En primer lugar, ¿quien era esa Diosa Luna? Y en segundo, ¿por que decía que Nial era un monstruo? Ahora si que el miedo le subía por el cuerpo arremetiendo contra ella. Si antes dudada sobre el hombre, ahora lo hacía más. Se lo imaginaba como un viejo lleno de arrugas, un aliento apestoso y poco amistoso.
Qué equivocaba estaba.
¡En dónde se había metido! Quería salir, irse a toda velocidad de ese sitio.
En cambio, sus pies permanecieron anclados en el suelo. Mirando a todas esas mujeres que hablaban con ella.
—El Alfa se ha vuelto loco, mira que contratar a una humana como niñera —expresó una.
¿Aquella señora había dicho humana? ¡Como si existieran otras razas en el mundo! ¡Ja!
—Está perdiendo la cabeza, deberían pararle los pies.
—Hace lo que quiere y cuando quiere. Es nuestro líder, ojalá perteneciéramos a otras manadas, no seríamos tan infelices. Y todo estoy fue por el luto, está durando demasiado tiempo.
Las mujeres hablaban una tras de otra, la que primero se había dirigido a ella le echó una mirada mortal a las demás que callaron de inmediato.
—¡Desagradecidas! ¡Cerrad el pico si no queréis que él os degolle! —exclamó.
—Bueno, yo les dejo con su fructífera conversación —aviso Kaitlyn atropelladamente.
Sin esperar a que volvieran a meterla en esa rara platica, la muchacha dejó al coro de gallinas parlanchinas quejarse de su Alfa. Por suerte él no estaba ahí para escucharlas, porque de ser así, esas pobres desgraciadas no tendrían tiempo de huir por el bosque.
Kaitlyn se preguntó de qué eran todas esas cosas raras de las que hablaba, sin duda eso era una comuna o poco le faltaba.
En fin, la muchacha se olvidó de esas extrañas, aunque en verdad si le dio bastante miedo ser parte de esa conversación. No iba a juzgar a nadie, ella misma se haría una opinión de ese Nial Wolf.
Caminó lentamente llegando hasta el porche de la casa, era un poco alto y tenía escaleras, así que las subió apoyándose de la barandilla de madera. Las puertas eran grandes con ventanales a su alrededor. Antes de que pudiera llamar al timbre del hogar, una joven abrió la puerta enérgicamente y se presentó.
—Mademoiselle, es bienvenida a pasar —dijo la muchacha de cabello castaño, tenía un francés muy extraño—. Je m'appelle Rebecca. ¡Claro, usted no habla Français. ¡Qué stupide! Pardon, señorita. Yo soy la ama de llaves de este lugar.
Kaitlyn se quedó boqueando como un pez fuera del agua.
—No se quede ahí afuera, entre, por favor. Monsieur Wolf la está esperando en su despacho.
—¿Pero como sabía que iba a llegar ahora?
—Oh, mademoiselle, él lo sabe todo —le informó.
La joven que estaba al frente de ella, debía ser una adolescente de diecisiete años, pero era la ama de llaves de ese lugar. Mhm. Algo no iba bien. Eso si que era raro. La muchacha iba vestida con un uniforme de servicio, se hizo a un lado en la puerta para que Kaitlyn pasara.
Cuando Rebeca, la ama de llaves, la guió hasta el despacho del señor, ella pudo apreciar la decoración oscura de ese lugar. Los muebles eran de color negro, las paredes de piedra pulida. Todo estaba sumido en tonos deprimentes, pero no era algo feo, sino sorprendentemente elegante y bonito. Los ventanales eran grandes y los rayos de sol suministraban las habitaciones de la cálida sensación del otoño.
—Por aquí.
Pasaron unas escaleras que llevaban al segundo piso, un pasillo que parecía interminable y llegaron hasta una puerta de roble pintada en negro. La joven llamó antes de abrir la puerta, le hizo un gesto con la mano a Kaitlyn para que pasara.
—Gracias —agradeció ella.
—A usted por venir, bonne chance.
No entendía una m****a de francés, así que no supo que le dijo al final.
La ama de llave cerró la puerta en cuanto entró, quedándose sola en esa oscura habitación. Las cortinas estaban echadas, no podía ver mucho, pero se desplazó hasta el escritorio negro. Detrás de él, había una figura enana vestida con un traje con las mangas cortadas. No pudo ver el rostro porque estaba demasiado oscuro.
—Me tiene que disculpar por la oscuridad, tengo migraña —el hombre poseía una voz chillona.
—Oh.
Se quedó plantada en medio del despacho, sin saber qué hacer. Había sido una mala idea ir a aquel lugar.
—Así que usted es Kristen. ¿Ha trabajado alguna vez con...—la figura dio un pequeño chillido —. ¡Kate no me muerdas! —Kaitlyn estaba tratando de entender —. Perdone, tengo un gato molesto bajo mis pies. Como iba diciendo, ¿ha trabajado alguna vez con niños?
La muchacha no supo cómo reaccionar.
—Será mejor que me marche, creo que no soy la persona indicada para el trabajo.
Sono un golpe seco.
—¡Jesse estás arruinándolo todo! —se escuchó un murmullo, provenía de debajo del escritorio.
—Señorita Fox, no diga eso. Usted es perfecta para este trabajo —aseguró el tipo.
¿De verdad era Nial Wolf? Kaitlyn tenía sus serias dudas sobre eso, no tenías que ser muy inteligente para describir lo que se escondía entre ese traje masculino cortado cruelmente.
—¿Quién está debajo de la mesa? —preguntó Kaitlyn.
Alguien se movió nervioso debajo.
Otro golpe.
Después el llanto femenino de una niñita adolorida.
—¡Kate pero que has hecho! —el niño se bajó de la silla de empresario y se asomó debajo del escritorio —. Te dije que solo serías un estorbo. ¡Pero como siempre nadie me hace caso!
Una niña pequeña, aproximadamente de unos tres años de edad, salió con los ojos llorosos y un llanto incontrolable.
—Quiero a papi.
¡Eran unos niños! ¡Unos niños habían asistido a su cita de trabajo! Aquello debía ser una broma.
—¿Dónde está Nial? —quiso saber Kaitlyn —. ¿Sois sus hijos? No puedo creer que sea tan poco formal para hacerme una broma así. ¡Voy a ponerle una queja en la app! ¡Que incompetente!
La niña no paraba de llorar.
—¡QUIERO A MI PAPI!
El niño que se había acercado a Kaitlyn se le descompuso el rostro, corrió hasta ella y le abrazó las rodillas. Era muy bajito, ni siquiera llevaba por las caderas.
—¡Ya viene! ¡YA VIENE! —lloriqueó el niño.
Ambos lloros se mezclaron, hasta el punto que se sintió mareada. La niña se tiró al suelo llorando. El niño estaba aferrado en sus piernas y no pretendía irse a ningún lado.
—No estoy entendiendo nada.
Unas fuertes pisadas resonaron en el pasillo, se iban acercando y eso hizo que los vellos de la muchacha se erizaran. En un parpadeo, la puerta del despacho se abrió. Dejando a la vista a un hombre músculo cubierto por un traje azul oscuro, tenía el cabello despeinado, la corbata alborotada, la camisa blanca estaba entreabierta y dejaba ver su torso descubierto.
Uy, pero que hermoso semental.
Kaitlyn casi babea al ver a ese hombre tan atractivo. Su rostro enfurecido se dirigía al niño que estaba entre sus piernas.
—¡Niño del demonio! ¡Qué hiciste con mi traje de Gucci! —gritó el desconocido al niño.
Por instinto. Kaitlyn abrazó al chiquitín. Hasta a ella le hizo temblar ese vozarrón.
—Fue...Fuee —tartamudeó Jesse.
—¿Pueden explicarme que m****a hace la ama de llaves amarrada en la cocina? —exigió, pellizcando irritado el puente de su nariz—. ¡Rebeca, no trates de huir porque te estoy viendo!
De una forma rápida el hombre se volvió hacia la puerta y atrapó de lleno a su jovencita hija mentirosa con su disfraz que trataba de huir y avisar a sus otros hermanos.
—Todo esto tiene una explicación, papi querido.
La niña seguía llorando, ahora se arrastraba hasta Kaitlyn para que también la abrazase. El niño sollozaba en sus piernas, las estaba mojando con sus lágrimas. A ella le dio muchísima pena y ternura a la vez. Aquel hombre malhumorado la estaba mirando como si fuera la cosa más horrenda del mundo.
Era un completo caos.
La pelirroja no supo que hacer, abrazó a la niñita que lloraba desconsoladamente. Pero se dio cuenta de algo que le heló la sangre, quitó un momento la mano de la cabeza de la niña y descubrió que había sangre en su palma. Abrió los ojos asegurándose de donde venía.—Eh, bueno, papá —Rebeca jugó con los mechones de su cabello rubio, la muchacha ya no tenía un acento francés —. Ella es la niñera de la que te hablé.Kaitlyn no tenía la vista hacia el hombre, pero pudo escuchar un gruñido.—Rebeca, no me hablaste de ninguna niñera —rugió, lo oyó caminar hasta las ventanas y abrir las cortinas. Inmediatamente la luz alumbró toda la estancia —. ¿De que se trata esto? ¿De una broma?¡Esos niños sí que eran unos demonios!La habían engañado a ella y a su propio padre, no sabía cuál era el motivo o si solo eran juegos de niños, pero aquello no le hizo feliz, al revés, se le subió un estremecimiento por la espalda. Se centró en la pequeña que se había acurrucado en su pecho y ella se arrodilló
Kaitlyn no podía permitir perder ese posible empleo, verdaderamente necesitaba ese dinero. Los ahorros se iban acabando en la cuenta bancaria que le dejó su abuelo antes de morir, y aunque había ahorrado bastante con sus antiguos empleos, sobrevivir conllevaba gastos, unos que iban desapareciendo cada vez más rápido del banco.Observó el baño tan amplio y elegante que le había llevado la niña, sin duda esa casa se era más grande de lo que podía imaginar, con grandes techos, varios pisos y habitaciones, en cada pasillo había por lo menos cinco puertas, y en cada planta un pequeño descansillo con una chimenea para cuando el frío clima del invierno diera duro.—¿Te gusta mi papi? —preguntó de la nada Kate.A Kaitlyn le subieron los colores por las mejillas, esa niña era bastante rara. ¡Cómo se le ocurría preguntar eso!—Es lindo —confesó ella, después de todo no nena no lo hacía con maldad.La pequeña sonrió de un modo en el que ella no podía verla.Estaba metida en la bañera blanca, con
¡No le había dado el trabajo como niñera! Había dicho que no. Qué no podía trabajar allí. Qué no era correcto porque no tenía estudios importantes. Ni tampoco tenía una ficha completa de ella para aceptar tal trabajo. Ella le había dado el nombre falso de Kristen Fox para que pudiera revisar su expediente, pero no le había echo caso y se negó. ¡Maldito fuera Nial Wolf!Kaitlyn estaba sentada en el asiento conductor de la vieja caravana, percibió como las puntas de sus dedos picaban y una rabia intensa crecía en su interior. Un momento después, se encontró dándole puñetazos al volante del vehículo, justamente golpeaba en el claxon, haciendo que toda la gente que pasaba por allí le mirara raro. —¡Puta mierda! ¡Puto trabajo de mierda! —chilló ella bastante enojada —. Odio a Nial —dirigió su mirada hacia la mansión de madera —. Te odio, Nial. Te odio con todas mis fuerzas. Ni por esas su amiga Rose se despertaba. Aquella otra muchacha era un caso aparte. Cuando se hubo calmado un p
Cuando la noche pasó rápidamente para Kaitlyn y su alarma del teléfono sonó para despertarla a las seis de la mañana, ella supo que debería dejar su pereza a un lado y asistir a su primer día de trabajo. En realidad, ya estaba en su trabajo. La habitación permanecía en penumbra cuando abrió los ojos, se lamentó porque aún ni siquiera había salido el sol. Se levantó bufando porque se sentía demasiado cansada. Antes de irse directamente al aseo personal que tenía en la habitación, echó un vistazo por la ventana para buscar su caravana. Estaba bastante lejos de allí, aparcada entre dos grandes pinos. Pensó en su amiga Rose, más tarde le diría a Nial sobre ella. Obviamente no podía dejarla sola, así que intentaría mediar con el hombre para que la dejara allí y pedirle que le diera algún trabajo. ¡Rose no podía irse! ¡Era su mejor amiga, tenía que estar con ella! Sin perder más tiempo, se metió al baño para darle una ducha rápida y asearse. Presentía que iba a ser un gran día. Cuando
Después de tener ese fugaz encuentro con el padre de los niños, corrió despavorida hacia su cuarto y se encerró a él más de media hora para no volver a encontrarse con ese semental y calmar sus nervios. Más tarde, cuando salió la ama de llaves le dijo que estaba retrasada en despertar a los niños y su desayuno. Se disculpó, y fue llevando a los niños uno por uno a la cocina, donde al comedor, la cocinera personal de hogar preparaba ya el desayuno para ellos. —¡Queremos tortitas! ¡Queremos tortitas! —dijeron al unísono los gemelos Jesse y Jessie. —¡Con mermelada de fresa! —chilló la pequeña Kate. —¡Claro que no! ¡Con chocolate sabe mejor! —emitió Sam, la chica adolescente. Eso fue lo que escuchó Kaitlyn al entrar en el comedor junto a Megan, la hija de once años paralitica de Nial. La bonita muchacha parecía un ángel con su cabello rubio y sus ojos azules como el agua del Mar Caribe. Lastimosamente sus piernas dejaron del funcionar cuanto tuvo un accidente del que no se atrevía a
Cuando los niños se subieron en su pequeño autobús personal, y emprendieron marcha hacia el colegio, Kaitlyn por fin pudo respirar en paz. Tuvo que mandar a los niños al baño para que se ducharan y quitaran toda esa suciedad provocada por la pelea. Más tarde, tendría una conversación con los niños. No les gustaba ver como ellos se ofendían o peleaban. Eran muy chiquitos para esas cosas. Observó como el vehículo se alejaba campo abajo, donde el claro se extendía. No había ido allí así que lo sabía si él claro se cerraba o hay más terreno lleno de casas. Pero tenía tanto que hacer todavía, bufo por lo bajo. La ama de llaves apareció detrás del porche, le dio un pequeño susto. —No te quedes ahí, muchacha. ¡Tienes ir a lavar la ropa! —le notificó la mujer. Kaitlyn suspiró hondo. Solo eran las siete y media de la mañana, pero estaba agotada. —No tardaré nada, Ama. La lavadora hará el trabajo en unos minutos... —¡Pero que lavadora ni que nada! —exclamó la señora, Kait la miró con los
Nial persiguió a Kaitlyn acechándola de forma lobuna, solía hacer eso cuando quería divertirse con algún animal solitario y después devorarlo con sus caninos. Solo que está vez, pensaba devorar la entrepierna de la señorita que huida despavorida. Si centro vibró con deseo, pronto una enorme erección adornaba sus pantalones. Esbozó una sonrisa peculiar, pero jodidamente sexy cuando alzando a la joven pelirroja. La atrapó por las caderas aferrándola con sus fuertes brazos y tirando de ella para que la distancia se disipara. Kait jadeó, tal susto fue aquel, que soltó la canasta por inercia. Con horror observó como el objeto rodaba chocándose con raíces que sobresalían de la tierra, la ropa se esparció ensuciándose más. Después levantó la cabeza para obsérvalo a él. Sus ojos, tan negros por la perversidad que habitaba en ellos, la hizo estremecer con hormigueos extraños. —Usted está loco, señor Wolf. Suélteme inmediatamente —murmuró ella con valor. Nial la empujó para estrecharla cont
CAPÍTULO 12Ojos en el bosque Kaitlyn quería recordar algo. Pero no sabía lo que era. ¿Los besos de ese semental? Tal vez. Ahora estaba más horrorizada que antes. ¡Cómo demonios había sucedido aquello entre los dos! Las mejillas de ella estaban rojas por la vergüenza. Se repetía una y otra vez que había sido un error, uno que le gustó, por cierto. Agarrándose del uniforme roto, se tapó su desnudez y corrió hasta la mansión de su jefe. No importaba si dejaba la cesta de ropa tirada en el suelo, necesitaba una ducha de agua fría urgente. Cuando llegó a la casa, se escondió entre unos arbustos del jardín y revisó su había alguien pasando por allí, cuando verificó que el lugar estaba solitario, salió disparada hacia la puerta de atrás de la cocina. Casi le da un atasque al corazón cuando se encontró con Ama en la misma puerta, ella tenía unas facciones enfadas. —¡Aquí estás, muchacha! ¡Me tenías preocupada! —exclamó la doña dirigiendo sus ojos hacia la prenda rota —. ¿Se puede saber