Inicio / Hombre-lobo / La humana del Alfa / Capítulo 4. El enano de voz chillona
Capítulo 4. El enano de voz chillona

En primer lugar, ¿quien era esa Diosa Luna? Y en segundo, ¿por que decía que Nial era un monstruo? Ahora si que el miedo le subía por el cuerpo arremetiendo contra ella. Si antes dudada sobre el hombre, ahora lo hacía más. Se lo imaginaba como un viejo lleno de arrugas, un aliento apestoso y poco amistoso.

Qué equivocaba estaba.

¡En dónde se había metido! Quería salir, irse a toda velocidad de ese sitio.

En cambio, sus pies permanecieron anclados en el suelo. Mirando a todas esas mujeres que hablaban con ella.

—El Alfa se ha vuelto loco, mira que contratar a una humana como niñera —expresó una.

¿Aquella señora había dicho humana? ¡Como si existieran otras razas en el mundo! ¡Ja!

—Está perdiendo la cabeza, deberían pararle los pies.

—Hace lo que quiere y cuando quiere. Es nuestro líder, ojalá perteneciéramos a otras manadas, no seríamos tan infelices. Y todo estoy fue por el luto, está durando demasiado tiempo.

Las mujeres hablaban una tras de otra, la que primero se había dirigido a ella le echó una mirada mortal a las demás que callaron de inmediato.

—¡Desagradecidas! ¡Cerrad el pico si no queréis que él os degolle! —exclamó.

—Bueno, yo les dejo con su fructífera conversación —aviso Kaitlyn atropelladamente.

Sin esperar a que volvieran a meterla en esa rara platica, la muchacha dejó al coro de gallinas parlanchinas quejarse de su Alfa. Por suerte él no estaba ahí para escucharlas, porque de ser así, esas pobres desgraciadas no tendrían tiempo de huir por el bosque.

Kaitlyn se preguntó de qué eran todas esas cosas raras de las que hablaba, sin duda eso era una comuna o poco le faltaba.

En fin, la muchacha se olvidó de esas extrañas, aunque en verdad si le dio bastante miedo ser parte de esa conversación. No iba a juzgar a nadie, ella misma se haría una opinión de ese Nial Wolf.

Caminó lentamente llegando hasta el porche de la casa, era un poco alto y tenía escaleras, así que las subió apoyándose de la barandilla de madera. Las puertas eran grandes con ventanales a su alrededor. Antes de que pudiera llamar al timbre del hogar, una joven abrió la puerta enérgicamente y se presentó. 

Mademoiselle, es bienvenida a pasar —dijo la muchacha de cabello castaño, tenía un francés muy extraño—. Je m'appelle Rebecca. ¡Claro, usted no habla Français. ¡Qué stupide! Pardon, señorita. Yo soy la ama de llaves de este lugar. 

Kaitlyn se quedó boqueando como un pez fuera del agua.

—No se quede ahí afuera, entre, por favor. Monsieur Wolf la está esperando en su despacho.

—¿Pero como sabía que iba a llegar ahora?

—Oh, mademoiselle, él lo sabe todo —le informó.

La joven que estaba al frente de ella, debía ser una adolescente de diecisiete años, pero era la ama de llaves de ese lugar. Mhm. Algo no iba bien. Eso si que era raro. La muchacha iba vestida con un uniforme de servicio, se hizo a un lado en la puerta para que Kaitlyn pasara.

Cuando Rebeca, la ama de llaves, la guió hasta el despacho del señor, ella pudo apreciar la decoración oscura de ese lugar. Los muebles eran de color negro, las paredes de piedra pulida. Todo estaba sumido en tonos deprimentes, pero no era algo feo, sino sorprendentemente elegante y bonito. Los ventanales eran grandes y los rayos de sol suministraban las habitaciones de la cálida sensación del otoño.

—Por aquí.

Pasaron unas escaleras que llevaban al segundo piso, un pasillo que parecía interminable y llegaron hasta una puerta de roble pintada en negro. La joven llamó antes de abrir la puerta, le hizo un gesto con la mano a Kaitlyn para que pasara.

—Gracias —agradeció ella.

—A usted por venir, bonne chance.

No entendía una m****a de francés, así que no supo que le dijo al final.

La ama de llave cerró la puerta en cuanto entró, quedándose sola en esa oscura habitación. Las cortinas estaban echadas, no podía ver mucho, pero se desplazó hasta el escritorio negro. Detrás de él, había una figura enana vestida con un traje con las mangas cortadas. No pudo ver el rostro porque estaba demasiado oscuro.

—Me tiene que disculpar por la oscuridad, tengo migraña —el hombre poseía una voz chillona.

—Oh.

Se quedó plantada en medio del despacho, sin saber qué hacer. Había sido una mala idea ir a aquel lugar.

—Así que usted es Kristen. ¿Ha trabajado alguna vez con...—la figura dio un pequeño chillido —. ¡Kate no me muerdas! —Kaitlyn estaba tratando de entender —. Perdone, tengo un gato molesto bajo mis pies. Como iba diciendo, ¿ha trabajado alguna vez con niños?

La muchacha no supo cómo reaccionar.

—Será mejor que me marche, creo que no soy la persona indicada para el trabajo.

Sono un golpe seco.

—¡Jesse estás arruinándolo todo! —se escuchó un murmullo, provenía de debajo del escritorio.

—Señorita Fox, no diga eso. Usted es perfecta para este trabajo —aseguró el tipo.

¿De verdad era Nial Wolf? Kaitlyn tenía sus serias dudas sobre eso, no tenías que ser muy inteligente para describir lo que se escondía entre ese traje masculino cortado cruelmente.

—¿Quién está debajo de la mesa? —preguntó Kaitlyn.

Alguien se movió nervioso debajo.

Otro golpe.

Después el llanto femenino de una niñita adolorida.

—¡Kate pero que has hecho! —el niño se bajó de la silla de empresario y se asomó debajo del escritorio —. Te dije que solo serías un estorbo. ¡Pero como siempre nadie me hace caso!

Una niña pequeña, aproximadamente de unos tres años de edad, salió con los ojos llorosos y un llanto incontrolable.

—Quiero a papi.

¡Eran unos niños! ¡Unos niños habían asistido a su cita de trabajo! Aquello debía ser una broma.

—¿Dónde está Nial? —quiso saber Kaitlyn —. ¿Sois sus hijos? No puedo creer que sea tan poco formal para hacerme una broma así. ¡Voy a ponerle una queja en la app! ¡Que incompetente!

La niña no paraba de llorar.

—¡QUIERO A MI PAPI!

El niño que se había acercado a Kaitlyn se le descompuso el rostro, corrió hasta ella y le abrazó las rodillas. Era muy bajito, ni siquiera llevaba por las caderas.

—¡Ya viene! ¡YA VIENE! —lloriqueó el niño.

Ambos lloros se mezclaron, hasta el punto que se sintió mareada. La niña se tiró al suelo llorando. El niño estaba aferrado en sus piernas y no pretendía irse a ningún lado.

—No estoy entendiendo nada.

Unas fuertes pisadas resonaron en el pasillo, se iban acercando y eso hizo que los vellos de la muchacha se erizaran. En un parpadeo, la puerta del despacho se abrió. Dejando a la vista a un hombre músculo cubierto por un traje azul oscuro, tenía el cabello despeinado, la corbata alborotada, la camisa blanca estaba entreabierta y dejaba ver su torso descubierto.

Uy, pero que hermoso semental.

Kaitlyn casi babea al ver a ese hombre tan atractivo. Su rostro enfurecido se dirigía al niño que estaba entre sus piernas.

—¡Niño del demonio! ¡Qué hiciste con mi traje de Gucci! —gritó el desconocido al niño.

Por instinto. Kaitlyn abrazó al chiquitín. Hasta a ella le hizo temblar ese vozarrón. 

—Fue...Fuee —tartamudeó Jesse.

—¿Pueden explicarme que m****a hace la ama de llaves amarrada en la cocina? —exigió, pellizcando irritado el puente de su nariz—. ¡Rebeca, no trates de huir porque te estoy viendo!

De una forma rápida el hombre se volvió hacia la puerta y atrapó de lleno a su jovencita hija mentirosa con su disfraz que trataba de huir y avisar a sus otros hermanos.

—Todo esto tiene una explicación, papi querido.

La niña seguía llorando, ahora se arrastraba hasta Kaitlyn para que también la abrazase. El niño sollozaba en sus piernas, las estaba mojando con sus lágrimas. A ella le dio muchísima pena y ternura a la vez. Aquel hombre malhumorado la estaba mirando como si fuera la cosa más horrenda del mundo.

Era un completo caos.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo