—Kaitlyn, ¡nos perdimos!
La muchacha pisó el freno de la caravana en el momento justo, que un pequeño cervatillo pasaba tranquilamente por el medio de la carretera. El animal había salido de un arbusto en la linde que separaba el bosque de la carretera. Se había llevado un susto horrible.
Suspiró cansada, la dirección que le había mandado ese señor Wolf no parecía estar por ninguna parte. Rose usaba el GPS de su teléfono, habían puesto correctamente la ubicación, pero aún así, seguía diciendo que estaban a unos kilómetros de distancia. ¡Pero ahí no había nada! Tan solo naturaleza.
—¿Estás segura que lo has puesto bien? —interrogó ella.
Su amiga asintió con energía.
—Nunca me confundo —dijo la rubia —. Sabes que nunca lo hago. Lo que pasa es que la ubicación está medio rara, ¿no?
Cuando el animal ya había salido de la carretera y había correteado hasta adentrarse en el bosque de nuevo, Kaitlyn arrancó el vehículo y siguió conduciendo hasta su incierto destino.
—¿Cuanto dice que falta para llegar?
—Diez kilómetros —avisó Rose.
¿Diez? ¡Pero si ahí solo se veía una larga extensión de carretera sin ninguna señal para acceder a la supuesta reserva! Estaban en una carretera peligrosa en medio de una montaña plagada de altos árboles. No había nada más que vegetación y animales salvajes. No había civilización. Ni una comisaría por si necesitaban huir buscando auxilio.
—¿Y si es un asesino psicopata que nos quieres matar? Tengo miedo, Kai.
—Eso no va a suceder, somos personas demasiado comunes —le hizo saber, intentando tranquilizarse a ella misma.
—Pues esas son las personas que buscan los asesinos —soltó Rose —. Perfectas para asesinar, ¡qué es eso que vi en el árbol!
Kaitlyn echo un rápido vistazo a los árboles que pasaban, todo estaba tranquilo, los rayos del sol iluminaban la zona un poco, ya que sus enormes ramas no dejaban que la luz pasara. Negó con la cabeza y siguió conduciendo. Rose tenía el rostro desencajado, eso le enfureció. No estaba preparada para bromas.
—Eres demasiado exagerada, amiga mía.
—¿Qué? Claro que no, yo vi algo.
—GIRE A LA DERECHA —la bocina del teléfono sonó haciendo que las dos amigas se callaran.
La pelirroja hizo lo que la voz del GPS le indicó, con sumo cuidado tomó el sendero que salía de la carretera y daba al interior del bosque. Había un par de baches llenos de agua, pero los pasó sin problemas. No estaba muy convencida de que el camino fuera certero. Pero si la voz lo decía, entonces es que tenía razón. Kaitlyn esperaba que de verdad llegaran a salvo a su destino.
¡Era demasiado joven para morir!
Pasaron unos instantes hasta que apareció un cartel en el que avisaba de que entraban a una reserva privada, que estaba protegida y habitaban lobos. Lobos. ¡Lobos! ¿Estarían hambrientos?, seguramente que si. Era mejor no salir de la caravana mientras pasaban por esa zona.
Pero entonces, la caravana soltó un rugido anunciando que necesitaba una buena reparación en el taller.
Por suerte para las muchachas, el vehículo siguió su curso. Sorteando las rocas afiladas del camino, no era una tarea fácil para la conductora, le empezaba a sudar la nuca. Kaitlyn sabía conducir desde los quince, su abuelo la enseñó en esa misma caravana.
Ahora tenía veinte, y aunque tuviera esos años de experiencia, conducir le parecía algo sumamente delicado y mortal.
Después de media hora centrada en no acabar aplastada en algún tronco rugoso, giró hacía una curva de árboles y un amplio claro se vislumbró a lo lejos. Había una casa de madera con grandes ventanales en el punto central, sin duda el propietario debía ser alguien de poder, porque además de que era enorme, de unos cuatro pisos aproximadamente, había un conjunto de casas más pequeñas esparcidas por el lugar, un poco alejadas. Parecía una especie de comuna donde las personas habitaban libremente sin restricciones y sin leyes las cuales seguir.
El jardín de la casa principal era hermoso, lleno de flores lilas, blancas y azules. Tenía una glorieta blanca con enredaderas subiendo por sus columnas, pero eso estaba bastante lejos de todo. Al lado tenía un cementerio y al otro costado un laberinto de arbustos altos.
—¿Qué m****a es este lugar? —murmuró Rose sin poder quitar ojo.
Kaitlyn estaba con la boca abierta, la cerró de inmediato cuando vio pasar delante de la caravana a un jardinero que se dirigía con unas pinzas de podar al laberinto.
—Parece una sociedad de algo —caviló nuestra protagonista.
Rose de rascó los brazos.
—Tal vez sea un secta.
—A lo mejor quieren estar en la naturaleza, no sé. A veces la ciudad agobia demasiado.
—¡Ay, me están picando los mosquitos! —se quejó Rose.
Kaitlyn estaba muerta de vergüenza, de repente las gentes de ese lugar habían salido de sus escondites para mirar su mugrosa (pero muy apreciada) caravana. Toda esa aldea rara se detuvo para mirarlas. Las gentes estaban curiosas por saber quienes habían entrado en las tierras de su Alfa. Eran dos humanas.
—Creo que los mosquitos son el problema más leve aquí —murmuró.
Su amiga se levantó del asiento de copiloto y caminó hasta adentrarse en la caravana. Echó la cortina que separaba la zona de conducción y la de ocio.
—¿Pero a donde vas? —quiso saber Kaitlyn.
—¡Me bañaré, me echaré la loción esa que repele los mosquitos y me dormiré una buena siesta! ¡Llámame cuando vuelvas!
Oh. Vaya. Esa mujer si que dormía.
Con una respiración se armó de valor y se bajó del vehículo.
Alisó con las manos las arrugas de su vestido azul, y se colocó bien el cabello rojo fuego para no parecer una loca viviente. Cuando verificó por el espejo retrovisor que estaba aceptable a la vista, caminó unos pasos hacia la gran cabaña, que más bien parecía una mansión.
—Perdone, señorita, ¿puedo ayudarla en algo? —una mujer con una cesta de ropa mojada se le acercó, detrás de ellas venían tres más.
Kaitlyn dedujo que esas mujeres habían salido a lavar sus ropas en un lago cercano.
—Qué amable, no se preocupe. Vengo a ver al señor Nial Wolf, él me está esperando para una cita de trabajo.
Las mujeres la miraron perplejas, desviaron su atención al vehículo que tenía detrás. Ella sonrió avergonzada.
—Moveré la caravana en seguida, si molesto...
—¿De verdad te dará un trabajo, niña? —La mujer parecía estar confundida.
—De niñera. Creo.
Kaitlyn le salió un risita nerviosa.
—Que la Diosa Luna te proteja de ese monstruo.
En primer lugar, ¿quien era esa Diosa Luna? Y en segundo, ¿por que decía que Nial era un monstruo? Ahora si que el miedo le subía por el cuerpo arremetiendo contra ella. Si antes dudada sobre el hombre, ahora lo hacía más. Se lo imaginaba como un viejo lleno de arrugas, un aliento apestoso y poco amistoso.Qué equivocaba estaba.¡En dónde se había metido! Quería salir, irse a toda velocidad de ese sitio.En cambio, sus pies permanecieron anclados en el suelo. Mirando a todas esas mujeres que hablaban con ella.—El Alfa se ha vuelto loco, mira que contratar a una humana como niñera —expresó una.¿Aquella señora había dicho humana? ¡Como si existieran otras razas en el mundo! ¡Ja!—Está perdiendo la cabeza, deberían pararle los pies.—Hace lo que quiere y cuando quiere. Es nuestro líder, ojalá perteneciéramos a otras manadas, no seríamos tan infelices. Y todo estoy fue por el luto, está durando demasiado tiempo.Las mujeres hablaban una tras de otra, la que primero se había dirigido a e
La pelirroja no supo que hacer, abrazó a la niñita que lloraba desconsoladamente. Pero se dio cuenta de algo que le heló la sangre, quitó un momento la mano de la cabeza de la niña y descubrió que había sangre en su palma. Abrió los ojos asegurándose de donde venía.—Eh, bueno, papá —Rebeca jugó con los mechones de su cabello rubio, la muchacha ya no tenía un acento francés —. Ella es la niñera de la que te hablé.Kaitlyn no tenía la vista hacia el hombre, pero pudo escuchar un gruñido.—Rebeca, no me hablaste de ninguna niñera —rugió, lo oyó caminar hasta las ventanas y abrir las cortinas. Inmediatamente la luz alumbró toda la estancia —. ¿De que se trata esto? ¿De una broma?¡Esos niños sí que eran unos demonios!La habían engañado a ella y a su propio padre, no sabía cuál era el motivo o si solo eran juegos de niños, pero aquello no le hizo feliz, al revés, se le subió un estremecimiento por la espalda. Se centró en la pequeña que se había acurrucado en su pecho y ella se arrodilló
Kaitlyn no podía permitir perder ese posible empleo, verdaderamente necesitaba ese dinero. Los ahorros se iban acabando en la cuenta bancaria que le dejó su abuelo antes de morir, y aunque había ahorrado bastante con sus antiguos empleos, sobrevivir conllevaba gastos, unos que iban desapareciendo cada vez más rápido del banco.Observó el baño tan amplio y elegante que le había llevado la niña, sin duda esa casa se era más grande de lo que podía imaginar, con grandes techos, varios pisos y habitaciones, en cada pasillo había por lo menos cinco puertas, y en cada planta un pequeño descansillo con una chimenea para cuando el frío clima del invierno diera duro.—¿Te gusta mi papi? —preguntó de la nada Kate.A Kaitlyn le subieron los colores por las mejillas, esa niña era bastante rara. ¡Cómo se le ocurría preguntar eso!—Es lindo —confesó ella, después de todo no nena no lo hacía con maldad.La pequeña sonrió de un modo en el que ella no podía verla.Estaba metida en la bañera blanca, con
¡No le había dado el trabajo como niñera! Había dicho que no. Qué no podía trabajar allí. Qué no era correcto porque no tenía estudios importantes. Ni tampoco tenía una ficha completa de ella para aceptar tal trabajo. Ella le había dado el nombre falso de Kristen Fox para que pudiera revisar su expediente, pero no le había echo caso y se negó. ¡Maldito fuera Nial Wolf!Kaitlyn estaba sentada en el asiento conductor de la vieja caravana, percibió como las puntas de sus dedos picaban y una rabia intensa crecía en su interior. Un momento después, se encontró dándole puñetazos al volante del vehículo, justamente golpeaba en el claxon, haciendo que toda la gente que pasaba por allí le mirara raro. —¡Puta mierda! ¡Puto trabajo de mierda! —chilló ella bastante enojada —. Odio a Nial —dirigió su mirada hacia la mansión de madera —. Te odio, Nial. Te odio con todas mis fuerzas. Ni por esas su amiga Rose se despertaba. Aquella otra muchacha era un caso aparte. Cuando se hubo calmado un p
Cuando la noche pasó rápidamente para Kaitlyn y su alarma del teléfono sonó para despertarla a las seis de la mañana, ella supo que debería dejar su pereza a un lado y asistir a su primer día de trabajo. En realidad, ya estaba en su trabajo. La habitación permanecía en penumbra cuando abrió los ojos, se lamentó porque aún ni siquiera había salido el sol. Se levantó bufando porque se sentía demasiado cansada. Antes de irse directamente al aseo personal que tenía en la habitación, echó un vistazo por la ventana para buscar su caravana. Estaba bastante lejos de allí, aparcada entre dos grandes pinos. Pensó en su amiga Rose, más tarde le diría a Nial sobre ella. Obviamente no podía dejarla sola, así que intentaría mediar con el hombre para que la dejara allí y pedirle que le diera algún trabajo. ¡Rose no podía irse! ¡Era su mejor amiga, tenía que estar con ella! Sin perder más tiempo, se metió al baño para darle una ducha rápida y asearse. Presentía que iba a ser un gran día. Cuando
Después de tener ese fugaz encuentro con el padre de los niños, corrió despavorida hacia su cuarto y se encerró a él más de media hora para no volver a encontrarse con ese semental y calmar sus nervios. Más tarde, cuando salió la ama de llaves le dijo que estaba retrasada en despertar a los niños y su desayuno. Se disculpó, y fue llevando a los niños uno por uno a la cocina, donde al comedor, la cocinera personal de hogar preparaba ya el desayuno para ellos. —¡Queremos tortitas! ¡Queremos tortitas! —dijeron al unísono los gemelos Jesse y Jessie. —¡Con mermelada de fresa! —chilló la pequeña Kate. —¡Claro que no! ¡Con chocolate sabe mejor! —emitió Sam, la chica adolescente. Eso fue lo que escuchó Kaitlyn al entrar en el comedor junto a Megan, la hija de once años paralitica de Nial. La bonita muchacha parecía un ángel con su cabello rubio y sus ojos azules como el agua del Mar Caribe. Lastimosamente sus piernas dejaron del funcionar cuanto tuvo un accidente del que no se atrevía a
Cuando los niños se subieron en su pequeño autobús personal, y emprendieron marcha hacia el colegio, Kaitlyn por fin pudo respirar en paz. Tuvo que mandar a los niños al baño para que se ducharan y quitaran toda esa suciedad provocada por la pelea. Más tarde, tendría una conversación con los niños. No les gustaba ver como ellos se ofendían o peleaban. Eran muy chiquitos para esas cosas. Observó como el vehículo se alejaba campo abajo, donde el claro se extendía. No había ido allí así que lo sabía si él claro se cerraba o hay más terreno lleno de casas. Pero tenía tanto que hacer todavía, bufo por lo bajo. La ama de llaves apareció detrás del porche, le dio un pequeño susto. —No te quedes ahí, muchacha. ¡Tienes ir a lavar la ropa! —le notificó la mujer. Kaitlyn suspiró hondo. Solo eran las siete y media de la mañana, pero estaba agotada. —No tardaré nada, Ama. La lavadora hará el trabajo en unos minutos... —¡Pero que lavadora ni que nada! —exclamó la señora, Kait la miró con los
Nial persiguió a Kaitlyn acechándola de forma lobuna, solía hacer eso cuando quería divertirse con algún animal solitario y después devorarlo con sus caninos. Solo que está vez, pensaba devorar la entrepierna de la señorita que huida despavorida. Si centro vibró con deseo, pronto una enorme erección adornaba sus pantalones. Esbozó una sonrisa peculiar, pero jodidamente sexy cuando alzando a la joven pelirroja. La atrapó por las caderas aferrándola con sus fuertes brazos y tirando de ella para que la distancia se disipara. Kait jadeó, tal susto fue aquel, que soltó la canasta por inercia. Con horror observó como el objeto rodaba chocándose con raíces que sobresalían de la tierra, la ropa se esparció ensuciándose más. Después levantó la cabeza para obsérvalo a él. Sus ojos, tan negros por la perversidad que habitaba en ellos, la hizo estremecer con hormigueos extraños. —Usted está loco, señor Wolf. Suélteme inmediatamente —murmuró ella con valor. Nial la empujó para estrecharla cont