El cuarto estaba oscuro, pero Iván podía distinguir las siluetas de sus compañeros a medida que sus ojos se acostumbraban a la penumbra. Aún sentía la presión de los momentos que acababan de pasar. Las respiraciones entrecortadas de la hermana de Elisa y Samuel indicaban que todos ellos compartían la misma ansiedad. Se habían logrado esconder a tiempo, pero el peligro seguía acechándolos. Montalvo no dejaría de buscarlos. Esa era una verdad irrefutable.La hermana de Elisa rompió el silencio con un suspiro, su voz temblorosa, llena de incertidumbre.- ¿Qué vamos a hacer ahora? - Preguntó, mirando a Iván. Su tono reflejaba la desesperación que había comenzado a calar hondo en su ser.Iván permaneció en silencio unos momentos, su mente procesando las opciones que tenía ante sí. La pregunta que le hacía la hermana de Elisa era difícil, casi imposible de responder con certeza. Sabía que el tiempo jugaba en su contra. Cada segundo que pasaba los acercaba más al momento en que Montalvo los
El aire se tensó al instante cuando Montalvo apareció, su figura imponente recortada contra la tenue luz que se filtraba desde un lado de la habitación. Iván, Samuel y la hermana de Elisa se quedaron inmóviles, sus corazones latían más rápido con cada segundo que pasaba. La presencia de Montalvo era aplastante, su mirada fría y calculadora fija en ellos.- Pensé que ya no quedarían más sorpresas. - La voz de Montalvo fue baja, casi burlona, como si hubiera estado esperando su llegada. - Pero aquí están, justo donde quería que estuvieran.Iván apretó los dientes. No podía permitir que el miedo lo paralizara. Sabía que Montalvo disfrutaba con este tipo de situaciones, donde las personas se sentían atrapadas, sin salida. Pero Iván no era tan fácil de intimidar. No esta vez.- ¿Qué quieres, Montalvo? - Iván mantuvo la voz firme, a pesar de que sus nervios lo recorrían. Cada palabra del enemigo era como una puñalada en la confianza que estaba tratando de construir.Montalvo hizo una pausa,
El eco de los pasos resonaba con intensidad en el pasillo. Iván, Samuel y la hermana de Elisa se prepararon para lo peor. Sabían que enfrentarse a Montalvo significaba enfrentarse a todo su poder, a su influencia y a sus secuaces, pero ya no había marcha atrás.Montalvo sonrió de lado al ver cómo su gente rodeaba a los intrusos. Su confianza era inquebrantable, como si ya hubiera ganado antes de que la lucha siquiera comenzara.- Me sorprende su terquedad. - Susurró, cruzándose de brazos. - Han llegado hasta aquí solo para ser derrotados. ¿De verdad creyeron que podrían cambiar algo?Iván escudriñó la habitación, buscando una posible salida. Pero con cada segundo que pasaba, la presión aumentaba. La única forma de salir de ahí sería luchando, y lo sabían.- No hemos venido a perder. - Respondió Iván con firmeza, manteniendo la mirada fija en Montalvo. - Si tú piensas que tienes el control, entonces te estás engañando a ti mismo.Montalvo soltó una carcajada.- ¿Y quién, si no yo, tien
Los segundos parecían alargarse en una eternidad. El sonido de las armas siendo recargadas, los cuerpos tensos listos para atacar o defenderse, y en el centro de todo, Montalvo, sonriendo como si aún tuviera la ventaja.- Debo admitirlo, Iván. - Su tono era tranquilo, casi divertido. - Han logrado sorprenderme. Pero eso no cambia nada. ¿De verdad creen que pueden ganarme?Iván no respondió de inmediato. Escudriñó la sala, asegurándose de que todos estuvieran preparados. Samuel estaba a su lado, sujetando el arma con firmeza. La hermana de Elisa se mantenía oculta detrás de un mueble, lista para actuar si era necesario. Sus hombres, los refuerzos que había logrado reunir, apuntaban directamente a los secuaces de Montalvo.- Se acabó. - Iván habló con voz firme. - Ríndete y tal vez logres salir con vida de esto.Montalvo soltó una carcajada, un sonido seco y afilado.- ¿Rendirme? - Su mirada se oscureció. - Crees que esto ha terminado, pero en realidad, apenas empieza.De pronto, un sil
El viento frío de la noche golpeaba el rostro de Iván mientras permanecía de pie en el borde del camino de tierra. Sus ojos escaneaban el área con una intensidad depredadora. Sabía que Elisa estaba cerca. Sabía que Montalvo lo estaba esperando. Pero eso no importaba.- Iván, esto es una trampa. - Samuel habló con urgencia, con la mano sobre su pistola. - Montalvo quiere que vayas solo.- Lo sé.Samuel frunció el ceño.- Entonces, ¿por qué sigues con esto? Debemos idear un plan, buscar apoyo, esperar el momento adecuado.Iván giró la cabeza y lo miró con una dureza implacable.- Elisa no tiene tiempo para eso.Samuel suspiró, sabiendo que no podía hacer cambiar de opinión a su amigo.- ¿Al menos dime que vas armado?Iván sacó la Glock de su cinturón y revisó el cargador.- Siempre.Samuel apretó los labios.- Voy contigo.Iván negó con la cabeza.- No. Necesito que cubras la salida. Montalvo querrá cerrarnos el paso.Samuel dudó un segundo, pero asintió.- No hagas ninguna estupidez.I
El disparo retumbó en el almacén como un trueno en la distancia. Iván sintió cómo el tiempo se ralentizaba. Vio a Montalvo con el arma aún alzada, el humo saliendo de la boca del cañón. Sintió el aire tenso, cargado de peligro y muerte.Pero el dolor no llegó.Porque no era él quien había recibido la bala.- ¡Elisa!Su voz fue un rugido cuando la vio caer.Elisa había corrido hacia él en el último segundo, lanzándose contra Montalvo con el trozo de metal oxidado. Había logrado distraerlo, pero a un alto precio.Ahora, yacía en el suelo, con una mancha carmesí extendiéndose sobre su costado.Iván no pensó. No dudó.Con una furia inhumana, se lanzó sobre Montalvo.El impacto los derribó a ambos, rodando por el suelo. La pistola de Montalvo cayó de su mano y se deslizó lejos, fuera de su alcance. Ahora era solo una pelea de fuerza bruta.Iván golpeó. Una, dos, tres veces. Sentía el crujido de los huesos bajo su puño, pero no se detuvo.- ¡Por ella, maldito! ¡Por todo lo que hiciste!Mont
El viento helado de la madrugada silbaba entre los edificios viejos del barrio donde Natalia había crecido. Las calles estaban húmedas por la reciente lluvia, reflejando las luces mortecinas de los postes. A pesar del frío que se filtraba en sus huesos, ella caminaba con pasos decididos, sujetando la pequeña bolsa de compras contra su pecho. La vida nunca había sido fácil, pero ya estaba acostumbrada. Sin embargo, en el fondo de su alma, siempre sintió que algo no encajaba, como si su destino estuviera esperando por ella en algún otro lugar.Desde que tenía memoria, su mundo había sido aquel diminuto apartamento en las afueras de la ciudad, donde su madre adoptiva, doña Rosario, la había criado con lo poco que tenía como su propia hija. Nunca hubo lujos ni comodidades, pero tampoco faltaron el amor y las enseñanzas. Fue una niña feliz, llena de risas y juegos en las calles del barrio, pero en su interior siempre sintió una tristeza inexplicable, una sensación de ausencia que no lograb
El reloj marcaba las siete de la mañana cuando Natalia entró en la cafetería donde trabajaba. El aire olía a café recién hecho y pan recién horneado, pero aquella mañana no tenía hambre ni energía. Pasó toda la noche en vela, leyendo una y otra vez aquella carta que había cambiado su vida para siempre.-¡Natalia! ¿Otra vez sin dormir? -preguntó Diana, su compañera de trabajo, mientras le servía un espresso en un vaso desechable.-Algo así -respondió Natalia, frotándose los ojos.No podía compartir lo que había descubierto. Aún no sabía cómo procesarlo, mucho menos explicarlo. Solo una idea se repetía en su mente como un mantra: tenía que encontrar la forma de acercarse a Esteban Montalvo.Pero ¿cómo? No podía aparecer de la nada y exigir respuestas. Un hombre como él, rodeado de abogados y seguridad, no permitiría que cualquier desconocido se presentara reclamando ser su hija.Si quería venganza, debía jugar sucio.Esa tarde, en su descanso, Natalia caminó hasta un cibercafé. Se sentó