5. Nick humilla a Calioppe

Aunque Calioppe abrió la boca para defenderse, no pudo, pues algo dentro de ella no tardó en deducir que su hermano había puesto a su nuevo marido al tanto de sus “antecedentes”, así que solo se limitó a hacer acopio de todo su enojo para tomar el equipaje y sacar cada una de sus pertenencias con gesto contenido.

— ¿Qué tienes allí? — preguntó Nick, fijándose en una pequeña maleta de mano que había dejado intacta.

— Es… es mi ropa interior.

— Revísala — ordenó al muchacho.

Los ojos de Calioppe se abrieron de puro terror… y vergüenza.

— ¡¿Qué?! ¡No! ¡No puedes hacer esto! — se defendió. No iba a consentir que la siguiera humillando de esa forma.

— Paulo, haz lo que te ordeno.

— ¡Que no! ¡Esto es…bochornoso! — intentó interferir, pero la fuerte mano de su esposo la tomó del codo.

Alzó la vista; él tenía expresión fría en el rostro. Se zafó de mala gana y se limpió con rabia las lágrimas.

— Está limpia, patrón.

— Bien, retírate. Tu igual Francisca.

— Sí, patrón — musitó la muchacha, mirando con gesto apenado a la dulce y preciosa joven que ya había ganado su corazón —… buenas noches, señorita.

Calioppe asintió con una sonrisa triste, y una vez que ella y Nicholas se encontraron solos, se hincó para devolver toda la ropa al equipaje.

— ¿Qué haces? — preguntó el hombre, desconcertado.

Ella no contestó y siguió con su labor. Cuando acabó, lo tomó todo como pudo.

El brasileño exhaló largamente, hastiado.

— ¡Te pregunté qué diablos haces!

— Do…dormiré en otra habitación — se dirigió hasta la puerta sin mirarlo.

En dos grandes zancadas, Nick cerró la puerta. Calioppe respingó asombrada.

— ¡Aquí no harás lo que te venga en gana!

— ¡No puedes obligarme a dormir contigo!

— ¡Eres mi esposa! ¡Por supuesto que puedo!

— ¡Exactamente, soy tu esposa, no tu empleada! — bramó desconsolada y sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas.

Nick apretó la mandíbula con gesto sorpresivo. Nunca nadie le había hablado de esa forma… nunca nadie había hecho que su mísero corazón latiera apresurado.

Tensó la mandíbula y apretó los puños.

— Si tanto te fastidia dormir a mi lado, bien, pero de aquí no te moverás.

Y salió de allí directo al único lugar que podría darle tranquilidad por esa noche. ¡La tranquilidad que esa bendita mujer… ese cisne dorado, le estaba robando!

Calioppe se quedó mirando la puerta con emociones encontradas durante largos segundos, después escuchó el rumor de unos neumáticos y se asomó por la ventana.

Era él. Se marchaba.

La mañana siguiente, despertó al alba. Desde la muerte de sus padres no había podido conciliar el sueño con naturalidad, así que se administraba bajo receta un medicamento del que nadie tenía conocimiento y mantenía bien escondido. Esperaba siquiera siendo así.

Varios toquecitos en la puerta la hicieron alzar la vista. Francisca se asomó.

— Buenos días, señorita, disculpe que la moleste tan temprano.

Calioppe sonrió agradable y la invitó a pasar.

— Ya estaba despierta. ¿Necesitas algo?

— Si… no… lo que pasa es que… bueno, yo…

— Kika, tranquila, ven, siéntate conmigo y dime que te trae por aquí.

La muchacha se sentó a su lado con una deslumbrante sonrisa.

— Lo que pasa es mi madrina me pidió que le preguntara si bajará a darnos instrucciones sobre el menú de hoy.

— ¿El menú?

— Sí, bueno, como usted es ahora la señora de la casa, creímos que le gustaría hacer algunos cambios en la cocina.

Las mejillas de Calioppe se calentaron.

— Bueno, yo no tengo experiencia, pero si tengo un par de recetas que aprendí de mi madre.

Francisca se alegró.

— Seguro deben ser muy buenas.

Cuando bajaron a la primera planta, la cocina rebosaba de actividad esa mañana. El aroma del café recién molido se mezclaba con el dulce aroma de las flores que adornaban la ventana abierta. Parecía un lugar bastante fresco y acogedor en el que se podía estar.

— Buenos días, señorita— saludaron dos jóvenes y una mujer mayor con gesto de curiosidad y respeto.

Calioppe respondió con natural timidez y echó un vistazo a los ingredientes.

— ¿Qué le gustaría que sirviéramos hoy para la comida? — preguntó María, la cocinera principal.

— Creo que una ensalada fresca con queso de cabra y estofado de pollo estaría perfecto — dijo suavemente y tomó un poco de albahaca fresca para aspirar su aroma —. Póngale un poco, intensificará el sabor.

María sonrió complacida, y justo cuando asentía con aprobación, Romina Alcalá entró a la cocina con aires de superioridad.

— ¿Qué tanto hablan que no han comenzado a preparar la comida? — preguntó mirando con desdén a Calioppe —. Saben que a Nick le gusta que la mesa se sirva puntual.

— Precisamente estábamos hablando de eso con la señorita esposa del patrón. Ella nos acaba de sugerir el menú para hoy — intervino Francisca con ánimos de fastidiarla.

Romina torció una sonrisa.

— Pues Nick no me ha dicho nada al respecto, y mientras sea así, yo seguiré dando las órdenes aquí, así que no sean holgazanas y comiencen a preparar el menú establecido.

— No creo que al patrón le guste que desautorice a su esposa.

Nick venía de cabalgar como acostumbraba cada mañana cuando escuchó el revuelo en la cocina.

Entró con gesto interrogante.

— ¿Qué está pasando aquí? — preguntó, asombrado de ver a su joven esposa allí.

Lucía un vestidito blanco de tirantes y tenía el cabello largo sobre su espalda. Se veía especialmente hermosa esa mañana, pensó para entonces arrepentirse. ¡¿Y a él que más le daba como luciese ese día, o el siguiente?!

Romina saltó en seguida con los ojos llenos de lágrimas de cocodrilo y semblante inocente.

— Nick, es que tu esposa quiere que sirvamos pollo cuando decidimos que sería el cerdo desde ayer. Ella no respeta lo que acordamos.

Calioppe, aunque había mantenido su compostura todo el rato, se puso roja del coraje.

— Yo… yo solo hice una sugerencia, no sabía que ya tenían un menú.

— ¡Es cierto patrón! — la defendió Francisca.

Nick suspiró hondo y se mostró molesto por la situación.

— No podemos estar desperdiciando comida, así que si el cerdo se había decidido, pues eso será.

Romina sonrió triunfante.

Calioppe sintió una oleada de vergüenza por haber sido desautorizada frente a todos y salió de la cocina con las mejillas rojas.

Nick la miró marcharse y no hizo absolutamente nada para evitarlo. ¿Por qué carajos seguía actuando así? ¿Por qué no se revelaba como le advirtió Thiago que lo haría? ¡Seguía sin comprender absolutamente nada de esa mujer!

El resto de la mañana se encerró en el despacho. Tenía muchos pendientes para ese día y la tormenta de la noche anterior lo había atrasado. Hizo un par de llamadas y discutió con algunos proveedores. Se sentía frustrado y no sabía por qué.

Al medio día, la comida fue servida en el salón principal. Romina y su madre ya estaban en el comedor a la hora puntual. Nick llegó al instante.

— ¿Dónde está Calioppe? ¿No se le dijo a qué hora se sirve la comida? — preguntó a Francisca.

— Sí, patrón, pero su señorita ESPOSA — dijo mirando de reojo a Romina —… avisó que no tiene apetito.

Nicholas apretó los ojos y los puños bajo la mesa.

— ¿Dónde está? — habló entre dientes.

— En su habitación.

Un segundo después, ya se había levantado con gesto furioso.

miladyscaroline

Oh, Dios. Nick es demasiado duro con la pobre Calioppe. No olviden dejar sus reseñas y comentarios. Los valoro y aprecio muchísimo.

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