregar. ¿Tienes alguna pregunta? —dijo Samuel con amabilidad.—Ninguna, todo me ha quedado claro. Esperaré.—Entonces, bienvenido a Industrias Hansen, la empresa manufactura nacional e internacional más poderosa del mundo y la que domino los grandes mercados. Es un placer tener a talentos como tú bajo nuestro nombre.Samuel le dio un apretón de manos a Hermes y se marchó a su oficina. Apenas entró, se aseguró que Hermes no lo viera y cogió su celular:Samuel.Ya está todo listo
Hariella sonrió con malicia y despejó sus pensamientos; no podía hacer eso porque acabaría con el avance y el acercamiento que había surgido entre los dos. Hermes quedaría atónito y, estaba segura, de que él no sabría que decir si se diera la vuelta y le mostrara su verdadera identidad. No era tiempo para hacerlo. No si ella quería seguir adelante con su aventura con el muchacho. Se miró a los brazos, la sola idea de que Hermes estaba detrás de ella le hacía erizar la piel de la intensidad de emociones que era capaz de provocarle aquel hombre; unas que no había experimentado antes y que la hacían latir el corazón con un ímpetu que la hacía sentirse emocionada. ya había tomado su decisión y nada le haría cambiar de parecer. Ahora utilizaría su dominio en los varios idiomas que manejaba y que hablaba con fluidez.—Bienvenido, Hermes Darner —dijo Hariella, con un melodioso y refinado acento alemán, que logró disimular su verdadera voz y se mantuvo de espaldas, sin voltear la silla—. Me h
Hariella caminaba y disfrutaba de la cita con Hermes. Él siempre la complacía en lo que ella quisiera y era agradable que lo hiciera. Una idea rondaba su cabeza, pero creía que era mu apresurada o quizás no. No estaba segura, y Hermes, todavía no le proponía nada formal, aunque tenía un presentimiento que hoy él se animaría a preguntárselo; lo veía en su mirada, él estaba extraño. ¿Pero qué pensaría si ella le hiciera esa propuesta? Había formulado muchas mentiras para engañarlo, eso no sería un problema, eso dependería de Hermes y al final decidió que, si él se animaba a dar el primer paso en su relación, ella daría el segundo paso de manera inmediata como un suceso en cadena que no podía ser detenido. Si Hermes propiciaba la acción, ella respondería con una contundente reacción. Era muy difícil quitarle una idea cuando ya lo había tomado; pues sus decisiones eran terminantes e irrevocables. Notó como la mano de Hermes temblaba y sudaba de manera extraña, eso eran indicios que se pre
Hermes caminaba distraído por los pasillos del edificio de Industrias Hansen, la propuesta de Hela se le repetía una y otra vez en su cabeza: ¿quieres casarte conmigo? Si las noches anteriores no había podido dormir por estar pensando en cómo declarársele, ahora su insomnio era provocado por la respuesta que debía darle al precioso ángel que tanto le gustaba. Sostuvo bien el tubo metálico de su carrito de repartos de tres pisos y llegó hasta donde estaba un hombre con traje de etiqueta similar al de él, pero de distinto color. Agarró una carpeta marrón y la puso sobre el escritorio de aquel hombre en el que, este último mes, se había vuelto su amigo de trabajo: Jarrer Miller; era un agraciado muchacho de veintiocho años. Tenía el cabello negro, ojos marrones. Era de personalidad alegre y divertida; ambos se llevaron bien desde el día en que se conocieron.—Hermes —susurró Jarrer a Hermes, después de haber revisado el cartapacio y al percatarse que no eran los que él había pedido—. Her
Hariella iba caminando por un callejón hacia el sitio donde se encontraba con Hermes; ella salía por la parte trasera del edificio y para evitar encontrarse con alguien que trabajara en Industrias Hansen, debía realizar un recorrido más largo. Pero giró su cuello y bajó su cabeza para ocultar su rostro con ayuda del sombrero y los lentes de sol, al ver a Mónica y a Jarrer, acompañados de varios más de sus empleados; ellos en pocas ocasiones la habían visto, quizás no la reconocerían, pero el sentimiento del romance con Hermes la hizo cubrirse por instinto y no quería correr riesgo que la descubrieran; no debía dejar que la vieran o su mentira podría llegar a su final sin que hubiera saciado lo que quería experimentar. Caminó con lentitud y precavida para verificar que nadie más estuviera cerca y miró hacia donde estaba Hermes; Mónica se acercó por la espalda y le cubrió los ojos, entonces Hermes se dio media vuelta y la agarró por la cintura. Apretó los puños e inclinó su cabeza hacia
Hermes esperaba a Hariella al frente de la notaría. Estaba nervioso y a la vez emocionado, ya era de tarde y pronto sería la hora de la boda; sabía que ella era puntual como una británica. Llevaba puesto el traje negro y la camisa blanca que Hariella le había regalado el día anterior, se había guardado las gafas dentro de su saco y su pecho estaba adornado por una corbata de moño que era oportuna para la ocasión. No pudo contener una sonrisa cuando vio a la hermosa mujer de vestido, tacones y sombrero negro que caminaba hacia él; era preciosa.Hariella tenía una figura envidiable y unos atributos de fantasía, ni grandes ni pequeños, su silueta era perfecta, como si hubiera sido tallada a mano por el mejor de los artistas y de ese proceso hubiera resultado su hermoso ángel de cabello dorado y esa dulce mirada azulada. Caminó hasta Hermes; él se veía atractivo. Tenía el semblante de un joven apuesto y la de un hombre sincero. No se dijeron nada y se saludaron con un beso en la que disfr
Hermes la besó en los labios y luego pasó al cuello de ella. Disfrutaba del sabor de la piel de la preciosa mujer que amaba y fue bajando con delicadeza hasta los pechos de Hariella, en tanto ella lo seguía con el centelleante azul de su mirada. Se afirmó con sus rodillas en la cama mientras aplastaba con ligereza las blandas masas con sus manos. Luego abrió su boca y los comía como el más delicioso de los manjares, primero el izquierdo y luego el derecho.Hariella se aferraba en las sábanas y el placer la confortaba como el más excitante de los ropajes. Cada roce y cada emoción que le generaba Hermes eran incontratable y quería seguir sintiéndolo sin el menor de los pudores. Ese muchacho la devoraba con tanto anhelo que solo verlo despertaba en ella sus lujuriosos instintos.Hermes se quitó los pantalones y el bóxer y ni supo cómo lo hizo con tanta rapidez. Le fue dejando cortos besos por el vientre de Hariella y le alzó las piernas para quitarle las sensuales bragas de encaje negro,
Hariella dirigió sus manos a la entrepierna de Hermes y se acomodó encima de él.Hermes le apretó las caderas para asegurarse con más fortaleza al volver a sumergirse dentro de la aterciopelada y envolvente intimidad de Hariella, que lo hacía delirar con el suave ritmo de sus caderas, mientras ella se apoyaba en el abdomen de él para seguir con el armonioso movimiento.Hariella gemía de manera alternada y sus pechos brincaban con levedad ante la mirada de su enamorado.Hermes veía a detalle los abultados y provocativos atributos de Hariella. Acarició con lentitud los carnosos muslos de ella, hasta que llegó a los senos y los apretó con suavidad en sus manos. Alzó sus brazos y le colocó el sedoso cabello rubio que le comenzaba a taparle la cara a su bella esposa. Suspiraba, en tanto recibía los suaves golpes de las virtudes de Hariella en su entrepierna.Hariella se derrumbó en el torso de Hermes y le dio un extenso beso. Era sofocante y bastante agotador seguir en la misma posición.—