Un horrible silencio se hizo en la habitación por lo que fueron largos segundos.
Calioppe tenía el vestido desgarrado. Nick estaba medio desnudo de la parte de arriba y a ambos los habían encontrado en una posición bastante cuestionable de la que no cualquiera podría librarse tan fácil.— Nick, Calioppe… ¿Qué diablos significa esto? — preguntó Thiago a su hermana y a amigo… aunque todo le resultaba bastante esclarecedor, pues ella se había convertido en una jovencita rebelde después de la muerte de sus padres y la creía capaz de cualquier cosa con tal de librarse de su prometido.Lo que no entraba en su cabeza era como su viejo amigo había caído en las tretas de una jovencita que era casi diez años menor que él.— Estoy esperando una respuesta — continuó, y entrelazó sus dedos a los de su mujer y madre del hijo que venía en camino.Junto a ellos, aguardaban también dos camareras.— Thiago, no es lo que parece — Calioppe intentó explicarse.¡Por supuesto que no es lo que parece! Pensó Nick, desencajado.— Thiago, amigo, ¿esta es tu hermana? ¿La hermana que dices que va a casarse?— ¡Iba! — intervino Marcelo— ¡No voy a casarme con esta, pero si espero que se me reconozco por el daño y el bochorno que representa!— ¡Eres un infeliz! — lo señaló la joven, enojada — ¡Tú planeaste esto! ¡Admite que fui yo quien te encontró con otra! ¡Admite que tú me encerraste aquí y me tendiste esta trampa!Marcelo soltó una risa amarga.— ¡Claro! ¡He planeado que mi futura esposa se acueste con otro una hora antes de nuestra boda! ¡Qué inteligente de mi parte! ¡Lo bueno de todo esto es que tengo testigos! — dijo y miró a las dos camareras — Señoritas, ¿es cierto que ustedes vieron a mi prometida entrar aquí?Las dos jóvenes se miraron aterradas la una a la otra, y bajo la cruda amenaza de los ojos del hombre, terminaron por responder un firme aunque bajito: — Sí.Marcelo sonrió y tragó el sabor de la victoria.— ¡Espero tu familia me compense por este daño, porque definitivamente no voy a contraer matrimonio con una…!Antes de que pudiera ser capaz de completar aquella frase, Thiago abrió los ojos de par en par y tomó al hombre del cuello.— ¡No te atrevas a insultar a mi hermana con tu boca! — lo amenazó con fiereza y después lo soltó de mala gana —. ¡Fuera todos de aquí!— ¡Pero…!— ¡He dicho fuera! — bramó.Las camareras fueron las primeras en salir, secundadas por un “indignado” Marcelo.Nick colocó los brazos en jarra y echó la cabeza hacia atrás buscando el aire que de pronto le faltaba. Ahora eran menos en la habitación.— Thiago — sollozó Calioppe, corriendo hasta su hermano, pero este la miró con tanta crudeza que tuvo que detenerse de forma abrupta —. Todo esto fue planeado por Marcelo, lo juro, yo fui quien lo encontró a él con otra mujer. ¡Tienes que creerme!— ¿Creerte? ¿En serio, Calioppe? ¿Creerte? ¿Cómo has podido hacer esto? — preguntó decepcionado — ¡Carajo! ¿Cómo has podido actuar de forma tan irresponsable? ¿Hasta cuándo seguirás haciéndonos esto?Ella negó.— No, no lo he hecho, tienes que escucharme, tienes que dejar que te lo explique por la memoria de nuestros padres.— ¡No uses a nuestros padres para librarte de esto!— Thiago…— Basta, basta.— Es injusto, Thiago, por favor…— ¡Dije basta!— ¡Suficiente! — intervino Nick, que de pronto no pudo soportar la forma en la que su amigo le hablaba a su hermana y se metió en medio de los dos, sintiendo rabia. Calioppe ahogó un asombro ante la postura y el tono que usó el hombre — Thiago, aquí no ha pasado absolutamente nada, y si a ella no vas a escucharla, tendrás que hacerlo conmigo.Thiago miró a su hermana por última vez sin poder creer hasta donde había llegado y después tomó una respiración profunda para pedirle al que todavía consideraba su amigo que lo siguiera.Calioppe los miró marcharse con la vista empañada.— No he tocado a tu hermana — aseguró Nick con gesto implacable una vez que entraron a un pequeño y privado estudio.— Eso no es lo que parecía — replicó Thiago y Nicholas bufó.— Por Dios, Thiago, me conoces y sabes que no me van las niñas.— Calioppe tiene veintitrés, está en la edad para casarse.— Y por lo que veo… a la fuerza — refutó con agallas y el hermano de la comprometida entornó los ojos — Escucha, Thiago, yo no sé de qué va esto porque hace muchos años no nos vemos, pero si aquí no habrá boda, lo mejor será que me marche y resuelvas tu problema familiar. Yo aquí sobro.Se dio la media vuelta, y con el pomo entre las manos, Thiago habló:— Habrá boda — decidió —. Nick, deberás casarte con Calioppe.— ¿Qué? — A Nicholas solo le tomó un par de segundos reaccionar ante semejante chiste. Se giró — Estás de broma.— No, no lo estoy. Lo que acaba de suceder es delicado para mi familia.— ¡No ha sucedido absolutamente nada y tampoco estamos en la era prehistórica, Thiago, por favor, no me hagas pensar que has perdido completamente la cabeza! — volvió a girarse, no iba a quedarse allí a seguir escuchando más tonterías.En primeras instancias, ni siquiera tuvo que aceptar la invitación. Detestaba los eventos públicos.— ¡Una vez me dijiste que cuando necesitara cobrarte aquel favor… no dudara en pedírtelo! ¡El momento ha llegado! — habló Thiago con determinación y los ojos de Nicholas se abrieron desmesuradamente.— ¿Qué? No, no puedes estar hablando en serio.Thiago respiró hondo y se acercó.— El tamaño del favor que te hice es el mismo que ahora te pido.— Thiago…— Escucha… desde que murieron mis padres he perdido el completo control de Calioppe, y a raíz de eso, se convirtió en una jovencita rebelde que no ha parado de darme problemas — comenzó a decir. Nick no comprendía nada —. No solo ha derrochado su fideicomiso durante el último año y se ha metido incluso en problemas legales, sino que ha tenido enfrentamientos muy fuertes con mi mujer y ella está embarazada de nuestro primer hijo.Nicholas negó, ofuscado.— ¿Y yo que tengo que ver con todo esto?— Nada, pero ahora debo resarcir el daño con el hombre que había escogido como su marido, entregándole un peligroso porcentaje de las acciones de la empresa por este bochorno.— Te dije que no ha pasado nada entre tu hermana y yo, fue solo un malentendido. ¡Ni siquiera sé por qué ella terminó en mi habitación!— Es la palabra de ustedes dos contra Marcelo y las camareras — le recordó, después lo miró con súplica —. Solo un año, Nick, por favor, cásate con mi hermana durante un año y después pueden pedir el divorcio ante un juez. Calioppe necesita enderezar su camino y aprender sobre el valor del dinero que despilfarró estos últimos meses, y yo necesito que mi esposa tenga un embarazo saludable. Además, Marcelo no se quedará quieto, y aunque ella crea que la odio, la verdad es que me preocupo por su dignidad como mujer luego de todo esto.— ¿Cómo yo podría enderezar el camino de tu hermana? ¿Cómo podría enseñarle el valor del dinero? ¡Esto no es más que una tontería, Thiago, por Dios! ¡Para ya!— No, no lo es. Te conozco y sé que a tu lado no tendrá más opciones ni podrá revelarse como lo hace constantemente conmigo, ya que he sido demasiado flexible ante su comportamiento.— La hacienda no es vida para una mujer como… ella — dedujo en seguida.— Tendrá que acostumbrarse — le dijo —. Tendrá incluso que trabajar y ganarse el pan que se lleva a la boca si así tú lo decides, pero, Nick, por favor… necesito que hagas esto por mí.Nick negó y comenzó a caminar de un lado a otro. Casarse nunca había sido una opción, ni a corto ni a largo plazo… no después de lo que había hecho en el pasado.Mierd4. No, no podía. ¡Era una completa locura!— Thiago, amigo, lo siento pero… — de pronto, antes de que pudiera negarse, la puerta se abrió.Calioppe hipaba angustiada y a su lado estaba su detestable cuñada.— Thiago… — musitó la jovencita con voz pastosa.Su hermano la miró con dolor y frialdad entremezclada, después suplicó a su amigo en silencio. ¡Todo dependía de él!— Por favor…Nick apretó los ojos y negó con la cabeza. No podía ayudarlo, de verdad que no. No era una buena idea. Esa chiquilla de la alta alcurnia jamás se acostumbraría a su vida en la Villa.Thiago asintió, resignado, y después volvió la vista a su rebelde hermana. Estaba muy indignado con ella.— ¡Lo que has desatado con tu rebeldía es imperdonable, Calioppe! — señaló, molesto — ¿Sabes lo que tendré que hacer ahora? ¡Entregar a Marcelo la mitad de nuestra empresa! ¡El patrimonio de nuestra familia!Los ojos de Calioppe se abrieron.— ¡¿Qué?! ¡No, no puedes entregar así todo por lo que han trabajado nuestros abuelos y padres!— ¡Eso lo hubieses pensado antes!— ¡Yo no quería casarme! ¡Deja de culparme a mí!— ¿Y a quién si no, eh?La mirada de Calioppe se desvió roja hasta donde se encontraba su cuñaba, quien la miró con evidente amenaza para que no dijese ni una sola palabra de la que se pudiera arrepentir.— ¡Ojalá y hubieses muerto tú y no nuestros padres! ¡Ojalá…!La mano de Thiago se alzó por impulso para golpear la mejilla de Calioppe. ¡No iba a tolerar aquella escena un segundo más! Pero, antes de que siquiera se atreviese a tocarle un centímetro de piel, una mano firme lo detuvo en el aire.Los ojos de Nicholas Dos Santos se oscurecieron dos tonos, y miró a su amigo con ultimato.— No consentiré que le pongas una mano encima a mi futura esposa — escupió, sabiendo en lo que acababa de meterse con aquella confesión.Y Calioppe abrió los ojos de horror.— ¡¿Qué?!Calioppe sabía que no había forma de convencer a su hermano de toda aquella locura, ni antes, ni ahora, pues ya era un hecho… ¡le había conseguido en menos de nada un nuevo marido! Se encerró en la habitación que estaba predestinada para ella ese día y se dejó caer hecha un ovillo en la cama, sollozando en completo silencio. De pronto, la puerta se abrió, revelando la sonrisa de triunfo de su cuñada. — ¿Qué haces aquí? Eres la última persona a la que quiero ver en este momento, así que lárgate. Tiara ignoró lo que su “adorada” cuñada quería y se sentó cruzada de piernas en el filo de la cama. — Vaya humillación para la familia el día de hoy, eh Lilo. ¿Hacer travesuras una hora antes de tu boda? Eres toda una chica mala. — ¡No me llames Lilo! — Calioppe se incorporó muy dispuesta a salir de allí. No quería escucharla, mucho menos compartir el mismo espacio con ella. La detestaba por todo lo que le había hecho el último año. — No te atrevas a hacer otra tontería — le advirtió la
Calioppe estaba temblando y su mirada de horror hizo que Nick se sintiera mísero y culpable. ¿Cómo había podido ser capaz de dejarla sola en su primera noche en la hacienda? ¿Es que acaso era un insensato? ¡Deus, claro que lo era! «Um muito grande» pensó en portugués. — Calioppe, mírame, soy yo — le pidió con gesto verdaderamente angustiado, intentando acercarse y primeramente tranquilizar al animal. Heros; un mastodonte de pelaje negro que no solo era muy inquieto en los días de tormenta, sino que relinchaba ante el miedo de las personas a su alrededor y en ese instante la joven esposa de Nicholas parecía haber sido azotada por un pánico desmedido. En eso, entraron los dos peones a quienes se les había escapado el cabello, y al presenciar la escena, se quedaron completamente lívidos por un par de segundos. Esa joven parecía realmente a punto de desfallecer por la impresión. La dulce Calioppe alzó la vista, encontrándose con el poderosísimo verde de los ojos de su esposo. — Eso
Aunque Calioppe abrió la boca para defenderse, no pudo, pues algo dentro de ella no tardó en deducir que su hermano había puesto a su nuevo marido al tanto de sus “antecedentes”, así que solo se limitó a hacer acopio de todo su enojo para tomar el equipaje y sacar cada una de sus pertenencias con gesto contenido. — ¿Qué tienes allí? — preguntó Nick, fijándose en una pequeña maleta de mano que había dejado intacta. — Es… es mi ropa interior. — Revísala — ordenó al muchacho. Los ojos de Calioppe se abrieron de puro terror… y vergüenza. — ¡¿Qué?! ¡No! ¡No puedes hacer esto! — se defendió. No iba a consentir que la siguiera humillando de esa forma. — Paulo, haz lo que te ordeno. — ¡Que no! ¡Esto es…bochornoso! — intentó interferir, pero la fuerte mano de su esposo la tomó del codo. Alzó la vista; él tenía expresión fría en el rostro. Se zafó de mala gana y se limpió con rabia las lágrimas. — Está limpia, patrón. — Bien, retírate. Tu igual Francisca. — Sí, patrón — musitó la much
Entró a la habitación sin tocar. Calioppe alzó la vista y se incorporó cuando lo vio allí, con la mirada más verde que vería jamás puesta en ella. — Me han dicho que no quisiste bajar al comedor. ¿Se puede saber el motivo? — preguntó con firmeza. Ella pasó un trago y jugó nerviosa con sus dedos. La presencia de su esposo la ponía demasiado inquieta, sobre todo por el aura de seguridad y hermetismo que lo rodeaba. — Lo siento… es que no tengo apetito. Nicholas negó y torció una amarga sonrisa. Tenía los brazos en jarra y lucía exasperado ante la dulce y cauta joven. — ¡Esto no es ningún restaurante! — le dijo — ¡Y nadie te servirá cuando decidas que quieres tener apetito, así que bajarás al comedor, te sentarás en la mesa como todo el mundo y agradecerás por lo que se te fue servido! — Pero… yo podría prepararme otra cosa cuando tenga hambre. No voy a molestar a nadie. — No lo entiendes, ¿verdad? — dio un paso al frente. El corazón de ella latió fuerte —. ¡Tú no estás aquí de va
— ¡Ve por el botiquín de emergencia! — ordenó a la joven sirvienta que parecía pasmada a los pies de la cama — ¡Ahora, Francisca! — Sí… sí, patrón — tartamudeó y salió de allí rápidamente. Nick volvió la vista a su esposa, ansioso, y apartó un par de mechones dorados del rostro para evaluarla mejor. Lucía mal, terriblemente mal. ¡M4ldita sea! — ¿Puedes respirar? — le preguntó con voz queda, preocupado. ¡Jodidamente preocupado! Calioppe asintió, pero le costaba. Tan rápido como Francisca pudo, volvió a la habitación. Todo el mundo en la casa grande ya estaba al tanto del revuelo y se asomaron curiosos. Romina y su madre se miraron la una a la otra con una sonrisa torcida. Si ella moría, sería lo mejor. Pensaron como víboras venenosas. Nicholas se hizo rápidamente del botiquín y sacó todo lo necesario para suministrarle un fuerte antihistamínico en la vía. Ella se quejó débilmente por el pinchazo. — Tranquila — le susurró con voz dulce —, pronto estarás bien. El antialérgico no
Nick sintió esos ojos azules clavados sobre sí al tiempo que Romina intentaba besarlo, pero, cuando le dijo que muchas cosas cambiarían con la presencia de Calioppe en la hacienda, se refería exactamente a eso. — Romina, déjame a solas con mi esposa. — No hace falta, yo no quería interrumpir, con permiso — dicho eso, salió de allí. Romina sonrió triunfal y Nick se mesó el cabello antes de ir tras ella. — Calioppe — la llamó, pero ella no se detuvo hasta subir las escaleras. Fue allí donde él la alcanzó y la tomó firmemente del brazo — ¡No me ignores cuando te hablo! Ella pasó el amargo trago de lo que había visto en el despacho e intentó zafarse del agarre, pero su fuerza la doblaba. — Quiero… quiero ir a mi recámara. — Habías ido a verme, ¿qué querías? — Nada. Nick sonrió sin alegría. — No mientas. No fuiste solo por nada. ¿Qué querías? — Te dije qué… — Si no me dices que querías, no voy a soltarte; tengo toda la paciencia del mundo para estar así — habló firme y la pegó m
— ¿Qué pasa, Calioppe? ¿Es que te ha mordido la lengua el ratón? — preguntó Nick a su joven esposa. Calioppe seguía pasmada bajo el umbral de la puerta, aferrada al silencio. Su lengua no respondía. ¡Nada de ella lo hacía! — No, yo… — ¿Tú qué? Mírate, pareces aterrada. La todavía horrorizada joven negó apresurada con la cabeza. — ¡No! ¡No es eso! ¡Es que…! — ¡No me dirás que excita la idea de un hombre amputado!— dijo sardónico. Calioppe abrió los ojos de par en par. — ¿Qué…? ¡Claro que no! «¡Era un cretino!» Pensó enojada. ¿Cómo se atrevía? — ¿Entonces que es, eh, Calioppe? — preguntó con mordacidad a medida que se acercaba hasta ella. Estaba rabioso, no, estaba furioso. ¡Cabreado hasta la médula ósea! — ¿No piensas hablar? ¡Vamos, dilo! ¡Admite que te asusto! ¡Admite que te doy miedo así! Calioppe se pegó a la pared contigua a la puerta. No le asustaba su condición, ni siquiera un poco, pero, la forma en la que sus ojos verdes se habían oscurecido dos tonos si la aterrab
Despertó a todo el mundo en la hacienda. — ¡Patrón, en las caballerizas no está! — le informó Francisca, que salió despavorida a buscarla cuando se enteró. Nick sabía que desde el primer momento ella y su esposa habían congeniado muy bien, por eso notaba ese semblante preocupado en la muchacha. — ¡En los cafetales tampoco! — secundó Paulo. Los rostros en el salón de la casa grande eran los mismos: expectantes y angustiados. Nicholas, ya rebasado, se pasó las manos por el cabello. — Nada, patrón, nadie da razón de ella — apareció Lisandro, el capaz de la hacienda, y para ese punto, uno de los muy pocos hombres que Nicholas podía considerar su amigo. Él ya estaba al tanto de todo y de cómo terminó casado con Calioppe. Ya rebasado, Nick se mesó el cabello. Esa angustia en el pecho era ya demasiado grande. ¡Iba a estallar en cualquier momento! ¡En ese momento! — ¿Cómo es posible que nadie la haya visto salir? ¿Qué se haya esfumado como una aparición? ¡Carajo! ¿Es que aquí las per