Ya Thiago no puede escapar del amor. ¡Muchas gracias por seguir leyendo! No olviden comentar, reseñar y dar muchos likes.
El doctor les regaló ese momento a solas a la pareja de sorprendidos. — Embarazada — musitó Alexia, como si quisiera asegurarse de que había escuchado bien. Se llevó las manos al vientre, todavía asombrada. La idea de formar su propia familia cruzó alguna vez por su mente de manera fugaz, pero rápido la desechaba cuando veía que eso era algo imposible, que ella estaba rota y dañada. Ese deseó incrementó cuando vio la increíble familia que había formado su hermano con la mujer que amaba. Alzó la vista. Thiago ya la miraba. Ninguno de los dos supo qué decirse en ese momento. — Alexia, yo… lo siento. Ella lo miró un tanto extrañada. — ¿Por qué? — Porque no me cuide, al menos ahora que recuerdo no una vez. ¿Sabes el día que nos tuvimos que quedar en mi apartamento a las afueras de Río? — ella asintió, por supuesto que lo recordaba — Ese día… olvidé usar protección. Es muy probable que haya sucedido después de eso. ¿Estás molesta? — ¿Por estar embarazada de ti? — él asintió — No… ¿
— Escucha, sé que no es el mejor momento para dar una noticia como esta, pero… — ¿De qué noticia estás hablando? — el brasileño desvió la mirada hacia su hermana — ¿Alexia…? Alexia abrió la boca, pero nada salió de estar. — Nick, Alexia y yo vamos a ser padres. Estamos esperando un hijo juntos. — ¿Qué? — al principio creyó que se trataba de un chiste, pero, en cuanto vio a su cuñado entrelazar firmemente su mano con la de su hermana y esta responder al contacto con completa seguridad, supo que era cierto. Sus ojos se abrieron — ¡Hijo de…! Lo tomó del cuello de la camisa y lo zarandeó. — ¡Nicholas Dos Santos! — intervino Calioppe, tomando a su esposo del brazo y obligándolo a soltar a su hermano antes de que aquello acabase mal — Creo que estás innecesariamente alterado, así que mejor ve afuera, toma y el aire y luego vuelves aquí cuando estés más calmado. — ¡Pero…! — ¡Ahora! — señaló la puerta. El brasileño negó con la cabeza y salió de allí, enfurecido. — Oh, no, Nick… — mus
La mañana siguiente, Thiago despertó bajo el primer indicio del amanecer. Y aunque el CEO deseaba quedarse allí e impregnarse de ese maravilloso espíritu que no solo se había apoderado del otro lado de su cama, sino de su corazón y su vida entera, sabía que todavía había mucho por hacer para al fin alcanzar la felicidad plena. — Alexia… Alexia… — la llamó con voz queda, adornándola con besos por toda su piel. Ella abrió los ojos de a poco y esbozó una tierna sonrisa tras ser él lo primero que veía en el día. — Hmm, ¿Qué hora es? Tengo mucho sueño. Él apartó un mechón de cabello y besó su frente. — Casi las siete, pero debemos ir a que levantes oficialmente la denuncia. — ¿La denuncia? — preguntó extrañada. — Sí, las personas que han intentado hacerles daño a ti y Gael ya fueron capturadas, pero debemos hacer la denuncia para que el proceso inicie formalmente. — De acuerdo, solo… un poco más — y volvió a quedarse dormida. Más que encantado, él la dejó descansar un poco más, pue
Volvieron a mitad de la tarde, exhaustos, hablando de cualquier cosa y todavía riendo. Gael cayó rendido, apenas tocó su cuna. Ella también lo estaba, pero necesitaba urgentemente una ducha y lavar su cabello. Thiago tuvo que atender una videoconferencia en la biblioteca con su equipo de abogados. El atardecer estaba pintado de naranja y púrpura cuando Alexia bajó las escaleras. Iba descalza y con una camisa de él que le quedaba como camisón. Se secaba el cabello con una toalla. — ¿Thiago? — preguntó a Gaspar que estaba por allí. — En la biblioteca, señorita. Ella le agradeció con una sonrisa. Tocó suavemente antes de entrar. Él tenía el ceño fruncido y le hablaba a la computadora, no entendía lo que decía, pero lucía cansado y se escuchaba un poco molesto. — Un momento — dijo él, antes de alzar la vista y bajar la pantalla de la computadora. Sonrió como si al fin hubiese tenido un poco de vitamina con ella ahí, vestida de esa forma, fresca y suelta — Ven, acércate. — Lo siento,
Despertó sola. Él no le dijo que tendría algo que hacer tan temprano. — Buenos días, Barroso — saludó al jefe de seguridad un tanto confundida. ¿Qué hacía él allí cuando acompañaba a Thiago a todos lados? — Buenos días, señorita Alexia. ¿Le ofrezco café? Ella negó, pero le agradeció el gesto con una sonrisa. — ¿Thiago no está en casa? — No, señorita, hoy tenía que presentarse con el juez. Alexia abrió ligeramente los ojos. — ¿Era hoy? ¿Por qué no me lo dijo? — No quería preocuparla. — Sí, pero... estará tan solo — negó, llevándose las manos al vientre. Después de todo, por lo que había tenido que pasar, merecía estar rodeado y siendo apoyado por las personas que querían. Alzó la vista — Barroso, ¿cree que…? — se mordió el labio. El buen hombre comprendió de inmediato que era lo que esa muchacha quería, así que dejó la taza de café sobre una mesilla y echó un rápido vistazo a su reloj antes de sonreírle. — ¿Puede estar lista en cinco minutos? El corazón de Alexia brincó y as
Seis meses después, la vida les sonreía y las alegrías llegaban de a montones. Alexia había comenzado sus clases en línea dos meses más tarde después del juicio, y solo un mes después, se enteró en su visita mensual al médico que estaba esperando a una niña. — ¿Una niña? ¿Es en serio? — le preguntó su hombre. Lo había llamado tan pronto le dieron la noticia. Él había salido de viaje la noche anterior por un asunto importante de negocios, pues evaluando a fondo los daños que Marcelo había dejado en la empresa de su familia, tuvo que reponerse de a poco. — Sí, es una niña — le dijo entre lágrimas y risas —. Estoy tan feliz, no sabes cuánto. Es nada, es grande y su corazón late muchísimo. Ojalá estuvieras aquí — suspiró al tiempo que escuchaba las puertas del elevador abrirse. Se giró. — Aquí estoy — le dijo él, con el aparato pegado a la oreja, y ella corrió a sus brazos. — ¿Qué haces aquí? Pensé que no volverías hasta mañana. — Terminé antes y no quería pasar una hora más sin ti…
Cinco años más tarde, las dos familias se reunieron para celebrar la graduación de Alexia Dos Santos, ahora Da Silva. Se habían casado un año después del compromiso, un mes antes de las navidades, junto a las personas que los querían y festejaban su amor. La fiesta se celebró en la hacienda, aquellas tierras que los niños de ambas familias ya amaban profundamente y esperaban a las vacaciones de cada año para reunirse y dejarlos ser libre, pues el peligro había quedado atrás y ahora solo el amor y la paz reinaban. El primer año, fue uno de pruebas. Con los últimos meses de embarazo, el parto y la crianza de dos niños pequeños en casa, Alexia no se daba abasto entre la maternidad y los estudios, incluso pensó en algún momento en abandonar las clases en línea; sin embargo, él no lo permitió, y recortó horas de trabajo para ser un padre más ausente. Todo por su familia. Desde entonces aprendieron a comunicarse más y a buscar ayuda en el otro cada vez que lo necesitaban. No eran perfectos
— ¿Cómo puedes estar haciéndome esto? ¿En serio crees que nuestros padres estarían de acuerdo? — preguntó Calioppe a su hermano mayor. Tenía el corazón apabullado — ¿Qué papá me arrojaría a los brazos de cualquier hombre? ¡¿Qué mamá lo consentiría?! — ¡Basta, Calioppe! ¡No toleraré más esta clase de comportamiento infantil a una hora de tu boda! — exclamó Thiago Da Silva a su hermana de veintitrés, que lo veía como si él fuese su peor enemigo — ¡Esta es una decisión irrefutable, así que sal allí y contrae matrimonio con tu prometido! — ¡Thiago, por favor, no puedes hacerme esto! — sollozó, desconsolada. — ¡Eso lo hubieses pensado antes de hacer de tu vida todo este desastre! — ¡Yo no hice nada! — ¡Te encontraron con estupefacientes en tus pertenencias y tienes una orden de arresto que tuve que resolver para que no fueses a dar a la cárcel! — bramó — ¡¿Significa eso nada para ti?! Era imposible hacerlo entrar en razón, sobre todo porque ella no tenía como defenderse… no cuando la