24. Verdaderas intenciones

El intenso sol comenzaba su apogeo. El viento de los grandes árboles del parque les refrescaba el rostro. Habían estado trotando desde las siete en la pista atlética del parque, después caminaban para recuperarse y luego volvían a correr. Ambos vestían ropa deportiva color negro. Una sudadera y un buzo con capucha. En esta parte no había riesgo de que la reconocieran y tampoco estaban pendientes de ellos, pues las demás personas estaban concentradas en sus ejercicios.

El pecho les brincaba de la fatiga. El sudor le bajaba por la frente y humedecía sus prendas.

Hariella le seguía el paso a Hermes, él lo hacía lento para ir siempre a la par. Había trascurrido mucho tiempo, que no se ejercitaba. Dejó de correr y se quedó en la misma posición para recuperar el aire.

Hermes la vio y se detuvo al instante, se acercó a ella y le puso la mano en la espalda.

—Ya está bien por hoy —dijo Hermes, tomándola por la cintura y ella se sostuvo por la parte trasera del cuello de él. Miraron a los alred
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