La pelirroja no supo que hacer, abrazó a la niñita que lloraba desconsoladamente. Pero se dio cuenta de algo que le heló la sangre, quitó un momento la mano de la cabeza de la niña y descubrió que había sangre en su palma. Abrió los ojos asegurándose de donde venía.
—Eh, bueno, papá —Rebeca jugó con los mechones de su cabello rubio, la muchacha ya no tenía un acento francés —. Ella es la niñera de la que te hablé.
Kaitlyn no tenía la vista hacia el hombre, pero pudo escuchar un gruñido.
—Rebeca, no me hablaste de ninguna niñera —rugió, lo oyó caminar hasta las ventanas y abrir las cortinas. Inmediatamente la luz alumbró toda la estancia —. ¿De que se trata esto? ¿De una broma?
¡Esos niños sí que eran unos demonios!
La habían engañado a ella y a su propio padre, no sabía cuál era el motivo o si solo eran juegos de niños, pero aquello no le hizo feliz, al revés, se le subió un estremecimiento por la espalda. Se centró en la pequeña que se había acurrucado en su pecho y ella se arrodilló para que los niños no la cayeran.
—Después solucionaremos este malentendido, señor Wolf —ella subió la mirada, observó sus piernas bien formadas y subió hasta su rostro para admirarlo mejor. Tenía unos rastros atractivos y una fina barba en su mandíbula, le daba un aire varonil. Descubrió que tenía un color de cabello castaño tirando a dorado—. Ahora centrémonos en la niña, se ha dado un golpe en la cabeza y no para de sangrar.
—¿Cómo pudo pasar esto? —el semental bien buenorro se paseó por la sala mirando a su hija mayor, mientras caminaba a paso rápido para llegar hasta la niñita herida —. ¿Te das cuenta que eres una irresponsable?
—Papá yo...
Los ojos de la adolescente se llenaron de lágrimas.
—Tienes diecisiete años, Rebeca. Tienes responsabilidades, pero estás decidida a joderme con tu actitud de niña consentida —le dijo de mala gana mientras se arrodillaba.
Kaitlyn sintió pena cuando la muchacha salió disparada del despacho con los sollozos arañando su garganta. Examinó mal al hombre que tenía en frente, no le intimidó que fuera irrimediabilmente sensual.
Eso era lo de menos ahora, lo que importaba es que estaba siendo injusto o demasiado agresivo echándole la bronca a su hija. Seguramente había un respuesta para lo que estaba sucediendo.
Pero la lengua de la muchacha picaba, eso significaba que si no decía lo que quería decir, se moriría.
—¡Eres un estúpido! —le gritó ella.
Nial parpadeó perplejo, mirándola con una mueca de incredulidad. ¿Qué había dicho esa mujer? Pudo apreciar que tenía un rostro bastante bonito y la manera que tenía de abrazar a su pequeño retoño lo conmovió.
Pero después recordó que era una completa extraña para él y que había entrado en su hogar sin permiso.
—¿Perdone? —inquirió altivo.
—¡Lo que has oído! ¡Cómo se te ocurre hablarle así! Eres un maldito insensible —le soltó Kaitlyn.
—Señora, hágase cargo de sus asuntos y deje de joderme.
Kaitlyn abrazó muy fuerte a la niña, que estaba lloriqueando de un modo más bajito. Jesse, que estaba al lado, se quitó las lágrimas de los ojos y pudo ver como esos dos adultos estaban cara a cara, gritándose bastante cerca, como si en algún momento fueran a besarse. Entonces un plan B se le ocurrió, le pellizcó la mano a su hermanita para que supiera lo que tenía que hacer.
—Mide tus palabras, Nial.
—¡No, usted mida las suyas! ¡Qué demonios hace tuteándome sin conocerme! —bramó el hombre.
—Cállese y deje que curé a su hija.
Nial tiró de su niña para protegerla entre sus brazos, pero Kaitlyn también tiró de ella para regresarla a su lugar. Ambos se observaban con miradas de odio, cómo si de un momento a otro se odiaran. Aquello se convirtió en una guerra de quien se quedaba con la chiquitina, la pobre Kate alternaba las miradas y esperaba el momento para empujarlos y que se dieran un beso.
—¡Claro que no! Usted no tiene ni idea —vociferó él.
Kaitlyn revisó la herida de la niña, con o sin el consentimiento de su padre malhumorado. Se asombró al ver que su cabeza dejaba de sangrar y que no había ninguna zona de su pequeña cabeza que tuviera que suturar.
—Solecito, todo ha pasado ¿si? Solo te diste un pequeñito golpe —ella acarició la suave mejilla de Kate y le sonrió —. Tu cabello esta horrible lleno de sangre. ¿Quieres que te ayude a lavarlo?
—Sí —asintió con timidez.
Se acurrucó a ella, mientras Nial la miraba con verdadero asombro. Aquella mujer era el ser más odioso que había conocido, y créanme, él había conocido a mucha gente. Podía parecer un ángel con ese rostro liso, con facciones femeninas que posiblemente vuelvan locos a los hombros.
Pero esa mujer no iba a volverlo loco a él, estaba seguro de eso.
Qué ingenuo.
—Haga el favor de no llamarla de nuevo «Solecito», su jodido nombre es Kate —gruñó Nial, tirando de nuevo del brazo de la niña.
A Kate se le quitó la respiración cuando los labios del hombre estaban casi contra los suyos, soltó un suspiro y se alejó de él levantándose con la niña. La cargó en sus brazos y lo enfrentó.
—Mire, idiota mal follado, ahora mismo Kate necesita amor porque se llevó un buen golpe en su cabeza, así que si tiene un poco de amor por su niña, déjeme que la ayude —se armó de valor para decirlo, asumiendo las consecuencias —. Tal vez sea una desconocida, pero al igual que usted, no se que pasó aquí. Me encantaría describirlo pero ahora me centrare en la niña. Me contrataron como niñera o bueno, casi me contrataron, así que le voy a demostrar que puedo cuidar perfectamente de sus hijos.
Nial se quedó sin palabras. ¡Esa mujer le había llamado idiota mal follado! Nadie se había tomado tantas confianzas con él. Todos le respetaban por su título de alfa.
¡Pero de dónde había salido esa mujer!
Kaitlyn no podía permitir perder ese posible empleo, verdaderamente necesitaba ese dinero. Los ahorros se iban acabando en la cuenta bancaria que le dejó su abuelo antes de morir, y aunque había ahorrado bastante con sus antiguos empleos, sobrevivir conllevaba gastos, unos que iban desapareciendo cada vez más rápido del banco.Observó el baño tan amplio y elegante que le había llevado la niña, sin duda esa casa se era más grande de lo que podía imaginar, con grandes techos, varios pisos y habitaciones, en cada pasillo había por lo menos cinco puertas, y en cada planta un pequeño descansillo con una chimenea para cuando el frío clima del invierno diera duro.—¿Te gusta mi papi? —preguntó de la nada Kate.A Kaitlyn le subieron los colores por las mejillas, esa niña era bastante rara. ¡Cómo se le ocurría preguntar eso!—Es lindo —confesó ella, después de todo no nena no lo hacía con maldad.La pequeña sonrió de un modo en el que ella no podía verla.Estaba metida en la bañera blanca, con
¡No le había dado el trabajo como niñera! Había dicho que no. Qué no podía trabajar allí. Qué no era correcto porque no tenía estudios importantes. Ni tampoco tenía una ficha completa de ella para aceptar tal trabajo. Ella le había dado el nombre falso de Kristen Fox para que pudiera revisar su expediente, pero no le había echo caso y se negó. ¡Maldito fuera Nial Wolf!Kaitlyn estaba sentada en el asiento conductor de la vieja caravana, percibió como las puntas de sus dedos picaban y una rabia intensa crecía en su interior. Un momento después, se encontró dándole puñetazos al volante del vehículo, justamente golpeaba en el claxon, haciendo que toda la gente que pasaba por allí le mirara raro. —¡Puta mierda! ¡Puto trabajo de mierda! —chilló ella bastante enojada —. Odio a Nial —dirigió su mirada hacia la mansión de madera —. Te odio, Nial. Te odio con todas mis fuerzas. Ni por esas su amiga Rose se despertaba. Aquella otra muchacha era un caso aparte. Cuando se hubo calmado un p
Cuando la noche pasó rápidamente para Kaitlyn y su alarma del teléfono sonó para despertarla a las seis de la mañana, ella supo que debería dejar su pereza a un lado y asistir a su primer día de trabajo. En realidad, ya estaba en su trabajo. La habitación permanecía en penumbra cuando abrió los ojos, se lamentó porque aún ni siquiera había salido el sol. Se levantó bufando porque se sentía demasiado cansada. Antes de irse directamente al aseo personal que tenía en la habitación, echó un vistazo por la ventana para buscar su caravana. Estaba bastante lejos de allí, aparcada entre dos grandes pinos. Pensó en su amiga Rose, más tarde le diría a Nial sobre ella. Obviamente no podía dejarla sola, así que intentaría mediar con el hombre para que la dejara allí y pedirle que le diera algún trabajo. ¡Rose no podía irse! ¡Era su mejor amiga, tenía que estar con ella! Sin perder más tiempo, se metió al baño para darle una ducha rápida y asearse. Presentía que iba a ser un gran día. Cuando
Después de tener ese fugaz encuentro con el padre de los niños, corrió despavorida hacia su cuarto y se encerró a él más de media hora para no volver a encontrarse con ese semental y calmar sus nervios. Más tarde, cuando salió la ama de llaves le dijo que estaba retrasada en despertar a los niños y su desayuno. Se disculpó, y fue llevando a los niños uno por uno a la cocina, donde al comedor, la cocinera personal de hogar preparaba ya el desayuno para ellos. —¡Queremos tortitas! ¡Queremos tortitas! —dijeron al unísono los gemelos Jesse y Jessie. —¡Con mermelada de fresa! —chilló la pequeña Kate. —¡Claro que no! ¡Con chocolate sabe mejor! —emitió Sam, la chica adolescente. Eso fue lo que escuchó Kaitlyn al entrar en el comedor junto a Megan, la hija de once años paralitica de Nial. La bonita muchacha parecía un ángel con su cabello rubio y sus ojos azules como el agua del Mar Caribe. Lastimosamente sus piernas dejaron del funcionar cuanto tuvo un accidente del que no se atrevía a
Cuando los niños se subieron en su pequeño autobús personal, y emprendieron marcha hacia el colegio, Kaitlyn por fin pudo respirar en paz. Tuvo que mandar a los niños al baño para que se ducharan y quitaran toda esa suciedad provocada por la pelea. Más tarde, tendría una conversación con los niños. No les gustaba ver como ellos se ofendían o peleaban. Eran muy chiquitos para esas cosas. Observó como el vehículo se alejaba campo abajo, donde el claro se extendía. No había ido allí así que lo sabía si él claro se cerraba o hay más terreno lleno de casas. Pero tenía tanto que hacer todavía, bufo por lo bajo. La ama de llaves apareció detrás del porche, le dio un pequeño susto. —No te quedes ahí, muchacha. ¡Tienes ir a lavar la ropa! —le notificó la mujer. Kaitlyn suspiró hondo. Solo eran las siete y media de la mañana, pero estaba agotada. —No tardaré nada, Ama. La lavadora hará el trabajo en unos minutos... —¡Pero que lavadora ni que nada! —exclamó la señora, Kait la miró con los
Nial persiguió a Kaitlyn acechándola de forma lobuna, solía hacer eso cuando quería divertirse con algún animal solitario y después devorarlo con sus caninos. Solo que está vez, pensaba devorar la entrepierna de la señorita que huida despavorida. Si centro vibró con deseo, pronto una enorme erección adornaba sus pantalones. Esbozó una sonrisa peculiar, pero jodidamente sexy cuando alzando a la joven pelirroja. La atrapó por las caderas aferrándola con sus fuertes brazos y tirando de ella para que la distancia se disipara. Kait jadeó, tal susto fue aquel, que soltó la canasta por inercia. Con horror observó como el objeto rodaba chocándose con raíces que sobresalían de la tierra, la ropa se esparció ensuciándose más. Después levantó la cabeza para obsérvalo a él. Sus ojos, tan negros por la perversidad que habitaba en ellos, la hizo estremecer con hormigueos extraños. —Usted está loco, señor Wolf. Suélteme inmediatamente —murmuró ella con valor. Nial la empujó para estrecharla cont
CAPÍTULO 12Ojos en el bosque Kaitlyn quería recordar algo. Pero no sabía lo que era. ¿Los besos de ese semental? Tal vez. Ahora estaba más horrorizada que antes. ¡Cómo demonios había sucedido aquello entre los dos! Las mejillas de ella estaban rojas por la vergüenza. Se repetía una y otra vez que había sido un error, uno que le gustó, por cierto. Agarrándose del uniforme roto, se tapó su desnudez y corrió hasta la mansión de su jefe. No importaba si dejaba la cesta de ropa tirada en el suelo, necesitaba una ducha de agua fría urgente. Cuando llegó a la casa, se escondió entre unos arbustos del jardín y revisó su había alguien pasando por allí, cuando verificó que el lugar estaba solitario, salió disparada hacia la puerta de atrás de la cocina. Casi le da un atasque al corazón cuando se encontró con Ama en la misma puerta, ella tenía unas facciones enfadas. —¡Aquí estás, muchacha! ¡Me tenías preocupada! —exclamó la doña dirigiendo sus ojos hacia la prenda rota —. ¿Se puede saber
—Si no vas a pedírtelo tú, lo quiero yo. ¿Viste tremendo papasote? Amo, nena —comentó Rose entre risitas —. Que piernas. Que brazos. Que rostro tan atractivo. Creo que me he enamorado. Me pregunto le colgará de entre las piernas algo considerable. Había subido al dormitorio de su amiga niñera para contarle que había conseguido un trabajo nuevo como camarera, en algún restaurante del pueblo, el que estaba más abajo de la colina y que Kaitlyn no sabía de su existencia aún. La pelirroja miró a su amiga con una ceja alzada, no le ponía celosa ni nada lo que Rose decía, pero se sentía incómoda. Después del encuentro con Nial en el bosque, después de esos besos que le dio y que el recuerdo de aquellos permaneciera en ella por la eternidad, Kaitlyn no se sentía cómoda hablando sobre él. Sacudió la cabeza y prestó atención a la conversación. —Eres tan descarada como él —acusó la pelirroja. La amiga la examinó con interés. —¿Y cómo sabes tú que es descarado? —preguntó Rose sonriendo con