Al despertar, el sol se filtraba a través de las cortinas, llenando la habitación con una luz suave. Helios la besó en la frente, y luego en los labios, como si aún quisiera saborear lo que la noche les había regalado. El desayuno, preparado con esmero y siguiendo las recomendaciones del nutricionista, era un recordatorio silencioso de los nuevos comienzos, de las promesas de una vida compartida. Helios la observaba mientras comían, y en su mente, no podía dejar de pensar en lo afortunado que era de tenerla a su lado, no solo como su amante, sino como su compañera, su reina.En los días siguientes, su vida continuó con esa mezcla perfecta de pasión y cotidianidad. Corriendo juntos por las mañanas, nadando en la piscina privada, disfrutando de juegos y momentos tranquilos, ambos sabían que el verdadero lujo no estaba en los bienes materiales que los rodeaban, sino en la conexión que compartían.Así, pasó un año, pero a pesar de todas las veces que lo hacían no había indicios de que est
Helios la miraba con esa serenidad suya, pero en sus ojos brillaba una chispa que solo ella conocía. Ese fuego que ardía detrás de su fachada tranquila, que se encendía cada vez que estaban solos. Con movimientos delicados pero decididos, Herseis comenzó a desvestirlo, pieza por pieza, disfrutando de cada momento en que su piel quedaba expuesta. Sentía el calor de su cuerpo bajo sus dedos, la tensión de sus músculos respondiendo a sus caricias. Era como si su agradecimiento, su amor y su deseo se fusionaran en un solo acto de entrega.Se desnudó con la misma intensidad, dejando que la ropa cayera al suelo sin importar dónde terminara. Cuando al fin ambos estuvieron desnudos, Herseis lo empujó suavemente sobre la cama y, con una sonrisa juguetona, se colocó sobre él. Sentía el poder de esa posición, la libertad de poder tomar el control por un momento. Bajó lentamente, disfrutando de la sensación de su piel contra la suya, de la dureza de su cuerpo bajo el suyo.Comenzó a moverse con u
El top deportivo de Herseis fue lo primero en caer. Helios lo levantó con una mano firme pero suave, desnudando su torso brillante de sudor. Sus pechos quedaron al descubierto, y Helios no pudo resistirse a inclinarse y besar cada centímetro de su piel, saboreando el ligero gusto salado de su sudor. Los gemidos suaves de Herseis llenaron el aire, sus manos enterrándose en el cabello oscuro de Helios mientras él la devoraba con besos y caricias.—Ah… Helios —susurró ella, su voz quebrándose entre el placer y la respiración agitada.Cada sonido que hacía, cada suspiro que escapaba de sus labios, encendía aún más a Helios. Su ropa deportiva pronto quedó esparcida por el suelo del gimnasio, mientras ambos se despojaban con prisa de cualquier barrera entre ellos. El aire estaba cargado de calor, no solo por el ejercicio, sino por el deseo que los envolvía.Cuando finalmente ambos quedaron completamente desnudos, Helios la levantó fácilmente, sosteniéndola por las caderas con la fuerza que
Ambos se quedaron en silencio, con una exaltación entre ellos. Era como si el resto de la sala hubiera desaparecido. No importaban las miradas curiosas de los asistentes ni el bullicio de la celebración. Solo existían ellos dos, inmersos en un diálogo íntimo, aunque formal, que ocultaba mucho más de lo que expresaba en palabras.Helios, sin poder contenerse más, extendió la mano y tomó suavemente la de Herseis. Su piel era cálida, y el contacto los conectó de una manera que las palabras no podían describir.—Siempre he sabido que había algo especial en ti —dijo él—. Y hoy, más que nunca, lo veo con claridad. Eres… perfecta.Los ojos de Herseis se suavizaron, y sin pensarlo dos veces, se inclinó hacia él, dejando que su frente tocara suavemente la de Helios. El gesto era íntimo, silencioso, pero cargado de emociones que no necesitaban ser dichas.—Helios… —susurró ella.Ambos se acercaron todavía más. Y entonces, sin más palabras, Helios la abrazó. Fue un abrazo firme, protector, pero
Un lujoso auto azabache se estacionó frente a un imperioso edificio. Un hombre con atuendo de chofer fue el primero en bajarse y luego una linda muchacha con ropa de secretaria.Ambos se colocaron al costado de la puerta trasera del vehículo. El chofer fue el encargado de abrir la puerta de manera sutil, como si estuviera por recibir a una reina de la edad media. Entonces, de manera espléndida, una esbelta pierna fue lo primero en mostrarse, cuyo tacón negro de aguja, se afirmó de modo firme en el asfalto. Así, como una poderosa soberana, que descendía de su carruaje real. Así, una espléndida mujer se manifestó con lentitud.Ella abandonó el coche con glamour y distinción. Tenía puesto en su cabeza un sombrero Hepbrum oscuro con un velo que tapaba la parte superior de su rostro, sol dejando ver la parte de su boca y fina barbilla. En su negra pupila se reflejó la maravillosa arquitectura empresarial que le pertenecía a ella.Hariella Hansen era conocida como La magnate. Era arrogante,
El sonido del elevador lo hizo volver a la realidad a un tímido muchacho. Había quedado absorto en sus pensamientos mientras lo esperaba. Al fin había bajado, pues el edificio era gigante, tenía más de cien niveles y le habían indicado que debía ir al piso setenta. Las puertas plateadas se abrieron a los lados, y arriba, en una pantalla tecnológica, aparecía ahora el número uno, en color rojo. Los nervios se apoderaron de él, porque después que diera un paso hacia adentro, ya no habría vuelta atrás, pero no perdería la calma. Respiró profundo por la nariz y lo soltó todo por la boca.Hermes Darner era un joven de veinticuatro años, recién egresado de la universidad por haber terminado no un grado, sino ya, a su corta edad, un posgrado en administración de empresas. Se había preparado para esta entrevista, había una vacante en el puesto de gerente de finanzas y en esa área él destacaba lo suficiente para tomar la iniciativa de presentarse en la empresa manufacturera de alimentos que, do
Las puertas se cerraron y dentro del sitio hubo un silencio que pareció ser eterno, mientras que el elevador empezó a subir.Hermes miraba a Hariella con disimulo por el rabillo del ojo, podía verle la piel blanca, libre de manchas y el cabello rubio le parecía brillar como si fueran mechones de oro. Ella era tan hermosa y elegante. Jamás en su vida podría llegar a estar con alguien como ella, mucho menos con su introvertida personalidad que no lo ayudaban demasiado.Hariella recibió un portafolio de parte de Lena y se puso a verlos. Hermes se percató y con eso había encontrado una excusa para romper el hielo.—¿Se presentará a la entrevista, para la vacante de finanzas? —preguntó Hermes, mirando hacia el frente en la pantalla donde iban apareciendo diferentes números.Lena arrugó el entrecejo y tragó un poco de saliva; sabía que a Hariella no le gustaba ser interrumpida y menos que le dirigieran la palabra sin que ella otorgara el permiso para hacerlo. Se quedó atónita mirando a su se
Las puertas se cerraron y las dos quedaron de nuevo en silencio y en tranquilidad.Hariella había disfrutado de la conversación con el muchacho y hasta entonces se percató de que no se habían presentado y no había llegado a descubrir el nombre de ese hombre con el que había hablado hace pocos segundos, pero eso podría solucionarse. Hace mucho que nadie le hablaba con esa confianza, debido a su cargo, las charlas siempre eran estrictas y puntuales.—¿Crees que sea alguien bueno? —interrogó Hariella a su secretaria Lena, quebrando la armonía en la que habían quedado.Lena lo pensó antes de responder, podría estar fingiendo a la vez que en verdad no conocía la identidad de su jefa. La pregunta se había convertido en un auténtico dilema, no tenía pruebas ni la certeza que, aquel joven estaba mintiendo y no podía ir por el mundo acusando a todos los hombres que se acercaran a Hariella de estafadores o farsantes. Tendría que averiguarlo primero antes de dar un veredicto acusatorio en contra