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Capítulo 2. ¡Conseguí empleo!

Kaitlyn entró la mano en busca de más papas fritas, la bolsa de fritura había descendido considerablemente mientras veía una serie en su vieja iPad. Últimamente le había dado por ver series románticas de almas gemelas que se correspondían, era tan conmovedor...

El ronquido de Rose la sacó del misterio de la serie, su amiga roncaba y dormía a pierna suelta en la cama de su caravana heredada por su abuelo. Tenía la boca abierta como un pez e incluso babeaba. ¡Iugh! ¡Pero que asco!

Después debería cambiar las sábanas de esa cama.

—¡ROSEEEEE! —le gritó.

Su amiga dormilona siguió roncando, como si no fuera con ella nada y solo pudiera dormir y dormir.

Kaitlyn rodó los ojos.

Volvió a colocarse un auricular para no perderse ningún diálogo de la serie, tenía que darse prisa antes de que su wifi se fuera. Su conexión ya era bastante inestable, la verdad es que no tendría conexión de no ser porque la robaba de un camping cercano.

Una notificación asaltó su teléfono, extrañada lo desbloqueó y vio un aviso de una app de empleo. Hacia tanto tiempo que había puesto el anuncio, que ni siquiera recordaba cuando había sucedido eso.

Leyó rápidamente el mensaje que le había llegado.

«Querida Kristen Fox,

Estoy encantado de comunicarle que usted me ha resultado interesante para el empleo de niñera que estoy buscando. Aunque mis hijos son bastante buenos y no necesitan que nadie los cuide, necesito de sus servicios porque no soy capaz de mantenerlos en vereda y velar por sus necesidades. El trabajo me ciega. No le tomaré más tiempo, señorita Fox, he visto que usted reside cerca de mi reserva así que le invito amablemente a venir para entrevistarla.

Pregunte por Nial Wolf.

Espero su respuesta».

Se quedó pensando, meditando las palabras que volaban entre sus pensamientos. ¡Había conseguido una cita de trabajo! El hombre estaba verificado, así que no era ningún psicópata. Se metió en su perfil y observó la foto de sus siete hijos. El padre no salía.

A Kaitlyn le dio curiosidad ver cómo sería su aspecto.

Desde luego no sería poco agraciado, porque sus hijos eran bastante bellos y vestían con ropas elegantes.

Eso le echó un poco para atrás, Kaitlyn se consideraba una persona común, en realidad, bastante desgraciada. Un año atrás había perdido a su abuelo y fue algo doloroso, para ella fue muy duro seguir hacia adelante. Era casi una muerta de hambre que no tenía hogar.

Heredó la vieja caravana con la que viajaba con su amiga Rose, ella era la única persona que le quedaba, la única a la que tenía cariño. Vivían allí las dos y subsistían de la herencia del abuelo de Kaitlyn y el poco dinero que les daba su pequeña empresa de niñeras.

—No me lo puedo creer! ¡Conseguí un empleo!

Kaitlyn se había puesto un nombre falso.

No quería que su nombre real saliera cuando buscaran información suya por las webs, a veces los reporteros eran bastante crueles con las noticias en las que aparecía. Prefería mantenerse anónima al respecto.

Hizo a un lado todos esos pensamientos negativos y escribió su respuesta.

«Estaría encantada de visitarle, señor Wolf. Tan solo déjeme su dirección, iré para allá en cuanto pueda. No se va a arrepentir de contratarme. Quedo a su entera disposición».

Corto y conciso.

Aquel viejo seguramente iba a aceptar, y con buena suerte, le darían una suma aceptable de paga para viajar hacia Texas, ese era el próximo destino de las amigas. Ahora que estaban en Canadá, y el frío les carcomía la piel, estaban pensando en viajar a un lugar más cálido.

Tal vez irían a México. Kaitlyn nunca había visitado ese lugar y le parecía interesante.

—¿Por qué haces tanto ruido? —se quejó Rose.

La muchacha miró mal a Kaitlyn y ella le sacó el dedo del medio.

—¡Tu eres la que ronca como un cerdo!

Rose se incorporó en la cama y se llevó la mano al pecho ofendida.

—¡No es cierto!

—¿Quieres oírlo? ¡Te he grabado, m*****a desgraciada! —le acusó.

La rubia hizo un ademán con la boca.

—Bueno, tal vez. Pero solo porque estoy constipada —confesó rodando los ojos —. En la caravana no hay aire acondicionado, debemos comprar más mantas —se levantó y se sentó con ella en el pequeño sillón que se convertía en cama —. ¿Qué haces? Estás más contenta de lo habitual.

—No te lo vas a creer, pero...

Le interrumpió con emoción:

—¡CONSEGUISTE UN SUGAR!

—Claro que no, tonta. Me ha llegado una oferta de un tipo con familia numerosa y quiere entrevistarme —le explicó Kaitlyn.

Rose hizo un puchero.

—Dime que al menos es guapo.

Se encogió de hombros.

—No tiene foto de perfil.

—Sospechoso.

Kaitlyn observó con cautela a su amiga, que entraba la mano en la bolsa para atrapar una papa y devorarla hambrienta.

—No te preocupes, está verificado y sale las fotos de sus hijos.

Rose masticó más patatas fritas, miró en la escasa cocina y se lamentó porque no había nada que hacerse para merendar.

—Tengo que conseguir un sugar Daddy que me saque de esta miseria, Kaitlyn, ya no puedo con esta miserable vida. Amo la comida y los restaurantes caros, pero nadie me quiere llevar.

—Eres una exagerada.

Kaitlyn miró a su amiga con diversión.

—¿Que será de mí? Quiero ser amada.

—Pues a mí no me mires que no me gustan las mujeres.

—¡Ni a mí! ¡Quiero a un buen macho!

Ambas se rieron, Rose estaba irremediablemente loca, pero así la quería. Estaba tan emocionada por su casi nuevo empleo, que decidió buscar sus mejores ropas para ir a ver al hombre y darle una buena impresión.

Conseguiría ese empleo.

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