Las luces de la ciudad titilaban a lo lejos mientras Natalia revisaba los documentos en la pantalla de su computadora. Sus compañeros ya se habían marchado, y la oficina estaba en completo silencio, salvo por el leve zumbido de los monitores y el sonido de sus propios latidos acelerados.
El nombre de Fernando Acosta seguía brillando en la pantalla como una advertencia. No era coincidencia que aquel hombre, vinculado a su secuestro, fuera ahora uno de los directivos más importantes de Montalvo Corp.
Natalia cerró la carpeta de documentos y se recargó en su silla. Tenía que saber más sobre él.
Pero hacerlo sin levantar sospechas sería complicado.
A la mañana siguiente, Natalia llegó temprano, lista para su siguiente movimiento. Se aseguró de cruzarse con Mariana en la cafetería interna de la empresa, donde los empleados se reunían antes de comenzar la jornada.-Oye, Mariana... -comenzó, sirviéndose café-, ¿tú sabes algo de Fernando Acosta?
Mariana frunció el ceño y bajó la voz.
-¿Por qué preguntas?
-He visto su nombre en varios contratos importantes. Me dio curiosidad.
Mariana suspiró y miró a su alrededor antes de hablar.
-Acosta es uno de los hombres más poderosos aquí. Tiene tanto peso en la empresa como el mismo Montalvo. Pero no muchos confían en él... hay rumores.
Natalia fingió indiferencia.
-¿Rumores?
-Se dice que ha estado involucrado en negocios turbios. Que en el pasado traicionó a personas cercanas a él, pero nadie puede probarlo. Montalvo lo mantiene cerca porque le conviene, pero créeme, si Acosta cayera, muchos aquí lo celebrarían.
Natalia asintió, agradecida por la información.
Ahora sabía que Acosta tenía enemigos dentro de la empresa. Eso podría jugar a su favor.
Durante el resto del día, Natalia mantuvo su atención en los movimientos de Fernando Acosta. Lo observó desde lejos, analizando sus interacciones, notando con quién hablaba y quién lo evitaba.Después de horas de discreta vigilancia, se dio cuenta de algo interesante.
Cada tarde, entre las cinco y las seis, Acosta desaparecía de la oficina. Nunca mencionaba reuniones, pero tampoco estaba en su despacho.
Tenía que descubrir adónde iba.
Esa noche, Natalia esperó en la recepción, fingiendo revisar documentos en su tablet, mientras observaba el ascensor.A las cinco y media en punto, Acosta salió de su oficina y caminó con paso firme hasta la salida. Vestía su usual traje gris, pero sin corbata, lo que indicaba que no se dirigía a una reunión formal.
Natalia esperó unos segundos y luego lo siguió a una distancia prudente.
Acosta salió del edificio y subió a un automóvil negro con vidrios polarizados. Natalia apresuró el paso y tomó un taxi.
-Siga a ese coche negro, pero sin que nos vean -pidió al conductor.
El hombre la miró por el retrovisor, curioso, pero asintió sin hacer preguntas.
El auto de Acosta avanzó por las calles iluminadas hasta detenerse en un club privado en las afueras del centro de la ciudad.
Natalia pagó al taxista y se quedó en la acera, observando cómo Acosta ingresaba al lugar. El letrero en la entrada decía Club Solano, un sitio exclusivo para empresarios y políticos de alto nivel.
No podía entrar así como así. Necesitaba una excusa.
Justo cuando pensaba en un plan, un grupo de mujeres vestidas elegantemente llegó al club.
-Señoritas, ¿tienen su reserva? -preguntó el guardia de la entrada.
-Por supuesto, estamos con el señor Domínguez -respondió una de ellas.
El guardia verificó la lista y las dejó pasar.
Natalia tomó aire y se acercó con seguridad.
-Estoy con ellas -dijo con naturalidad, señalando al grupo.
El guardia la miró dudoso, pero con un suspiro, le abrió la puerta.
-Bienvenida.
Había logrado entrar.
El interior del club era lujoso, con paredes de madera oscura y lámparas de cristal. La música suave se mezclaba con el murmullo de conversaciones discretas.Natalia avanzó con cuidado, buscando a Acosta. Finalmente, lo vio en una mesa privada, acompañado de dos hombres que parecían tan influyentes como él.
Se acercó lentamente, fingiendo estar interesada en la decoración del lugar mientras afinaba su oído.
-El viejo Montalvo sigue confiando en mí como siempre -dijo Acosta, con una sonrisa arrogante-. Lo tiene todo, pero sigue siendo un idiota cuando se trata de negocios familiares.
Natalia sintió que la sangre le hervía, pero se obligó a mantener la calma.
-¿Y qué hay de la fusión? -preguntó uno de los hombres.
-Lo tengo bajo control. Si todo sale como espero, en unas semanas, Esteban perderá más de lo que imagina.
Natalia apretó los puños.
Acosta estaba planeando algo contra su padre.
La ironía de la situación la golpeó. Había llegado a la empresa con la intención de destruir a Esteban Montalvo, pero ahora descubría que había alguien más trabajando en su contra.
Tal vez, su venganza no debía dirigirse a su padre.
Tal vez, el verdadero enemigo siempre había sido Fernando Acosta.
Y si era así... ella misma lo haría caer.
Natalia salió del club con la mente dando vueltas. Lo que acababa de escuchar no solo le confirmaba que Fernando Acosta tenía planes ocultos dentro de Montalvo Corp, sino que además demostraba que su padre era más ingenuo de lo que creía.Si Acosta planeaba perjudicar a Esteban Montalvo, entonces ella tenía una oportunidad.Podía adelantarse a él.Podía hacerlo caer antes de que lograra su cometido.Pero para eso, necesitaba pruebas.A la mañana siguiente, Natalia llegó a la oficina con una nueva estrategia en mente. Hasta ahora, había mantenido un perfil bajo, ganándose la confianza de sus compañeros sin llamar demasiado la atención.Eso tenía que cambiar.Si quería acercarse a Acosta, debía asegurarse de que él la notara.Y sabía exactamente cómo hacerlo.-Matías -dijo con una sonrisa al acercarse al despacho de su jefe directo-, ¿tienes un momento?El hombre levantó la vista de su computadora y le hizo un gesto para que pasara.-¿Qué necesitas, Natalia?-He estado analizando alguno
Natalia contuvo la respiración.Los pasos en el pasillo se acercaban, firmes, seguros.Si la encontraban ahí, todo su plan se vendría abajo.Miró a su alrededor, buscando una salida. La oficina de Acosta tenía un ventanal enorme que daba a la ciudad, pero estaba en el piso treinta. Saltar no era una opción.Entonces, vio una puerta entreabierta al fondo. Un baño privado.Se movió con rapidez y se deslizó adentro justo cuando la puerta principal de la oficina se abría.Desde la estrecha rendija, observó cómo un hombre entraba.No era Acosta.Era un guardia de seguridad.Él miró alrededor con una linterna, revisando cada rincón.Natalia sintió su corazón martillar en el pecho. Si él se acercaba al baño, la encontraría.El guardia caminó lentamente, escaneando el lugar con la luz. Cuando iluminó el escritorio, notó la computadora encendida.Su rostro se tensó.Sacó un radio de su cinturón.-Aquí Torres. Algo raro en la oficina del señor Acosta. La computadora está encendida.Un chasquido
Natalia no podía apartar los ojos de la pantalla de su computadora.El nombre en el mensaje la golpeaba como un puñetazo en el estómago.Miguel Montalvo.Su propio hermano.El hijo legítimo de Esteban.El heredero de todo.El que creció rodeado de lujos mientras ella se ahogaba en la miseria.Él estaba involucrado en su secuestro.Sintió un escalofrío recorrerle la espalda. ¿Había sido idea de Miguel? ¿O solo había seguido órdenes de alguien más?Natalia cerró los ojos por un momento, tratando de calmar el torbellino de pensamientos en su cabeza. No podía perder el control ahora. Había llegado demasiado lejos.Respiró hondo y volvió a leer el mensaje.El correo había sido enviado desde una cuenta interna de Montalvo Corp, y aunque el remitente estaba encriptado, su contacto había logrado rastrear al destinatario.Miguel Montalvo había recibido la confirmación del pago por su secuestro.Lo que significaba que había estado al tanto de todo.O peor aún... que lo había planeado.Natalia s
Natalia sostuvo el informe en sus manos, sintiendo su peso como si no solo estuviera hecho de papel, sino de plomo.Las cifras en el documento eran claras.Millones desviados en cuentas ocultas.Un nombre: Fernando Acosta.Y Miguel se lo había entregado a ella como si fuera una simple tarea administrativa.¿Era una prueba?¿Un mensaje encubierto?¿O un intento de arrastrarla a su juego?Miguel sonrió con calma desde el otro lado del escritorio, observándola con sus ojos afilados, esperando su reacción.Natalia sabía que no podía permitirse mostrar ni una pizca de sorpresa.Así que, con la misma frialdad con la que había aprendido a moverse en este mundo, cerró el documento y lo dejó suavemente sobre el escritorio.-Interesante -dijo, con una leve inclinación de cabeza-. ¿Qué quieres que haga con esto?Miguel apoyó una mano sobre la madera pulida del escritorio, sus dedos tamborileando un ritmo pausado.-Fernando Acosta ha sido un socio de la empresa durante años, pero últimamente ha t
Natalia no podía dejar de pensar en las palabras de Andrés.Miguel quería destruir a Esteban.La revelación la había dejado atónita, pero también había despertado algo dentro de ella: un sentimiento de urgencia, de desesperación, pero sobre todo, de furia.Estaba atrapada en una red que había tejido el mismo hombre al que había venido a destruir. Y lo peor era que, hasta ahora, no había tenido ni idea de lo profundo que llegaban sus garras.Desde que había descubierto que era hija de Esteban Montalvo, la idea de venganza había tomado un lugar central en su vida. Había creído que, al destruir a Esteban, obtendría una suerte de justicia. Pero lo que no había previsto era que su hermano, Miguel, fuera el verdadero enemigo.La verdad era mucho más compleja y peligrosa de lo que había imaginado. Miguel no solo estaba involucrado en su secuestro, sino que además tenía planes para apoderarse de toda la empresa. Todo este tiempo había creído que el viejo magnate era la fuente de sus dolores,
Las horas parecieron alargarse interminablemente mientras Natalia regresaba a su oficina. Su mente no dejaba de repasar las palabras de Fernando Acosta. Sabía que algo más se escondía en los rincones oscuros de Montalvo Corp. El hallazgo de las carpetas y la presencia de Acosta no hacían más que confirmar sus sospechas: Miguel no solo quería el control total de la empresa, sino que había estado tejiendo una red de mentiras y manipulaciones mucho más grande de lo que Natalia había imaginado.A pesar de que la amenaza de Acosta flotaba en el aire como una sombra, Natalia se negó a ceder al miedo. Estaba decidida a seguir adelante, a descubrir la verdad detrás de las operaciones secretas que su hermano y sus cómplices habían estado llevando a cabo.De regreso en su oficina, Natalia se sentó frente a su escritorio y comenzó a revisar los documentos que había encontrado en los archivos secretos. La información era densa, cargada de detalles sobre transacciones internacionales, terrenos com
Natalia no podía dormir. Había pasado la mayor parte de la noche dando vueltas en su cama, tratando de procesar todo lo que Andrés le había contado. Las imágenes de su hermano, Miguel, manejando operaciones tan sucias y peligrosas, se mezclaban con recuerdos de su niñez, cuando todo parecía mucho más simple, cuando creía que su familia era inquebrantable. ¿Cómo había llegado todo a esto? ¿Cómo había sido capaz de ignorar las señales, de permitir que la mentira se construyera tan grande?La habitación, iluminada solo por la tenue luz de la luna que se filtraba a través de la ventana, parecía asfixiarla. Se levantó de la cama y caminó hasta el pequeño escritorio donde guardaba el archivo con la información que Andrés le había mostrado. La verdad era como un monstruo que comenzaba a devorar cada rincón de su mente. Ella había estado buscando venganza, pero ahora se encontraba atrapada entre la desilusión y el miedo.Tomó una respiración profunda y abrió el archivo. Las fotos, los documen
Natalia salió del despacho de Miguel con una sensación extraña. No había obtenido ninguna victoria, pero algo en la forma en que él la miró le dejó claro que había tocado una fibra sensible. Había algo en su hermano, algo vulnerable que rara vez mostraba. Sin embargo, Natalia no podía permitirse pensar en eso ahora. Tenía que actuar, y actuar rápido. El tiempo no estaba de su lado.A lo largo de los años, había aprendido a ser paciente, a observar y a esperar el momento adecuado para actuar. Había tenido que hacerlo, primero cuando estuvo atrapada en la pobreza, luchando por sobrevivir, y luego cuando se había infiltrado en la empresa de su padre. Cada paso había sido cuidadosamente planeado, pero ahora se encontraba ante una batalla mucho más grande. Su familia estaba dividida, su destino en juego, y la venganza que había estado alimentando durante tantos años se había convertido en algo mucho más complejo de lo que había imaginado.Cuando llegó al estacionamiento, un coche oscuro es